jueves, 28 de agosto de 2014

premonitorio

Tan lejos, tan cerca

Por Emilio Crenzel *


Los cuatro hombres posan, abrazados, frente a la cámara. Es la noche del sábado 31 de mayo de 2014. Dos son periodistas y los otros dos músicos. Están en un estudio de radio, en Buenos Aires. El programa tiene un nombre sugerente: Instinto de conversación. Acaba de concluir la entrevista. Durante una hora, intercalada con piezas de la banda, se habló sobre música popular. Intercambiaron opiniones sobre la relación del jazz con la identidad, comentaron sobre las sonoridades diferentes que adquiere un mismo género según dónde sea interpretado y se preguntaron si podía sentirse propio un ritmo, surgido en una geografía y una cultura extrañas, habiendo nacido en otro lugar. Hablaron de cómo comenzaron a tocar blues y sobre la chacarera. Coincidieron, finalmente, que aquello que hermanaba estos géneros disímiles era su raíz sufriente, propia de canciones de la clase trabajadora, más allá de que se tratase de cosecheros de algodón del sur de los Estados Unidos o del Litoral argentino. Los músicos, también, contaron sobre los orígenes de la banda, sobre sus trayectorias personales y sus presentes. Uno de ellos, Valentín, mencionó sus viajes entre Olavarría y Buenos Aires para dar clases. A los 8 minutos 24 segundos del programa, uno de los periodistas, Rodolfo Yanzón, preguntó: “Ignacio, ¿vos tenés también esta vida errante que mencionaba Valentín?”. El músico aludió, entonces, a la situación de los habitantes de algunas ciudades del interior que “estamos lejos pero a su vez no estamos tan lejos para ser autónomos y no estamos tan cerca como para que nos quede cerca venir a Buenos Aires”. Pero esos viajes, continuó, habilitan tiempos de reflexión. Ese ir y volver, remarcó, se convierte en una ceremonia dedicada a pensar y eso ayuda a sortear los tiempos suspendidos entre clases o conciertos. En alusión a esos largos recorridos, le dieron como nombre a su grupo la Orquesta Errante.
A los 32 minutos del programa, el mismo periodista preguntó: “Los pibes que se acercan a hacer música en Olavarría, que es el lugar de ustedes, ¿de dónde vienen, de qué tipo de familias son?”. “Hay de todo”, respondieron coincidentes los músicos.
La foto retrata con fidelidad el clima del encuentro que le precedió. Los cuerpos, distendidos, parecen apoyarse uno en el otro. Los rostros esbozan sonrisas cansadas pero satisfechas. El lenguaje realista de la foto parece certificar, plenamente, lo ocurrido. Barthes ha dicho, categórico, que la fotografía produce un efecto de testimonio, parece decirnos que lo que veo ha sido.
Sin embargo, dos meses después, el martes 5 de agosto, las palabras compartidas y la fotografía tomada aquella noche adquirieron otro sentido y dimensión. Fueron trastrocadas por la irrupción, sin permiso, de una nueva verdad pública. Se descubre que uno de los hombres de la foto, Ignacio Hurban, pianista de la Orquesta Errante, es hijo de Laura Carlotto y Oscar Walmir Montoya, desaparecidos y asesinados por la dictadura militar, y nieto de Estela, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo. De remera azul con un redondel celeste, a modo de disco de vinilo en el pecho, Hurban rodea con sus brazos a Rodolfo Yanzón y a Félix Crous, los periodistas que lo entrevistaron minutos antes. En medio de la conmoción pública que produce la noticia, se difunde en la web la existencia del programa de radio, junto a la foto, y se invita a escuchar en línea la voz del nieto recuperado. Quien desee, lo puede escuchar: http://radiocut.fm/audiocut/ignacio-hurban-instinto-de-conversacion-radio-del-plata-parte-12.
Excepto sus nombres, poco se añade sobre quienes abrazan a Hurban. Vale la pena detenerse en ellos. Se trata, a su izquierda, de Rodolfo Yanzón, abogado querellante en juicios emblemáticos a los perpetradores de las violaciones a los derechos humanos, la megacausa ESMA y la causa del Primer Cuerpo de Ejército, entre otras. Crous, de barba canosa y pullover a rombos, dirigió la Unidad de Asistencia para las causas vinculadas con el terrorismo de Estado y fue fiscal ad hoc en el juicio por la verdad llevado por la Cámara Federal de La Plata, entre otras intervenciones. Han mediado, como dije, sólo dos meses entre la entrevista radial y la foto y el descubrimiento de que Ignacio Hurban tuvo otro nombre, Guido, que nunca fue inscripto en un documento oficial, pero sí trasmitido con la tenacidad que abreva en el deber de memoria.
Un día intermedio entre la realización de la entrevista radial y el descubrimiento de la identidad ocultada, Hurban decidió extraerse una muestra de sangre para que se determinarse si era hijo de desaparecidos. Antes, en algún momento, comenzó a dudar sobre su filiación. Ignoramos cómo se constituyó esa duda. Qué confrontaciones tuvo que librar, contra silencios y medias palabras, para tratar de despejarla. Qué preguntas se formuló y quiénes lo ayudaron a encontrar respuestas. Lo cierto es que la duda se transformó en una incomodidad que decidió enfrentar. Su voluntad de verdad se enlazó con la lucha, inclaudicable, de las Abuelas, clave para que esa búsqueda tuviese destino, para que haya encontrado escucha en el Estado. Encontró, también, una escena pública donde esa búsqueda ha alcanzado una legitimidad notable y un marco institucional, gestado durante diversas administraciones, que otorgó un lugar central a los derechos humanos como política pública, una de cuyas expresiones es el Banco Nacional de Datos Genéticos. A todo ello contribuyeron militantes anónimos o con nombre y apellido, como los abogados-periodistas que abrazan a Ignacio antes de que supiera, supieran ellos y sepamos nosotros, que una vez, antes que lo arrancaran de los brazos de su madre, fue Guido. El descubrimiento de esta filiación condujo a otro. Invirtiendo el orden de las generaciones, permitió establecer quiénes fueron sus padres y el lazo que los unió. Provocó, inmediatamente, una profunda conmoción. Las lágrimas brotaron fáciles, fruto de la empatía ante la historia desgarrada pero, también, con una búsqueda, larga e incesante, que culminó con un encuentro conmovedor. Es un nieto más, igual a los otros recuperados y a los que faltan, pero una de sus abuelas es un símbolo. Y, por ello, no es uno más.
Escuchar la entrevista a los músicos de la Orquesta Errante a la luz del conocimiento de la filiación restituida de Ignacio Hurban estremecerá a los oyentes atentos a los sentidos escondidos en los pliegues del lenguaje. Contemplar nuevamente la fotografía tomada tras ese reportaje habilita, de igual modo, su relectura. En ella, ahora, se vislumbra la perversidad de la desaparición forzada, la indeterminación de la presencia-ausencia como su rasgo distintivo. Aquella condición simultánea, observable e invisibilizada, que estremece. También, la foto pone en primer plano la complejidad que revistió y reviste el proceso de elaboración de conocimiento sobre los atributos, naturaleza y legados de este crimen. Allí están, juntos sin saberlo, Guido y dos destacados abogados defensores de los derechos humanos. La ignorancia manifiesta toda su capacidad de velar aun la presencia intensa del pasado, la densidad de su horror. Logra, macabra, tornarla inadvertida. El descubrimiento de la filiación de Ignacio y su contraste con la foto, tomada cuando aún se la desconocía, nos deja perplejos porque nos permite reconocerlas, dar cuenta de ellas.
Finalmente, esa discordancia entre la imagen fotográfica y el conocimiento elaborado sólo un par de meses después desmiente el argumento de quienes, ante las políticas de verdad, justicia y memoria, sostienen la necesidad de dar vuelta la página, dejar atrás el pasado y “mirar hacia adelante”. ¿Acaso Ignacio podía dar vuelta una página, la que hoy apenas comienza a atisbar, cuya propia existencia desconocía?
Las fracturas históricas y subjetivas que produjo la desaparición forzada quebraron la linealidad del tiempo y tornaron banales los intentos de normalizar su recorrido. En este marco, las nociones de “atrás” y “adelante” no permiten captar la naturaleza específica de este crimen, ni su huella perdurable. Este pasado criminal fue retratado en el Nunca Más, se tramitó y tramita en los tribunales; se lo representa en libros, películas y se lo explica en manuales escolares; se le dedican museos, fechas conmemorativas y monumentos, se lo debate, se lo recuerda en homenajes y con marchas en las calles. Pero, además, discurre errante, como la orquesta. Convive en un juego de cercanías y distancias, como en la foto tomada tras la entrevista, sepámoslo o no, con todos nosotros.
* Investigador del Conicet, profesor de la UBA. Autor de La historia política del Nunca Más. La memoria de las desapariciones en la Argentina, cuya segunda edición Siglo XXI publicará en septiembre.
pagina12.

viernes, 22 de agosto de 2014

LA NIETA 115

  "ANA LIBERTAD BARATTI DE LA CUADRA"


Por Sebastián Lacunza.-

Una abuela, Licha, y su nieta, Ana Libertad

Por Sebastián Lacunza.- En la madrugada del 6 de diciembre de 1977 fueron secuestrados más de cien niños. Se trató de operativos conjuntos en Buenos Aires, La Plata, Mar del Plata, Córdoba, Mendoza y las provincias de Entre Ríos y Misiones. Horas después, Marta Vásquez, cuya hija embarazada estaba desaparecida, vería cómo un camión del Ejército cargaba los muebles robados de un departamento en Callao y Juncal, el mismo en el que una patota del Batallón 601 se había llevado a adultos y niños.

Por: Sebastián Lacunza




En la madrugada del 6 de diciembre de 1977 fueron secuestrados más de cien niños. Se trató de operativos conjuntos en Buenos Aires, La Plata, Mar del Plata, Córdoba, Mendoza y las provincias de Entre Ríos y Misiones. Horas después, Marta Vásquez, cuya hija embarazada estaba desaparecida, vería cómo un camión del Ejército cargaba los muebles robados de un departamento en Callao y Juncal, el mismo del que una patota del Batallón 601 se había llevado a adultos y niños.

Ese mismo día por la mañana, un grupo de mujeres había pautado una reunión para elaborar listas de familiares desaparecidos. Entre otras, concurrirían Vásquez, Eva Márquez de Castillo Barrios,María Casinelli de Irureta Goyena(consuegra de Juan Gelman), Nora Cortiñas y Alicia Zubasnabar de la Cuadra. Esta última, Licha, tenía a esa altura dos hijos exiliados en Italia,Luis Eduardo (amenazado por la Triple A) y Soledad; un hijo desaparecido desde agosto de 1976,Roberto José, obrero de YPF y compañero de militancia de Raúl Bonafini; otra hija, Elena(embarazada, estudiante de magisterio), y un yerno, Héctor Baratti, desaparecidos desde febrero de 1977; y otros dos jóvenes parientes políticos secuestrados en Mar del Plata. Ana Libertad, hija de Elena y Héctor, había nacido el 16 de junio en cautiverio.

Aquella reunión de diciembre de 1977 congregó a parte del núcleo que meses más tarde formaría Abuelas de Plaza de Mayo. Licha, ama de casa, correntina de nacimiento, venía actuando como nexo de unas cuantas mujeres de La Plata que buscaban a hijos y nietos. Así fue como, por esos días, golpeó a su puerta María Isabel Chorobik de Mariani, Chicha, y en 1978 lo haría Estela Barnes de Carlotto"Abuelas se fundó en un sillón de tu casa", sería una gracia que escucharía Licha decenas de veces dentro de los organismos de derechos humanos. Casi como consecuencia lógica, Licha de la Cuadra fue la primera presidenta de Abuelas Argentinas con Nietitos Desaparecidos, nombre original de la organización que el martes pasado recuperó a Guido Montoya Carlotto.

De lo que Licha no estaba al tanto en aquella reunión del 6 de diciembre de 1977 era de que entre los secuestrados ese día se encontraban otro de sus yernos, Gustavo Fraire (sería arrojado al mar), pareja de Estela, y el pequeño hijo de ambos. Sin embargo, a diferencia de Ana Libertad, éste fue devuelto por los represores, como casi todos los niños capturados aquel día de fines de 1977.Estela de la Cuadra, militante en el Partido Comunista Marxista Leninista, como sus hermanos desaparecidos, partiría al exilio junto a sus hijos, primero en Brasil, luego en Suecia y finalmente en Italia.

"Mi madre nunca los va a perdonar y los va a perseguir", les dijo Laura Carlotto a sus torturadores en el campo de concentración de La Cacha, en La Plata. Héctor Baratti (arrojado al mar en diciembre de 1978, su cadáver fue identificado por el Equipo Argentino de Antropología Forense en 2007), yerno de Licha, tendría otro intercambio, de esos que marcan la conciencia de un país, con el sacerdote torturador Christian von Wernich, según reconstruyeron testigos alojados en la Comisaría 5ª de la capital provincial: "Ustedes nos acusan de subversivos, pero de qué pueden acusar a niños que tienen tres o cuatro días". "Los hijos pagarán el pecado de los padres", respondió Von Wernich, quien hoy pena prisión perpetua y da misa en el penal de Marcos Paz.

El camino de la búsqueda de los De la Cuadra llevó a los hermanos exiliados en Italia a pedir auxilio al españolPedro Arrupe, jefe de la orden jesuita. Arrupe le encargó a Jorge Bergoglio que colaborara en la búsqueda. Finalmente, un obispo auxiliar de La Plata, Mario Picchi, realizó averiguaciones entre los servicios de inteligencia. "La nena está con una buena familia", fue el mensaje de Picchi, quien luego se revelaría como un colaboracionista de los represores.

Licha de la Cuadra dejó de ser presidenta de Abuelas en 1982, cuando cedió el puesto a Chicha Mariani. Ese mismo año, su hija Estela regresó del exilio para luego trabajar en la detección de enfermedades transmisibles a través de la sangre en un hospital de La Plata. La familia siguió dos pistas que podrían haber dado con Ana Libertad, pero una de ellas resultó fallida y la segunda correspondió a otra familia de desaparecidos.

Hoy jubilada, le pregunto a Estela cómo era la relación de su madre con Estela de Carlotto y Chicha Mariani. "Se armó un espíritu colectivo, estaban muy embebidas una de otra. Mamá también mantuvo relación con Hebe (Bonafini), pese a las posiciones públicas que asumió".

"Busco a dos hijos, dos yernos y una nieta". Esa frase, difícil de escuchar, no es imposible de decir. Al menos, sale de los labios de Licha de la Cuadra en un documental. Quienes la conocieron la recuerdan con dulzura. Alicia Zubasnabar de la Cuadra era una persona que sonreía.

Estela sigue muy ocupada prestando testimonio, siguiendo los juicios, buscando a su sobrina. Entre sus últimas prioridades menciona la recuperación de un departamento en el Abasto que la dictadura le robó. Sus otros dos hermanos regresaron de Italia. Luis Eduardo, docente de teatro, en 2000, y Soledad, en 2008.

La aparición de Guido Montoya Carlotto le abre a Estela nuevas esperanzas. Lo dice su voz calma desde La Plata: "Nunca me olvido del martirio de los papás de este joven. Feliz por Estela, por las Abuelas y, por supuesto, por Guido. Me parece hermoso y va a influir muchísimo para que se acerquen muchos chicos con dudas sobre su identidad".

De las tres presidentas que tuvo Abuelas, Licha falleció en 2008 sin recuperar a Ana Libertad; Estela se reencontró con Guido el miércoles; y Chicha Mariani sigue buscando a Clara Anahí, arrancada de su propia casa en La Plata.

@sebalacunza      
 AMBITO FINANCIERO 22-08-2014
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Abuelas confirmó una nueva restitución de la identidad

Una búsqueda que empezó con una notita anónima

A la abuela "Licha" le dejaron un papelito debajo de la puerta de su casa, en julio de 1977. “16/6 la señora tuvo una nena, que no saben dónde está la nenita, los padres están bien, de la Cuadra”, decía. Ese fue el primer paso de la búsqueda de su nieta. Su hija Elena dio a luz a Ana Libertad el 16 de junio de 1977 en un calabozo de la Comisaría 5ª de La Plata.
  • Alicia “Licha” Zubasnabar de la Cuadra y su hija Elena, madre de Ana Libertad.
  • Alicia “Licha” Zubasnabar de la Cuadra y su hija Elena, madre de Ana Libertad.
  • Alicia “Licha” Zubasnabar de la Cuadra y su hija Elena, madre de Ana Libertad.
Por: Infojus Noticias
En julio de 1977 Alicia “Licha” Zubasnabar de la Cuadra encontró un papelito debajo de la puerta del departamento donde vivía en La Plata. “16/6 la señora tuvo una nena, que no saben dónde está la nenita, los padres están bien, de la Cuadra”, decía el anónimo que le confirmó que su hija Elena, secuestrada con cinco meses de embarazo, había dado a luz. Y ella se convirtió en la primera presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, la institución que hoy anunció con felicidad que una joven accedió a realizarse el estudio de ADN que confirmó que es hija de Elena y Héctor Carlos Baratti.
Cuando se llevaron a Elena y a Héctor la familia de la Cuadra ya sabía qué hacer. Para entonces sus hijos eran intensamente buscados por las fuerzas de la represión. Elena y Héctor militaban en el Partido Comunista Marxista Leninista (PCML), el 23 de febrero de 1977, poco después de la noche, los secuestraron junto a otras personas con las que estaban reunidos en un consultorio odontológico de La Plata. Cinco meses antes, el 2 de septiembre de 1976, una patota había secuestrado a Roberto José, el hermano de Elena.
Como ellos militaban en el el PCML y participaba del movimiento obrero en la región. A Roberto José se lo llevaron de la casa de sus padres, Licha y Roberto de la Cuadra. En el ‘77, también cayó Gustavo Fraire, esposo de Estela, otra de las hermanas de la Cuadra que entonces se vio obligada a partir al exilio. Y también el concuñado de Estela, Juan Raúl Bourg y a la esposa de éste, Alicia Rodríguez de Sáenz.
Dos días después del secuestro de Elena, sus padres presentaron un habeas corpus por ellos. Y contactaron a un obispo que los mandó a ver al vicario castrense Emilio Graselli. En 2011, cuando Estela de la Cuadra declaró en el juicio por el plan sistemático de robos de bebés ante Tribunal Oral Federal Nº 6 llevó una valija con apuntes de esa búsqueda. Estaba el hábeas corpus y, de puño y letra los apuntes que Roberto de la Cuadra tomó de la reunión con Graselli.
“Dice que Elenita estaba bien, que estaba en los alrededores de La Plata”, leyó Estela ante los jueces y aclaró que el vicario castrense les aconsejó dejar la búsqueda. También les dijo que volvieran, que si Elena pasaba a disposición del Poder Ejecutivo entonces, quizá, podía ayudarlos.
La valija que llevó Estela al juicio demuestra que no lo hicieron, no dejaron de buscar a sus hijos, ni a su nieta. En el archivo de la familia de la Cuadra está cada anónimo que recibieron con noticias de Elena, de su esposo Héctor y de la bebe que nació en cautiverio y llamaron Ana Libertad. También los datos de su historia que pasaron de boca en boca entre los detenidos desaparecidos que compartieron cautiverio con ellos en la comisaría Quinta de La Plata, un centro que funcionó bajo el mando del entonces coronel Ramón Camps, y de la Dirección General de Investigaciones a cargo de Miguel Etchecolatz.
En agosto de 1977, Luis Velasco, uno de estos sobrevivientes se contactó con la familia de Elena. Les contó que había estado con Héctor en la comisaría, y que “él estaba obsesionado porque si alguno salía con vida le avisara a los abuelos del nacimiento de Ana Libertad”. Por el testimonio de otros liberados, entre ellos Adriana Calvo, la familia de la Cuadra pudo saber que la nena estuvo unos días con su madre en esa comisaría, después la pesaron y la arrancaron de sus brazos.
En 2012, en el juicio por Circuito Camps ante Tribunal Oral Federal 1 de La Plata, Osvaldo Lovazzano, otro sobreviviente, contó que sin bien no conoció ni a Héctor, ni a Elena, cuando lo liberaron una mujer que continúa desaparecida le rogó que se comunicara con los “de la Cuadra, acordate de la calle, del cordón, (l)e decía”. Al tiempo venció el miedo y se acercó hasta la Plaza San Martín frente a la gobernación, donde Licha y otras Madres hacían la ronda. A los 92 años, Licha falleció sin haber encontrado a su nieta, pero sus tías y primos la siguieron buscando.
Elena dio a luz a Ana Libertad el 16 de junio de 1977 en un calabozo de la Comisaría 5ª de La Plata. Nunca más se supo de ella. En diciembre de 2009, el Equipo Argentino de Antropología Forense identificó el cuerpo de Carlos Baratti: había sido enterrado como NN en el cementerio de General Lavalle. Su cuerpo había sido arrojado al mar en un vuelo de la muerte.
INFOJUS NOTICIAS 

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Martes, 3 de mayo de 2011
De la Cuadra mostró las cartas que su padre intercambió con el jesuita en 1979 mientras buscaba a su hija

“¿Por qué no citan a Bergoglio?”

Estela de la Cuadra, hija de la primera presidenta de las Abuelas de Plaza de Mayo recordó que el cardenal declaró que hace diez años supo del robo de bebés cuando en realidad su padre le pidió ayuda en plena dictadura. La fiscalía pidió que se cite a Bergoglio.

Por Alejandra Dandan
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El cardenal Jorge Bergoglio se entrevistó con el padre de Estela de la Cuadra en 1979.
Licha de la Cuadra era Alicia Zubasnabar de la Cuadra, la primera presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo. Ayer, durante casi cuatro horas, el Tribunal Oral Federal 6 escuchó el testimonio de una de sus hijas, que llegó a la audiencia con una enorme valija de viaje. Adentro de la valija, Estela de la Cuadra tenía papeles que uno a uno sacó durante todo el relato, papeles con los que las Abuelas documentaron la búsqueda desesperada de sus nietos con originales de las solicitadas, las cartas a la Corte Suprema de Justicia de la Nación, al entonces arzobispo Raúl Primatesta y al ahora cardenal Jorge Bergoglio. Estela, que aún sigue buscando a Ana, la hija de su hermana, volvió a preguntarle al Tribunal lo que pregunta en cada uno de los juicios: “¿Cómo es que Bergoglio dice que hace sólo diez años sabe del robo de bebés?”. Y preguntó varias veces: “¿Por qué no lo citan? ¿No amerita que diga qué pasó con Ana de la Cuadra?”. El fiscal Martín Niklison recogió el mensaje al final de la audiencia y acompañado por las querellas de Abuelas de Plaza de Mayo y de María Isabel Chorobick de Mariani pidió al Tribunal esa misma citación.
Estela declaró en nombre de sus padres, que empezaron con la búsqueda de su hija y de su nieta, pero ahora están muertos. Elena de la Cuadra cayó secuestrada el 23 de febrero de 1977, con un embarazo de cinco meses. Con ella se llevaron a otros compañeros y a su pareja, Carlos Baratti. “Los vecinos dicen que sale primero una mujer embarazada, un hombre alto y otras personas. Por supuesto que con el tiempo sabíamos que esa mujer embarazada es mi hermana Elena de la Cuadra.”
Elena estuvo en la Comisaría 5ª de La Plata, convertida en centro clandestino. Para entonces, eran una de las familias perseguidas de la zona. La patota se había llevado a uno de sus hermanos, Roberto José, militante del Partido Comunista Marxista Leninista, compañero de la pareja de Elena y obrero de YPF. La escena del secuestro es una de las imágenes que muestran el rol que Licha ocupó poco después, entre los familiares de los desaparecidos: “La patota llegó a buscarlo a la casa de mamá”, dijo Estela. Allanaron la casa y como él no estaba se llevaron a la madre. “Cuando Licha llega al hall de entrada, mi hermano estaba apoyado contra el portero eléctrico, apretado por la patota.
–¿Este es tu hijo? –preguntaron a la mujer.
–No –dijo ella–. Yo nunca vi a esta persona.
En ese momento, su hijo la miró. Desde algún otro lado alguien corría diciendo que era quien era, la patota le encontró los documentos y lo identificó.”

La búsqueda

Dos días después del secuestro de Elena, y ya entrenados en la búsqueda, los padres presentaron hábeas corpus. Contactaron al obispo Serra, que los mandó a ver al secretario del vicariato castrense, Emilio Graselli: “Graselli dice que Elenita estaba bien, que estaba en los alrededores de La Plata. Mis padres le pidieron precisiones, pero él les dijo que no: ‘Va a ser peor para ella, ustedes van empezar a dar vueltas, y eso es peor’”. También les dijo que volvieran, que si Elena pasaba a disposición del Poder Ejecutivo entonces, quizá, podía ayudarlos.
Desde ese momento hasta comienzos de julio de 1977 –cuando se produjo el nacimiento de Ana– e incluso después, la familia recibió mensajes por abajo de la puerta de la casa o al teléfono con noticias de Elena y del nacimiento de la niña. Uno de los mensajes –supieron años después– se los dejó Adriana Calvo, ex detenida-desaparecida. En julio les dejaron uno de los papelitos que Estela guardó y ayer sacó de su enorme valija: el “16/6 la señora tuvo una nena, que no saben donde está la nenita, los padres están bien, de la Cuadra”.
Licha empezó a reunirse con las Madres en la Plaza los jueves mientras su marido daba vueltas en la vereda, alrededor. Parte de la familia se había disgregado. Además de los dos hijos desaparecidos, otros dos emigraron a Italia. El 6 de diciembre, los visitó un servicio: “No sé si eran servicios o algo así –dijo Estela–. Le dicen a papá que Elena está mejor, que ahora se la trata bien, que está junto con la nena, liberada, pero oh casualidad –explicó enseguida–, ese mismo 6 de diciembre la patota levanta a mi marido y a mi hijo mayor, para llevarlo al circuito del Atlético, Banco, Olimpo”.

Bergoglio

La familia De la Cuadra mantenía una relación histórica con la Iglesia. Una parte de la familia, fundadores del pueblo de Balcarce, había donado campos a la Iglesia. Y por entonces ellos tenían relación con Pedro Arrupe, general de la Compañía de Jesús, que había estado en Argentina y se había ido a Japón becado por los De la Cuadra. En ese contexto, el padre de Estela les pidió a los hijos que estaban en Italia que lo busquen para pedirle por la niña. Los hermanos lo hicieron. Tuvieron una audiencia en Roma. Arrupe les dijo que no había problema: “Que iba a conectarse con el provincial de los jesuitas, Bergoglio, en una reunión próxima en Buenos Aires”.
La reunión se haría uno o dos meses más tarde. Arrupe le pediría a Bergoglio que se ocupe de la situación. “Mis hermanos le comentan el resultado del encuentro a mi padre, pasa el tiempo y mi padre intenta ver a Bergoglio, hasta que finalmente es recibido por Jorge Bergoglio. Acá –dijo Estela– tengo la notita. Bergoglio le dio una carta a mi padre en la que le dice, claramente, al obispo auxiliar de La Plata que interceda y se ocupe del caso.”
Con esa carta, Mario Piqui –el arzobispo de La Plata– recibió al padre de Estela. “Voy a ir a ver al vicegobernador”, le dijo y en ese encuentro supo que la niña había nacido y había sido regalada. “Espere un poco”, le dijo al padre de Estela. “En diciembre, con el cambio de jefatura, va a subir alguien que fue alumno mío y no me va a negar una gauchada.” Lo hizo, pero el resultado fue la misma contestación: que la tenía “un matrimonio bien, no hay vuelta atrás, eso es lo último que se tiene”.
El año pasado, Bergoglio declaró como testigo en la causa ESMA, en el marco de la investigación por el secuestro de los sacerdotes Orlando Yorio y Francisco Jalics. La abogada Myriam Bregman le preguntó si sabía del robo de niños. Bergoglio –recordó Estela en la audiencia– dijo que lo supo hace diez años.
“Yo creo haber demostrado con las cartas que mandamos a la Conferencia Episcopal en el año ’79 el conocimiento y la preocupación que había; también hay documentos respecto de cómo se divulgaron las noticias de la desaparición de personas y de los niños: nadie puede decir que no conoce”, indicó. La negación, dijo, “es inmoral, eso es burlarse de las cosas que estos hombres y mujeres hicieron. El no sabe dónde están, pero qué pasó y cuál es el mecanismo tiene mucho para decir y acá está la carta de mi padre”. En ese contexto, pidió que lo citen, preguntó de viva voz a la Fiscalía si lo haría y luego al Tribunal. La presidenta María del Carmen Roqueta esperó los tiempos del ritual judicial, y cuando la Fiscalía formalizó el pedido, explicó que iban a analizarlo.
Estela también se exilió pasado unos meses. Recuperó a su hijo un día después del secuestro; su marido, Gustavo Fraire, continúa desaparecido.
En diciembre de 2009, el Equipo Argentino de Antropología Forense identificó el cuerpo de Carlos Baratti: había sido enterrado como NN en el cementerio de General Lavalle. Estela está convencida de que sus restos ahora van a servir para seguir buscando a su hija. “Los ojos expertos en la lectura de los huesos dicen que fue muy torturado en momentos muy cercanos a ser tirado al mar, que fue tirado vivo, y que una cosa son las heridas de cuando te tiran del avión y que otra son las heridas vivas que estaban cicatrizando antes del avión.”
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domingo, 3 de agosto de 2014

EL MINISTRO DE LA CORTE RAUL ZAFFARONI HABLA DEL ENFRENTAMIENTO CON LOS BUITRES


“Esto es un escándalo jurídico”

Preocupado por lo que ve como un avance de los poderes económicos sobre las instituciones, critica duramente a sus colegas de EE.UU. y propone que la administración fraudulenta de negociaciones internacionales sea imprescriptible.


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No tiene problema en admitir que lo que está pasando en Estados Unidos, donde una “Corte provincial” puede arruinar la vida de millones de personas, le provoca miedo. Y avisa de la bancarrota de un sistema legal muy influenciable por el dinero. Raúl Zaffaroni sabe que lo van a criticar, pero propone que administrar los asuntos públicos haciendo cosas como entregar la jurisdicción al extranjero o armando una arquitectura financiera para beneficiar a otros sea un delito imprescriptible, tratado como un caso de derechos humanos.
–Como jurista y no como ministro de la Corte, ¿qué reflexión le merece la situación que plantean los llamados fondos buitre?
–Veo esto con un poco de miedo. Para decir la verdad, con mucho miedo. Como diría Galeano, todo parece patas arriba. Si trajésemos a alguien que hubiese dormido unas décadas, no podría entender nada. Tengo miedo por el mundo, esa es la verdad. El poder político, el de los Estados, está sobrepasado por el poder económico de oligarquías, de pequeños grupos de personas que manipulan a su gusto los medios de comunicación y el poder económico, que hacen lobby y pagan honorarios a profesionales de altísima especialización en estas maniobras. Lo digo más claramente: siempre ha habido y es inevitable que haya vínculos y acuerdos entre los poderes político y económico, pero ahora el primero tiende a desaparecer o a ser manejado completamente por el segundo transnacionalizado. Este mundo comenzó hace cien años cuando un adolescente con una pistola mató a un príncipe aprovechando el error del chofer, que se metió por la calle equivocada, y eso sirvió de pretexto para que las industrias bélicas destrozasen la opereta de uniformes vistosos y coronas y sacrificasen a decenas de millones de jóvenes y población civil en una guerra de devastación de Europa. Como cantaba Gardel en “Silencio”, se mataron y nació un mundo nuevo, en donde el poder económico, después de un siglo, va ocupando por completo al político.
–¿Se refiere a que la decisión del juez Griesa está condicionada y al margen del gobierno de Estados Unidos?
–Aquí está la cuestión. ¿El gobierno de Estados Unidos es Obama? Se trata de un país cuyo gobierno conserva la separación de poderes de Montesquieu. Tuvo el mérito de hacer hace doscientos años lo que los europeos habían pensado y no habían hecho: la república. Bien. Griesa parece ser un personaje omnipotente, cuando en realidad es un juez casi municipal, de trocha muy angosta. No es un juez federal siquiera, sino algo así como un juez de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, y salta a la fama mundial como el único ogro de la historia. Esto plantea dos cuestiones diferentes. Primero, el actor principal de todo esto no es Griesa, sino el Poder Judicial norteamericano, en última instancia, su Suprema Corte. Fue la famosa y muchas veces citada Suprema Corte de Estados Unidos la que hizo el despropósito jurídico de patear una cuestión que pone en jaque a un país entero. Ni siquiera tuvo el coraje de darle la razón a Griesa, sino que simplemente, en el equivalente a lo que nosotros en la jerga llamamos “un 280”, dijo “esto no me interesa tratarlo”. ¿Cómo me explica alguien que la famosísima Corte, tan respetuosamente citada porque siempre “queda bien”, haya dicho que no le interesa el destino de una negociación de muchos miles de millones de dólares que compromete a un país y quizá el destino de unos cuantos más? Esto es un escándalo jurídico. Si lo hubiese hecho la Corte argentina nos insultarían en todos los tonos y con razón. Nos dirían que somos una burocracia irresponsable. Y, por cierto, la Suprema Corte norteamericana es parte del gobierno de los Estados Unidos.
–¿Considera que los lobbies han operado sobre la Corte norteamericana?
–No conozco ni puedo afirmar nada al respecto, pero tampoco me extraña nada, porque la Suprema Corte norteamericana no necesita muchos lobbies para incurrir en despropósitos jurídicos. Tengo la suerte de pertenecer a una Corte Suprema que en su historia se ha equivocado muchas veces, pero ni de lejos alcanzó el nivel de aberraciones de la Suprema Corte norteamericana. Por suerte, nuestra Corte nunca declaró constitucional la esclavitud y precipitó una guerra civil, tampoco y mucho más cercanamente declaró la constitucionalidad del apartheid, ni dijo que estaba bien que los negros fuesen en un vagón y los blancos en otro, ni consideró adecuada a derecho la prohibición de matrimonios entre negros y blancos, ni tampoco legitimó –con el voto del famosísimo juez Holmes– la esterilización de discapacitados. Seguramente esa no es la jurisprudencia de esa Corte que suele citarse con reverencia, pero está. Es un tribunal cuya historia tiene más sombras que luces.
–¿Cómo se explica que nos hallemos hoy en esas manos?
–Esa es la segunda parte de la cuestión y respecto de la cual tenemos que pensar en el futuro. Nuestros propios gobiernos cedieron la soberanía nacional, sujetándonos a un tribunal provincial extranjero y a una Suprema Corte que declara no interesarle nada, en favor de unos especuladores con capacidad para pagar abogados y hacer lobbies. Si alguien administra las propiedades de una viuda o de un huérfano y lo hace en su perjuicio, va preso, conforme a nuestro Código Penal, por el delito de administración fraudulenta, la vieja Untreue alemana, que introdujimos en nuestra ley hace unos cincuenta años. Pero si administra toda la economía de la Nación y entrega la jurisdicción, que es expresión consustancial de la soberanía. ¡Ah! Entonces da cátedra y consejos. ¿A qué punto hemos llegado? ¿Le podemos seguir exigiendo a la ciudadanía que crea en el derecho y lo respete? ¿No nos damos cuenta de que estamos socavando la base ética elemental del derecho? Creo que lo primero que debemos hacer con miras al futuro es reformar la ley y declarar imprescriptible la administración fraudulenta en perjuicio de los intereses nacionales en toda negociación internacional que comprometa sustancialmente la economía nacional. Sé que me colgarán cualquier cartel para descalificar esta opinión, pero el mundo penal internacional viene pensando estas cosas desde hace algún tiempo.
–¿Cree que es viable?
–Más que viable, creo que es urgente. En la literatura penal de los últimos años se habla mucho de esto. Cito, por ejemplo, un pequeño gran libro muy reciente de Naucke, que no es ningún improvisado, sino un respetado profesor emérito, que lleva por título Una aproximación al hecho penal político-económico. Naucke dice que hace un siglo, cuando se quiso responsabilizar penalmente al emperador alemán al final de la Primera Guerra, muy respetados juristas dijeron que era una aberración, y hoy nos parece natural la responsabilidad penal de jefes de Estado por delitos de lesa humanidad, más allá de que escapen o no a la Justicia. Señala con razón que nuestro derecho penal se formó con la Ilustración, en contra del poder arbitrario de los estados, pero que hoy el poder arbitrario es económico, y no hay instrumentos penales para contenerlo. El camino a seguir será análogo al que siguieron los delitos contra la humanidad cometidos por los políticos abusando del poder de los estados. Se trata de hechos políticos abusando del poder económico y también pueden causar muchos millones de muertos.
–Sería una innovación completa en el derecho...
–En algún sentido, no tanto. El propio Naucke lo recuerda. Lo que el denomina “hecho penal político-económico” en cuanto a responsabilidad de los particulares, es una cuestión que se abrió con los juicios de Nuremberg. Aunque no todos fueron condenados, se sometió a juicio a quienes se beneficiaron de la mano de obra esclava o a quienes contribuyeron a las masacres, fuera de sus actividades empresariales normales, incluso a los que vendían el gas para matar en los campos de exterminio.
–Pero eso parece ser algo diferente.
–Sí, lo es, pero abrió el camino jurídico. Muchos años más tarde, después de la caída del Muro de Berlín, se acusó a los jerarcas de la República Democrática Alemana, en particular a su presidente, Honecker, no sólo por las muertes en la frontera interalemana, sino también por administración fraudulenta en perjuicio de la propiedad socialista y el quebrantamiento de la confianza, definidos en el propio Código Penal de la Alemania comunista de Honecker, lo que sin duda era una acusación por delito político-económico. Unos años después, en 2010, fue acusado el ex primer ministro de Islandia por equivocadas decisiones financieras de gobierno, porque omitió lo necesario para evitar la crisis, y en este caso ni siquiera por conducta dolosa o intencional, sino que se lo acusó por negligencia. Estas cuestiones están llamando muchísimo la atención de los penalistas de todo el mundo. El mes próximo, el grupo de los llamados “jóvenes penalistas” de la Asociación Internacional se reúne en San Pablo para discutir el problema del abuso del poder económico, y me invitaron a pronunciar la conferencia de apertura. Hace tres meses apareció en Barcelona un libro colectivo sobre el tema, coordinado por Iñaki Rivera Beiras. Me parece que el tema está explotando en el mundo penal.
–¿En el anteproyecto de Código Penal no lo incluyeron?
–No, la nuestra es una comisión austera. Los técnicos no podemos proponer decisiones fundamentales de política criminal internacional. Eso lo debe decidir el poder político. Podemos asistirlos, asesorarlos, pero nos marcamos como límite ordenar y racionalizar un poco lo que hay en las leyes vigentes, agregar cosas indispensables, que se caían por maduras, como los delitos ecológicos, pero este tema exige debate político y decisión responsable de esos poderes.
–¿Propone algo respecto de lo que haya que hacer en la situación actual?
–En primer lugar, no es mi función asesorar al Gobierno y, en segundo término, no es mi materia y, aunque pasé por la política, no me acostumbré a hablar de lo que no sé. Lo que podría decir es por mera intuición jurídica.
–¿Y le dice algo su intuición jurídica?
–Bueno, si me apura, le diría que me indica que habría que explorar la posibilidad de demandar a los fondos buitre. En principio, parece claro y hay pruebas de que no son adquirentes originarios de bonos, sino que los compraron para interferir o desbaratar negociaciones como medio extorsivo. Esto no será delito, pero en sede civil es una conducta dolosa. No hay buena fe en la compra, es una compra con propósito avieso, doloso, malintencionado, en síntesis, inmoral. Cualquier estudiante sabe que la buena fe es el presupuesto jurídico de toda transacción. El daño de esta conducta inmoral se produce en el país. No sé si se podría demandar aquí, en Estados Unidos o en algún otro lado. Le reitero que no es mi materia, pero la intuición me indica que habría que explorar esta posibilidad. Insisto en que esto es mera intuición, pero creo que deberían analizarla los que saben de estas cosas.
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