lunes, 31 de agosto de 2009

CAPUSOTTO


Diego Capusotto
“Construyen la sensación de que nunca estuvimos peor”

27-08-09 / Encarna el humor subversivo que enfrenta a la corporación mediática. Sagaz crítico de la realidad, se burla de los popes del rock y de la pompa setentista. Se declara más cerca del oficialismo que de la oposición. El fútbol, la nueva Ley de Medios y la marihuana, en la óptica de un hombre que no se deja ganar por el discurso del miedo. Por Diego RojasAhí estaba él, sentadito con su pulóver de lana en medio del salón Libertador del Sheraton Hotel durante la noche de entrega de los premios Martín Fierro. Las estrellas televisivas desfilaban sobre la alfombra roja, en plena exhibición de los atuendos creados por los diseñadores de moda y en brindis festivo y ostensible. Él, ahí: sentado con su pulovercito hippie. Hasta que anunciaron el premio al mejor programa cómico y Diego Capusotto se levantó de la mesa junto a Pedro Saborido, subió al podio, levantó la estatuilla y propuso: “Que disfruten del sueño”. Acababa de recibir un reconocimiento más a su trabajo, el mismo que lo convierte, según las palabras de Horacio González, sociólogo y director de la Biblioteca Nacional, en el principal crítico cultural de nuestra época. No se había sacado el pulovercito.Capusotto, el humorista más potente de los últimos tiempos, es un fenómeno de masas incorporado definitivamente al imaginario social argentino. Sus creaciones se difunden no sólo a través de la televisión (donde a partir del lunes presenta en Canal 7 una nueva temporada de Peter Capusotto y sus videos) o la radio (donde continúa su programa Lucy en el cielo con Capusottos, en la Rock & Pop), sino que se replican en la Web, mediante las filmaciones que se cuelgan en YouTube y que luego se reenvían por e-mail al infinito. Pese a cierto prejuicio que sólo atribuye masividad al humor liviano, sus personajes, que se burlan de los popes del rock y de la pompa setentista, también interpelan a la realidad política con una sagacidad que ya quisieran los más renombrados analistas. El segmento radial “Hasta cuándo” es la más brutal denuncia del accionar de los medios en la generación de un estado de paranoia, una parodia de la cadena nacional de malas noticias –a la vez que señala cómo una parte de la población se suma entusiasta a esta visión catastrófica de las cosas–. Una estrategia que usa la corporación mediática y que sólo beneficia a la derecha, que suma así adeptos a sus argumentos. La recién presentada Ley de Medios apunta a desmontar esa percepción monolítica de la realidad y quizá permita una apertura de discursos. Eso entusiasma a Capusotto que, dice, está más cerca del oficialismo que de la oposición.Su prepotencia de trabajo, sumada a un talento desmesurado, redundan en un reconocimiento social que se mide con la vara más exacta: los dichos de sus personajes se transforman en latiguillos usados en el habla cotidiana. Esa es la más maravillosa música a la que un artista popular puede aspirar.El actor elige un típico café de su barrio para la entrevista con Veintitrés. El bar El Progreso, con sus mesas de madera antigua y con sus parroquianos que forman la postal arquetípica de la porteñidad, es el escenario del encuentro. Al que Capusotto asiste abrigado con un pulovercito similar al que usó la noche de los Martín Fierro.–¿Vivís hace mucho en Barracas?–Hace trece años ya. Mis hijas son de Barracas. Yo soy más de zona oeste. Viví en Luro desde los seis años, antes vivía en Castelar, del que tengo un recuerdo muy vago: las calles de tierra, mi casa. En Luro viví de chico, de adolescente y de adulto.–¿El barrio marca tus elecciones estéticas o ideológicas?–No. Hay gente de mi generación con una conexión fuerte con el barrio. Para mí, no es una elección a la hora de actuar. En el barrio hay gente garca, que hace negocios, que quiere salvarse y cuya vida gira en torno a la acumulación material. Circulan cosas interesantes y cosas de mierda. Existe una especie de religión que se basa en moverse como pez en el agua en lugares de mierda mientras los demás se ahogan. El barrio es un lugar donde te conectás con gente que tiene su vida y su mundo y, si no te construís a vos mismo, cagaste. Porque el barrio también es un pelotudo que te aconseja cómo cagar a los demás. No es un lugar habitado por seres nobles y duendes que te dicen que vivas como quieras y andes con la ligereza poética de un ave y te conviertas cada tanto en un puma porque estás rodeado de hijos de puta. Te lo pueden decir dos o tres, los que finalmente elegís como amigos.–Sos un fenómeno que excede lo televisivo, ¿cómo convivís con esa figura?–Dejo que se apropien de esto que ven. Nunca me consideré un fenómeno: sólo hago las cosas que me salen. Pedro Saborido me manda unas cosas que escribió a las tres de la mañana, las leo, me cago de risa y, finalmente, las ponemos en acción. Eso del fenómeno es una frase que me viene, no es algo que yo exhale. Mucha gente comparte lo que hacemos y son aliados de una idea que no pasa sólo por reírse.–La masividad e influencia de tu propuesta, ¿implican una responsabilidad?–La responsabilidad es ser fiel a lo que estoy accionando, nada más que eso. Podés hacer reír a alguien y, siempre que te hacen reír, sos feliz. Esa es una responsabilidad. La otra es que tenemos un modelo de conducta que puede ser observado con cierto respeto. Estar en un medio masivo te puede colocar en una carrera de superación. Sin embargo, este momento es nuestra superación. No quiero llegar a ningún lugar en la televisión, es más, quiero mantener este lugar de autogestión, donde no hay disputa de poderes y donde no se necesita que las ideas sean transformadas para tener más rating. No cambio este lugar y menos con 48 años.–¿Te ofrecieron ir a otro canal?–Desde ya. Para la óptica de la televisión, este es un programa vendible, que puede estar en un canal y un horario de mayor difusión. Pero no me interesa, no es nuestra ambición. Este año queremos hacer ocho programas, nuestra cantidad ideal. Estar en un lugar donde nos lo permiten es un privilegio.–Tus programas excedieron el marco de la televisión. Peter Capusotto explota en YouTube, lo mismo el programa de radio.–Sí. No sólo eso, Internet te permite llegar a otros países. El otro día me hicieron una nota de un medio de Chile, porque miran el programa por Internet. Su alcance tiene muchos caminos. Nunca tuvimos una preocupación por el rating, porque sabemos que el ciclo tiene mucha circulación y aceptación. No tenemos nada más que hacer, salvo seguir celebrando los encuentros para que este programa siga funcionando. –Tu humor sorprende por su precisión en los tiempos políticos. Pasó con Bombita y con “Hasta cuándo”. Se podría aventurar que Capusotto y Barcelona son los medios que mejor expresan la realidad política.–El humor siempre tiene una conexión con los signos de la realidad. Muchos tienen que ver con los comunicadores que hacen la puesta en escena de un mundo real. Metrallean mucho, pero no profundizan los fenómenos. Mirá, lo reafirmé hoy cuando miraba el canal de videos Quiero música en mi idioma. El videograph pasaba noticias policiales, un asesinato en Barracas. Si eso no es reflejo de una ficción construida para que todo el tiempo tengamos la idea de la muerte y la inseguridad en nuestra piel, bueno, a las pruebas me remito.–¿Cómo actúa el humor frente a eso?–La tomamos y la destrozamos mediante la parodia. La burla es infranqueable: las cosas de las que te burlás no te pueden contaminar porque hay una lectura previa a destrozarlas, un sustento ideológico. Es como decir: “A mí no me contaminás, no me la vendés”. Otras cosas rozan otros mundos, totalmente desopilantes, que no tienen conexión con los signos de la realidad. En algunos personajes, la realidad se hace más presente, como en ese monstruo, Micky Vainilla, disfrazado de cantante pop y que es, en realidad, un virus que se mete en ciertos lugares para empezar desde allí su plan de exterminio.–Decís que la parodia puede destruir una concepción ideológica. Bombita es irónico, pero no intenta destrozar a los setentistas.–Es una mirada sobre algo que tuvo su densidad, su construcción política. Un Palito Ortega montonero está compuesto por dos imágenes antagónicas que nos causaban gracia. Nunca pensamos en la derrota del discurso setentista, vulgarizado en las letras de Palito. Todo lo contrario. Rescatamos esa construcción que terminó en una gran derrota general, el imaginario que representó el retorno de Perón y en lo que devino. Había una gran masa crítica, gente muy valorable y gente de mierda. Y ganaron los malos. Por eso algunos que fueron militantes ven en Bombita una reivindicación personal, porque es un tipo que militó, aunque nosotros no lo hicimos.–Ese momento político también te marcó.–Nos rozó porque tuvimos hermanos mayores que militaban. Esa época nos atravesó, aunque en el ’73 yo tenía doce años y Pedro era más chico. Era el momento en que se pensaba que la película podía terminar bien. Perón excedía la simbología del líder político, representaba el regreso de algo vinculado a los sectores populares, a la idea de poder tener una identidad. Se venía de una dictadura, del Mayo Francés, había algo que estaba pugnando por tener presencia. –¿Siempre te sentiste peronista?–Sí, el peronismo es casi una expresión emotiva. Te hacés peronista por lo que está enfrente, que tiene una raíz antiperonista. No son nihilistas: a un nihilista yo lo respeto. Pero a lo que está enfrente, nunca lo he respetado. Eso te va empujando. Porque el peronismo es el peronismo y es la idea del peronismo. Es algo que tal vez no fue posible, pero que sobrevoló como posibilidad. En el otro lado, nada, la restauración conservadora, esa cosa espantosa.–El gobierno rescató símbolos de los ‘70.–Sí. Y, en un punto y salvando las distancias, se vuelve a repetir la historia. El movimiento peronista excede el kirchnerismo. Uno se pone en sectores antagónicos a la oposición. No hace falta ser muy perspicaz para saber quiénes realizan la construcción contraria al Gobierno para tomar el poder. Son los que permiten que el vicepresidente de la Nación trabaje para la oposición. Y eso que está todo bien con que Cobos sea vicepresidente y tenga posiciones, algo que desde ya nadie de la oposición podría soportar. También es cierto que en toda construcción hay errores, pero en este caso puntual hay ciertos errores que se podrían haber evitado. En lo comunicacional, por ejemplo. Pero, por otro lado, los errores del Gobierno no llevan a que se construya una oposición. Estuvo agazapada desde el primer día esperando el momento de atacar. La sensación, y lo digo con cierto pesimismo y dolor, es que serán los nuevos enemigos de la sociedad. No sólo han tenido injerencia, sino que han sido parte del poder en la Argentina.–Hay humoristas que difunden las imágenes que plantea la oposición: una Cristina exasperante, preocupada sólo por la ropa, un gobierno casi dictatorial. Se ve en el humor gráfico de Nik en La Nación o en Perfil.–Que cada uno haga lo que quiera. Nik está en La Nación, qué va a escribir Nik. Estas construcciones generan eco entre la gente y, por otro lado, caen en lo pueril, como cuando dicen que terminaremos como Cuba o Venezuela. Marcan a ese tipo que balbucea cuando habla sobre la inseguridad y le decís: “Imaginate, en Estados Unidos voltearon dos torres y no sé si fueron ellos mismos y mataron a tres mil personas, ¿de qué seguridad me hablás?”. O: “¿Qué seguridad, si mi generación se crió con la dictadura, con Malvinas, con la hiperinflación, con el menemato, con la Alianza, los 35 muertos en la calle y el corralito?”. Nunca hubo seguridad jurídica en nuestro país. Construyen con el lenguaje la sensación de que nunca estuvimos peor que hoy. Es la exasperación de lo más berreta. Es Biolcati hablando de un piquete de blancos con Grondona.–En la Rural apeló a la Patria 50 veces.–Un discurso que podría haber sido realizado dos meses antes del ’76. No porque vaya a suceder, sino porque hay una sociedad que empezó a creer que ese discurso es posible. En 2005 a la gente le chupaba un huevo escuchar que Kirchner era soberbio con el periodismo. Entonces se sacralizan signos: el campo es lo bueno y el Gobierno es lo malo. Y para mí los malos son los que más putean contra el Gobierno.–¿Y Pino Solanas?–Pino no sé. Lo vi también bastante exacerbado contra el Gobierno y me pareció un poco funcional a ese discurso. El sector donde están Pino o Sabbatella es crítico del kirchnerismo, pero no está montado en la gran jineteada nacional. A Pino lo vi en charlas amenas con Grondona que me provocaron un poco de rechazo. Es un momento emocional. Soy más afín a lugares que están vinculados al oficialismo que a los que no.–¿Qué pensás de la izquierda?–Y... si te hacés trosko para sacarte la foto con Biolcati, no te hagás trosko. Vilma Ripoll puso la excusa de que no podían dejarle la calle a la derecha, pero eso devino en la foto con ese tipo. Y no sólo ella, también estuvieron los maoístas, que siempre fueron traidores, desde que apoyaron a López Rega en el gobierno de Isabelita.–Hubo una izquierda que no apoyó al campo.–Sí. Son los que acumulan desde la universidad y después no quieren disputar el poder real. Si no querés el poder, hacete nihilista.–¿Qué pensás acerca de la ruptura del acuerdo entre TyC y la AFA?–Está muy bien que el fútbol pueda ser visto por todos. Después la oposición plantea otras discusiones: “Ah, ponen plata para el fútbol y no para el hambre”. Y lógico. La plata tiene que ser para la gente que lo necesita. Pero los que declaman eso nunca hicieron políticas abarcativas, no jodamos. Ya la presencia en el fútbol está limitada si sos visitante o si no sos socio. Es accesible sólo si podés pagar. Eso que era compartido desde el más humilde hasta el dueño de una fábrica hoy está reservado al dueño de la fábrica. Si no pagás para mirar fútbol, mejor. Pero claro, detrás están los intereses de ese submundo. Como idea proyectiva me parece maravillosa aunque no sé en qué terminará. En definitiva, que mirar fútbol sea gratis, no está mal en absoluto. –La medida desató una dura ofensiva contra el Gobierno por parte del Grupo Clarín.–Desde ya. Esto comenzó hace dos años y no va a parar. Hacen parecer que la confrontación viene de un solo lado y que, del otro, está Biolcati con su vaquita mansa, Biolcati hablando de San Martín y Belgrano. ¡Lo hubiesen sacado a patadas en el culo a San Martín de la Rural!–Se está presentando la Ley de Medios en el Congreso, ¿qué opinás?–Es necesaria. Tal vez hubiera sido mejor que se presentara en un momento de menos confrontación. Los sectores de poder plantean un discurso único siempre. Por eso Clarín, que forma parte de ese poder y es un monopolio, se siente atacado. El presidente de TyC dijo que la mejor democracia es que haya que pagar para ver fútbol, eso es capitalismo puro.–¿Creés que hay un fusilamiento mediático, como denunció Cristina?–Hay decisiones que perjudican a ciertos intereses. En una confrontación, las partes siempre apuntan a señalarse como víctimas y la población queda rehén en la disputa sobre quiénes son los buenos y quiénes los malos. Si la Presidenta dice eso es porque está en un conflicto de poder que la roza. Es claro que hay una política de desgaste, verbalizada por la oposición, para que el poder pase de bando. En ese marco, me preocupa mucho más lo que dice Biolcati.–¿Hay un cambio en el Gobierno desde la derrota electoral?–Recuperó la iniciativa. Pero lo principal es que la oposición no asume la construcción de un poder proyectivo. Sólo dice que todo está mal. El Gobierno muestra más solidez y potencia mediante acciones concretas como la Ley de Medios o el fútbol. La oposición retrocede pero, ojo, se agazapa para atacar después. La política es conflicto, no es consenso. ¿La democracia el reino del consenso y el debate? ¡Vamos! Se trata de una lucha para ver cuánto cedemos y cuándo volveremos a atacar.–¿Qué pensás sobre la despenalización del consumo de marihuana?–Las decisiones que toma un adulto, entre ellas fumar marihuana, son absolutamente personales. Fumar no tiene ninguna vinculación con el delito ni con su demonización. Los sectores que se oponen tienen una visión de la vida macabra, una moralidad sobrecargada y casi estafadora. Plantean que se usan drogas para delinquir, pero ¿qué hacen los custodios de la moral para evitar el delito? Condenan pero no arreglan las dificultades–Ciertos adolescentes toman al personaje de Micky Vainilla sin la distancia de la ironía y siguen sus dichos al pie de la letra.–Ah, sí. Pero para eso están los padres que verán el programa con los chicos y les explicarán que Micky es una ironía, algo monstruoso y no reivindicativo del racismo. No me puedo hacer cargo de lo que puedan pensar respecto de un personaje. También Charles Manson mató a doscientas personas porque decía que Lennon le ordenaba matar. Lo que tiene el humor es que, a veces, deja al desnudo la propia miseria y es algo que no nos gusta ver.–¿Qué ves con tus hijas en la tele?–Ellas ven cosas ligadas a su mundo infantil. La mayor, que tiene 10 años, empieza a estar más conectada conmigo y a interesarse más en mi propio mundo. Debe estar en una etapa de enamoramiento del papá. La de seis años es totalmente dorada, construye sus castillos de princesa en los rincones de la casa. Tiene un mundo interior muy fuerte, pero todavía no llegó a la etapa en la que escucha muchas voces para formar su voz propia, la que elija y que yo acompañaré hasta el final. Ahora escuchamos música juntos, por ejemplo.–¿Cómo vive tu familia tu exposición?–Las nenas lo empiezan a sentir, pero estoy en casa bastante, tengo una presencia interesante en esta etapa. Mi vieja vive, mis dos hermanos murieron, tengo una familia no muy numerosa. Mi vieja está muy contenta, y más con el reconocimiento actual. A los 16 años, yo quería jugar al fútbol y mi viejo me respaldaba, pero también tenía que estudiar porque la posibilidad de jugar dos años y que te lleven a Europa era impensable. Más grande, empecé a estudiar teatro y a frecuentar los lugares que elegí.–Sos jurado en el Festival de Cine de Diversidad Sexual.–Lo hago para hacerle la gamba a mi amigo Fabio Zurita, que lo organiza. Tengo interés, claro, en los encuentros sexuales que, en algunos casos, pueden ser muy celebratorios, y en otros, una forma más de la mentira. El sexo está entre las diez cosas más felices de la vida. De todos modos, quiero desmitificar que los hombres la chupan mejor que las mujeres. O al menos, yo prefiero que me la chupe Cameron Díaz a Elton John. La técnica masculina en el sexo oral no es algo que me preocupe. Lo he probado y es pura mitología. Y desde ya no se puede comparar a Cameron Díaz con Elton John y ni siquiera con George Michael.

El argentino.com por Diego Rojas

TRES AL HILO

PAGINA 12 Lunes, 31 de agosto de 2009
Tres al hilo

Por Eduardo Aliverti

Estos días son testigos de que la política argentina conserva una dinámica notable. Si se está de acuerdo o no con aquello que se mueve es otro tema.
Sucedieron tres cosas, reveladoras de que lo impensado puede ocurrir gracias a la participación y la lucha de los actores sociales más incansablemente inquietos. Una es la desincriminación del porro, para ponerle un título que, quizás, es lo que mejor les baja un cambio a los bíblicos salames mediáticos que hablan de la “despenalización de las drogas”. Gracias al fallo de la Corte se abrió la puerta, apenas pero nada menos, para que en vez de destinar un paquete incontable de plata y recursos humanos a perseguir fasitos y perejiles se lo haga contra los narcos sin joda, o aunque sea para programas serios de prevención. Detrás de esa sentencia, hubo el alerta constante de muy numerosos especialistas, analistas, psicólogos sociales, penalistas, intelectuales, que no se cansaron de advertir sobre la sinrazón de combatir a la droga con criterios represivos minimalistas. La caída del Fino Palacios es el segundo episodio. Macri se jugó una batalla personal en la defensa de ese sujeto que anda por la vida rodeado de sospechas y acusaciones gravísimas, que nunca pudo despejar. Sin embargo, las denuncias y la militancia de los organismos de derechos humanos, entre otros, tuvieron una potencia superior al ensimismamiento con que el alcalde de Buenos Aires respaldó a su vigilante. Y el Fino abandonó. Si lo que lo reemplaza es igual o peor será motivo de otra pelea que los incansables no vacilarán en dar.
Y la presentación del proyecto de ley de Medios Audiovisuales, por supuesto. Es el que más pasiones naturales e inducidas enciende. Visto el incendio provocado por la propuesta, con llamas de un tamaño que obligan a retroceder hasta el clima del segundo gobierno de Perón, conviene dividir razonamientos sin ninguna esperanza de éxito. Los que odian y los que aman al kirchnerismo no quieren escuchar nada de nada y se oponen o apoyan desde el prejuicio incondicional. Y quienes intuyen que deberían tener una mirada más o menos parecida a lo equidistante, porque no confían ni en los unos ni en los otros, coinciden con los demás en que no leyeron ni una mísera línea del proyecto. No son únicamente los dirigentes de la oposición y voceros periodísticos varios, sino también la “gente del común” que no siente, ni por asomo, que cambiar la ley de radio y televisión sea un asunto prioritario. El trabajo, la “inseguridad”, los precios, el alquiler, la escuela de los chicos, el paco, la vivienda, quedan a años luz por delante de considerar que lo que sale por los medios tiene relación íntima con el trabajo, la “inseguridad”, los precios, el alquiler, la escuela de los chicos, el paco, la vivienda. Como ésa es una discusión probablemente irresoluble, por lo menos pongámonos de acuerdo en que, en política, es impresionante que después de 26 años se haya podido presentar un proyecto de radio y tele que sustituya al de la dictadura. ¿Porque, o sólo porque, los K libran una guerra individual contra Clarín y viceversa? No: porque después de 26 años siguió habiendo quienes aprovecharon cada hendija, cada oportunidad mediática, cada mesa redonda y conferencia y charla y congreso sobre comunicación que parecían inútiles, cada afiche, cada entrevista, cada declaración personal o institucional, para llamar la atención sobre el bochorno de que no se pudiera derogar la ley de los milicos. Y si luego ocurre que los vectores circunstanciales que implementan esa energía son gente que no nos gusta, pues repasen el Upa de la dialéctica para recordar que hay las contradicciones principales y las secundarias. De lo contrario se cae en una lógica binaria espantosa, que preconcibe buenos y malos absolutos, descontextualizados. Y su efecto –más allá o más acá de las increíbles campañas de los medios– es entre otros el espectáculo deplorable a que asistimos por estas horas, sobre todo en las radios, con gente que putea a los gritos sin tener ni la más remota idea del objeto de estudio.
¿Qué tiene esa gente en la cabeza? ¿Imagina que una ley habilitará exiliar periodistas? ¿Piensa que arriba la Gestapo o el zurdaje que preocupa a Mirtha, y que los medios serán ocupados por monstruos orwellianos que pingüinizarán la vida cotidiana? Como sea, la batalla no se libra con los (tal vez) representativos sino con los significativos. No es Doña Rosa la que define. Y eso quiere decir un escenario de disputa entre aquellos con capacidad de incidir en la construcción de sentidos. Excluidos los que no saben de lo que hablan, hay que concentrarse en los que sí lo saben pero, precisamente por eso, intentan meter todos los goles con la mano. No hay hasta ahora una sola crítica técnica a la propuesta. Ni una. Y es que, si la hubiera, en lugar de anclar el cuestionamiento en razones de política (de negocios) y temor al apriete de los grandes grupos mediáticos, habría serias dificultades para oponerse. Repasemos algunas preguntas. ¿Cómo se hace para estar en contra de reducir en más de un 50 por ciento la cantidad de licencias de radio y tevé que puede operar un mismo licenciatario? ¿Cómo se cuestiona que un tercio del espectro pueda pelearse para el sector público no gubernamental? ¿Cómo se enfrentan a que un mismo grupo no pueda disponer de las redes tecnológicas, la producción de contenidos y su distribución? ¿Cómo se las ingenian para denostar un convite que recoge grandes porciones de legislación estadounidense y europea, y definido como ejemplaridad mundial por el Relator de las Naciones Unidas para la Libertad de Expresión? ¿Cómo hacen? Está claro cómo hacen: hablan a la bartola de un ataque a la prensa, no contrastan ni siquiera un proyecto alternativo, esparcen que el país está incendiado. A esta altura ya no se sabe quién fue el autor de la frase porque es atribuida a unos cuantos, pero eso no invalida su solidez: atacan como partido político, y se defienden con la libertad de prensa.
El kirchnerismo es muy sospechoso en varios aspectos, uno de ellos es su relación con la prensa y, ya que estamos, se ha llegado a esta instancia tras muchos intentos de negociar y beneficiar a los factores de poder corporativos que hoy enfrenta. Pero nada de eso concede que, puestas las cosas en el terreno –otra vez– dialéctico de que hoy se trata, el partido mediático y sus sucedáneos no se animen ni tan apenas a debatir. O, peor todavía, que propongan el cruce para las calendas griegas del año que viene, cuando arrancará la desembocadura de las elecciones presidenciales del 2011. Encontrar para ese entonces diputados o senadores que se animen a votar en contra de los intereses mediático-corporativos llevaría el tiempo de búsqueda del eslabón perdido.
Dicen que esto no se puede aprobar contrarreloj y tienen razón. Pero es que hace 26 años que no es el momento. 26 años. Toda nuestra vida en democracia hace que no es el momento, miserables.

domingo, 30 de agosto de 2009

LA ECONOMIA DE LA DROGA

La economía de la droga
Por Alfredo Zaiat
La producción de la materia prima, elaboración y comercialización de estupefacientes prohibidos por ley es una actividad económica. El análisis de ese mercado, a diferencia de otros muchos, está dominado por conceptos generales acerca de la moral y cuestiones vinculadas con la salud. Estos dos aspectos son tan potentes en el debate cotidiano que queda postergado el entendimiento sobre el modo de desarrollo de ese sector de la economía. No se trata de la presentación de estimaciones millonarias de un negocio ilegal, sino de saber cómo funcionan las leyes económicas, lo que permitiría una comprensión y acción más abarcadora que la que ofrece el discurso conservador. No es un tema moral acerca de cómo a las personas les gustaría que funcionase el mundo, sino de conocer las características de la economía de la droga. El fallo de la Corte Suprema que declaró inconstitucional penalizar la tenencia para consumo personal brinda la oportunidad de acercarse con un poco menos de prejuicios a una actividad económica que ha mostrado un creciente dinamismo en las últimas décadas.
Por esas paradojas de la corriente conservadora, destacados representantes del liberalismo han ofrecido los argumentos económicos más contundentes sobre los beneficios de la legalización del negocio vinculado con la producción y comercialización de drogas prohibidas. Su referente moderno, Milton Friedman, ha sido uno de los principales economistas que enfrentó las pasiones del pensamiento dominante represivo. En una entrevista que le realizaron en 1991 en el Foro Americano sobre Drogas, un programa de debate nacional sobre asuntos públicos, afirmó que “si se observa la guerra contra las drogas (se refiere al gobierno de Estados Unidos) desde un punto de vista puramente económico, el papel del gobierno es proteger al cartel de las drogas. Esta es la realidad, literalmente”. El periodista le preguntó: “¿Lo hace bien?”. El Premio Nobel de Economía contestó: “Excelentemente. ¿Qué quiero decir con esto? En un libre mercado normal hay miles de importadores y exportadores. Cualquiera puede entrar en el negocio. Pero es muy difícil que un pequeño empresario pueda dedicarse al negocio de importación de drogas, porque nuestros esfuerzos por impedirlo esencialmente lo hacen enormemente costoso. Así que la única gente que puede sobrevivir en ese negocio es ese tipo de gente como el cartel de Medellín, que tienen suficiente dinero como para tener flotas de aviones, métodos sofisticados y cosas así. Además de eso, al no permitir esos productores y arrestar, por ejemplo, a los cultivadores locales de marihuana, el Gobierno mantiene alto el precio de esos productos. ¿Qué más querría un monopolista? Tiene un gobierno que se lo pone muy difícil a todos sus competidores y mantiene alto el precio de sus productos. Es como estar en el cielo”. Para ejemplificar la situación, Friedman afirmó que “ahora ocurre lo mismo que bajo la prohibición del alcohol”.
En enero de 1920 la National Prohibition Act o Volstead Act (conocida vulgarmente como ley seca) no prohibió el consumo, pero sí la fabricación, transporte y venta de bebidas que superaran los 0,5 grados de graduación alcohólica. “Se trataba de poner en marcha lo que se denominó el ‘noble experimento’ con el fin de planificar una sociedad conforme a los criterios morales de la clase dominante de aquellos años”, explica Francisco Moreno en un artículo publicado en liberalismo.org. Se tuvo que impulsar un enmienda (la Nº 18) de la Constitución de EE.UU. para instrumentar esa norma. Para cumplir con esa ley se creó una agencia ejecutiva específica llamada Bureau of Prohibition, dependiente del Departamento del Tesoro. Sus agentes federales eran conocidos con el nombre de prohi’s; con el tiempo pasaron a ser controlados por el Departamento de Justicia. Moreno detalla que “esa prohibición tuvo efectos perversos en el interior del país: se encareció el precio de la bebida, cientos de miles de personas comenzaron a fabricar artesanalmente bebidas alcohólicas, se fomentó el mercado negro, muchas veces con bebidas sustitutivas adulteradas o altamente tóxicas. Se incrementó el consumo de licores destilados en detrimento de cervezas o vinos, así como la demanda de otras drogas anteriormente poco consumidas. Se extendió la delincuencia y fue el comienzo de la puesta en pie de un colosal imperio criminal de bandas organizadas como nunca antes se había visto en la historia de los EE.UU.”. Ese desarrollo económico tuvo su origen en el excedente adicional generado por la fijación de un precio por encima del equilibrio de un bien demandado, similar a una renta “monopólica” en este caso alimentada por el plusvalor originado en el riesgo de violar la prohibición.
En la mencionada entrevista a Friedman le comentan que “hay quienes dicen que cuando desapareció la prohibición, el consumo se incrementó enormemente y que eso sería...”. Friedman interrumpe y dice que “eso sencillamente no es verdad. Las cosas no fueron así. Existen cifras estadísticas en publicaciones acerca de la cantidad de alcohol consumida. Esas cifras suben abruptamente inmediatamente después de la época de la prohibición, pero se refieren al consumo ‘ilegal’ de alcohol. Si tomamos, como he hecho, las tablas de consumo de alcohol antes y después de la época de la prohibición, dicho consumo vuelve más o menos adonde estaba y durante el período posterior si se ha movido ha sido disminuyendo, no en términos absolutos, sino en relación con la población y el crecimiento relativo de los ingresos”. Según un estudio de la Universidad de Columbia, en vísperas de la Volstead Act (1919) el consumo per cápita de bebidas alcohólicas en los EE.UU. era de 6 litros al año. En 1921 bajó a medio litro aproximadamente, pero a lo largo de los años siguientes esa media fue progresivamente aumentando hasta alcanzar los 5 litros a inicios de los años ’30. Esto es casi a los mismos niveles previos a la prohibición.
La administración Nixon declaró una guerra sin cuartel contra las nuevas y viejas drogas aprobando la Drug Abuse Prevention and Control Act de 1970, que prohibió toda una serie de drogas casi con las mismas razones enarboladas durante la ley seca. Se creó un estado generalizado de persecución contra dichas sustancias que influyó en todos los demás países para que endurecieran las penas contra su comercio y consumo y para que se creasen brigadas específicas contra los estupefacientes. Nixon impulsó la redacción de la Convención Internacional de la ONU de 1971 sobre Sustancias Psicotrópicas. La unanimidad de los gobernantes de aquellos tiempos en la prohibición de los estupefacientes fue abrumadora (no importando la ideología política o religiosa) y subsiste hasta hoy.
El resultado de esa política es resumido por el semanario conservador The Economist, en un artículo publicado el 5 de marzo de este año: “La prohibición ha fracasado, la legalización es la solución menos mala”. Después de un documentado recorrido sobre la fallida acción mundial en los últimos cuarenta años en la guerra contra la droga, The Economist concluye que “la legalización no sólo expulsará a los delincuentes, sino que sería transformar el tema de las drogas de un problema de ley y orden en uno de salud pública, que es como deben ser tratados”. Concluye que los gobiernos así recaudarían impuestos y deberían regular el comercio de drogas, además de aplicar los fondos obtenidos (de las cargas tributarias sobre la droga, como hoy sobre el cigarrillo y las bebidas alcohólicas) y de reasignar los inmensos presupuestos del combate al narcotráfico para educar a la población sobre los riesgos del consumo de drogas y para tratar las adicciones.
azaiat@pagina12.com.ar

lunes, 24 de agosto de 2009

LA FUERZA DE LA VERDAD

Por Estela Carlotto *

En un reciente fallo, la Corte Suprema de Justicia de la Nación confirmó la validez de un allanamiento realizado en la vivienda de una persona presuntamente hijo de desaparecidos, a fin de recabar algunos de sus objetos personales y obtener de allí su ADN para analizarlo en el Banco Nacional de Datos Genéticos donde obran las muestras genéticas de los familiares de desaparecidos que buscamos a niños nacidos en cautiverio o secuestrados con sus padres, jamás devueltos a sus familias.
De esta forma, el más alto tribunal del país reconoció el derecho de las Abuelas a saber dónde están sus nietos y a que –una vez encontrados– se haga justicia por tan aberrantes crímenes, aun contra la voluntad de quienes fueron apropiados. Y es allí donde reside el mayor acierto de la decisión de los jueces.
Es el Estado, a través de su Poder Judicial, el que debe asumir la responsabilidad de resolver los serios conflictos que se plantean como consecuencia del más aberrante plan criminal de la dictadura. Trasladar esa decisión a las víctimas, lejos de evitar su “revictimización”, la provocaría, pues si algún argumento se reitera entre aquellos jóvenes que rechazan someterse a un análisis de ADN es que no quieren ser “culpables” de que quienes los criaron vayan a prisión. Del mismo modo, conferirles una suerte de poder de veto sobre el uso de sus análisis de ADN como pruebas incriminatorias de sus apropiadores –tal como han sugerido los jueces Zaffaroni y Lorenzetti en su voto disidente– los convertiría en “culpables” de su impunidad.
Vale la pena destacar que hasta la fecha nueve jóvenes recuperaron su identidad por la vía cuya validez reconoció la Corte Suprema. Si bien no se ha tratado de procesos exentos de dificultades y contradicciones, ninguno de los jóvenes realizó impugnaciones al resultado una vez que lo conocieron. Es decir que sus posiciones cambiaron diametralmente luego de conocer la verdad. Y es que, como deben saber los jueces de la Corte y como aprendimos las Abuelas en más de tres décadas de incansable búsqueda, la verdad libera.
* Presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo.
pagina 12.
24 de agosto de 2009

domingo, 23 de agosto de 2009

CUANTO PEOR, PEOR



PAGINA 12

EL PAIS › OPINION

Cuanto peor, peor

Por Jorge Rivas *

El inesperado resultado electoral del 28 de junio sacudió el escenario político de nuestro país. Por un lado, ganó posiciones una primitiva derecha encarnada en herederos millonarios, que parecen convencidos –tal vez por influjo de sus propias historias personales– de que el solo devenir histórico los va a depositar en la Rosada. Ya dan señales de estar repartiendo la piel del oso antes de haberlo cazado, sin reparar en el detalle de que parte de su éxito debe adjudicarse al hecho de que la ciudadanía los entrevió como una opción para manifestar su fastidio contra el Gobierno.

Por otro lado, una lectura sensata de ese resultado inducirá seguramente al Gobierno –si aspira a retomar el rumbo que se inició en 2003– a no insistir en los errores de los últimos meses, y a producir cambios importantes; entre ellos, el de empezar a trazar una estrategia común con la izquierda democrática.

Si se desmaleza el universo de la centroizquierda, sin embargo, se advierte que lo integran dos grandes grupos, ambos con la común idea de construir una fuerza nueva, desentendida de las tradicionales, pero también con diferencias tácticas relevantes, más allá de los clásicos vedettismos que abundan injustificadamente en el espacio. Una de esas diferencias consiste, precisamente, en cómo actuar en este contexto. Hay una parte que cree que para la edificación de lo nuevo es aconsejable evitar contaminarse con el proceso político en curso, sin advertir que cada avance del neoconservadurismo vuelve más difícil acomodarse de manera no traumática.

A los sectores que hicieron una lectura triunfalista de la elección, se les debe recordar que se impuso la derecha y que ella se apresta a ir por todo dentro de dos años, una circunstancia en la que resulta imposible encontrar motivos para la euforia. Podría considerarse como meritorio debilitar al Gobierno si se dispusiera de una alternativa superadora, pero nunca, como en este caso, si sólo se comete el viejo error de ser funcionales a las fuerzas del atraso.

Si algo deberíamos haber aprendido todos, más allá de lo ideológico, es que es absolutamente falsa aquella máxima según la cual cuanto peor, mejor. La experiencia histórica nos ha demostrado en reiteradas y dolorosas oportunidades que lo peor es irremediablemente peor. Por eso, en el campo de la izquierda democrática estamos también los que creemos que para poder construir cierta masa crítica que sostenga un programa de reformas debemos embarrarnos en la realidad, y evitar que la derecha avance.

En definitiva, creo que debemos seguir apoyando al Gobierno con autonomía crítica, a cambio de poder influir en el resultado final de acuerdo con nuestras aspiraciones. La actitud de quienes apoyan críticamente no tiene por qué ser ni obsecuente ni extorsiva, sino propositiva. Tenemos que decir cómo creemos que hay que hacer las cosas. No alcanza con decir que no nos gusta cómo se hacen. El espacio de centroizquierda se ha caracterizado por tener buenos comentaristas de la realidad, pero ya es hora de transformarla.

El saber popular suele decir que los malos momentos sirven para elegir buenos acompañantes, y también que se avanza más con lo que se tiene que con lo que se quisiera tener. Es indisimulable que éste, después de la contienda electoral, no es el mejor momento del Gobierno, pero la percepción de cuáles son los embates venideros obliga a apuntalarlo con lo que se tiene.

Es de esperar que los acompañantes de la etapa estemos a la altura del momento y que no perdamos de vista que importa más el bienestar general que el destino de cada fuerza política. El Gobierno, por su parte, deberá abandonar todo rastro de autosuficiencia y estar más atento al murmullo de las masas y a las sugerencias bien intencionadas, sin miradas conspirativas sobre cada reparo que se le hace.

Así podemos articular una fuerza de avanzada, moderna y popular, sin dogmas y con la cabeza abierta, que pueda empujar un programa de reformas de izquierda democrática, para ir construyendo una sociedad mejor hasta llegar a una verdaderamente justa. Frente a los gritos de la derecha, que trata de aturdirnos, todavía podemos decir, parafraseando a Cervantes, “ladran Sancho”. Y si miramos las caritas de los que ladran, nos vamos a dar cuenta de que es imprescindible que sigamos cabalgando.

* Diputado nacional. Dirigente del Partido Socialista.


sábado, 15 de agosto de 2009

Prejuicios y crueldades

Pagina 12

Sábado, 15 de agosto de 2009
Prejuicios y crueldades
Por Osvaldo Bayer
Desde Bonn, Alemania.
Los crueles no mueren, resucitan. Siempre están allí. En las últimas elecciones argentinas creen haber ganado ellos. Y creen que van a poder volver. Están asomando el rostro, otra vez. He recibido esta semana, desde Mendoza, las noticias de Godoy Cruz, donde un hermoso mural que inauguramos en marzo pasado, recordativo de la lucha de las Madres, había sido destruido con pintura negra y con inscripciones con estos textos: “Volveremos”, “Malvinas” y “Viva Cristo Rey”. Esa destrucción la cometieron tres encapuchados que amenazaron al guardián nocturno de la municipalidad. Es un llamado de atención que nos hacen los siempre presentes de las fuerzas de derecha. Sí, esos que hicieron posible la muerte argentina, la desaparición de personas. Ya que están por iniciarse en Mendoza los juicios por los crímenes de la dictadura militar.
Aquí en Alemania acaba de ocurrir un episodio que también nos habla de cómo se trata de cubrir los crímenes de lesa humanidad cometidos en la desgraciada historia del hombre. Ha sucedido aquí, en las escuelas. En los colegios del Estado alemán de Brandenburg se estudian, en la materia Derechos Humanos, los genocidios cometidos en la historia y –por supuesto– se presta especial atención al cometido por el régimen nazi alemán con las minorías judías y gitanas, primordialmente. En uno de esos puntos se llega al genocidio cometido por gobiernos turcos entre los años 1915 y 1918 con el pueblo armenio, durante el cual se ha comprobado que fueron masacrados un número aproximado de un millón y medio de armenios.
Como en Alemania actualmente viven más de tres millones de turcos, los niños de esa nacionalidad escuchan en las aulas por primera vez el crimen cometido por sus antepasados. Por eso, el presidente de la comunidad turca en Alemania, Kenan Kolat, ha reaccionado en forma agresiva señalando que esa enseñanza va contra la salud mental de los jóvenes turcos y contra los intereses propios del Estado turco. Habló en su declaración de la “presión psicológica” que esa enseñanza ejerce sobre los alumnos de ascendencia turca y que así “se pone en peligro la propia paz interior de Alemania”. También el dirigente turco en Alemania ha solicitado que no se lleve a cabo el monumento al padre Lepsius, un investigador histórico que documentó en todos los detalles el genocidio cometido contra el pueblo armenio. Las autoridades educativas alemanas han respondido que el material educativo se basa en lo producido por el Instituto para Educación y Medios de Brandenburg y del Instituto para la Investigación de las Diásporas y Genocidios, de la Universidad de Bochum.
Nada se gana con desmentir lo cierto. Y la enseñanza no se hace para desprestigiar a un pueblo sino para que todos los pueblos aprendan a sacar conclusiones de los grandes errores cometidos. Se le ha respondido al representante turco que el pensamiento actual de la escuela alemana es educar a futuros ciudadanos en la verdad y el respeto a la libertad de todos. Ojalá se difunda esto porque todos tenemos que aprender. Todavía, a los argentinos, no se nos enseñan en las escuelas los genocidios cometidos contra los pueblos originarios. El tema Roca es casi tabú, salvo para ciertos docentes con coraje civil que, sin temores, enseñan la verdad acerca de un crimen que fue tapado con las fáciles palabras “Se hizo para el progreso”. Y la pregunta sin respuesta es: ¿para el progreso de quién?
Es lo mismo que aquellos que tratan de poner en dudas el número de víctimas. Aquí en Alemania siempre hay aquellos que murmuran “son mentiras, Hitler no mató a seis millones de judíos, fueron apenas dos millones”. También en la Argentina siempre hay voces que tratan de sembrar la duda y dicen cautamente: “No son treinta mil los desaparecidos, apenas fueron siete mil”. Hay razones de oportunismo político para hacerlo, más después de las elecciones que cambiaron el panorama. Es tan ridículo el argumento y tan inmoral como si un abogado defensor de un homicida masivo dijese ante los jueces: “Mi defendido no mató a 33 personas, apenas si fueron 27”.
Y en este tema de los crímenes cometidos en la historia trágica del ser llamado humano juegan su papel también las religiones. Las restricciones obligadas tras la máscara del “pecado”. Es habitual leer en los diarios que un joven musulmán mató a su hermana porque ésta tenía relaciones con un no musulmán, o que en Arabia Saudita se condenó a doscientos latigazos a una joven mujer porque no llevaba cubierta la cabeza o, hace unos pocos días, porque en un café, en ese mismo país, una pareja se sentó a una mesa sin estar casados. Sí, para ambos, doscientos latigazos a cada uno. Pero también están aquellos pueblos que tienen una experiencia trágica con las persecuciones, como el pueblo judío, que mantienen leyes que hacen a la humillación del ser humano. Sabido es que el Estado de Israel no reconoce matrimonios entre judíos y no-judíos. ¿Cómo es posible algo así, cuando ya la humanidad ha reconocido matrimonios entre homosexuales, por ejemplo? No, por eso está de moda, para los judíos o judías que se quieren casar con alguien no judío, que se vayan a contraer matrimonio a la isla de Chipre. Es tanto el eco, que en esa isla se ha creado una especie de industria del casamiento entre judíos y no judíos. De acuerdo con la ley judía, vale como judío sólo aquel que nace de una madre judía. La socióloga Sara Stricker ha publicado un profundo estudio. En él señala: “Sesenta y un años después de la fundación del Estado de Israel, ese país no ha declarado todavía si quiere ser un Estado Judío de acuerdo con las columnas del Halacha, los mandamientos de la religión judía, o una democracia secular occidental. No hay una separación entre Estado y religión como se conoce en la mayoría de los Estados del mundo. Es decir, que Israel es la única democracia occidental en la cual sólo hay matrimonios religiosos y no civiles. Sólo puede consagrar matrimonios legales un rabino ortodoxo, un imán o un sacerdote, que son reconocidos por el Estado. No permitirían jamás matrimonios mixtos, ni entre judíos y musulmanes o cristianos o entre judíos y ateos”. Y agrega la socióloga: “Pero existe un recurso: de acuerdo con el derecho internacional, Israel debe reconocer matrimonios llevados a cabo en el extranjero. Y por eso viajan por mes entre 150 y 200 parejas para casarse en Chipre, una especie de Las Vegas para los israelíes. Es curioso: los nacidos sólo de padre judío hacen en Israel el servicio militar de dos años, pero no son suficientemente judíos como para casarse en Israel”.
Nosotros, los de países cristianos, no debemos asombrarnos. Por ejemplo, por aquello de la Iglesia católica de que los sacerdotes tienen que llevar una vida de castidad, como si el amor fuese algo pecaminoso. Los resultados los tenemos a la vista, principalmente en los casos de pedofilia. Para no hablar de ciertas iglesias cristianas norteamericanas sobre cuyos métodos absolutamente irracionales podríamos escribir tomos enteros.
Pero todo esto lleva a costumbres donde falta la razón como elemento esencial. La historia nos ha demostrado que finalmente estos remedios o autodefensas han resultado negativos. Ni hablemos de las guerras religiosas, del racismo y del sentirse superiores unos pueblos de otros, como lo ha demostrado hasta hoy el desgraciado devenir de este planeta. Se acaba de cumplir un aniversario más de Hiroshima y Nagasaki, un crimen al que el calificativo de bestial le queda corto, llevado a cabo por un país occidental y cristiano y llamado democrático.
Tal vez, como muestra basta un botón, como dice el dicho. Algo increíble. El Banco Pax Bank, de la Iglesia Católica, que tiene su sede en Colonia, Alemania, ocupó el lunes pasado la tapa de los diarios: acaba de hacer inversiones en una empresa fabricante de armas, en dos empresas tabacaleras y, como si fuese poco para su ideología, en una empresa de anticonceptivos. Sí, en la empresa Bae Systems, un gigante productor de armamentos; en la empresa farmacéutica norteamericana Wyeth, productora de píldoras anticonceptivas, y en las empresas de cigarrillos British American Tobacco e Imperial Tobacco. Ante las críticas, el presidente del Banco católico, Berndorff, salió a la palestra para decir que fue “un error” pero que no tiene importancia porque ese banco católico junto al Liga-Bank tienen un volumen de negocios de 15 mil millones de euros y esas inversiones fueron solo de 1,6 millones. Es como si hubiese contestado: “Negocios son negocios. Este es un banco, católico, sí, pero banco al fin”. “¿Y la moral?”, se preguntaría tal vez algún estudiante de primer año de Filosofía. Nos imaginamos que, ante esa pregunta, uno de los que destruyeron con pintura negra el cuadro de las Madres en Mendoza le habría gritado golpeándose el pecho: “¡Viva Cristo Rey!”.
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lunes, 10 de agosto de 2009

DEMASIADO PARA SER CASUAL

Pagina 12

El paísLunes, 10 de agosto de 2009
Demasiado para ser casual
Por Eduardo de la Serna *
A raíz de declaraciones habituales del Papa, relacionadas en este caso con la colecta anual Más por Menos, algunos retomaron en nuestro país el tema de la pobreza: “escándalo” la llamó Benito 16. “Escándalo” repitió el cardenal Bergoglio. La pobreza nos duele, remarcó con su habitual glamour el presidente de la Sociedad Rural, la pobreza es el tema principal en el diálogo, destacó monseñor Alcides Casaretto, la pobreza es el tema que ocupa lugar principal en los medios de comunicación social en nuestros días. Demasiada insistencia en tan poco tiempo para ser casual. ¿Qué ocurrió? ¿De golpe descubrieron a los pobres aquellos que ayer los ignoraban? ¿Será que “ayer” no había pobres y los hay desde poco después de las elecciones? ¿Será que algo ocurrió puntualmente para que el tema se desencadenara? Demasiadas casualidades, que nunca son inocentes en política.
Que en Argentina haya pobres es realmente un escándalo. Que haya uno solo, lo es. Pero miremos un poco más. “El hambre es un crimen”, afirmaban los siempre castigados “chicos del pueblo”, a lo que obviamente adherimos. Personalmente ya me llamó la atención que un diario destacara, semanas atrás, que los chicos pobres comían cuises, algo que es remedo de lo que decían los diarios en el 2002 (“caballos, ratas y sapos”, decían entonces). Insistencia en el diálogo, escándalo de la pobreza, gravedad de la situación de los pobres, temas remanidos... ¿será que “alguien” nos quiere decir que estamos como en el 2001-2002?; ¿será que ese/esos “alguien” quiere/n alentar el imaginario para que no nos “escandalice” sino que deseemos que un gobierno constitucional “no termine”?
Una reflexión
Cuando escucho a ciertos sectores progresistas decir que “no hay que judicializar la pobreza”, realmente me molesta mucho. Personalmente creo que DEBE judicializarse. La pobreza es un crimen, y debe ser penado todo lo que sea responsable y “ejecutor” de que los pobres sean más (más pobres y más los pobres). Creo que el Poder Ejecutivo no puede ser indiferente a la “escandalosa” distribución injusta del ingreso; creo que el Poder Judicial debe considerar un crimen que no se subsane el delito y sancione a los responsables, y creo que el poder legislativo debe sancionar todas las leyes necesarias para que los pobres sean cada vez menos (menos pobres y menos los pobres).
Ahora bien, ¿por qué hay pobres? Esa es la pregunta fundamental. Por eso me parece totalmente empobrecedora la palabra “excluidos”, lo he dicho en otras ocasiones: porque “excluidos” no implica “excluidores”, porque nunca hay “responsables”. Porque los pobres en Argentina no son pobres por vivir en un país pobre (¿hay en el mundo muchos países más ricos que la Argentina?). Entonces, preguntarse “por qué hay pobres” es el paso fundamental para enfrentar el escándalo. Sin una seria respuesta a esa pregunta, todo es teatro. O burla. ¿Cuáles son las causas de la pobreza? ¿No tiene nada que ver en la razón de que haya tantos muy pobres, el hecho de que haya pocos tan ricos? Y para que nadie me acuse de “neo-marxista” recuerdo que la frase “los ricos son cada vez más ricos a costa de pobres cada vez más pobres” pertenece a Juan Pablo II. ¡Ah!, y la frase “imperialismo internacional del dinero” fue dicha por Pio XI.
¿Qué es el escándalo?
La palabra “escándalo” es una palabra usada con mucha frecuencia por la Iglesia. Aunque a veces, de un modo extraño. En la Biblia el escándalo es la trampa en el camino, la piedra que hace tropezar. Es decir, es lo que impide avanzar, lo que no deja caminar. Pero uno puede “escandalizarse” de cosas positivas, y en ese caso ¡pobre del que se escandaliza!, o escandalizarse por malos ejemplos, y en ese caso ¡ay del que escandaliza!... En nombre del “escándalo” muchas veces en la Iglesia se “esconden” curas pederastas, para que no haya “escándalo”, o se cuestiona al periodista que muestra aquello que escandaliza, como un torturador “relocalizado” en Chile. En realidad, fijando el ojo, el escándalo no lo provocan los que muestran lo que escandaliza, sino quienes lo obran: los pedófilos, los torturadores, los miembros de la institución eclesiástica que se muestran con “relaciones carnales” con el poder económico o político.
Ahora bien, si miramos así, en lo personal, la pobreza no me escandaliza. La pobreza me compromete, me impulsa a hacer lo más que sé y puedo para enfrentar la injusticia que la provoca. En lo personal, lo que me impide caminar, lo que me parece que es una trampa en el camino es la riqueza. La ostentación, pornográfica con frecuencia, es lo que escandaliza. Los injustos, los victimarios me escandalizan. Y quienes son cómplices, aduladores, o difusores. Lo que es un escándalo es la riqueza, ¡no la pobreza!
La propiedad privada
Como no podía ser de otra manera, en plena fidelidad a su historia, la Sociedad Rural insistió en el tema de la propiedad privada. Es absolutamente coherente. Nunca se preocuparon de los “privados de propiedad”. Pero en lo personal, y con el sustento que me dan el Evangelio y el Magisterio de la Iglesia, no la escuela de Frankfurt, creo que mientras la propiedad privada sea vista como un “absoluto”, o un “dios”, la pobreza seguirá creciendo. Y doliendo. Aunque nunca olvido aquello que repetía Carlos Mugica: “primero se apropiaron de todas las tierras y después hicieron el Código Civil”. Todo lo expoliado ayer y hoy a América latina parece que no “era” propiedad privada, y la “deuda externa” parece que empieza cuando ellos deciden, y no cuando Bolivia fue saqueada, Paraguay masacrado, Colombia devastada... Y los indígenas “simplemente” aplastados, robados, y víctimas de un genocidio que algunos llaman “el mayor genocidio de la historia”. Difícilmente algunos hubieran podido fundar la Sociedad rural o entidades afines si antes no saqueaban a mapuches, tehuelches y tantas otras etnias “dueños de la tierra”, para después ser “terratenientes”, “gente de campo”. Pero aunque desmemoriadamente olvidáramos esto, la insistencia en la propiedad privada, y el olvido del fin social de la propiedad sin ninguna duda es “la madre de todas las causas” de la pobreza.
Los nombres
En realidad, creo que un elemento que nos permite entender el momento que vivimos es el tema de “los nombres”. Precisamente los pobres son los que nunca tienen nombre: son “los negros”, “los paraguayos/bolivianos”, los cabecitas”, o simplemente “los pobres”, pero nunca tienen rostro, nunca tienen nombre. Los ricos, en cambio, tienen nombre propio. Tan propio como su propiedad. Se llaman Maurizio, Francisco, Ernestina, Amalita. Y mientras los pobres sigan siendo “anónimos”, o sean simplemente “números”, no se tocará el corazón del problema. Basta pensar la movilización que ocurrió cuando el pobre una vez tuvo nombre y se llamó “Barbarita”. Que los pobres dejen de ser número y tengan rostro y nombre se vuelve intolerable. Y duele. Porque la pobreza y los pobres no escandalizan. ¡Duelen! Por eso que se hable de “estadísticas”, “número de pobres”, no es un tema importante. Es serio, pero no habrá movilización hacia las causas. Pero el problema que provoca reconocer el nombre y el rostro es que duele, huele, se palpa. Una cosa es hablar de “un/los pobre/s” y otra abrazar su cuero curtido y reseco, sentir su olor a humo en invierno, su cara fácilmente imaginable distinta si hubiera nacido en otro lugar con otra alimentación, y otro cuidado.
Pero lamentablemente creo que hay que decir que no sólo los pobres no tienen nombre. También los culpables nunca lo tienen. Ver discursos y documentos eclesiásticos cargados de buenas palabras o ideas interesantes, pero donde nunca hay un nombre, nunca un rostro, hace difícil darle crédito. Escuchar hablar del escándalo de la pobreza, sin que se nos diga por qué hay pobres y por responsabilidad de quiénes hay pobres, puede terminar siendo un discurso retórico y vacío. Hay pobres porque hay ricos. Especialmente en Argentina. Y si los ricos tienen nombre, no está mal recordarlo. Con alguna exageración, pero parte de verdad, San Jerónimo decía que “todo rico es ladrón o hijo de ladrón”. Y es doctor de la Iglesia. Y si alguien es ladrón, es “empobrecedor”.
Una mirada a la situación actual
Hay pobreza. Es evidente y grave. Creo que la pobreza ha aumentado en los últimos tiempos, al menos es lo que vemos en nuestros barrios los curas amigos. No es fácil decir cuánto, pero insisto: no me escandaliza compartir momentos con los pobres, me escandaliza ver a la mesa de enlace tirando leche; no me escandaliza –sí me compromete y moviliza– que aumenten los pobres, me escandaliza que los ricos sean diputados, o jefes de gobierno, o manejen medios y la opinión pública; no me escandaliza ver al pobre a la cara y llamarlo por su nombre, me escandaliza ver a sectores de la Iglesia de Jesús, el Mesías de los pobres, e Iglesia de los pobres, cercana de los responsables de la pobreza.
Pero –por otro lado– sí creo que hay un clima enrarecido. La trascendencia del telegrama del Papa (infinitamente mayor comparada con la poca trascendencia que tuvo su reciente encíclica toda ella dedicada a cuestiones sociales), los discursos en la Sociedad Rural diciendo “por ahora” no cortamos puentes, defendiendo a Martínez de Hoz, y creando evidente clima destituyente, sí es preocupante.
Es curioso: los obispos argentinos nunca pusieron al arzobispo de La Plata, Héctor Aguer en ninguna comisión episcopal, y justo en estos momentos difíciles, lo eligen presidente de la comisión episcopal de Educación, como queriendo “marcarle la cancha” al Gobierno en un campo tan específico y sensible a antiguas conferencias episcopales. No hace falta recordar que durante las dictaduras el Ministro de Educación era consensuado con el Episcopado, y lo mismo se hizo en los gobiernos democráticos sucesivos. Elegir para ese cargo episcopal a un obispo con evidente vocación de cruzado, es obviamente para “cruzar” al gobierno en este tema. Su referencia en sus dos declaraciones de hace un mes y la semana pasada aludiendo al “neo-marxismo” no hizo sino recordarnos otros duros momentos episcopales y dictatoriales.
Una última cosa: hace tiempo yo decía que no parecía que hubiera posibilidad de golpe militar en Argentina fundamentalmente por dos motivos: la embajada de los Estados Unidos no parecía alentarlos, y la Iglesia hizo una clara defensa de la democracia. Por tanto si dos de los grandes apoyos de los golpistas no los alentaban, la cosa se les haría difícil a quienes los propugnaran. El presidente de la UCR en el Senado dijo que hay quienes no quieren que el gobierno llegue al 2011, pero nadie le pidió nombres. La embajada no parece ajena al golpe militar en Honduras, y –allí– la Iglesia jerárquica, en voz del cardenal Rodríguez Maradiaga, tomó clara postura por el régimen de facto. Algo semejante se ve en la postura del Cardenal de Bolivia, Julio Terrazas. Algunas declaraciones episcopales parecen sumamente preocupantes en este marco.
Por todo esto, no creo que todo este cúmulo presentado al comienzo sea “casual” ni creo que algunas voces episcopales lo sean. Personalmente, no creo que a muchos de ellos les importen los pobres; es más, muchos parecen festejar cada muerto de fiebre “A” o cada caso de dengue, o cada aumento de un dígito en la pobreza. Personalmente creo que mientras no tengan nombre los pobres, no tengan nombre los empobrecedores, y mientras se siga sacrificando la sangre de las víctimas en el altar de la propiedad privada y el dios dinero, seguramente la situación se agravará, aunque los victimarios nos miren con cara de compungidos en los espacios pagados. Pero mientras eso ocurra, el Evangelio de Jesús, la búsqueda de ser “Iglesia de los pobres” no nos dejará tranquilos hasta que los pobres tengan casa, pan y trabajo. Hasta que los pobres sean vistos como hermanas y hermanos, o mejor aun, hasta que ya no haya pobres porque tampoco habrá ricos y habrá mesa compartida y vida celebrada para todos.
* Coordinador del movimiento de sacerdotes en opción por los pobres Carlos Mugica.