lunes, 3 de mayo de 2010

Un día en que mandaba el Jallalla

SANDRA RUSSO PRESENTO EN LA FERIA SU LIBRO SOBRE MILAGRO SALA Y LA TUPAC AMARU

Fue un evento político, con banderas y muchas de las ideas que caracterizan a la protagonista del libro. Russo explicó su pasión por “encontrarse con experiencias populares de las que uno solamente puede aprender”.
Russo y Sala en la presentación del viernes, que desbordó por completo la sala en la Feria del Libro.


“Venimos de muy abajo, pero siempre supimos que si nos preparábamos podíamos llegar a ser algo en la vida”, expresó Milagro Sala ante una sala colmada. Lo hizo el viernes en la presentación del libro Jallalla: la Tupac Amaru, utopía en construcción, de la periodista Sandra Russo. “Los compañeros se empezaron a comprar motos, se pudieron comprar zapatillas, comenzaron a usar desodorante de marca. Los ricos estaban horrorizados. ‘¿Cómo que estos negros villeros se compran autos? Es una locura.’ Claro, los pobres empezaron a comprarse cosas porque empezaron a trabajar”, completó. La escuchaban con atención cuatrocientos asistentes –entre ellos, varios militantes de su organización– y varios más que se habían quedado afuera pero que no querían renunciar a estar cerca de la líder de la Tupac.

Media hora antes del comienzo de la charla, la fila para entrar ya se extendía más allá del propio ingreso a la feria. Los primeros militantes en llegar desplegaron una bandera del movimiento –con las caras de Evita, el Che y Tupac Amaru– por encima del elegante cubremantel rojo de la mesa, y dos más en las paredes. Era una verdadera instalación política, una feliz irrupción herética. “Llamame a seguridad”, se lo escuchó ordenar, nervioso, a uno de los organizadores de la Feria, mientras veía colmarse la capacidad del lugar, preparado para cuatrocientas personas. Entre los asistentes estaban el secretario de Cultura, Jorge Coscia, y el intendente de Quilmes, Francisco “Barba” Gutiérrez. Alguien preguntó si no se podía subir el volumen de los micrófonos para que todos los que se habían quedado afuera pudieran escuchar. Los sonidistas aseguraron que iba a ser imposible. “Encima en la sala de al lado hay un panel de Clarín”, explicaron.

Fuertes aplausos recibieron a los presentadores, el sociólogo Carlos Girotti, la autora del libro y la propia Sala. Girotti, también integrante de Carta Abierta, explicó que el libro era “todo un mérito de Sandra Russo, pero también de las mujeres y hombres anónimos de la Tupac”. “Es un mérito, también, de esta mujer indómita, que mal disimula su ternura en gestos aguerridos, en gestos duros, que nunca ha renunciado al combate. Esa mujer es Milagro Sala”, concluyó el sociólogo.

Russo, a su turno, comentó algunos detalles de la producción del libro. “Milagro no se parecía a ninguna de las entrevistadas que yo había conocido: no habla. Una sola vez logré sentarla frente al grabador y el resto del tiempo fue correr detrás de ella”, detalló. La columnista de Página/12 dijo que los tres meses que le tomó juntar el material fue la época posterior “a un tristísimo y angustiante 2008, con la crisis con los sectores ruralistas y con los medios concentrados que ya perfilaban la embestida. Estábamos muy solos”.

“Un día descubrimos que había un eje –continuó la escritora–, pero que para eso teníamos que permitirnos defender lo que queremos. Era necesario dar ese movimiento hacia adelante, porque nos habíamos pasado un año calladitos en el asiento trasero de los taxis porteños, bancándonos que nos dijeran cualquier cosa.” Hubo risas y aplausos. Russo sonrió y explicó que aquellas cosas que hacían falta la Tupac Amaru “ya las tenía muy trabajadas porque formaban parte de su identidad, como la autoestima”. “Es regocijante encontrarse con experiencias populares de las que uno solamente puede aprender –comentó la periodista–. Lo novedoso tal vez sea que no hay ninguna brecha entre lo que se dice y lo que se hace.”

Russo se guardó para el final la explicación del título de la obra editada por Colihue, que varias personas ya habían comprado en la feria y llevaban con ellos. “Jallalla es una voz quechua que yo le escuché decir a Milagro. Es como un ‘viva’, como una voz de empoderamiento, de coraje, de fuerza. Indica que acá hay verdad, que acá hay gente que está viviendo de acuerdo a lo que cree”, aseguró.

La última exposición quedó a cargo de la propia protagonista, Milagro Sala. La dirigente alternó comentarios distendidos sobre la experiencia de aparecer en el libro con un típico discurso político que cada tanto se colaba entre sus palabras.

“A Sandra le ha costado mucho escribir este libro, porque cuando ella hablaba de ‘mi libro’, yo decía que no, porque la Tupac Amaru no es Milagro Sala. Son miles y miles de compañeros que continuamente ponen el hombro para poder levantar el país, y en donde circunstancialmente estoy a la cabeza”, expresó con humildad.

“No fuimos arquitectos, pero supimos construir casas. No fuimos contadores, pero supimos administrar el dinero para que los compañeros pudieran trabajar y tener una vivienda digna. No fuimos licenciados en nada. ¿Saben lo que nos llevó a nosotros a hacer todo esto? La desesperación de vivir bien”, expresó la jujeña.

Fue entonces que Sala entendió que “nos teníamos que hacer cargo del futuro de nuestros hijos, de nuestros nietos, de nuestros amigos y de nuestros hermanos. Por eso hicimos todo lo que hicimos: porque queríamos vivir mejor”, concluyó. En ese momento se observaron algunas lágrimas en el auditorio y el aplauso final a Milagro –con palmas en alto– duró más de un minuto. Al fondo de la sala, las jóvenes de Tupac Amaru se habían parado sobre las sillas y coreaban con megáfonos: “Vamos, vamos pibes a luchar / soy tupaquero, soy de CTA”.

Informe: Federico Poore.
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