Por Héctor Timerman *
Hoy, 3 de enero, se cumple el 179º aniversario de la ocupación por la armada de guerra británica, y mediante el uso de la fuerza, de nuestras Islas Malvinas. Desde entonces, y mientras estén en manos de la potencia extranjera, la cuestión Malvinas es la cuestión del colonialismo.
Desde los primeros gobiernos patrios, nuestro país continuó el ejercicio de soberanía española con ocupación efectiva del territorio y numerosos actos jurídicos y políticos aceptados pacíficamente por Gran Bretaña, incluso cuando reconoció la independencia de la República Argentina en 1825.El despojo por la fuerza y el traslado compulsivo de las autoridades y población argentina de las islas al continente se hizo sin mediar anuncio ni aviso previo por parte del gobierno británico, un gobierno amigo con el que manteníamos relaciones normales y pacíficas y cuya capital se encuentra a 14 mil kilómetros de las Malvinas.
Numerosos documentos demuestran que la Argentina rechazó inmediatamente el acto de fuerza y desde entonces no hemos dejado de reclamar la restitución de esa parte del territorio nacional a Gran Bretaña y en todos los ámbitos bilaterales y multilaterales en los que participa nuestro país.
La Organización de las Naciones Unidas, creada en 1945 e inspirada en el deseo de toda la humanidad de que los horrores del nazismo y el fascismo no se repitan nunca más, tenía y tiene como uno de sus principales objetivos terminar con el lastre del colonialismo. Hemos recorrido un largo camino y hoy sólo quedan 16 territorios no autónomos, entre ellos las Islas Malvinas, que son el centro de los esfuerzos del Comité Especial de Descolonización.
La cuestión Malvinas no es un caso aislado, ya que 10 de esos 16 territorios están bajo el dominio colonial de Gran Bretaña. La cuestión Malvinas es un caso especial de usurpación de la soberanía que mutiló la integridad territorial de la Argentina. Actitudes unilaterales como la de Gran Bretaña deslegitimizan el importante rol de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad y reducen su capacidad de evitar conflictos entre los Estados que buscan en las Naciones Unidas la supremacía del derecho internacional.
Como ha ocurrido con otras potencias coloniales, Gran Bretaña –con su silencio y su poderío militar– continúa despreciando las resoluciones 1514 de 1960, 2065 de 1965 y nueve más que le siguieron de la ONU, que instan a la Argentina y a Gran Bretaña a negociar la disputa de soberanía. Incluso, luego del conflicto de 1982, las Naciones Unidas reclamaron a ambos países que reanuden negociaciones por la soberanía del territorio en disputa tal como venía haciéndolo desde 1965.
¿Cómo puede Gran Bretaña explicar su renuencia al elemental gesto de sentarse a negociar para resolver una situación colonial reconocida por todos?
La ocupación ilegítima de las Islas Malvinas, Georgias del Sur, Sandwich del Sur y espacios marítimos circundantes no se limita a la mera posesión territorial, y se traduce en numerosos actos y actividades ilegales que van desde la explotación y exploración de recursos naturales renovables y no renovables hasta ejercicios militares que incluyen disparos de misiles desde las Malvinas.
¿Cómo puede explicar Gran Bretaña actividades militares en una zona evidentemente pacífica y sin riesgo alguno de conflicto armado? ¿Cuáles serían las razones que invocaría Gran Bretaña, miembro permanente del Consejo de Seguridad, en una sesión de ese órgano encargado de velar por la paz y la seguridad internacionales?
La Argentina de la democracia ha elegido el camino del diálogo, la negociación y el respeto por el derecho internacional, y así cumplir con el mandato constitucional y poner fin al colonialismo en el Atlántico sur. Y, por supuesto, seguiremos apoyando el mandato de las Naciones Unidas y desterrar el colonialismo y las violaciones a las soberanías en cada instancia donde ocurra.
No estamos solos en esta lucha, ya que nuestra permanente prédica nos ha valido el apoyo del mundo civilizado. Además de los reiterados pronunciamientos de la ONU, hoy contamos con el firme respaldo en cumbres regionales y birregionales, que se multiplicó en los últimos años en foros tales como la Cumbre de América del Sur y Países Arabes (ASPA) del 31 de marzo de 2009; la Cumbre de América del Sur y Africa del 27 de septiembre de 2009; la Cumbre de Unasur del 29 de octubre de 2011; la Cumbre Iberoamericana del 29 de octubre de 2011; la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), del 5 de diciembre de 2011, y el Grupo de los 77 más China.
Una mención especial merece el decisivo apoyo de los gobiernos y los pueblos hermanos del Mercosur y Estados asociados que el pasado 20 de diciembre decidieron prohibir el uso de sus puertos a barcos que ostenten la ilegal bandera que Gran Bretaña ha inventado para su colonia.
Las actividades unilaterales británicas comprenden la exploración y explotación de los recursos naturales renovables y no renovables, es decir la apropiación de la riqueza que pertenece al pueblo argentino y cuya utilización es decisión soberana de nuestro país.
Las repúblicas de América latina y el Caribe que se han solidarizado con nuestra posición anticolonial también lo hacen en defensa de sus propios recursos. Todos tenemos la obligación de evitar que la cuestión Malvinas sea la punta de lanza de un avasallamiento de los recursos naturales por parte de las potencias militares.
Hace unos meses, el secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, me preguntó qué necesitaba la Argentina para reanudar las negociaciones con Gran Bretaña. Le respondí que sólo necesitábamos once horas. El tiempo de vuelo entre Buenos Aires y la sede de la ONU. Le hizo la misma pregunta a Gran Bretaña. Nunca recibió una respuesta.
* Ministro de Relaciones Exteriores.
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