martes, 28 de diciembre de 2010

jueves, 23 de diciembre de 2010

LA IGLESIA Y LA DICTADURA

Nota correspondiente a la publicación del día Jueves de 23 de Diciembre de 2010
Política | (Nacional)

Las Madres realizaron un “juicio ético” y condenaron a los miembros de la Iglesia cómplices de la dictadura
La Asociación Madres de Plaza de Mayo realizó hoy el denominado "juicio ético y político a los violadores de la palabra de Jesús", en el que se condenó simbólicamente a aquellos miembros de la Iglesia Católica que colaboraron con la última dictadura militar.



Durante el acto realizado esta tarde en Plaza de Mayo cinco testigos aportaron sus testimonios sobre la complicidad de la jerarquía católica, de entonces, con el terrorismo de estado, además de señalar el rol que jugó el arzobispo de Buenos Aires, cardenal, Jorge Bergoglio, en la desaparición de los curas de la Compañía de Jesús, Orlando Yorio y Francisco Jalics.

Ante el "tribunal" presidido por la titular de Madres, Hebe de Bonafini, y el abogado Roberto Boico, quienes dieron los argumentos políticos y jurídicos de la condena, expusieron el sacerdote ex miembro del Movimiento del Tercer Mundo, Eduardo De la Serna; la dirigente de derechos humanos, Claudia Nigro y el médico psiquiatra de los menores abusados por el padre Julio César Grassi, Enrique Stola.

También brindaron sus testimonios, el sacerdote teólogo, Rubén Dri, y Jesús Plaza, sobrino del ex arzobispo de La Plata y capellán de la temida policía bonaerense, en tiempos del represor Ramón Camps, Antonio José Plaza.

En tanto, que la "defensa" fue representada, a través de un audio de una entrevista hecha por el fallecido periodista Roberto Maidana al entonces, arzobispo de Buenos Aires y confesor de la madre del dictador Jorge Rafael Videla, Antonio Tortollo.

El primer testimonio estuvo a cargo del sacerdote Eduardo de la Serna, quien a través de una grabación recordó las palabras del ex presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, Raúl Primatesta, al comienzo de la dictadura.

"Es tiempo de callar. Es tiempo de ser prudentes", había dicho Primatesta, palabras que para De la Serna, fueron el símbolo del silencio y la complicidad de la Iglesia con los delitos de lesa humanidad de la dictadura.

El teólogo, también se refirió al padre Héctor Aguer, de quien se expuso una foto junto al ex presidente Eduardo Duhalde y Ramón Puerta, en uno de los paneles giratorios instalados al costado del escenario, y a quien señaló, según testimonios, "como el responsable de la desaparición del sacerdote Pablo Gazzarri".

En tanto, Claudia Nigro, relató cómo el ex capellán del Servicio de Informaciones de la Jefatura e Policía de Rosario -lugar donde funcionaba un centro clandestino de detención- y actual párroco de la localidad de Casilda, Eugenio Zitelli, alias "El Gringo), ignoró el pedido de auxilio de una de las víctimas.

Negro, contó que María Inés Luquetti de Vetamín, secuestrada junto a su madre, estando embarazada, le pidió ayuda al capellán: padre aquí están pasando vejaciones horribles", le dijo, a lo que el religioso le contestó: "La tortura es un mecanismo de conseguir información política. Esto es una guerra".

Rubén Dri, por su parte, contó que el ex titular de la Conferencia Episcopal y arzobispo de Buenos Aires, Antonio Quarrachino "fue uno de los impulsores" dentro de la Iglesia de la auto amnistía que se dieron los militares sobre el final de la dictadura.

Dri señaló además que "hubo una complicidad de la jerarquía católica que no sólo callaba ante los asesinatos sino que legitimó la dictadura militar" y agregó: "La doctrina de la Seguridad Nacional no hubiese podido existir sin esas legitimación".

También recordó que Quarrachino, al justificar el terrorismo de Estado, señaló: "Todos cometemos excesos por defender demasiado los valores cristianos".

Por último, Rubén Dri relató el rol que jugó el arzobispo de Buenos Aires, cardenal Jorge Bergoglio, en el secuestro de los curas de la Compañía de Jesús, Orlando Yorio y Francisco Jalics, quienes permanecieron en la Esma durante cinco meses, en 1976.

Dri contó que cuando los sacerdotes "fueron expulsados de la Compañía de Jesús, que "dependía de Bergoglio", el cardenal "le recomendó a Yorio que vaya a la diócesis de Morón, a cargo de monseñor Raspatti, quien les dice que no tiene lugar para él, "respondiendo a un pedido" del actual arzobispo de Buenos Aires, quien "por bajo de la mesa le pidió que nos los recibiera por subversivos".

"Yorio entonces recurre a monseñor Aramburu, quien les quita (a los sacerdotes) las licencias dejándolos en manos de los militares".

En tanto, Jesús María Plaza manifestó su "convicción" que su tío, el entonces arzobispo de La Plata, Anonio José Plaza, fue "el entregador y responsable del secuestro y desaparición de mi hermano juan Domingo".

Por otra parte, durante el acto se recordó también a "los sacerdotes y obispos desaparecidos que también son nuestros hijos", entre ellos, al padre Carlos Mugica, a los curas Palotinos, Pedro Duffau, Alfredo Kelly y Alfredo Leaden, como así también a las monjas francesas, Alice Domon y Leoni Duquet y a los obispos, monseñor Enrique Angelelli, y Juan Carlos Ponce de León.

El "juicio ético y político a los violadores de la palabra de Jesús", terminó cuando el tribunal -compuesto por el público presente- condenó a mano alzada a los miembros de la Iglesia Católica que "fueron cómplices del genocidio" a la pena simbólica de "reclusión perpetua".


Telam - Agencia Nacional de Noticias de la República Argentina

viernes, 17 de diciembre de 2010

Un debate Indoamericano

Un docente de un colegio público, ubicado donde volaron piedras contra los ocupantes, reflexiona sobre el lugar de la escuela, el parque y la política.

Por Mariano Molina *

El Parque y la ciudad

Me crié en Villa Lugano y trabajo en barrios del sur. Conozco el Parque Indoamericano y he visto su proceso de deterioro. Los camiones que lo usan como lugar clandestino de descarga porque la ciudad lo abandonó. Está en una zona con muchos barrios, importantes niveles de marginalidad y donde las viejas rivalidades barriales hacen estragos en los adolescentes. Nadie imagina la misma situación en los Bosques de Palermo, Puerto Madero o Parque Saavedra.
Nadie lo imagina porque en la ciudad no discriminamos, pero da la casualidad de que estos parques reciben mejor atención que el Indoamericano.
En la ciudad no discriminamos, pero da la casualidad que la mayoría de pobres sólo vive en un sector de ella.
En la ciudad y en nuestro país no somos racistas, pero da la casualidad que los barrios pobres están habitados, en su gran mayoría, por personas de tez oscura y los barrios ricos por personas de origen más blanco.
En nuestra sociedad todas las vidas valen lo mismo, pero da la casualidad que si muere por motivos políticos un docente, un estudiante universitario o un trabajador sindicalizado inmediatamente se realizan acciones. Si muere un boliviano, un paraguayo, un pobre, todo es más difícil...
Los sectores medios y altos con acceso a la cultura pueden contar sus historias y crear sus relatos, pero da la casualidad que la historia de los sectores más pobres y desprotegidos, en estos casos, la cuentan mayoritariamente los voceros de las corporaciones mediáticas.
El Indoamericano es indudablemente reflejo de lo que ocurre en gran parte de nuestra sociedad.

La escuela

Los hechos demuestran que no alcanza con dar órdenes de no reprimir. En las aulas de la escuela de la Policía Federal, frente al Indoamericano, deben cambiar doctrinas y docentes para que comience a cambiar su esencia.
Otra tarea titánica tendrá Nilda Garre en su vida.
Otras escuelas rodean al Indoamericano y se practica la cara opuesta al discurso y acción del Gobierno de la Ciudad, se debate sobre los valores de nuestra sociedad, discriminación y xenofobia. En estos lugares se práctica una verdadera inclusión, donde podemos encontrar las banderas de los países del Mercosur como parte del decorado permanente o actos con las familias bolivianas, paraguayas, peruanas, con sus tradiciones, que se integran a la de las familias que provienen de otras provincias del país.
No es fácil la integración. A muchos docentes les cuesta, a las familias también, pero lo intentan y lo asumen como desafío. Es momento de reconocer a trabajadoras y trabajadores de la educación que diariamente protagonizan la epopeya de transformar la dura realidad desde el aula.
Seguramente no va a faltar familia o alumno de la zona que haya estado involucrado, directa o indirectamente. Nace ahora un nuevo desafío: cuando este tema deje los medios, la reflexión y la integración posterior van a seguir en la escuela pública de Villa Soldati, Villa Lugano o Bajo Flores.
Y ahí volverá el trabajo de hormiga del docente que intenta reflexionar sobre lo sucedido para construir mayor ciudadanía, en una sociedad a la que le cuesta asumir que todos tenemos los mismos derechos. Será nuevamente la escuela pública formal y no formal y la comunidad educativa, el ámbito de igualdad, respeto, inclusión y transformación.

La política

Asistimos al verdadero pensamiento de Macri y sus secuaces. Racismo, xenofobia, discriminación y un solo pedido: policía represora. Nada de la política que escucha, dialoga o trata de entender por qué seres humanos están dispuestos a vivir en un lugar tan abandonado para conseguir algo que los ayude a una mejor calidad de vida.
Los parámetros de una vivienda digna que tienen quienes reclamaron en el Indoamericano son modestos. Escuchar sirve para entender qué solicitan: una piecita, una cocina, un baño, agua, cloacas... condiciones más sencillas que los de la mayoría que leerán estas líneas.
El Estado de la ciudad no está dispuesto a asegurar esos pedidos y los muertos son de los sectores más humildes, mientras los agresores son la Policía Federal, la Metropolitana y parapoliciales. Y aunque reaccionó tarde, distinto rol tuvo –nuevamente– el gobierno nacional, que dio el micrófono de Casa Rosada a dirigentes sociales de distintos espacios políticos y ofreció propuestas.
La derecha necesita a Macri en la ciudad de Buenos Aires y mantener este baluarte como parte de la pelea nacional y latinoamericana contra los gobiernos progresistas y populares.
¿Qué falta que ocurra en la ciudad para que todos aquellos que se denominan del campo nacional, popular o progresista asuman la necesidad histórica de la unidad para derrotar –al menos en las urnas– a la derecha fascista y discriminadora?
Voy a ponerle nombre y apellido: kirchneristas, sabbatellistas, Proyecto Sur, las dos CTA como mínimo, son el espacio que tiene que asumir que nadie solo va a poder gobernar esta ciudad y mucho menos cambiar situaciones estructurales. Necesitamos una unión posible. La no concreción de esa unidad es el auténtico juego a la derecha de la ciudad, el país y el continente.
¿Con quién estamos dispuestos a trabajar juntos? ¿Qué estamos dispuestos a hacer y dejar de lado por la unidad?
Las respuestas debemos encontrarlas colectivamente, no sólo en un grupo de dirigentes. Y deben ser prácticas que ayuden a cambiar la correlación de fuerzas y puedan dar un nuevo sentido de pertenencia a los sectores más desprotegidos de nuestra ciudad.


* Periodista y docente. www.radiosudaca.com.ar

Pagina12

Memoria del vuelo

Por Eduardo Galeano *
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Hace ya unos cuantos años, en mis tiempos de exilio en la costa catalana, escuché un estimulante comentario de una niña, de ocho o nueve años, que si mal no recuerdo se llamaba Soledad.
Estábamos echando unos tragos con sus padres, exiliados como yo, cuando esa amorosa criatura me llamó aparte y me preguntó:
–¿Y vos qué hacés?
–Y... yo... escribo.
–¿Escribís libros?
–Y... sí.
–A mí no me gustan los libros –sentenció ella.
Y como me tenía contra las cuerdas, golpeó.
Dijo:
–Los libros están quietos. A mí me gustan las canciones. Las canciones vuelan.
Desde mi encuentro con aquel angelito de Dios, he intentado cantar. Nunca pude, ni en la ducha. Cada vez que lo intento, los vecinos gritan que ese perro se deje de ladrar.
Soy un incomprendido. Y peor: un incomprendido envidioso.
Quiero confesar públicamente que yo envidio a Joan Manuel Serrat.
Y para más inri, estoy condenado a escucharlo un día sí y otro también, porque el Destino cruel nos ha hecho muy amigos.
Y por si eso fuera poco tormento, ahora los compañeros del semanario Brecha, aventureros de la aventura que comparto, han elegido, hemos elegido, a Joan Manuel Serrat para que sea el primer galardonado con el premio “Memoria del fuego”.
El premio se llama así, pero también podría llamarse “Memoria del vuelo”, cuando se está entregando al autor de tantas canciones volanderas, que de boca en boca andan por los caminos del mundo.
Quiero decirte, querido Joan Manuel, que este premio tiene cuerpo: es esta obra que te estamos ofreciendo, creada especialmente por un gran artista nuestro, Octavio Podestá, mago de la chatarra, que es capaz de hacer que el hierro vuele, como vuelan las canciones que le gustaban a la niña aquella que amablemente me echó un balde de agua fría.
Y quiero decirte que el premio es también para el poeta que está viajando contigo. Has venido muy bien acompañado.
Mejor, imposible. El poeta se llama Miguel Hernández, y es otro mago del vuelo. Un tal Franco lo tenía preso en una cárcel de España. Hay quienes dicen que en esa cárcel murió, pero quienes lo dicen están mal informados. Miguel Hernández se fugó, arrancado por sus versos que atravesaron los barrotes y lo entregaron al viento. Y ahora está aquí contigo, Joan Manuel, y por tu boca canta, para que sus palabras, que nunca estuvieron quietas, vuelen dos veces.
Bienvenidos sean, Miguel, Joan Manuel; abrazados sean, por esta tierra que los quiere. 

* Palabras pronunciadas en la noche del jueves, en la ceremonia de premiación de Joan Manuel Serrat por el semanario Brecha de Montevideo.

Página12

domingo, 12 de diciembre de 2010

Sur, descontrol y después

Las víctimas, de un solo lado. Sus estrategias de supervivencia. Macri, entre la subejecución y la xenofobia, pasando por la incompetencia. La Metropolitana, alardes desmentidos, amenazas y proclamas racistas. La Federal, también sospechada. Acciones, omisiones y rectificaciones del gobierno nacional. El regreso de la política y un enfoque mejor de la seguridad.

Por Mario Wainfeld
 
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Cuesta organizar el relato y el análisis de todo lo sucedido. Quizás el mejor punto de partida sea hablar de las víctimas fatales. No son las únicas, pero sí las más graves. Al cierre de esta nota, como dato adicional sobre el descontrol y la ausencia del Estado local y el nacional, se debate si fueron tres o cuatro. Como fuera, los muertos y heridos graves pertenecen a un mismo sector: el de los ocupantes del Parque Indoamericano. Humildes, mayor aunque no exclusivamente inmigrantes de países hermanos. Personas, familias que, compelidas por la necesidad extrema, ejercitan una (tan riesgosa como racional) estrategia de supervivencia que incluye la usurpación de terrenos. Ocupan el espacio público, como lo hicieron otros colectivos sociales (los asambleístas entrerrianos de Gualeguaychú, los familiares de las víctimas de Cromañón, las patronales agropecuarias) porque, como ellos, saben que la acción directa “paga”. Pero se arriesgan mucho más que los otros en cada movida, porque moran en el último peldaño social. Están “jugados” porque así les cabe defender sus derechos y porque (aunque suene paradójico con tanta sangre fresca) tienen “poco que perder”.
Brutalidad policial, pasividad ulterior, racismo de arriba ejercitado por el jefe de Gobierno Mauricio Macri, racismo “de abajo” de vecinos intolerantes, bandas organizadas que impusieron su ley durante casi dos días. Todo se pudo ver por televisión, un espectáculo macabro en el que los medios dominantes se alinearon con la derecha porteña, obsesionados con cargar acríticamente todas las responsabilidades sobre la presidenta Cristina Fernández de Kirchner.
La parte del león de la culpa, sin embargo, le cabe a Macri. Las policías bravas (ambas) están en el banquillo. El gobierno nacional también tiene responsabilidades por excesos policiales y omisiones políticas, que (mejor tarde que nunca) decidió rectificar drásticamente. Tratemos de desbrozarlas.
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Todo lo que es PRO: La enunciación de los errores, manipulaciones, inoperancia, intolerancia, actos de barbarie y racismo del macrismo es contundente. Repasemos los más notorios, en orden cronológico.
- Una gestión orientada a la “gente linda” y a “sus” espacios públicos. El Sur, los pobres, son el último orejón del tarro. Palermo Viejo o las plazas de zonas de clase media se ven bien. Afrenta llamar “espacio verde” al Indoamericano.
Hay cosas peores, claro, entre tantas la subejecución record del presupuesto de vivienda y la desatención durante tres años de las demandas de los ocupantes de villas o barrios carenciados.
- La promesa chanta de titularizar dominios, acollarada con la idea de llevar las elecciones al inminente marzo. Se volanteó ese planteo irrealizable, induciendo a los que ahora tilda de “ocupas” a rebuscar un modo de acceder a ese derecho.
- Con la toma realizada, obsesionarse con la salida represiva, como único medio imaginado.
- La falta de profesionalismo y capacitación de la Policía Metropolitana. El PRO alardeó sobre ese cuerpo de excelencia, que fracasó en toda la línea. El 18 por ciento de ejecución del presupuesto de vivienda es una cifra que supera otras referencias. Los números de la Metropolitana, también. Tiene 1800 o 2000 integrantes, según distintas versiones. En el brutal desalojo participaron menos de cien. Unos pocos quedaron a cargo del parque y no fueron capaces de mantenerlo desocupado. Luego, Macri confesó impotencia y dejó una guardia testimonial, un puñado de patrulleros. El líder de PRO explicó que fueron desbordados.
La Metropolitana, se pretendía, era una “policía presencial”. Cuando hizo falta para separar a grupos ciudadanos antagónicos no destinó el 10 por ciento de sus efectivos y Macri clamó por la presencia de la Federal. El jefe de Gabinete, Horacio Rodríguez Larreta, fue más específico: quería la Infantería. La represión otra vez, arrogándose la potestad de conducir una Policía ajena, en parte para tirarle a Cristina Kirchner eventuales “costos” de desbordes.
La Metropolitana está, además, acusada de haber asesinado a Juan Castañeta Quispe. La culpa penal es rigurosa, debe probarse. Esto dicho, la voz de las víctimas merece escucha. Y el cargo es consistente con las bravatas lanzadas por la policía porteña, escuchadas por centenares de sus destinatarios: “Bolivianos de mierda, váyanse de acá que los vamos a matar”.
- La nula disposición a negociar con los ocupantes y el damero de organizaciones sociales que representan a una buena fracción de ellos, que no a todos.
- Por último, sólo a los fines enumerativos, las declaraciones xenófobas (y un consecuente programa de acción, casi una plataforma electoral) culpando a los inmigrantes y coqueteando con militarizar la acción policial. Una estigmatización cruel, de densa raíz ideológica. Claro que hay ciudadanos que piensan parecido, eso potencia la gravedad de la palabra de un gobernante democrático. Atizar las peores pasiones y prejuicios puede, incluso, ser un exitoso imán de ciertos votantes. Pero es un discurso repudiable que, en medio de la incertidumbre y del fragor, acicateó respuestas feroces, indignas de la mejor tradición argentina. Hipócrita, Macri les pidió a “los vecinos” que no apelaran a la “justicia por mano propia”, incongruencia insalvable con su descripción del “otro”: ventajero, vago, privilegiado por leyes antipatrióticas, cómplice de los narcos.
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Mauricio y el conflicto: En todos los conflictos que afronta, el macrismo sigue un derrotero similar. Con los docentes, con los alumnos, con los gremios y artistas del Teatro Colón, sobreactúa intransigencia, niega mesas de negociación. Acusa a sus interlocutores de politizados, de desmedidos sean estos maestros, estudiantes o bailarinas de ballet. Los conflictos se radicalizan, espiralizan y eternizan. Culpa entonces a algún demiurgo externo, en algún punto retrocede y zurce mal.
En promedio, es incapaz de internalizar que en los conflictos la contraparte agudiza sus reclamos y busca sacar tajada. Ese es el contexto obvio, en una sociedad pluralista, combativa y reivindicativa. Ignorar su abecé descalifica a Macri como gobernante.
Sus adversarios, empezando con el kirchnerismo, le atribuyen objetivos aviesos. El cronista no niega del todo teorías sobre mala fe de Macri pero cree que su incompetencia es innegable.
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Entre la represión y la pasividad: El gobierno nacional también cometió errores serios, que ahora comienza a desandar. La conducta de la Policía Federal osciló entre dos extremos aciagos: la represión desbocada y la pasividad. Da la impresión de no haber puntos intermedios.
El desalojo fue una pésima operación. El operativo conjunto entre las dos Policías es una táctica desaconsejable, que siempre termina en cortocircuitos. No hay precedentes de cooperación ante una situación tan delicada y peligrosa. Tampoco hay protocolos vigentes que pauten modos de obrar.
La Federal fue violenta en su accionar, golpeó a mansalva a los ocupantes, disparó balas de goma con saña. Dos muertos consagran el fracaso y abren sospechas enormes. El fiscal a cargo de la pesquisa, Sandro Abraldes hizo lo debido: apartar a los federales de la investigación. El tema se comenta con más detalle por separado (ver nota aparte en Página/12).
La inacción policial ulterior, por manda del poder político, también es una falta grave. Las usurpaciones, según las normas vigentes, son competencia de los tribunales porteños. Pero cuando un hecho deriva en crímenes comunes, cometidos a la vista de la ciudadanía, se exige intervención inmediata.
En verdad, se ha producido un resquebrajamiento respecto de una encomiable línea maestra del kirchnerismo, eficaz y virtuosa en los primeros años: no reprimir la protesta. Los actores le han tomado la mano, tiran de la soga a niveles extremos, la recurrencia del obrar estatal subleva a otros ciudadanos. En menos de dos meses, colmo de colmos, han muerto cinco personas en movilizaciones, lo que habla de una pérdida sensible de eficacia.
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La Presidenta reaccionó con demora, pero en el mejor sentido. Organizó un encuentro con Macri y organizaciones sociales. Lo convocó de arrebato y se esmeró en concretarlo, una anécdota lo ilustra. Juan Carlos Alderete, referente de la Corriente Clasista y Combativa (CCC), recibió la urgente invitación estando en González Catán. La Casa Rosada lo hizo buscar con un helicóptero para que pudiera llegar a tiempo. El encuentro fue solicitado por la CCC y otras organizaciones como el Frente Darío Santillán. Suelen igualar, en sus planteos, al kirchnerismo y al macrismo. Pero, cuando actúan, reconocen diferencias: con el gobierno nacional se puede hablar, con el porteño no.
La propuesta de salida fue pura iniciativa de la Rosada y abarcó presencia de Gendarmería y Prefectura, combinada con un “desembarco social” que incluye censos, propuestas para los reclamantes, búsqueda de soluciones. Los ministros Aníbal Fernández y Florencio Randazzo ofrecieron una solución habitacional con esfuerzo compartido: la nación conseguiría terrenos para edificar viviendas, que sufragaría la Ciudad. Macri se negó, argumentando no disponer de fondos. De cualquier manera, la necesidad primaria de “paz social” parece encauzarse aunque cualquier chispa puede echarlo todo a perder.
Crear un Ministerio de Seguridad es reconocer, implícitamente, que el esquema previo fracasó. Desde el vamos, cree el cronista, era un error una megacartera que aunaba Justicia, Seguridad y Derechos Humanos. Demasiadas competencias y contiendas posibles, porque las mayores violaciones de derechos humanos provienen de las fuerzas de seguridad. De facto, Aníbal Fernández seguía teniendo a su cargo la Seguridad, relegando al ministro Julio Alak a un rol secundario. Un nuevo ministerio, con tareas ciclópeas pero necesarias, es un paso adelante. La trayectoria de Nilda Garré la califica como promisoria para el cargo. Se trata de poner bajo control político a las fuerzas policiales que, en los hechos, se autogobiernan. Las consecuencias son palpables. El de-safío es mayúsculo.
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La Presidenta expresó, en público, su cuestionamiento a la “mano dura”, reproche que concierne a la propia Federal. En la Rosada se la reivindicó en exceso, durante demasiado tiempo.
Los asesinatos de Ferreyra, Rosemary Churapuña, Bernardo Salgueiro y Castañeta Quispe revelan que esa confianza era inmerecida y equivocada. El Jefe de Gabinete fue uno de los mayores defensores de la Federal y de su titular, Néstor Vallecca. Llegó a pronunciar declaraciones apresuradas y descolgadas después del crimen de Ferreyra. La Presidenta recibió a la familia del joven militante asesinado en estos días. Los acogió con calidez y les garantizó que se investigaría a fondo. Los asistentes no le habían pedido nada especial salvo que sondeara sobre el comportamiento de la Federal.
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Hechos terribles e irreparables ya sucedieron. De cara a ellos Macri, su mentor, nada hizo salvo atizar el fuego. La Presidenta eligió rectificar sus errores, buscar una solución pacífica y negociada, privilegiando la faceta social del conflicto. Y tomar el toro por las astas para saldar largas deudas sobre política de seguridad.
El saldo de la semana es, más vale, desolador y doloroso. Los reflejos racistas de un prominente líder opositor, con el que concuerdan muchos ciudadanos y comunicadores, agregan su cuota de hiel.
 
Pagina12

sábado, 11 de diciembre de 2010

El entramado social en el Indoamericano

La villa, la toma

Por Carlos Rodríguez

“El problema más grave que tenemos es la existencia de patotas que salen a matar gente, alentados de alguna manera por el discurso del (Silvio) Berlusconi que tenemos al frente de la ciudad de Buenos Aires.” Antes de que se produjeran los gravísimos incidentes de anoche, Gustavo Funes, de la Corriente Clasista y Combativa de la Capital Federal, le advirtió a Página/12 acerca de la principal dificultad que había para avanzar hacia una negociación que en la tarde de ayer parecía orientada hacia la búsqueda de una salida pacífica al conflicto por las tierras en Villa Soldati. Según Funes, en la toma propiamente dicha, “no hay grandes problemas ni enfrentamientos, a pesar de que hay gente que tiene vinculación con las distintas organizaciones que militan en la Villa 20, aunque predomina la gente no alineada, que está allí tomando un terreno porque tiene una necesidad habitacional legítima”.
Tanto Funes como Itai Hagman, de La Mella-Juventud Rebelde, y Federico Orchani, del Frente Darío Santillán, pusieron el eje del problema en la falta de respuesta del gobierno porteño al déficit habitacional de la ciudad.
Funes explicó que el predio del Parque Indoamericano, en forma contraria a lo que dijeron los funcionarios del gobierno porteño y los “vecinos autoconvocados”, no es “un lugar que pueda ser destinado al disfrute del pueblo, porque en realidad está abandonado desde hace muchos años y hoy es usado como depósito de escombros y de basura. Si esto se urbaniza y se construyen viviendas, entonces sí podría convertirse en un lugar que se puede aprovechar”.
La mayoría de los que ocupan los terrenos –hay paraguayos y bolivianos, pero también muchos argentinos del interior del país– son personas que viven hacinadas en habitaciones o casas pequeñas donde conviven dos, tres y hasta cuatro grupos familiares. Esos lugares son alquilados por otras personas que viven en la Villa 20 y que cobran por ellas, en forma mensual, entre 400 y 700 pesos. “Los que están ocupando las tierras son personas del pueblo que, cuando toman una decisión como ésta, no retroceden. El ex intendente (Jorge) ‘Topadora’ Domínguez los quiso echar en su momento de las villas y no pudo. No creo que (Mauricio) Macri lo pueda conseguir. Además, si esto se prolonga en el tiempo, van a comenzar a construir sus casitas y se van a quedar. Por eso es necesario más que nunca que se busque una salida política consensuada”, sentenció Funes.
En la 20, al igual que en otras villas capitalinas, desde hace años no se realizan elecciones de delegados. Por esa razón, el problema se potencia en medio de las internas políticas. Uno de los dirigentes históricos de la 20 es Marcelo Chancalay, muy cuestionado por los vecinos y por otros dirigentes. Se lo acusa de haber armado una estructura “casi mafiosa”. Aunque estuvo en su momento con varios ex intendentes del Partido Justicialista y hasta con Aníbal Ibarra, hace un tiempo sorprendió cuando anunció que estaba trabajando para el macrismo. Entre otros hechos, se le atribuye haber amenazado de muerte al dirigente Diosnel Pérez, quien hoy integra la Junta Electoral para los comicios que se harán en febrero.
En las horas previas a los incidentes de anoche, grupitos identificados con Chancalay estuvieron hostigando a las familias que ocupaban los predios del Parque Indoamericano. Otro de los temas centrales que marcan los dirigentes del barrio es que mientras a los pobres se les niegan las tierras, se está montando un gran “negocio inmobiliario” en el llamado Polo Farmacéutico, que se está construyendo pegado al parque, cerca de las vías del Ferrocarril Belgrano Sur. Los dirigentes opinaron que el “caldo de cultivo” ha sido la situación habitacional, alentada por el “discurso xenófobo de Macri”, remarcó Itai Hagman.

Pagina12

 

 Macri Vainilla

Por Luis Bruschtein

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“Macri hará propietarios a los vecinos de las villas”, festejaba el diario Perfil: “Más de mil títulos para julio del 2011” agregaba, iniciando así la campaña electoral del macrismo en la ciudad. Si uno imita a Freddy Mercury se puede tragar el bigote o no. Puede que sí, puede que no. Como se sabe, Macri es de los que se lo tragan. Pero si se abandona el espacio público en las zonas pobres de la ciudad, si no hay un plan permanente de construcción de viviendas populares, y si encima se hacen promesas demagógicas, lo más seguro es que se produzcan desmanes. Macri hizo todo eso que no es aconsejable hacer y provocó una batalla campal con muertos y heridos en el sur de la ciudad de Buenos Aires, una zona que no se encuentra entre las prioridades de su gestión. Entonces, en vez de los de Freddy Mercury se puso los bigotitos de Micky Vainilla, el cantante fascistoide de Capusotto y disparó un discurso fuertemente racista y xenófobo contra bolivianos, paraguayos y pobres en general.
El Parque Indoamericano es un espacio público abandonado por el Gobierno de la Ciudad. Algunos vecinos dicen que no es cierto, que habían instalado mobiliario urbano, pero que se robaron hasta las rejas. Otros vecinos dicen que el Gobierno de la Ciudad fue retirando los puestos de vigilancia que supo haber en la zona, tanto de la Federal, como de la Metropolitana. Y no puede decirse que sea un parque que no se usa porque los fines de semana está tan lleno como Palermo. Por el contrario, los mismos vecinos de la zona usan el parque como lugar de esparcimiento. Lo cierto es que el espacio es muy grande y más o menos la mitad está cuidado, pero en la otra mitad, donde empezaron los asentamientos, ni siquiera se hicieron trabajos para alisar el piso y está lleno de escombros. En verdad, lo que se tomó al principio fue el espacio público que Macri abandonó como terreno baldío.
Una ciudad que tiene villas miserias y no tiene plan de viviendas para urbanizar esas villas está acumulando la presión de un problema. La oposición afirma que el Gobierno de la Ciudad subejecutó el presupuesto para vivienda. Que sólo gastó el 18 por ciento de ese dinero. Desde el Gobierno de la Ciudad afirmaron que gastaron todo lo que les llegó desde el gobierno nacional. Aunque así fuera, los desequilibrios no se produjeron en Barrio Norte. Se trata también de prioridades de la gestión, entre las que no figuran las villas ni la vivienda. Y además, los planes de vivienda no dependen de una partida específica nacional, por lo que ese argumento suena a excusa.
En realidad Macri había descartado la idea de construir viviendas populares para transformar las villas en barrios. La propuesta que estaba diseñando el PRO era entregar los títulos de propiedad de los terrenos sobre los que se habían construido casitas en villas como Piletones, Villa 20, 1-11-14, 3, 6, 17, 19 y 21-14. Los diputados Enzo Pagani y Cristian Ritondo presentaron un proyecto en la Legislatura para reformar el Código de Planeamiento Urbano con el objetivo de que permita concretar esa idea. Algunos de los ministros porteños, sobre todo su jefe de Gabinete y probable candidato a sucederlo en la Jefatura de Gobierno, Horacio Rodríguez Larreta, lo anunciaron con bombos y platillos y lo primero que provocaron fue que una banda atacara el obrador que tienen las Madres de Plaza de Mayo en Los Piletones, con 400 casas casi terminadas, generando una guerra de pobres contra pobres. Ese grupo fue rechazado por los mismos trabajadores del obrador. Pero sobre la base de esas promesas de inicio de campaña electoral, la gente de las villas se lanzó a ocupar el predio del Parque Indoamericano. La idea es que a quien acredite ocupar un terreno para vivienda personal, Macri le otorgará el título de propiedad para que después pueda venderlo.
La primera noche de ocupación hubo dos muertos por tiros. Macri pidió la intervención de la Federal, que desalojó el predio y luego lo entregó a la Policía Metropolitana que, insólitamente, se lo devolvió a los grupos que lo habían ocupado. Esta vez entraron muchos más. Y al segundo día había una guerra entre grupos de vecinos de Soldati y Lugano y grupos de ocupantes, que ya se habían asentado.
Macri se negó a negociar con los ocupantes que él mismo había alentado, se negó a enviar a la Policía Metropolitana por temor al costo político si se producía alguna víctima y se sentó a reclamarle al gobierno nacional para que le saque las papas del fuego.
El objetivo de otorgar los títulos de propiedad es que de esa manera, sin siquiera efectuar los gastos millonarios que implicaría la construcción de nuevas viviendas, el mercado mismo se encargaría de erradicar las villas comprando los terrenos y las casitas baratas para realizar emprendimientos inmobiliarios de más envergadura. La concepción del proyecto, al que el PRO define como “el más progresista que se ha impulsado en la ciudad”, proviene más del sector de empresas inmobiliarias y constructoras que de los habitantes de las villas. Si la idea de los asesores de Macri fue convertir ese problema en un negocio que al mismo tiempo lo resolviera, y usarlo como un fuerte argumento de campaña electoral, lo que logró fue desatar una tempestad en el complejo entramado social de las villas porteñas, sobre todo en Los Piletones y en la Villa 20, que se habían mencionado como las primeras en beneficiarse de esas promesas. En los cálculos del PRO, en julio, cuando estaba previsto que comenzaran las entregas de los títulos, el país estaría sumergido en plena campaña presidencial, con un candidato macrista presuntamente ganador en el distrito porteño. Y allí estaba el candidato Macri, todavía jefe de Gobierno, repartiendo títulos de propiedad en las villas.
Era evidente que los anuncios que hicieron iban a provocar una estampida porque impactaban en dos cuestiones muy sensibles. En primer lugar la necesidad desesperante por una vivienda digna. Y en segundo lugar, los apetitos de los que hacen negocio con la pobreza, que negociaron parcelas y posibles favorecidos, lo cual lleva también a la violencia. Los anuncios a voz en cuello no previeron en ningún momento que se produciría el desastre. No hicieron nada para evitarlo. Lanzaron las promesas de la forma más general posible para pescar la ilusión de los pobres. Era una forma también de mostrar que desconocen esa realidad.
Una vez encendida la chispa, había que apagar el fuego. En vez de eso, Macri le echó nafta con un discurso muy violento contra los ocupas, lo cual lanzó a los otros vecinos de Soldati y Lugano con más fuerza contra los que estaban en el parque. Es posible que en el reclamo se mezclen necesidades legítimas con formas de punterismo e inclusive de corrupción. Los que reclaman pueden tener razón o no. Pero el discurso del jefe de Gobierno de la Ciudad en ningún caso podía ser para provocar más odio y justificar y empujar de alguna manera la reacción airada y violenta de los vecinos contrarios a la ocupación. Denunciar por los medios de comunicación a los ocupantes como invasores extranjeros, o como “el avance de los narcotraficantes y el avance de la delincuencia” fue irresponsable, estaba convocando a una masacre.
En ese clima de violencia donde Macri, en vez de ser el pacificador era el epicentro, enviar a la Policía Federal podría haber empeorado la confrontación. En todo caso, la autoridad política, o sea Macri, tenía que generar las condiciones para que esa intervención no se convirtiera en una masacre. El camino de la negociación, que es el camino de la política, era el único que podía evitar más violencia, pero fue el único que rechazó Macri, cuya opción se redujo a reclamar que el gobierno nacional interviniera para reprimir y hacerse cargo de un problema que él había creado en su distrito.
Macri dice que es la nueva política, pero en este conflicto mostró lo peor de lo viejo, con la demagogia, y lo peor de lo nuevo, por la falta de experiencia, paciencia y capacidad de negociación. En ningún momento aceptó que sus representantes negociaran con los que habían ocupado el parque. El discurso violento de Macri crispó a toda la ciudad, en los taxis y en las colas de los bancos, a varios les creció el enano fascista con un nacionalismo chabacano y ese desprecio patotero por los pobres.

Pagina12

Peter capusotto y sus videos miki vainilla 19/7/10

viernes, 10 de diciembre de 2010

Daniel Filmus
“Macri no debe culpar a los inmigrantes ni al Gobierno y debe asumir su responsabilidad”

El senador porteño del Frente para la Victoria Daniel Filmus pidió al jefe de Gobierno Mauricio Macri que "asuma su responsabilidad" en lugar de "culpar a los inmigrantes y al Gobierno nacional" por los graves incidentes ocurridos con la ocupación y posterior represión a familias ocupantes del Parque Indoamericano de Villa Soldati.

Además, el legislador advirtió que en materia de vivienda "sólo se ejecutó el 18,6 por ciento del presupuesto 2010" y cuestionó al Gobierno de la Ciudad porque "no sólo no construye casas, sino que tampoco implementa servicios ni infraestructura".

"El Jefe de Gobierno no debe culpar a los inmigrantes ni al Gobierno Nacional por la crisis desatada en Villa Soldati, y debe asumir su responsabilidad", dijo el senador de FPV a través de un comunicado sobre la violencia desatada el pasado martes en esa zona porteña.

El senador kirchnerista aseguró además que Macri "no tiene ninguna política para resolver el tema habitacional" y señaló que "tampoco cumplió lo prometido en su campaña acerca de la urbanización de villas ni tiene ninguna política destinada a resolver la problemática de esos sectores".

Filmus indicó que "en los asentamientos moraban hasta 2005 130.000 personas, y ahora se contabilizan entre 195.000 y 235.000", con lo cual -alertó- "el porcentaje de gente en situación de crisis y emergencia habitacional supera hoy el 20% de la población de la Ciudad".

Por otra parte, recordó que "el Instituto de Vivienda de la Ciudad (IVC) sólo ejecutó al 30 de setiembre, 77 millones -equivalentes al 18,6 %- de los 415 millones de pesos presupuestados para 2010".

Lamentó que "el Gobierno se da cuenta recién ahora, después de tres años, de que tiene que trabajar en forma conjunta con el Gobierno nacional", y recomendó a Macri "aprender de la política de vivienda que implementó el Gobierno Nacional que construyó medio millón de soluciones habitacionales".

Sobre los dichos del jefe de Gobierno cuestionando la política migratoria del Gobierno, Filmus calificó de "inconcebible que un hijo de inmigrantes exacerbe el chauvinismo y la discriminación".

"La Argentina tiene una tradición de integración multicultural por haber recibido distintas y sucesivas corrientes inmigratorias a lo largo de su historia", finalizó.
 
TELAM   10.12.2010
 

Macri, xenofobia después de Menem

Por Alejandro Grimson *

Las declaraciones de Mauricio Marci y de su jefe de Gabinete, Horacio Rodríguez Larreta, acerca de la situación del Parque Indoamericano y la culpabilización a los inmigrantes de países limítrofes nos retrotrae a debates de los años noventa o a las políticas de la dictadura militar que parecían superadas. Desde Menem y antes Videla, ningún funcionario de tan alto rango hizo una declaración tan cargada de xenofobia. La dictadura impuso una nueva ley de migraciones, que acompañó con políticas xenófobas que perseguían a la población de Bolivia, Paraguay y otros países latinoamericanos. Desde 1983, con el nuevo período democrático, no hubo declaraciones ni acciones políticas gubernamentales que atacaran a los inmigrantes, excepto durante el gobierno de Carlos Menem. El propio Menem, el gobernador Duhalde, el canciller Di Tella, el jefe de Migraciones, el jefe de policía, en diferentes circunstancias, realizaron declaraciones xenófobas que los investigadores argentinos coleccionamos y analizamos durante quince años.
Esas declaraciones afirmaban que los problemas sociales y de inseguridad eran producto de una “nueva ola migratoria” desde Bolivia, Perú y Paraguay. Analizando los censos desde 1869 hasta el de octubre de 2001 inclusive, demostramos que esa “nueva” inmigración nunca existió. El porcentaje de migrantes limítrofes en el país se mantuvo todo este período en alrededor del tres por ciento. Lo que hubo fue una utilización de los migrantes como chivo expiatorio de las consecuencias dramáticas de las políticas neoliberales. Puesto que, según rezaba la dirigencia neoliberal, ingresábamos al primer mundo, la Argentina tenía que tener sus turcos como Alemania, sus mexicanos como Estados Unidos.
Demostramos, además, que los argentinos tienden a ver muchos más bolivianos de los que hay en la realidad. Primero, porque cuando estaban en zonas fronterizas, los porteños y los medios porteños no los veían “en la Argentina”. Pero además porque consideran como extranjeros a los hijos argentinos de los bolivianos, también a los jujeños y, finalmente, a todos los que tengan alguna ascendencia indígena. Esto se debe a que la exclusión social, la desciudadanización neoliberal tendieron a extranjerizar a los pobres en general. Produciendo una gran paradoja: los descendientes de los pueblos que vivían en América antes de la llegada de los colonizadores son considerados por los más poderosos descendientes de los europeos como inmigrantes.
Frente a la crisis en que iba ingresando el país en 2000 y 2001, el discurso xenófobo iba perdiendo credibilidad. ¿Quién podía creerse que en vez de la convertibilidad y el remate del país los problemas venían de los bolivianos? Ni De la Rúa ni Duhalde en su presidencia realizaron declaraciones xenófobas.
En 2003-2004 el Congreso Nacional votó una nueva ley de migraciones que reemplazó a la Ley Videla. Es una ley democrática, que garantiza todos los derechos fundamentales a todos los habitantes del país y no sólo a todos los argentinos. Miles y miles de niños con problemas de documentación ingresaron al sistema de educación pública por esa razón, del mismo modo en que todos deben ser atendidos en los hospitales públicos sin importar su nacionalidad. Desde universidades de Estados Unidos vienen a estudiar hoy cómo pudo la Argentina tener una ley tan avanzada y democrática, que sería inviable políticamente en Estados Unidos.
Desde 2003 ningún presidente, pero tampoco ningún funcionario de alto rango, ni del oficialismo ni de la oposición, realizó una declaración como la de Macri, diciendo que hay “descontrol del avance de la inmigración ilegal”. Además, Macri afirmó que hay una “política descontrolada”, seguramente en alusión al plan de legalización más abarcativo que se recuerde, llamado “Patria Grande”. Por su parte, Rodríguez Larreta dijo que en la Argentina hay “una ley muy permisiva respecto de la migración: viene la gente y al poco tiempo de estar en la Argentina pide una vivienda, usurpa, después viene el juez que obliga al Estado a dar una vivienda”. Agregó que “es una lógica perversa”, “que lo único que hace es promover que venga más gente de los países limítrofes para usurpar terrenos y pedir viviendas. Tenemos que cortar eso”, agregó.
Lo que tenemos que cortar, de raíz, es la xenofobia de Macri y de Rodríguez Larreta. No hubo nada parecido en casi tres décadas democráticas, salvo Menem. Pretenden colocar a los inmigrantes causando un problema que sólo han provocado sus propias políticas o, mejor dicho, la inexistencia de las políticas de vivienda en la Ciudad. Y no sólo de vivienda. De paso, actúan igual que la derecha conservadora en todos los países del primer mundo. Están a tono.
Cuidado: van contra los que vienen desde países latinoamericanos como si no hubiera habido italianos y españoles, más de un Rodríguez, en las huelgas de inquilinos de principios del siglo XX en Buenos Aires. Pero también van contra nuestras leyes y contra nuestra Constitución. Mientras hablan de “hacer cumplir la ley” dicen que nuestra ley es errónea, demasiado democrática. La refundación de la xenofobia sólo puede hacerse sobre la falsificación de los datos sobre inmigración.

* Antropólogo. Conicet/Idaes-Unsam.

Pagina12

sábado, 4 de diciembre de 2010

 

Avances y retrocesos

Por Osvaldo Bayer
 
Todo un ejemplo. Un héroe civil. El escritor turco Taner Akçam, que nos acaba de visitar. Enfrentó todo un pasado ignominioso y dijo la verdad. La pagó muy caro, pero su paso digno por el mundo es aplaudido con fervor. Un turco que fue capaz de reconocer el horrendo crimen turco contra el pueblo armenio. Un estudio profundo sobre la matanza de miles de civiles armenios en los años veinte del siglo pasado. Un horror que quiso ser tapado con el silencio o con la hipocresía de negar hasta las fotos de montañas de cadáveres. El cinismo llevado a su máxima hipocresía. El libro de este autor acaba de ser publicado en la Argentina. Se llama Un acto vergonzoso. El genocidio armenio y la cuestión de la responsabilidad turca. Luego de padecer cárcel, este intelectual marchó a Alemania, donde hizo su tesis sobre “El Movimiento Nacional Turco y el genocidio armenio en el contexto de los tribunales militares en Estambul entre 1919 y 1922”. Fue luego profesor de Historia de la Universidad de Minnesota y actualmente lo es de la Universidad de Clark Worcester.
Después de su profunda investigación, ya nadie podrá negar el bestial crimen turco contra el pueblo armenio. Documento tras documento, testimonios, órdenes militares, publicaciones oficiales, todo se transcribe en este libro y quedan irrefutables las pruebas. Claro, después de este escrito, a las autoridades turcas le quedan estos caminos: el de reconocer el espantoso genocidio, pedir las disculpas internacionales debidas, reparar el daño irreparable, porque se trató de la muerte, y acabar con el cinismo de desconocer la increíble brutalidad contra un pueblo entero. Además, luego de leer este profundo libro, uno se pregunta: ¿cómo fue posible encubrir la masacre? En el libro de Taner Akçam está también la respuesta. Es como si en la Argentina se hubiera escondido la infamia de la desaparición de personas. Sabemos que hubo muchas intenciones en ese sentido. Como el silencio que cubrió durante décadas los fusilamientos de peones patagónicos en los años veinte del siglo pasado, hasta que quedó todo al descubierto. Aunque todavía el partido radical, gobernante durante esos hechos, no ha tenido el coraje civil de hacerse una profunda autocrítica, actitud que siempre resulta positiva para la verdadera democracia.
En la visita que el talentoso intelectual turco Taner Akçam acaba de hacer a la Argentina se produjo un hecho por demás auspicioso y de gran simpatía. Ocurrió en la Fundación Luisa Harabedian, donde el escritor fue a una reunión entre nietos del genocidio armenio y nietos de las Abuelas de Plaza de Mayo. Unos treinta jóvenes comprometidos en la historia de Armenia y de la Argentina. Al final declararon que existió “una unión ética y moral que tomó forma de acción y reflexión” en este encuentro. Acción y reflexión, dos enseñanzas. Los verdugos y asesinos de Turquía y de la Argentina no habrán pensado nunca que algo así podía ocurrir. Es que ellos ignoraron que siempre, siempre, la ética y la justicia finalmente triunfan, aunque pueda pasar mucho tiempo en llegar a concretarse. Los verdugos que tratan de esconder sus crímenes siempre quedan finalmente desnudos ante la Historia.
Como este otro hecho muy positivo sucedido la pasada semana. Los miembros del Concejo Deliberante de Morón resolvieron sesionar en el local de la Biblioteca Popular de Castelar para mantener el contacto con sus representados. Allí, en ese ambiente donde los libros nos miraban a todos, el Concejo sesionó con la asistencia del pueblo de Morón. Se trató el cambio del nombre de una calle, Ataliva Roca –el hermano del genocida de los pueblos originarios general Julio Argentino Roca–, por el de Delicia Córdoba, una Madre de Plaza de Mayo que vive desde hace décadas en ese lugar. El proyecto fue aprobado por unanimidad por los concejales de todos los partidos políticos. Fue una jornada plena de emoción. Hubo calor popular y sentido de la verdadera democracia. Ataliva Roca no fue otro que un especulador de tierras que cobraba “comisiones” en los negociados de su hermano, el general. Por eso, Sarmiento inventó en su diario el verbo “atalivar”, que en idioma sarmientino significaba “coimear”.
Delicia Córdoba, la Madre de Plaza de Mayo ahí presente, agradeció con palabras que emocionaron a todos y dedicó el homenaje a sus hijos desaparecidos.
También, muy cargado de la emoción del pueblo fue el acto en el cual se le cambió el nombre, en Sarandí, a la escuela llamada nada menos que Policía Federal por el de Floreal Avellaneda, el adolescente –alumno de esa escuela– víctima de una acción de los denominados “grupos de tareas” de la última dictadura. En ese acto, el representante de la Liga Argentina por los Derechos Humanos, José Schulman, se preguntó ante los docentes, alumnos, padres de esos alumnos y vecinos de la escuela: “¿Podría haber algo más simbólico que dejar de llamarse esta escuela Policía Federal Argentina para pasar a llamarse Floreal Avellaneda? ¿Y acaso puede haber algo más simbólico que la escuela vecina se llame Azucena Villaflor, la primera Madre que llegó a la Plaza de Mayo para reclamar por los hijos desaparecidos?”. Y recordó al “Negrito” Avellaneda, como lo llamaban todos, “que luchó por el boleto estudiantil, por más presupuesto para las escuelas, por los derechos de los jóvenes y porque estaba convencido de que no es fatal que en el país del trigo y de la carne haya niños que pasan hambre y los indios sean asesinados por pretender cultivar la tierra que habitan desde hace miles de años”.
El cadáver del “Negrito” Avellaneda fue encontrado en las costas uruguayas, con torturas y pruebas de que fue empalado. Evidentemente, fue lanzado desde un avión al río, como era costumbre en esos años por parte de los militares y marinos de guerra.
Algo ha cambiado en la Argentina. El pueblo va tomando conciencia paso a paso. Que una escuela que llevaba el nombre de esa institución policial pase a tomar el nombre de ese adolescente mártir de sus ideas de progreso es todo un ejemplo para el futuro. Poco a poco vamos tomando conciencia de lo que son los verdaderos valores éticos de la vida humana por los cuales vale luchar.
Pero, claro, luego de estas noticias gratificantes nos enteramos de los hechos de Formosa. Otra vez fueron atacadas las tierras comunitarias de los pueblos originarios, la colonia toba La Primavera, en Formosa. En el ataque cayó muerto el dirigente de ese grupo étnico y, al defenderse ellos, cayó un policía atacante. Y quedaron destruidas decenas de viviendas de los residentes de esa comunidad, amén de otras instalaciones. No puede ser así. Nunca más esos procedimientos para con las comunidades de los pueblos originarios. Después de las experiencias históricas debemos aplicar otros métodos. Primero, ante todo, respetar sus tierras comunitarias y no basarse en que “no tienen títulos de propiedad”. Si llegara el caso en que la Justicia cree tener razón, entonces iniciar conversaciones, llamar como testigos a las organizaciones de derechos humanos y a sus abogados y dialogar para encontrar soluciones. No enviar ni a la Gendarmería ni a la policía a tiro limpio o a quemar viviendas y dejar tierra arrasada. El caso de Formosa, que acaba de ocurrir, está claro. El señor Celía, un colaborador de la última dictadura militar de la desaparición de personas, es el que gritó “esa tierra es mía, mía, mía”. Y allí mismo el ataque. Parece un film del Lejano Oeste. No, así no. El caso de las tierras comunitarias debe ser tratado, como decimos, en otras esferas muy informadas. Y donde se tengan en cuenta los intereses de esas familias, los de sus hijos y las oportunidades de trabajo.
No al milico con palo y pistola que grita “¡Indio de mierda!”, sí a la experiencia de siglos que nos habla de la injusticia con que se trató a los pueblos hijos y ocupantes de estas tierras por siglos y siglos antes de que arribaran los que vinimos de los barcos. Además, la Justicia tiene que preguntarse: ¿para quién la tierra? ¿Para el extraño con relaciones en “las altas esferas” con plata en el bolsillo o para numerosas familias que viven en comunidad, con sus hijos, sus tradiciones, su cultura? ¿Para quien canta a la Pachamama y saluda al sol en esas latitudes desde hace siglos o para el señor Benetton que fabrica ridículas camisetas en el Norte italiano y gana billones? Al señor Celía, a los políticos comprometidos con el asalto, a los milicos golpeadores, yo les cantaría hoy en la cara: “Ved en trono a la noble Igualdad, Libertad, Libertad, Libertad”.
Pagina12

jueves, 2 de diciembre de 2010

Uno contra todos

Bellocchio construyó una fábula bella, oscura y farsesca sobre la angustia de un hombre agobiado por el peso de las instituciones: familia, escuela, iglesia y Estado.

Por Luciano Monteagudo
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Ernesto (el gran Sergio Castellitto) y la sonrisa de su madre.
“Dejame en paz, andate, quiero estar solo”, expresa con vigor, pero al aire, un niño no mayor de seis años, en el comienzo de La hora de religión, el extraordinario film de Marco Bellocchio. “¿Con quién estás hablando?”, le pregunta muy preocupada su madre, a lo que el chico responde: “Con Dios, le digo que me deje tranquilo, si está en todos lados no estaré libre ni un momento”. Esa asfixia, esa opresión que siente el niño y que trae de la escuela, de su clase de catecismo, es un poco la misma que se apodera de la película toda, signada por la agobiante omnipresencia de la religión en todas las esferas de la vida cotidiana italiana. Lejos del naturalismo al uso, en su antípodas incluso, L’ora di religione es un film soberbio precisamente porque con elementos de la realidad se permite construir una fábula bella, oscura y farsesca sobre la angustia que se abate sobre un hombre cuando el peso de las instituciones –la escuela, la familia, la Iglesia, el Estado– se confabulan para quebrar su independencia y su libre albedrío.
El protagonista en cuestión es Ernesto (gran trabajo de Sergio Castellitto), un pintor e ilustrador de cierto renombre, padre de ese niño atormentado del comienzo y en vías de separación de su esposa. Una mañana, sin aviso previo, se le aparece en su estudio el secretario de un cardenal pidiéndole su ayuda para la beatificación de su propia madre, asesinada unos años atrás a manos de su hermano, un enajenado mental. Al enviado papal no le parece necesario dar muchas razones: confía en que Ernesto aceptará de buen grado comparecer ante el Vaticano y contribuir a la santificación de su madre. Pero a la suspicaz sorpresa inicial le sigue la tenaz resistencia de Ernesto contra todo un entorno que parece conjurado para extraer su consentimiento y doblegar su voluntad. Al fin y al cabo, él no cree en Dios. Y quiere ser coherente, consigo mismo y con su hijo, al que se sintió impelido a inscribir en “la hora de religión” porque era el único de su clase que no acudía...
Hay algo profundamente subversivo en el film de Bellocchio, que va más allá de las banales acusaciones de anticatolicismo que la película recibió en Italia en el momento de su estreno, hace ya ocho años. La primera subversión está en el campo de la forma: el director de Vincere plantea una puesta en escena aparentemente realista, pero en la cual se van produciendo pequeñas fracturas, que van ubicando al film en una esfera de creciente extrañamiento. No se trata solamente del hecho de que Ernesto se siente prisionero de una suerte de complot, que involucra desde las más altas autoridades eclesiásticas hasta su círculo más íntimo. Hay algo más hondo allí y tiene que ver con materiales fuertemente simbólicos, como si la película toda se tratara de un sueño que debe ser interpretado.
Bellocchio trabaja libremente con una riquísima red de relaciones y de asociaciones de ideas y va construyendo una suerte de mosaico, no por legible menos complejo y abierto a diversas lecturas simultáneas. Ernesto es el padre de ese hijo conflictuado por “la hora de religión” del título, pero es un padre que se resiste a ocupar el lugar de padrone que los demás quieren que ocupe. Y de esa madre a punto de ser santificada dice que era “una estúpida” y que, antes de convertirse en la víctima de su hermano, fue su asesina, porque lo mató en vida, lo terminó ahogando con esa sonrisa beatífica que ahora Ernesto ve, como en una pesadilla, magnificada en gigantografías impresas especialmente para promover su canonización, como si se tratara de una candidata política.
Esa espectacularización propia de los rituales de la cultura italiana es un blanco constante de los dardos de L’ora di religione, que carga por igual contra las figuras de la nobleza, la educación, la religión y la familia. Es un film que, además, trabaja en base a la circulación de deseos y pulsiones, como esa puerta que Ernesto deja permanentemente abierta para que entre a su casa no sólo esa bella maestra de religión de la que cree haberse enamorado (¿una fantasía?, ¿acaso las maestras de religión no son feas?), sino también la inspiración que parece necesitar para su labor artística.
La hora de religión también tiene humor, como cuando Ernesto no puede tolerar la vista del Vaticano y se esconde en el asiento trasero del auto que lo conduce a la casa papal, parapetado detrás de unos anteojos oscuros y en posición fetal. Tiene momentos de una intensidad dramática verdaderamente infrecuente, como cuando el hermano de Ernesto, encerrado en su propio dolor, vuelve a maldecir a Dios y a la Virgen (como cuando mató a su madre), y él no puede sino abrazarlo conmovido. Y tiene secuencias de un raro misterio, como esa en la que un arquitecto preso en un manicomio –presidido por la imagen de la Virgen– le confiesa a Ernesto que él enfermó por causa de la fealdad del monumento Vittoriano, ese siniestro altar de la patria que se alza en pleno centro de Roma y que hubiera querido dinamitar. Será Ernesto quien finalmente lo destruya, al menos simbólicamente, en una de sus obras. Y no es difícil ver detrás de él al propio Bellocchio, cargando contra ese símbolo nacional, tan opresivo como el del Vaticano.
9-LA HORA DE RELIGION
L’ora di religione (Il sorriso de mia madre). Italia, 2002.
Guión y dirección: Marco Bellocchio.
Fotografía: Pasquale Mari.
Música: Riccardo Giagni.
Intérpretes: Sergio Castellitto, Jaqueline Lusting, Chiara Conti, Gigio Alberti, Alberto Mondini y Gianfelice Imparato.
Estreno en DVD ampliado en las salas Arteplex Belgrano, Arteplex Centro y Arteplex Villa del Parque.
 
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