4 de agosto de 1.976
Es asesinado
Monseñor Enrique Angelelli
Comprometido con la causa de los pobres, Enrique fue tenazmente perseguido por la oligarquía de la provincia (como la familia Menem, que le impidió la entrada a un pueblo para unas celebraciones) y más todavía durante la dictadura. La muerte de los padres Murias y Longueville y luego del laico Wenceslao Pedernera fue fundamentalmente
un «cerco que se iba cerrando». Al parecer, en búsqueda de respuestas a los crímenes perpetrados contra los dos sacerdotes, fue a Chamical (La Rioja), donde juntó material en una carpeta con declaraciones de los testigos, que comprometía a la Fuerza Aérea con el crimen. Volviendo por otro camino, junto con el sacerdote Arturo Pinto hacia la capital provincial fue seguido por un auto. Se fraguó un accidente. La famosa carpeta fue tiempo después vista sobre el escritorio del Ministro del Interior, el General Arguindegui, quien como entró en negociaciones con Anfonsín y habían sido compañeros del liceo militar, no fue juzgado junto a la cúpula militar de la última dictadura argentina. La Jerarquía eclesiástica, en gran parte, tristemente, sigue afirmando que fue un accidente. El obispo Angelelli se transformó en baluarte de la protección de los débiles y fue la una de las pocas voces que se levantó contra la represión política en Argentina. Las amenazas de muerte contra él se fueron volviendo cada vez más frecuentes, hasta llegar a ser masivas últimamente. Tuvo que prepararse junto a sus sacerdotes como una de las posibles futuras víctimas. Él anunció frecuentemente que para poder anunciar verdaderamente el evangelio hay que tener un oído abierto para Dios y otro para el pueblo.
El 4 de agosto de 1976 Monseñor Enrique Angelelli, obispo de La Rioja, yacía en el frío asfalto de Punta de los Llanos luego de que su auto fuera interceptado en la ruta que unía Chamical con la capital de la provincia hacia donde viajaba para presentar ante las autoridades militares una carpeta con pruebas sobre el asesinato de dos sacerdotes de su diócesis. La versión oficial, que el mismo Episcopado avaló, hablaba de accidente, pero entre los riojanos, y gracias al aporte de testigos claves, una certeza se hizo carne: Monseñor Angelelli había sido sacado ileso de su auto y brutalmente asesinado de varios golpes en la nuca.
Su muerte fue la dura cuenta que tuvo que pagar por una vida dedicada a los más humildes, a quienes consagró su vocación sacerdotal "con un oído puesto en el pueblo, y otro en el Evangelio". Su prédica le trajo el rencor de los poderosos de siempre, uniformados y civiles, a quienes afectó en sus sagrados intereses, y de quienes recibió una feroz campaña que no vaciló en acusarlo de 'obispo rojo', enviar firmas para pedir su remoción al Vaticano, expulsar sacerdotes de Anillaco, donde Amado Menem, hermanastro de quien fuera en los '90 presidente de la Argentina, tuvo especial participación, asesinar religiosos y laicos y finalmente eliminar al odiado "Pelado".
Monseñor Angelelli fue, junto a Hesayne, De Nevares, Devoto, Ponce de León y Novak, uno de los pocos obispos que supo comprometerse con la cruz y el Evangelio dentro de una jerarquía episcopal cuya actitud de connivencia y complicidad con la dictadura militar avergüenza la conciencia de los cristianos de estas tierras. Desde la justificación teológica de la tortura y la eliminación clandestina de prisioneros indefensos hasta la aceptación lisa y llana de la espada como instrumento quirúrgico para impulsar la doctrina de la seguridad nacional, la conducta de la jerarquía católica argentina no tiene parangón en el mundo entero.
Fuente elortiba.org/a
El 4 de agosto de 1976 Monseñor Enrique Angelelli, obispo de La Rioja, yacía en el frío asfalto de Punta de los Llanos luego de que su auto fuera interceptado en la ruta que unía Chamical con la capital de la provincia hacia donde viajaba para presentar ante las autoridades militares una carpeta con pruebas sobre el asesinato de dos sacerdotes de su diócesis. La versión oficial, que el mismo Episcopado avaló, hablaba de accidente, pero entre los riojanos, y gracias al aporte de testigos claves, una certeza se hizo carne: Monseñor Angelelli había sido sacado ileso de su auto y brutalmente asesinado de varios golpes en la nuca.
Su muerte fue la dura cuenta que tuvo que pagar por una vida dedicada a los más humildes, a quienes consagró su vocación sacerdotal "con un oído puesto en el pueblo, y otro en el Evangelio". Su prédica le trajo el rencor de los poderosos de siempre, uniformados y civiles, a quienes afectó en sus sagrados intereses, y de quienes recibió una feroz campaña que no vaciló en acusarlo de 'obispo rojo', enviar firmas para pedir su remoción al Vaticano, expulsar sacerdotes de Anillaco, donde Amado Menem, hermanastro de quien fuera en los '90 presidente de la Argentina, tuvo especial participación, asesinar religiosos y laicos y finalmente eliminar al odiado "Pelado".
Monseñor Angelelli fue, junto a Hesayne, De Nevares, Devoto, Ponce de León y Novak, uno de los pocos obispos que supo comprometerse con la cruz y el Evangelio dentro de una jerarquía episcopal cuya actitud de connivencia y complicidad con la dictadura militar avergüenza la conciencia de los cristianos de estas tierras. Desde la justificación teológica de la tortura y la eliminación clandestina de prisioneros indefensos hasta la aceptación lisa y llana de la espada como instrumento quirúrgico para impulsar la doctrina de la seguridad nacional, la conducta de la jerarquía católica argentina no tiene parangón en el mundo entero.
Fuente elortiba.org/
ngelelli
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