“Aún hay cuentas pendientes”
Por Washington Uranga
Los sacerdotes piden que definitivamente el Episcopado se aparte de la llamada “teoría de los dos demonios”, y si bien señalan que hablar de “dos Iglesias” es “falso y superficial”, sostienen que existen “dos modelos de Iglesia”, recordando que así como hubo complicidades con las atrocidades de la dictadura, también hubo cristianos, incluso miembros de la jerarquía, que lucharon contra la dictadura y cayeron como víctimas de violaciones a los derechos humanos.
“La Iglesia no fue un actor más en este oscuro período de nuestra historia (la dictadura), sino ciertamente un protagonista central. Su participación fue compleja y la ubicación de sus miembros, diversa. El apoyo político de la mayoría del Episcopado a los que deben sumarse nuncios y capellanes militares fue fundamental para la ejecución del plan represivo de la dictadura, que actuó en nombre de los valores del Occidente cristiano”, dicen los curas en el texto titulado “Las responsabilidades de la Iglesia en el proceso de memoria, verdad y justicia”.
Reconocen que “también una Iglesia víctima del terrorismo de Estado que padeció torturas, asesinatos, desapariciones”, y entre ellos hubo laicos, religiosos, curas y obispos cuyo “compromiso con el evangelio de la vida, la opción por los pobres y el acompañamiento a las luchas populares los convirtió en enemigos de los defensores de la nación católica y de la divinización del mercado”. Pero los firmantes del documento subrayan que pasados casi 40 años del martirio del obispo riojano Enrique Angelelli, “los obispos no emitieron palabra”, así como “llama la atención que la Iglesia jerárquica no se haya sentido perseguida en la dictadura, habida cuenta de que muchos de sus miembros fueron torturados, asesinados o desaparecidos”. Y manifiestan que “es más llamativo todavía que la misma Iglesia sí afirme sentirse perseguida en períodos democráticos”.
Respecto de recientes gestos de los obispos, los curas dicen que “parecería haber una conciencia repentina del Episcopado, manifestada por algunos de sus miembros, de la urgencia de prestar colaboración con el esclarecimiento de los crímenes de la dictadura y el paradero de los desaparecidos y niños apropiados”, si bien advierten que quizás este cambio de actitudes esté “motorizada por las inquietudes del papa Francisco”.
Reconociendo la importancia de tales gestos los curas señalan, no obstante, que “suena muy contradictorio que los que llevan décadas ignorando a los organismos de derechos humanos y resistiéndose a reconocer una complicidad manifiesta con los crímenes de la dictadura sean ahora los que pidan colaboración”. Y se preguntan los curas si “¿no tendría que haber un reconocimiento explícito de no colaboración con el esclarecimiento de los crímenes de la dictadura hasta el pasado reciente? ¿No tendría que haber explicaciones acerca de por qué la Iglesia no ha participado nunca oficialmente de los actos conmemorativos del 24 de marzo?”. Y en otro párrafo, después de señalar la responsabilidad de los capellanes militares y de fuerzas de seguridad, agregan que “seguramente el Episcopado argentino puede mucho más que ‘exhortar’ a que se sientan ‘moralmente obligados’ a brindar información y manifestarse responsables de sus delitos”.
Hay también una mirada sobre las complicidades de la institución eclesiástica católica con el modelo económico impuesto por la dictadura. Y recuerdan en este caso que “la negativa sistemática del Episcopado argentino a manifestarse críticamente ante la extorsión de la Deuda Externa, la sintonía con la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa y alguno de sus miembros relevantes, como José Alfredo Martínez de Hoz, la presencia permanente de empresarios del mundo cerealerosojerorural en organismos laicos del Episcopado, como la Comisión Episcopal de Pastoral Social, son síntomas preocupantes de esta cercanía” de los obispos con el poder económico.
En las conclusiones del documento los curas vuelven a valorar los gestos recientes del Episcopado, pero insisten en que “un sincero pedido de perdón debe ir acompañado no solamente de reparación sino de gestos y actitudes concretas que manifiesten visiblemente el cambio de actitud”. Porque “pedir perdón por ‘si hubiéramos hecho’ algo, y seguir eligiendo modelos económicos coherentes con el genocidio por ser genocida también el modelo, es algo incoherente con el perdón requerido”.
Los Curas en la Opción por los Pobres sostiene que “la exhortación a colaborar con información a quienes la tuvieran debería ir acompañada de un transparente gesto de apertura de archivos, exigencia a los capellanes militares, policiales y otros que tuvieran información a que la brinden sin ninguna reticencia, e incluso ‘exhortarlos’ a que se entreguen a la Justicia si hubieran delinquido”. Se reclama “aplicar hacia ellos sanciones canónicas correspondientes” dado que, por ejemplo, Christian von Wernich “no haya sido expulsado del estado clerical y siga celebrando la eucaristía” resulta “un escándalo que clama al cielo”. Los Curas cierran su mensaje navideño reiterando que “queremos ser una Iglesia pobre y de los pobres”, capaz de construir “otro mundo” donde “la vieja pregunta de nuestros hermanos mayores, los Curas del Tercer Mundo, ‘Feliz Navidad ¿para quién?’, la podamos responder mirando cara a cara a los pobres, a los despreciados, a las víctimas para brindar con ellos por un mañana mejor. Y caminar juntos”.
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