martes, 22 de septiembre de 2009

EL OPIO

Sociedad|Martes, 22 de septiembre de 2009
Scheerer, experto alemán en criminología y su relato de la penalización mundial de las drogas

El opio, aliado de Estados Unidos en Asia

El criminólogo alemán Sebastian Scheerer, entrevistado por Página/12, director del Instituto de Criminología de Hamburgo, describió los pasos dados por Estados Unidos para inventar la penalización del consumo de drogas y favorecer sus intereses económicos.

Por Horacio Cecchi
/fotos/20090922/notas/na21fo01.jpg
Sebastian Scheerer sostiene que Estados Unidos inició la penalización global de las drogas para desembarcar como potencia en Asia.

La receta: se mezclan trenzas, opio, California, xenofobia y chinos y se parte de fines del siglo XIX. Como resultado, sorprendente, se obtendrá la carrera de criminalización de las drogas que sometió y somete al mundo según los intereses de expansión de Estados Unidos. Los ingredientes los fue describiendo durante esta entrevista el experto alemán Sebastian Scheerer, profesor de criminología en la Universidad de Harvard, titular del Instituto de Criminología de esa casa de estudios y director de “varios” –como los enumera él mismo– masters europeos en la materia, de buen sentido del humor y de hablar español jocoso y entrecortado, pero suficiente para entenderlo y sacar conclusiones.

–¿Cómo dijo... que en California usaron las trenzas para criminalizar a los chinos?

–Las trenzas y el opio. Para ellos fue un dilema, porque las trenzas eran un símbolo de veneración a su emperador. Las drogas, como las trenzas o la manera de vestir, son indicadores muy visibles. Pero el opio no era ilegal, estaba totalmente integrado en las costumbres en todo el mundo. Se lo usaba en centenares de productos, se vendía en la calle, en los kioscos, como una hierba contra el malestar, para los niños que no querían dormir. En 1898 Estados Unidos derrotó a España y ocupó Cuba y las Filipinas. Pasó que en las Filipinas los soldados americanos se encontraban con las prostitutas filipinas. Y las prostitutas filipinas fumaban opio. Un accidente histórico que las autoridades norteamericanas querían solucionar.

–¿Que no se encontraran con las filipinas o que no fumaran opio?

–Que no fumaran opio. Pero para eso tenían que acabar con el opio en las Filipinas. Se creó una comisión para analizar el problema. A la cabeza pusieron a un obispo canadiense, Charles Henry Brent, de la Iglesia Episcopal de Toronto. La comisión fue impulsada por el secretario de Guerra de Estados Unidos. Lo que sostenía Brent en esa comisión en 1903 era que para acabar con el opio de Filipinas había que acabar con el opio en el sudeste asiático y para ello invitaron a las naciones con algún interés en el área: Inglaterra, Francia, Alemania, Holanda, y Estados Unidos. Y, por supuesto, China, la víctima del opio y de las agresiones inglesas.

–¿Por qué víctima?

–Los ingleses financiaban su reino en India con el comercio del opio. China, para Inglaterra, era una potencial colonia y le vendía cantidades de opio. En esa época Estados Unidos quería situarse en la arena de las potencias en el Asia y China era una oportunidad. Temían que Inglaterra avanzara sobre China y la ocupara como colonia. O sea, proteger a los soldados del opio en las Filipinas y resolver el problema del opio en China combinó muy bien. Y plantearon resolver el problema con una conferencia en Shanghai, en 1909, donde sólo las grandes potencias se reunieron. El obispo Brent fue el presidente de dicha conferencia y, aunque no se llegó a conclusiones formales, obtuvo una declaración a favor de la autonomía de China y de una reducción a niveles normales del comercio internacional de opio.

–¿Los otros participantes por qué firmaron?

–Para Alemania era un problema ajeno, que no le incomodaba. Holanda ya tenía el monopolio del opio para el comercio legal en sus colonias, tampoco le molestaba. Los ingleses estaban en contra, pero coincidió que hubo elecciones que llevaron a un gobierno liberal a Inglaterra, más próximo a las propuestas de Estados Unidos. Y también estaba la Iglesia. Los estadounidenses tenían un discurso que no era fácil de combatir, influían a la opinión pública.

–¿En que consistía?

–Decían: los chinos fuman opio, pierden por el opio su autonomía a manos de los ingleses. Caen en un declive moral, en la insania, el crimen y el vicio. Para el discurso cristiano, encaja perfecto la seducción por parte del Diablo representado por el opio y el vicio. Pero todavía no se pensaba en criminalizarlo, pensaban en un control, disminuir el tráfico a escala global. Primero lograron un acuerdo en Shanghai, que aunque no era una ley promovía el control y creaba una burocracia mundial para controlar el cultivo del opio, la recolección, la producción y su distribución y venta. El control sería a través de un órgano global con sede en Ginebra, un paso previo a las Naciones Unidas. En 1912 organizaron la Convención Internacional del Opio en La Haya. Es la primera ley penal global. Debían ratificarla los demás países, que quedaban obligados a sancionar la misma ley en cada país, bajo amenaza de quedar fuera del comercio de medicamentos. Es una fase importantísima porque globaliza la ley.

–La firma del tratado perjudicaba a Inglaterra. ¿Pudo evitarla?

–Los ingleses hicieron un truco. Dijeron que sólo aceptarían reducir su comercio de opio si Alemania sacrificaba la producción industrial de cocaína. Los alemanes habían inventado el método de extraer de la coca y producir la cocaína, en 1860. Fue la firma Merck (N.d.R.: La palabra “merca” deriva de Merck) la que la empezó a producir. Los ingleses imaginaban que Alemania nunca sacrificaría su comercio de cocaína, con lo que ellos no se verían obligados a firmar tampoco. Lo que no imaginaban fue que los alemanes perdieron la Primera Guerra y en el tratado de Versalles en 1919, de la rendición alemana, les metieron el artículo 295 por el que los obligaban a ratificar el tratado de La Haya. O sea que doce meses después, los alemanes sancionaban su propia ley antiopio, igual que los demás países. En el mundo entero empezó a cundir el discurso de “vamos a acabar con las drogas que roban tu autonomía, que ligan con la decadencia moral y física”. Y siempre los Estados Unidos delante.

–¿La cocaína no fue perseguida?

–No todavía. Se eliminó la producción alemana. Para entrar con la cocaína, Brent utilizó a los rickshaws, los taxis humanos chinos, que utilizaban cocaína en reemplazo del opio. En La Haya dijo que tenía estadísticas sobre el daño que produce, pero en lugar de estadísticas, que nunca aparecieron, repartió fotos de rickshaws destruidos como un horroroso ejemplo de los daños de la cocaína. Estaban muy mal. Después de correr veinte años con el blanco cargado en el carrito, estarían destruidos con cocaína o sin cocaína (ríe). La cocaína empezaba de esa manera dentro de un plan global y mucha presión y voluntad por ayudar a los pobres chinos. La marihuana fue llegando de un modo diferente, porque era la hierba que consumían los pobres y los rebeldes del norte de Africa, porque no podían acceder al opio por su costo. Después de la Primera Guerra se estableció la burocracia del opio y su prolongación fue la Liga de las Naciones, con sede en Ginebra y precursora de las Naciones Unidas. En ese momento, los norteamericanos no accedieron porque no les interesó. Había un comité central del consumo del opio, y el jefe del comité central

–... era Brent.

–Sí (ríe). La idea era que cada central de cada país reuniera la cantidad medicinal de opio para cirugía, tantos gramos de cannabis, tantos de cocaína, todo con fines científico-medicinales. Y hay países productores legales. Cada país sabe lo que necesita y se tienen los productores. Es una economía planificada. Con eso, que aún hoy se hace, pensaban que de ese modo se va a producir sólo lo que se necesita para evitar que haya en el mundo ni un solo gramo que sea utilizado para otros fines que no sean medicinales. Es la idea central de esta economía planificada ridícula, que hace que hoy el mundo esté lleno de cultivadores ilegales.

–¿En qué situación están hoy en Alemania?

–Equilibrada. El consumo es parte integral de la vida de muchos jóvenes, pero no hay exceso, no hay mortalidad. No está legalizado, está admitido. En la Procuración sostienen que hay una jerarquía de urgencias. Es urgente combatir los carteles, no es urgente perseguir el consumo personal y los sitios donde se vende de una manera civilizada estas sustancias. Entonces se ven tiendas, simpáticas, que no tienen consumo de alcohol, pero sí sitios en los que se consumen marihuana de diferentes tipos, de Afganistán, de Colombia. Es simpático, como la tienda de una abuela. En un clima muy pacífico.

hcecchi@pagina12.com.ar

sábado, 19 de septiembre de 2009

INUTILES

Sábado, 19 de septiembre de 2009
Panorama político

Inútiles

Por J. M. Pasquini Durán
/fotos/20090919/notas/na02fo01.jpg

En el siglo pasado, calificar al gobierno de “fascista”, como hizo Macri esta semana, era una contraseña para el golpe de Estado. Es probable que en el minimundo conservador haya más de uno con ganas golpistas, lo mismo que entre dirigentes rurales, pero, para su desgracia, por el momento les falta tropa. Esos exabruptos orales eran el típico reflejo de la derecha que nunca tuvo votos suficientes para desplazar al gobierno de turno. Esto parecía superado desde el momento en que se destacaron algunas afortunadas perfomances electorales, del mismo Macri en la ciudad o de Francisco de Narváez en la provincia de Buenos Aires, pero no fue así debido a que esas victorias, contundentes o escasas, no sirvieron para mucho, por ahora. Desde el estropicio con la Resolución 125, el kirchnerismo les gana cada pulseada en el Congreso, aunque los opositores más cerriles cuentan con el apoyo de los mayores grupos mediáticos.

Lo más desgraciado es que esa oposición, siempre atenta a las luces de la televisión, no se distingue hasta el momento por su capacidad de estudio o de propuestas para reemplazar las iniciativas del oficialismo. Las recientes sesiones en Diputados sobre la ley de medios audiovisuales fueron muestra cabal de esa tremenda inutilidad para el país: un centenar de diputados agotaron sus discursos con motivos formalistas, algunos casi pueriles, pero muy pocos aportaron enfoques o redacciones diferentes, sobre un texto que obra en manos de los legisladores desde marzo, seis meses y medio antes del debate. Sin contar que se trata de la intención de ley que rueda por los despachos del Congreso desde la segunda mitad de los años ’80.

Era obvio para el observador más desprevenido que las mayores corporaciones mediáticas no estaban interesadas en ninguna norma o reglamento que le pusiera límites a sus negocios. En ese sentido, seguían estancadas en el “Consenso de Washington”, que le dejaba al mercado la última palabra y el Estado estaba para facilitar las actividades privadas. Por lo tanto, si la ley que era vigente había sido elaborada en la dictadura de Videla no era asunto de su incumbencia, y si tenían que opinar preferían conservarla, ya que ningún gobierno que se dijera democrático podía apelar a la norma de la dictadura. El Comfer (Comité Federal de Radiodifusión), encargado de aplicar elementales reglas de conducta –como el respeto al horario del menor–, sonaba a hueco desde hace años, de manera que el conjunto (norma y autoridad de aplicación) era la perfecta ecuación neoliberal de consagración del mercado. A ningún acomodado en esa poltrona podía gustarle que viniera un gobierno –para peor populista– a sacarle el caramelito de la boca. Para colmo, el que levantó vuelo con su proyecto de ley –la próxima parada es el Senado– es el mismo que perdió en las urnas de importantes jurisdicciones el pasado 28 de junio, tanto es así que los opositores, al día siguiente, ya se preparaban para las exequias de un gobierno que supo tener un poderoso viento de cola.

No todo es mérito de los Kirchner. Cualquiera que mire la región advertirá que, de a poco, los vientos se están llevando las brumas de los años ’90, con todo lo que eso significa, y el tema de esta época es, otra vez, el rol del Estado. Las mismas masas que apoyaban a viva voz todas las privatizaciones, ahora piden la estatización hasta de los kioscos en las estaciones del transporte público. La tremenda hecatombe inaugurada en Wall Street, que arrasó bancos, aseguradoras, fondos de inversión y valores del mercado de capitales, por un valor que multiplica muchas veces la tasación en lote de todo el sistema mediático argentino, dejó en claro que este tiempo es del Estado, si quieren sobrevivir los negocios privados.

Los Kirchner tienen formación estatista, derivada de su historia y experiencia políticas, pero tampoco son ortodoxos ni fanáticos. Apenas si siguen la corriente del momento, sin saber siquiera si será largo o corto, pero con la suficiente astucia para aprovechar la circunstancia para debilitar a sus enemigos más pesados. La torpeza de la oposición, y de algunos intereses afectados, consiste en seguir discutiendo con los argumentos de los ’90 acerca del mercado, el Estado y la sociedad. Con esos criterios hoy en día no se puede gobernar ni una municipalidad, mucho menos la compleja trama de un país como la Argentina. Para lograrlo, no basta con tener un Ejecutivo eficiente sino que hace falta una clase dirigente atenta a los cambios de época y dispuesta a cambiar tantas veces como sea necesario para conservar su posición en la plaza.

Un buen ejemplo está aquí al lado, en Brasil, sede de uno de los mayores emporios televisivos de la región y del mundo, O Globo. Cuando aparecieron los cable-canales, Globo no se abalanzó a llenarse los bolsillos con la ocasión; al contrario, se opuso tenazmente a la instalación del servicio y gastó lo necesario para mejorar la propia calidad tanto de entretenimiento como de información y para llegar al mayor número posible de televidentes. En sus momentos de auge, el noticiero principal llegó a tener una audiencia de sesenta millones de personas y su influencia era tan grande que llegó a imponer un presidente, al que luego tuvo que ayudar a deponer, por inútil y corrupto, pidiendo disculpas a la audiencia.

Su sentido de innovación aceptó lo que le ofrecía la realidad, tanto es así que del vasto movimiento de videastas independientes –un movimiento cultural que envolvió a miles de jóvenes en la búsqueda de una producción televisiva independiente, mejor y más libre–, eligió a los mejores y los contrató para su empresa como ejecutivos de programación, directores, libretistas, etc. El ejemplo contrario está en Venezuela, donde las principales compañías de radiodifusión se repetían a sí mismas, sin aceptar los nuevos tiempos, y un día se encontraron con que las licencias se vencieron y nadie las renovó automáticamente, como sucedía antes cuando el mercado tenía la única palabra dominante. En Buenos Aires también las licencias fueron renovadas por diez años en nombre de la graciosa disposición del presidente Néstor. Si alguna vez pensó que de ese modo los tendría comiendo de la mano, es porque no conoce la insaciable voracidad de la empresa privada para apropiarse de los dineros o beneficios públicos. No es una clase empresaria, como hay en otros países, sino que la pueblan hombres de empresas y también pandillas de astutos que hoy invierten en TV, mañana en efedrina y pasado en medicamentos truchos, de acuerdo con la tasa de rentabilidad de cada rubro.

La ley de medios audiovisuales que ahora deberá considerar el Senado tiene importancia no tanto por sí misma, ya que los saltos tecnológicos envejecen las normas al día siguiente de dictadas, sino porque expresa como pocas la difícil relación entre el Estado, el mercado y la sociedad. No es que el oficialismo tenga más en claro que la oposición ese complejo equilibrio, pero intenta ponerse al día con lo que puede y como puede. Si en el camino, la pareja gobernante aprovecha para llevarse puesto algún enemigo no sólo es porque quiere, sino porque las condiciones se lo permiten.

Cuando se habla de calidad institucional, la primera mención debería ser para el recurso humano de las instituciones representativas de la sociedad. Los televidentes que hayan tenido la paciencia de seguir las deliberaciones en Diputados habrán advertido que esos recursos son más que deficitarios, capaces de enhebrar discursos con argumentos sacados de los diarios o de recuerdos de la facultad. A modo de referencia: para desacreditar el argumento sobre el reemplazo de una ley de la dictadura, la diputada Caamaño citó media docena de leyes vigentes, también sancionadas por la misma dictadura. Ni uno solo de más de doscientos legisladores, durante o después de la sesión, corrigió o ratificó esos dichos, que allí quedaron hasta que algún periodista decida que podría averiguarlo por Internet. ¿Para qué paga el Estado un número generoso de colaboradores para cada diputado y bloque, si terminan aprobando leyes que no leyeron, como la de Emergencia Agropecuaria, o quejándose porque no tuvieron tiempo para ordenar las correcciones en la ley de medios?

Ahora los opositores cerriles quieren impugnar el texto aprobado por la Cámara baja, pero el centenar de miembros de los bloques opositores, si se hubieran quedado en lugar de retirarse, como bien dice el crítico Macaluse (SI), las correcciones a la ley hubieran sido mucho más que las doscientas o más que ya fueron incorporadas. Detrás de la aparente legalidad de la movida de impugnación, queda en pie la incapacidad de los grupos opositores para bloquear un texto que podría haber sido motivo de largas disquisiciones sobre el rol del Estado, la revisión de los ’90, la responsabilidad de la sociedad de la comunicación en el siglo XXI y una serie de tópicos derivados que no figuraron en los razonamientos escuchados en la sesión y después de ella.

Como a los ciudadanos, en términos generales, les interesan poco estos asuntos mientras no tengan bien resueltos los más elementales, continuarán agobiando a las audiencias con las mil y una especulaciones acerca del poder y sus contornos, aunque nadie supo explicar en qué momento Clarín ocupó el lugar de La Nación en la nómina de adversarios favoritos de los Kirchner, o viceversa.

Hay intereses poderosos en juego y más vale tomar en serio el asunto, pero la verdad es que para la sociedad golpea más que se cumplan tres años de la desaparición del testigo J. López, sin que los aparatos de Inteligencia y de seguridad del Estado hayan encontrado la menor pista de su paradero o de sus captores. Los que hablan de inseguridad jurídica sólo cuando alguna empresa amiga resulta afectada, deberían escandalizarse por la impunidad de los que violan las más elementales de las seguridades que se pueden exigir: la vida y la libertad de cada ciudadano. Mientras casos como éste y tantos otros similares de secuestros extorsivos y otras formas de violencia no alcancen ni verdad ni justicia, el Estado estará lejos de asumir el rol que le reivindican sus partidarios, por más que gane batallas de destino dudoso en el pantanal de deliberaciones agotadoras.

martes, 8 de septiembre de 2009

VISITA A GUALEGUAYCHU


Fuimos a visitarla en su lugar de descanso. Nos recibio su familia como si fuera ella misma. Compartimos. Recordamos. Nos alentamos a seguir sus ideales .

martes, 1 de septiembre de 2009

NORMA COLOMBATTO

BUENOS AIRES 31 DE AGOSTO DE 2009

Queridos compañeros:
En este primer aniversario de la partida de nuestra
querida amiga Norma Colombatto queria compartir su recuerdo entrañable y
el deseo de seguir por el camino que ella nos señalaba.
La sabiduria que siempre irradiaban sus reflexiones dichas con cordialidad y
humor. El gusto de escuchar sus relatos sobre lo que pasaba diariamente
en la escuela. La pregunta oportuna sobre el sentido profundo de lo que
estabamos haciendo. El optimismo y la esperanza frente al dolor .
Norma tenia un corazon muy grande.Siempre pensando en dar una mano
olvidandose de ella misma.
Para los compañeros educadores que tuvieron la suerte de compartir
reuniones , capacitaciones, jornadas con las autoridades educativas siempre
fue el cable a tierra, el sentido común, la capacidad de discernir y valorar.
El haber compartido con ella momentos de serias dificultades para enfrentar
la vida en las escuelas y haber recibido esos consejos valiosos dados como
al pasar, nos da a todos una gran responsabilidad en seguir su ejemplo.
Es un orgullo para todos haber compartido al menos un poquito de la vida
con esta gran educadora.
El deseo es que no se nos pierda su legado. Que todos los que recibimos
algo de su sabiduria lo pongamos a circular para que ella siga ayudandonos
a todos resolver las multiples cuestiones que hacen al vivir.
Que su ejemplo nos acompañe a todos.

JOSE LUIS