Elogio del vocablo "asco" mientras
disparan contra Fito
Por Mempo Giardinelli
Para lanacion.com
Le han dado con un caño a Fito Páez, como se dice vulgarmente. Y parece que van a seguir toda la semana, como si hubiesen encontrado un buen filón para explotar.
Se entiende por qué: hasta la semana pasada la oposición en pleno parecía resignada a que las elecciones de octubre estaban perdidas y no había manera de vencer a la Presidenta. Ahora, el sorprendente resultado de la primera vuelta de las elecciones porteñas les abrió una esperanza. Si nos unimos -leen- seremos invencibles.
Y otra vez subrayan que el 70% de los electores votó contra el gobierno nacional. Matemática absurda e insostenible, pero que autorizaría a decir que entonces el 98% votó contra el radicalismo, el 96% contra Carrió y un más modesto pero mayoritario 53% votó contra Pro.
Disparate más o menos, explotan la desafortunada expresión de Páez -un músico apasionado; no un político- porque parece que cualquier ruta los deja bien para seguir exagerando todo, exacerbando los ánimos y así mantener crispado el escenario político nacional.
El dolido exabrupto de Fito Páez les funcionó, digamos, como un sincericidio. Les vino como anillo al dedo porque resulta fácil hacer de un cantante popular una hoguera mediática. Les llevó menos de dos días condenarlo e incinerarlo porque escribió la palabra "asco", que es definida por el Diccionario de la Real Academia Española como "impresión desagradable causada por algo que repugna".
Claro que en este caso esa impresión resultó claramente inapropiada porque lo repugnante vendría a ser, para quien lo dijo, la masiva adherencia a una gestión que él juzga -y quien firma esto también lo juzga así- ineficiente, insensible, inexperta, sospechada de corrupción y muy peligrosa como propuesta de manejo de la cosa pública.
En el intento de hacer un elogio del asco, y a la luz de las postulaciones del DRAE , resulta que los abordajes semánticos conducen todos a lo mismo: a un resentimiento inclaudicable cuando el asco deviene ejercicio cotidiano, que no es el caso de Fito Páez. Pero sí lo es de quienes hacen del asco una especie de repugnancia militante, como la que les produce el solo nombre de la Presidenta, o, como ya es moda, la inocente letra K devenida símbolo del demonio.
Ha de ser por eso que hay algunos sectores que se manifiestan estos días tan exageradamente escandalizados por lo que escribió Páez alrededor de la palabra "asco", pero no se escandalizan ante otros textos tendenciosos como los que inundan los medios estos días.
Dicho con más claridad: los que se asquean ante el asco de Fito Páez, no se escandalizan ni ahí frente a groseras contradicciones como la de Ricardo Alfonsín, que había dicho que Macri era su límite y ahora anda buscando su abrazo y dice que de ser porteño lo votaría, con lo que deja pagando a su candidata Giudici. Ni mucho menos la de Elisa Carrió, que la misma noche del domingo desautorizó a su propia candidata María Eugenia Estensoro, al celebrar los votos de Macri.
Si el comentario de Fito, con el que no acuerdo, fue provocador e injusto, entonces el coro de condenación mediática también lo es.
De todos modos, y asco más o menos, la cuestión no está cerrada y eso es lo apasionante de la política argentina.
Porque bien podría pensarse -dicho sea solamente como hipótesis en libertad- que el pasado domingo mucha gente votó de manera testimonial, o ideológica, para "castigar" al gobierno nacional o como simple manifestación del típico oposicionismo porteño ante unos comicios locales que acaso consideró muy nacionalizados. Entonces, siguiendo esa teoría,podría suceder que muchos de esos votantes adviertan ahora que más allá de lo testimonial alguien tendrá que gestionar su ciudad. Y si es así verán más claro, de un lado, el desapego al trabajo, el desprecio por la educación y la salud públicas, el retroceso cultural (desastre del Teatro Colón incluido) y el puro afán de hacer negocios con los amigos. Mientras del otro lado habrá un gestor competente, con años de experiencia en el buen manejo de la educación pública argentina, a la que puso en el camino de la recuperación, y además persona decente e intachable.
Es una hipótesis. Sólo eso. Una proposición incomprobable hoy, pero no imposible. Todos los porteños, y muchos que no lo somos, nos llevamos una sorpresa el domingo pasado. Quién puede garantizar que no habrá otra el 31 de Julio. Repugne a quien repugne.
Está claro que un modesto elogio, en el sentido que define el mismo DRAE como "alabanza que se hace de las cualidades y méritos de una persona o cosa", no alcanza en este caso para elaborar una teoría del asco. Pero acaso sirve para reflexionar acerca de la arbitrariedad de los condenadores mediáticos -algunos, periodistas muy renombrados- cuyas papilas olfativas parecen tan chiquitas como enormes los intereses de quienes les pagan por ese tipo de servicios
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