miércoles, 29 de agosto de 2012

La epidemia de obesidad



Por Bernardo Kliksberg *

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De los 7000 millones de habitantes del planeta, 1500 millones tenían en el 2008, sobrepeso. 500 millones de ellos eran obesos.
Para el 2015 se pronostica que habrá 2300 millones de adultos con sobrepeso, y entre ellos 700 millones con obesidad.
Entre las consecuencias directas para la salud se hallan el aumento entre otros de los riesgos de diabetes, la hipertensión, el colesterol y enfermedades cardiovasculares y cardiometabólicas. Asimismo, la obesidad incide en enfermedades dermatológicas, gastrointestinales, osteoarticulares y un amplio espectro.
Se calcula que la obesidad y el sobrepeso causan 2,6 millones de muertes anuales.
Entre las causas fundamentales del aumento de la obesidad se halla la ingestión de alimentos con altas calorías, exceso de sal y especialmente grasas ultrasaturadas, las “transfat”. Asimismo, la suplantación de las dietas tradicionales, por el avance sobre ellas de las fast food y el estilo de vida sedentario que engloba entre otras expresiones largas horas diarias de TV.
Estados Unidos es uno de los países más afectados. El 36 por ciento de los adultos, uno de cada tres, y el 17 por ciento de los niños son obesos.
La obesidad subió del 30,5 por ciento de la población adulta en el 2000 al 33,7 por ciento en el 2008 y al 37,5 por ciento en el 2010. Se estima que hay 78 millones de personas obesas. En el 2030, el 42 por ciento de los adultos podría ser obeso.
Se estima que en total el 70 por ciento de los adultos tiene sobrepeso u obesidad. Entre los niños y jóvenes de 2 a 19 años, la cifra es el 32 por ciento.
Los costos de atención médica que paga la sociedad entera por la obesidad son elevadísimos. Según un estudio reciente de Cornell University (marzo, 2012), significan 190.000 millones de dólares por año, más que el 20 por ciento de todo el gasto del país en salud. Un estudio similar de la Clínica Mayo encontró que los costos de la obesidad superan actualmente los que paga EE.UU. por el tabaquismo.
La obesidad es mucho mayor en las áreas más pobres. En el Bronx, el 70 por ciento de los adultos tiene sobrepeso y uno de cada tres es obeso. En Staten Island el 62 por ciento de los adultos tiene sobrepeso. En Brooklyn es el 60 por ciento. En Los Angeles, en las áreas latinas las cifras son muy graves. En la ciudad de South Gate, el 51,3 por ciento es obeso. Los niveles de obesidad van en las ciudades aledañas de 42 a 51 por ciento. Una pediatra que trabaja en esas zonas, Tigner-WSeekes, dice que el problema se repite en los vecindarios con bajos ingresos: “Los niños obesos son los mismos en cualquier parte del condado. Provienen de hogares con poca educación, bajos ingresos y sus padres también son obesos porque no comen correctamente. Muchos de los padres no tienen secundaria y sus hijos son adictos a juegos electrónicos. En muchas ocasiones la comida preferida de los niños son ‘Jung food’ y soda, y no hacen ningún tipo de ejercicio. Esta combinación es muy mala y puede ser letal”.
La campaña intensiva del marketing del fast food sobre los sectores de bajos ingresos, y su oferta de comida barata, crearon un mercado cautivo en dichos sectores.
Michelle Obama lanzó una campaña de gran cobertura contra la obesidad infantil. Entre otros aspectos propuso hacer saludable el menú financiado por el mismo gobierno, que se sirve a los niños en escuelas públicas. Los niños que lo reciben han aumentado fuertemente por la expansión de la pobreza por la crisis económica 2008/9. El lobby alimentario presionó muy duro en el Congreso para que el menú no se cambiara.
El alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, quiere reducir el consumo de bebidas gaseosas. Ha propuesto prohibir que se vendan bebidas azucaradas en botella o vasos más grandes de 16 onzas (casi medio litro) en restaurantes, cines, eventos deportivos y en las máquinas que dispensan gaseosas en diferentes establecimientos de venta de comida rápida.
Ha despertado una muy fuerte resistencia de las grandes empresas de estos rubros y las cadenas de cine. En una de las mayores, con miles de salas, la bebida gaseosa de menor tamaño disponible es de 32 onzas (casi un litro). Los salubristas apoyan masivamente la iniciativa pero los intereses económicos lesionados han lanzado una gran campaña contra ella, en nombre de la libertad. Pueden verse actualmente en las marquesinas de Broadway carteles luminosos que dicen: “Diga no a la prohibición de Nueva York”.
Los estudios han demostrado que cuanto más cerca están las máquinas expendedoras de “alimentos basura” de las escuelas, más sube la obesidad. Algunos municipios han reglamentado que deben estar a gran distancia de ellas.
La obesidad se da también en altas dosis en otros países desarrollados y afecta a América latina.
México es un caso emblemático aunque está creciendo también en otros países. La Secretaría de Salud estima que son obesos, o con sobrepeso, el 70 por ciento de la población. Un cuarto son niños de entre 5 y 12 años. Las encuestas indican una negación del tema. Solo el 15 por ciento de los padres reconoce que sus hijos sufren del problema.
¿Puede combatirse la obesidad? En valiente iniciativa la Organización Panamericana de la Salud convocó en su oportunidad a la gran industria alimentaria proponiéndole convertir a la región en zona libre de grasas ultra saturadas. Recomienda, asimismo, prohibir la publicidad a menores, favorecer el consumo de verduras y frutas, dando acceso a ellas a la población desfavorecida, crear muchos más espacios para hacer actividad física y aumentarla en las escuelas.
La gran lucha de las ONG americanas contra el consumo de cigarrillos, que tuvo pasos culminantes como el arreglo de 1998 que obligó a las empresas de tabaco a cortar su marketing, logró reducir a la mitad el número de consumidores respecto a 1960. Mostró cómo una sociedad civil organizada puede enfrentar los grandes intereses económicos.
Está planteada una pelea similar. En los debates públicos, que se están dando en el marco del Consejo de Salud de Nueva York sobre las gaseosas, señala Michael Jacobson, líder de una ONG prosalud, que las empresas de bebidas deberían estar avergonzadas de “retratar una iniciativa de salud vital, como un asalto sobre los consumidores tratando de distraer del problema real”.
El tema de combatir la epidemia universal de obesidad, que afecta especialmente a los pobres, por lo pronto logrando que coman saludable, forma parte de una problemática más amplia, las relaciones entre ética y economía.
En un agudo libro sobre la moral y los mercados, Lo que el dinero no puede comprar (2012), Michel Sanel (Harvard) se pregunta hasta dónde se puede seguir legitimando en razones de mercado, evidentes violaciones morales. Entre otros hechos recientes plantea “si puede seguir Massachusetts con la propuesta de vender nombres para sus parques, o si las ciudades con dificultades económicas pueden poner avisos en sus autos de policía”.
Pregunta: “¿Queremos una sociedad donde todo pueda estar a la venta?, ¿o hay ciertos bienes morales y cívicos que no deben depender de los mercados, y el dinero no debe poder comprarlos?”.
* Las obras más recientes del autor son los best sellers Primero la gente (con Amartya Sen), Escándalos Eticos, y Emprendedurismo Social (Editorial Temas).

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