El silencio de los inocentes
Por Lucas Fernández *
Reflexiones sobre el resultado de las elecciones en la Ciudad ; Las motivaciones detrás de los votos
Hay algo de indescifrable y perturbador en la ciudad de Buenos Aires. Se trata de la explicación de la voluntad popular expresada en las elecciones del último 10 de julio. Vale la aclaración de que estamos orgullosos de nuestra democracia y que el voto sea individual, secreto y obligatorio. No obstante, analizamos el resultado y no encontramos una respuesta unívoca, irrefutable, que nos deje satisfechos. Sobre todo porque Mauricio Macri obtuvo el 47 por ciento de los votos.
Existe entre nosotros un desconcierto, porque durante años criticamos y luchamos contra las políticas de Macri, porque expresaron y construyeron un modelo de ciudad antagónico al nuestro. Y así fue como desde diversas iniciativas intentamos revertir esta situación, otorgándole al conflicto la máxima dimensión posible. No se trató de un debate de señores con pensamientos distintos. Fue mucho más. Hicimos charlas, encuentros, marchas, actos. Pensamos consignas, campañas, escribimos textos, diseñamos afiches. Todo eso nos mantuvo en activo movimiento en los últimos años. Como fuerza política nosotros disputamos poder. Y creemos que la política es centralmente eso. Entendimos que había dos modelos en pugna, en representación de intereses diversos. En nosotros maduró la idea de que los porteños nos habían escuchado, como colectivo multisectorial, que logró la remoción del Fino Palacios y Abel Posse, que defendió la salud y la educación pública, que reivindicó la lucha de los estudiantes por las becas y en la toma de los colegios, que repudió la UCEP y las escuchas ilegales, que se indignó por la falta de mantenimiento en las escuelas y en los hospitales. Todo eso y más, esperábamos que resuene en las urnas, pero no fue así. Tan sólo fue un suave murmullo, acompañado de voces de compañeros que se multiplicaron en los últimos años.El resultado fue contundente e inesperado para muchos, incluso para Mauricio Macri. Sin embargo, no hubo festejos populares, ni bocinazos, ni ¿cacerolas?, ni encuentros en el Obelisco. En la calle siguió todo igual, los mismos gestos adustos, a pesar de que casi uno de cada dos lo votaron. Podríamos decir que existió una inefable “espiral de silencio” en esta ciudad. Que acalló nuestros gritos, nuestras discusiones enervadas, que ocultó nuestras banderas y que esquivó nuestros argumentos. Y que convenció de punta a punta de la ciudad, que la mejor opción era el PRO. Este comportamiento pudo estar motivado por el conformismo, la posible validación de la gestión o la reticencia al cambio. Nadie pudo anticiparse, porque nadie se jactó de viva voz del color amarillo ni de los globos de colores. Quizás allí radicó su eficacia para diseminarse en todos los barrios, traspasar los muros de los edificios, impregnar los subtes y los colectivos y alfombrar todas las veredas con la idea de que “juntos venimos bien”, pero por lo bajo, con una sutileza casi clandestina.
Y ahora escuchamos opiniones diversas que intentan dar cuenta del fenómeno, y se va cocinando un caldo espeso. Todo va a parar a la olla: los encuestadores, los jefes de campaña, los medios, los punteros, los militantes, las organizaciones, los partidos políticos, los periodistas, los afiches, etc. Esa mezcla da un sabor amargo, sobre todo porque está condimentada con la desazón de la derrota.
Pero para la militancia no hay nada peor que cargar contra su pueblo. Es ahí cuando pierde su razón de ser. Si intentamos justificarnos y convencernos de que la sociedad porteña es fascista, gorila, medio pelo, marketinera, o la categoría totalizadora que se nos ocurra, estamos perdidos. Porque les estamos dando la espalda a más de un millón de ciudadanos, que por alguna razón decidieron no votarnos. Si hay algo que nos gusta de Buenos Aires es su diversidad, de pensamientos, de costumbres, de religiones, de formaciones, de sentidos de pertenencia. Incluso entre los que votaron a Mauricio Macri. Nos indigna la desigualdad y la diferencia entre los barrios del sur y del norte. Entre los que pueden y los que no pueden disfrutar del lugar donde viven. Nos duele la pobreza y nos subleva la ausencia del Estado porteño. Porque creemos que todos tenemos derecho a la ciudad y a ser felices en ella. Por eso militamos la campaña de Daniel Filmus. Y vamos a seguir defendiendo esos valores en la segunda oportunidad del 31 de julio y después también. Será ese día cuando los porteños elijan entre dos propuestas, que expresan proyectos políticos y modelos de ciudad bien distintos. Y otra vez van a ir a votar y a elegir un candidato. Y lo van a hacer de a miles, de a millones. Entonces nos van decir definitivamente qué gobierno quieren, aunque no sea el que nosotros queramos. Y si no se da, seguiremos militando por este proyecto, seguramente con nuevas estrategias. Para interpelar a los porteños, para sumar voluntades. Al fin podremos interpretar sus ansias y canalizar su amor. Porque, como dice el tema de Miguel Cantilo, sin embargo queremos a este pueblo, tan distanciado entre sí, tan solo. Porque no somos más que algunos de ellos, sin la gomina, sin la oficina, con ganas de renovar.
* Colectivo Militante.
Página12.
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