martes, 27 de abril de 2010

El proceso de recomposición

Por Rubén Dri *

Después de la pueblada del 19-20 de diciembre del 2001, por caminos inesperados, profundos reclamos de los sectores populares comenzaron a ser respondidos en forma positiva desde el Estado que comenzó la titánica tarea de su recomposición. El 2001 nos había encontrado con los restos esparcidos del Estado y con un pueblo que había comenzado su recuperación en los movimientos sociales, pero que no encontraba el rumbo de la recomposición política. Diversas medidas del Gobierno, como la renovación de la Corte Suprema de Justicia, la política de derechos humanos, el descabezamiento del Ejército, la no represión de la protesta social, la anulación de las leyes de impunidad, el juicio a los genocidas, la política exterior orientada en primer lugar hacia los países latinoamericanos fueron mostrando un gobierno que no respondía a los cánones del neoliberalismo que nos había llevado al desastre. Todo ello planteó un problema recurrente para los movimientos o partidos que desde la izquierda o desde lo popular se plantean la lucha por una nueva sociedad liberada. Efectivamente, cuando el gobierno es reaccionario, la tarea aparentemente se facilita. “Aparentemente”, digo, porque el espacio propio aparece con claridad. Es la “oposición”, pero ese espacio queda acotado por lo mismo que lo abre, la “oposición”. No se puede pasar más allá. El terror es ser “oficialista”.

Si el Gobierno no es reaccionario y, por el contrario, muestra aristas claramente populares, como es el caso del gobierno anterior, de Néstor Kirchner, y del actual, de Cristina, menester es demostrar que todas esas medidas son falsas, realizadas con torcidas intenciones. El Gobierno es lo peor que se pueda pensar, es la peor derecha que haya existido en el país. Ya no basta decir que es de derecha, menester es agregarle el adjetivo de “fascista”. Es lo que, distorsionando increíblemente la realidad, dice el discurso de Proyecto Sur. Por otra parte, el gobierno de Kirchner, mirado desde la concepción del movimiento popular, tiene un defecto de origen. No es la expresión de un movimiento popular, sino que es fruto circunstancial de componendas superestructurales. Además, no ha demostrado demasiado interés en impulsar la creación y el desarrollo de las organizaciones populares autónomas. Indefectiblemente, el proyecto nacional con medidas que cada vez más lo acercaban a lo popular iba a chocar con los intereses concentrados que se habían formado en la noche de la década del ’90. Es así que cuando intenta que las superganancias que produce la soja sean recortadas mediante retenciones, las corporaciones agrarias hegemonizan un movimiento “destituyente”, como lo denominara Carta Abierta. Se trata de un golpe de Estado de nuevo tipo.

Esta lucha puso al descubierto la debilidad de la construcción de poder del kirchnerismo y la lucha terminó en la derrota del Gobierno. Es cierto que el proceso golpista o destituyente no logró lo máximo, es decir, la renuncia de la Presidenta, pero logró debilitarlo en gran manera. La culminación se dio en las elecciones legislativas, en las que un conglomerado se alzó con la victoria, anunciando que comenzaba una nueva época, ahora sí “republicana”. Pero, por una parte, el Gobierno no se paralizó sino que, por el contrario, avanzó políticamente, tomando decisiones que favorecen a los sectores populares. Paradójicamente, algunas de las medidas más importantes para los sectores populares las tomó luego de la derrota. Por otra parte, el conglomerado opositor, conformando una especie de renovación de la “unión democrática”, mostró que fuera de oponerse no tiene nada que ofrecer.

La nueva era prometida por los componentes de dicho conglomerado comenzó a ser una realidad, pero no por obra de ellos, sino de los sectores populares que iniciaron con vigor el proceso de reconstrucción del sujeto popular. Nuevas corrientes energéticas comienzan a cruzar el campo popular. Mientras los opositores, en connivencia con determinados ámbitos judiciales, paralizan iniciativas del Gobierno, los sectores populares comienzan a ocupar el espacio que deben ocupar, el espacio público, las calles, los parques, las plazas. La política vuelve a la escena. Se terminó la pasividad, la sensación de estar derrotados. El 11 de marzo, convocados por el Movimiento Evita, los sectores populares hicieron chico al club de Ferro para abarcarlos. Un día después, el 12 del mismo mes, miles de clasemedieros convocados por el programa 6 7 8 inundaron Plaza de Mayo. De esta manera, las dos columnas sociales que conforman el movimiento popular, sectores populares y sectores de clase media, se movilizaron. Estas dos columnas, que nunca debieron estar separadas, marcharon juntas el 15 de este mes en defensa de la ley de medios audiovisuales, mostrando que el movimiento popular comienza a ser sujeto en serio, es decir, ese movimiento multitudinario que se pone como sujeto, que actúa, que decide.

Profesor consulto de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA).

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viernes, 23 de abril de 2010

La gota que horada la piedra

PERFILES > ESTELA BARNES DE CARLOTTO

Por Marta Dillon


Aunque parezca contradictorio, Estela Barnes de Carlotto tiene mala memoria. Lo asume frente a la foto de su hija Laura, cristalizada para siempre en una sonrisa de 18 años, el pelo negro, los ojos profundos, la alegría de una recién casada que ahora está ahí, aislada de la fiesta que fue en esa foto que su madre recortó y llevó mil veces sobre el pecho y en carteles, la misma que al principio de su búsqueda creyó que le iba a facilitar el encuentro con su nieto, Guido. Es que la memoria es un ejercicio que para esta mujer, necesariamente, se ancló en determinados hechos, determinadas frases, algunas pocas cotidianas, la mayoría dramáticas. Estela puede repetir sin equivocarse la frase que le dijo Reynaldo Bignone, el represor que se apropió de la presidencia de la república en el último tramo de la última dictadura militar argentina y que ahora, esta misma semana, por fin fue condenado por delitos de lesa humanidad a 25 años de prisión en una cárcel común. De esa frase se acuerda a fuerza de repetirla en juicios. Y también porque significaba la certeza de que no volvería a ver a su hija con vida. “Señora, usted ve lo que está pasando. Uno les dice que se entreguen voluntariamente, que se les reduce la pena porque ese lugar de rehabilitación que hemos inaugurado existe. Pero ellos se van del país y nos siguen fustigando o se quedan. Yo hace unos días he estado en Uruguay en las cárceles donde están los tupamaros, y le puedo asegurar que allí se fortalecen y hasta convencen a los guardiacárceles. Eso no queremos que pase aquí, señora; acá hay que hacerlo, hay que hacerlo...”. “Hacerlo” era la manera de nombrar el genocidio. “Hacerlo” fue, en el caso de Laura Carlotto, unos cuantos disparos, a la cabeza y en el vientre, tal vez con la idea de borrar las marcas del embarazo y el parto reciente. Pero los detalles nimios, esos que construyen la relación entre madres e hijas, esos retazos se le pierden en los laberintos de su memoria donde la ausencia gana terreno aunque no le quite voluntad. Ella es la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, la segunda después de que Chicha Mariani renunciara a ese lugar, la cara visible de un reclamo que excedió los límites de la militancia de Derechos Humanos y se coló en ficciones y canciones, en ciclos de teatro y en la conciencia de la mayoría. De alguna manera, la gestión de Estela Barnes de Carlotto, maestra, directora de escuela ahora jubilada, madre de cuatro hijos y abuela de una decena de nietos, logró ese efecto de gota que horada la piedra. Y no es sencillamente que el reclamo de las Abuelas apele a víctimas sin rasgos de dudas sobre su inocencia porque apenas habían nacido cuando fueron secuestrados, sino porque junto a sus compañeras lograron llenar de sentido ese reclamo e imponer la palabra “apropiación” por sobre la falsa adopción y los supuestos cuidados que las y los apropiadores brindaron a los secuestrados. Algo habrá tenido que ver su cuidado discurso, conciliador discurso, propio de una docente acostumbrada a reinar en el aula. Algo habrá tenido que ver su imagen invariable a lo largo de los años, el pelo de peluquería, los ojos maquillados, la elección de no lucir pañuelo y de entrevistarse con todos y cada unos de los presidentes que inauguraron la democracia que ya lleva 28 años sin interrumpirse, mientras la mayoría de los familiares de las víctimas del genocidio se negaban a tener relaciones diplomáticas con quienes aseguraban la impunidad de los victimarios. Curiosamente, al único presidente que no le pidieron audiencia fue a Néstor Kirchner. Y éste fue el único que las convocó por decisión propia, sellando una alianza que logró mellar de alguna manera su imagen impoluta. Ese acercamiento a la política institucional, su defensa de la gestión kirchnerista, una presidencia corta y conflictiva al frente de la Comisión Provincial de la Memoria —en la que fue acusada de mal manejo de los fondos públicos— además de un puesto de funcionario —titular de la Secretaría de Derechos Humanos de la provincia de Buenos Aires durante la gestión de Felipe Solá— para su hijo menor, Remo, fueron cuestionamientos que soportó siempre con el mismo tono. El tono medido que usó, también, para defender a Aníbal Ibarra cuando la tragedia de Cromañón terminó con su destitución; aunque se le haya ido un tanto la boca cuando acusó a los padres de las víctimas de ese incendio de delincuentes. Nada de eso, sin embargo, logra empañar la gestión de las Abuelas, así en plural, aunque ella sea su cara más visible, ni tampoco su figura de señora de clase media que sabe que tiene que hablar en los códigos de su clase para ser entendida por la mayoría, para que el reclamo de recuperación de la identidad de los ahora jóvenes apropiados sea un reclamo común, una causa del más estricto sentido común, lo más puro de los Derechos Humanos. Más de cien jóvenes saben ahora cuál es su verdadera historia gracias al trabajo constante de estas mujeres. Muchos más todavía esperan recuperar su historia aunque eso ni siquiera cuente aún en la lista de sus deseos. Es ese trabajo el que consigue ahora mismo poner en jaque al monopolio de Ernestina Herrera de Noble más que ninguna otra cosa por la sospecha de que los jóvenes anotados fraudulentamente como sus hijos sean hijos de desaparecidos. Es que las Abuelas, con Carlotto como presidenta, han trazado una línea que no se puede cruzar. Han hecho comprensible para la mayoría cuál es el valor de la verdad. En la misma semana en que ese hombre que le advirtió que el destino de su hija era la muerte para entregarle graciosamente el cuerpo masacrado de Laura era condenado, las Abuelas recibieron la noticia de que eran candidatas para el Premio Nobel de la Paz. Tal vez eso no quiera decir demasiado, tal vez sólo signifique el desahogo económico para seguir en su lucha; no deja de ser un reconocimiento. Aunque el premio real sean esos 101 nombres que ahora se inscriben con la tinta indeleble de la verdad. 101 nombres que no sólo alientan a las Abuelas sino también a quienes aún no han logrado resolver qué hacer con esas dudas que cuestionan no sólo la identidad personal sino la de toda una generación.

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sábado, 10 de abril de 2010

DE ESO YA SE HABLA

Por Osvaldo Bayer


Poco a poco, la ética se está adentrando en la interpretación de nuestra historia. Hace unos días, en el propio salón de actos de la Legislatura de Buenos Aires, se realizó un encuentro en el cual se puso el acento en lo que nos pasó a los argentinos en el tratamiento de los pueblos originarios que viven desde hace siglos en estas tierras. Sí, justo allí. En ese edificio, donde hace muy poco se echó la culpa de todos nuestros males a los “trapitos” y a los “limpiavidrios”, se hizo un análisis histórico y se debatió con total amplitud cómo fueron traicionados los principios de Mayo en nuestra historia posterior, basada en el derecho del más fuerte, en el poder de los dueños de la tierra, en los políticos personalistas, en dictaduras militares cada vez más repetidas, y en el atroz proceder racista contra los pueblos originarios.

Se discurrió acerca de la docencia sobre la base de la Libertad y la Verdad, el respeto a los intereses mutuos, y cómo llegar a eso que repetimos al cantar el himno: “ved en trono a la noble igualdad”. Cómo concretar esas sabias palabras de Esteban Echeverría, escritas en 1837: “Asociación, progreso, libertad, igualdad, fraternidad, términos correlativos de la gran síntesis social y humanitaria, símbolos divinos del venturoso porvenir de los pueblos de la humanidad. La libertad no puede realizarse sino por medio de la igualdad, y la igualdad, sin el auxilio de la asociación o del concurso de las fuerzas individuales encaminadas a un objeto: el progreso continuo. El camino para llegar a la libertad es la igualdad. La Igualdad y la Libertad son los principios engendradores de la Democracia”.

¿Dónde quedó esa democracia un siglo después, con la serie de dictaduras militares que llegaron a su más alto índice de abyección con el sistema de la desaparición de personas y el robo de los niños a sus madres? Es increíble. Del pensamiento de Mayo a la picana eléctrica de Uriburu-Lugones.

Lo que nos caracteriza a los argentinos de lo que hicimos con el Pensamiento de Mayo de un Mariano Moreno, un Belgrano o un Castelli, lo tenemos allí: en la Diagonal Sur. A esos pensamientos libertarios, tan libertarios que emocionan, los convertimos en el bronce para hacer la estatua del genocida Roca. Justo un producto de aquella Década Infame que comenzó Uriburu en el ’30 y prosiguieron los políticos de la hipocresía desmandada: el Fraude Patriótico. Y desde ese momento, Roca, el genocida, nos ha marcado el ritmo a los argentinos: no el “ved en trono a la noble igualdad en Libertad”, sino el latifundio, los niños con hambre y las villas miseria.

Sí, fue en el salón de la Legislatura donde –no por supuesto por parte de los legisladores, claro está (aunque algunos de ellos estuvieron en las primeras filas del público dando su solidaridad con los estudios históricos que allí se debatieron)– se realizó esa fiesta de la libertad de ideas y de opiniones. Comenzó con un prólogo de música de la tierra, con esa música profunda, sencilla, como ecos de trinos de mil aves distintas. Y se leyeron poesías acerca de la tierra y su gente escritas por monseñor Angelelli, aquel obispo mártir, asesinado por los uniformados de turno. Ese obispo, además de luchador inclaudicable de los derechos de la gente de la tierra, los describía en idioma poético. Poesías para recitar al compás de guitarras gauchas, para enseñar en nuestras aulas. Angelelli, cuyo cuerpo quedó tirado en la ruta sólo porque quería la dignidad para toda su gente, la gente humilde, de andar pausado que sabe acariciar a la naturaleza.

Decíamos que hay como un renacer de esa temática en las nuevas generaciones. Por ejemplo, lo notamos en las creaciones cinematográficas. Acaba de editarse Octubre pilagá, un documental de Valeria Mapelman. Es el relato de la investigación sobre la masacre cometida en 1947, en el norte argentino, con los pilagás, un pueblo ancestral de aquellas regiones. Cientos de pilagás fueron asesinados en la forma más brutal por la Gendarmería Nacional. Fue en el segundo año del gobierno de Perón. Jamás se ordenó una investigación del hecho. Hay todavía testigos sobrevivientes de la matanza. Con sus rostros se ocupan las cámaras. Tienen la sabiduría del tiempo y hablan pausadamente, sin levantar la voz. Relatan cómo se los encerró en un lugar conocido como La Bomba y se los baleó impunemente. Los ojos tristes, la voz pausada. Detalle por detalle. La sabiduría que va dejando la vejez y la vida humilde. No hablan de venganza, sí de lo injusto. De la incomprensión. Rostros formados con tierra generosa. Nos llevan al lugar. Sí, allí cayeron hombres, mujeres, niños. Desarmados. A tiro limpio les quitaron la vida, sin poder defenderse. Algunos hablan mientras realizan, lentamente, sus tareas. Sí, allí fue, allí están enterrados. Jamás se nos dio una explicación... nada. Los rostros de los niños, que nos miran.

Pilagás. Agua. Tierra. Manos que trabajan en silencio. El eterno canto de los pájaros, sus llamados, sus colores. Y de pronto, la muerte.

De eso no se habla.

Me vienen a la memoria esas palabras inspiradas en el pensamiento de San Martín, de septiembre de 1822, en que el Congreso Constituyente del Perú se expresó así sobre los pueblos originarios: “Nobles hijos del Sol, amados hermanos, a vosotros virtuosos indios os dirigimos la palabra y no nos asombre que os llamamos hermanos, lo somos de verdad...”.

Otro film documental que acaba de ver la luz es Por el camino del malón de la paz, realizado por Diego Romero y Soledad Berttendorff. Es la historia –investigada por el historiador Marcelo Valko– de 176 coyas que caminaron 2000 kilómetros desde Abra Pampa, en Jujuy, a Buenos Aires, a reclamar justicia por el abuso y la explotación en los ingenios, realizado por los terratenientes, y exigir que se les devuelvan las tierras comunitarias de las que habían sido expulsados, en las que habían habitado durante generaciones. Expulsados por los mismos dueños de todo. Cuando llegan a Buenos Aires, Perón los recibe y tres de los indígenas suben al balcón de la Casa Rosada frente a una multitud. Pero luego fueron alojados en el Hotel de Inmigrantes –sarcástica ironía–, expulsados y llevados en un tren de carga nuevamente de regreso a Abra Pampa. Luego de 53 años del vergonzoso episodio, quedan todavía cuatro “maloneros” con vida. Y ahí está el relato, más todos los documentos de época.

Se nota en los rostros la injusticia sufrida, que no se ha disipado durante tantos años. Ellos, los hijos de la tierra, vejados por los dueños de esa tierra. Un documental para ver en los institutos de enseñanza y en todos los lugares, para el debate. Los peronistas deben todavía a la ciudadanía una autocrítica por estos dos hechos. Lo mismo que por la masacre de Ezeiza y por las Tres A del “ministro” López Rega. También los radicales deben a nuestra sociedad la autocrítica por las masacres obreras de la Semana Trágica, de 1919, por la represión de las huelgas de peones de las estancias patagónicas, de 1921-22 y por la de los hacheros de La Forestal, del mismo año. Y también los socialistas nos deben una profunda crítica por su apoyo a dictaduras militares, como el caso de Alfredo L. Palacios, que fue embajador en el Uruguay de la dictadura del general Aramburu, y Américo Ghioldi, embajador en Portugal de la dictadura militar de la desaparición de personas.

Esas autocríticas benefician a la democracia. Por algo ha sido que nuestro país tuvo tantas dictaduras militares que interrumpieron gobiernos elegidos por el pueblo. Por los momentos débiles de nuestras democracias.

La misma autocrítica tiene que hacerse nuestra sociedad, mediante la convocatoria de congresos de historiadores, que juzguen nuestro pasado de acuerdo con las normas de la ética, del respeto a la vida y de los derechos de todos. Y así acabar con monumentos y nombre de ciudades de personajes que se basaron en el crimen y en el poder económico.

Pero no nos conformemos con el pasado-actual sino que también vayamos a los problemas del hoy argentino.

Me da mucha pena cuando se persigue a la juventud con encarnizamiento. Relato el episodio: el 19 de mayo del año pasado hubo una protesta de grupos políticos argentinos, en el acto de conmemoración de la fundación del Estado de Israel, por la política de este Estado en cuanto a los palestinos. Ante los gritos y los coros de esos grupos intervinieron la custodia propia israelí y la policía local. Fueron detenidos varios de los participantes de la protesta y se hicieron allanamientos no autorizados. De todas esas intervenciones se solicitó además la captura de Roberto Martino. Debemos decir que Roberto Martino, a quien todos llamamos el Negro, no tiene antecedentes penales y siempre vivió en el mismo lugar declarado. Es decir, se ha llegado a una criminalización de la protesta que es exagerada dentro de las libertades que se debe dar en una democracia. El Negro Martino no hizo ni ostentación de armas ni participó de agresiones. Diversos intelectuales, entre ellos el premio Nobel de la Paz Pérez Esquivel, y la misma organización Apemia, que se organizó para el esclarecimiento de la masacre impune de la AMIA, se han pronunciado a favor del cese de la persecución de Roberto Martino.

Una democracia debe dar libertades a la protesta política, es un derecho de todo ciudadano; claro está, siempre que no se llegue a la agresión ni al deterioro de objetos, como es el caso de aquella protesta en la que estuvo presente Roberto Martino.

La democracia no tiene que temer a la palabra aunque venga en coro de protesta, especialmente de jóvenes que desean ser protagonistas de la vida política de un país.

Esperamos, pues, los amigos del Negro Martino, que de una vez por todas se levante su persecución, así él puede volver a sus estudios y trabajo. Es un pedido también a los miembros de la embajada israelí: un pueblo como el de Israel, que ha sufrido en su larga vida tantas discriminaciones y persecuciones, debería aportar aquí su mano abierta a quien sólo expresó su opinión en un acto público.

La democracia también se funda con generosidad, que en este caso sería verdadera justicia.
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domingo, 4 de abril de 2010

Papel Prensa: de la picana al silencio de los cobardes

Por Héctor Timerman

04-04-2010 / El rol de los editores de Clarín en el silenciamiento de lo peor de la historia del Grupo.

Héctor Timerman
Hay muchos silencios en la Argentina, demasiados. Uno de ellos es el de los radicales cuando se habla de la apropiación de Papel Prensa en 1977. Más vergonzoso es el silencio que guardan frente a la lucha de Abuelas de Plaza de Mayo por recuperar a los niños secuestrados durante la dictadura. Dos de ellos posiblemente en manos de la dueña de Clarín y Papel Prensa, Ernestina Herrera. Aquellos jóvenes alfonsinistas que en 1983 gritaban “somos la vida” hoy son la afonía. ¿Tanto vale una nota favorable en TN, Radio Mitre o Clarín?
En cambio, la barbarie peronista -como le corresponde a su historia no siempre ni feliz ni pacífica- ha decidido clavar el cuchillo y reventó lo peor de la dictadura. Ya se huele esa fetidez que emana del tumor que aun cargamos en nuestras entrañas surgido de la sangre, tortura, muerte, que como toda protuberancia política va apagando con el dinero y el poder de ciertos medios las partes sanas del cuerpo social
Curioso país donde hemos juzgado todo salvo a los civiles cuyo poder se construyó desde el horror. Me refiero al robo de Papel Prensa y al origen de los hijos de alguien que seguro no es Ernestina Herrera de Noble.
Nos apesadumbran los periodistas. Ese gremio que supo ser el contralor del poder y que hoy sus principales referentes se arrastran fregando con sus palabras el poder intacto de aquellos que le prestaron elegancia y glamour a la picana eléctrica y los vuelos de la muerte. ¿Recordarán los dos Ricardos (Kirschbaum y Roa) a los periodistas de Clarín asesinados por quienes entregaron Papel Prensa a sus patrones? Se los recuerdo: Pedro Barraza, Conrado Ceretti, Daniel Daroqui, Luis Guagnini, Jorge Hariague, Enrique Raab, Edgardo Sajón y Paco Urondo.
Debería ser obligatorio en las escuelas de periodismo que los aspirantes leyeran el siguiente texto que Joaquín Morales Solá escribió a fines del 2002: “Una noche fría de ese tiempo ingrato, la directora de Clarín, Ernestina Herrera de Noble, nos sorprendió con el relato de la adopción de sus hijos. Había también lágrimas, muchas lágrimas, en sus ojos, pero correspondían a las emociones que despierta la alegría. Más de 25 años después, la señora de Noble sigue llorando por esos hijos. Su detención dispara una primera injusticia: una madre no debería ser detenida sólo por serlo. Sea cual fuere el antecedente biológico de sus hijos, lo cierto es que los crió con la devoción y el cariño de una madre”.
Para Morales Solá si sus patrones se encariñan con el botín tienen impunidad para robar… Al Capone estaría de acuerdo. A los aspirantes a escribas que puedan emular un texto similar se les debería prohibir el periodismo. Ese texto es el resultado del periodismo que surge con el robo de Papel Prensa. Ese es el periodismo que triunfa cuando los dueños de los medios aceptan comprar bienes de un detenido desaparecido que tiene una picana eléctrica en sus genitales. Morales Solá no es el único, tampoco el peor, apenas el más conocido.
Frente a los aullidos que pegan desde Clarin los dos Ricardos (Kirschbaum y Roa) mientras empujan a la redacción a firmar notas que ni escribieron ni leyeron, sus colegas de La Nación guardan ese silencio tan aristocrático como indigno frente a cada escándalo que los involucra. Papel Prensa es tan de Clarin como de La Nación, aunque juzgando la inteligencia de los socios es fácil pensar que Héctor Magnetto era más creativo que Bartolomé Mitre a la hora de pensar patrañas.
Desde hace un tiempo el abogado Adrián Ventura intenta desde su columna periodística en La Nación explicar lo ilegal de la actual democracia. Tal vez a Adrián le interese dejar de lado por un día sus denuncias sobre la falta de legalidad del gobierno y quiera preguntar a sus patrones por Rafael Ianover, Pedro Martínez Segovia Y Manuel Campos Carlés.
De los tres, Ianover cometió un error imperdonable en la época en que se apropiaron de Papel Prensa. Ianover nació judío y, por eso, pasó 16 meses preso sin proceso. Rafael Ianover era director de Papel Prensa y un excelente contador público. En cambio Pedro Martínez Segovia que era el Presidente de Papel Prensa jamás fue molestado. Había una razón, Martínez Segovia, que trabajaba de presta prestigio era el primo y socio de José Alfredo Martínez de Hoz.
Mientras Rafael Ianover pasaba de cárceles clandestinas a cárceles ordinarias su esposa recibió la visita de Manuel Campos Carlés, abogado del diario La Nación y la familia Mitre para convencerla que aceptara dinero a cambio de unas acciones de David Graiver que Ianover tenía en custodia. La esposa de Ianover, Hilda, se negó aduciendo lo obvio, que las acciones no les pertenecían.
Me imagino la sorpresa del descendiente del creador de la antisemita Liga Patriótica recibiendo una lección de moral de una judía, esposa de un preso político. Puedo imaginarme a Campos Carlés frente a la valiente Hilda Ianover recordando las palabras de su pariente pronunciadas, casualmente en el centenario de la Patria: “Si hay extranjeros que abusando de la condescendencia social ultrajan el hogar de la patria, hay caballeros patriotas capaces de presentar su vida en holocausto contra la barbarie para salvar la civilización”
Ahora, en el Bicentenario, me pregunto ¿quién ultrajó la patria y quién fue capaz de presentar su vida en contra la barbarie? Tal vez Adrián Ventura podría preguntarle a Bartolomé Mitre el sentido de presionar a la esposa de un rehén de la dictadura para obtener un bien financiero.
En la redacción de Clarín tiene cierto prestigio quien se dedica a la investigación de la corrupción. Son tapas vendedoras… Daniel Santoro es el referente de ese estilo de periodismo en Clarín ¿Por qué no investiga Papel Prensa? Santoro firmó el sábado pasado, junto a sus compañeros, una nota diciendo que Lidia Graiver participó de una asamblea de accionistas en Abril de 1977. Se sabe que fue forzada a ir mientras su familia permanecía en una cárcel clandestina ¿Porqué Santero, tan ducho en investigar al poder, no marca el interno de Héctor Magnetto y le pregunta? Hace unos años Santoro ganó el prestigioso premio María Moors Cabot por su trabajo de investigación periodística. Acudí a la ceremonia realizada en la Universidad de Columbia en Nueva York. Esperé que en su discurso hiciera algo más que agradecerle a sus jefes. Esperé, en vano, que se avergüence recordando lo que su patrona dijo en 1981 cuando mi padre ganó el mismo premio: “Tengo el deber moral de expresarle mi disidencia con la decisión de esa universidad de entregar este año el premio Moors Cabot al señor Jacobo Timerman. Considero que tal distinción puede interpretarse como un aval a la intolerancia ideológica que ha hecho mucho daño a la marcha del proceso democrático en mi país”.
¿Se referirá a esa defensa de “la marcha del proceso democrático en mi país” cuando Morales Solá dice que la señora Ernestina Herrera de Noble “crió a esos chicos con la devoción y el cariño de una madre…” ¿Morales Solá pensará en Gertrudis, la madre de Hamlet, cuando describe una buena mami?.

* Embajador argentino en Washington

sábado, 3 de abril de 2010

CANDADOS

Por Alfredo Zaiat


Fue uno de los principales responsables de la estatización de la deuda externa privada durante la dictadura militar como presidente del Banco Central, medida que derivó en una importante transferencia de ingresos hacia grupos económicos descargando la carga de esos pasivos sobre el resto de la sociedad. Participó del derrumbe del gobierno de Raúl Alfonsín al recomendar en Washington, como legislador del PJ, que el FMI y el Banco Mundial suspendieran la asistencia financiera al país, iniciativa que aceleró el proceso de hiperinflación con las conocidas consecuencias sociales. Fue el ideólogo del Plan Bónex, instrumentado a través de su delegado en el directorio del Banco Central, Felipe Murolo, que expropió los plazos fijos de los ahorristas al canjearlos por títulos públicos en los primeros meses del gobierno de Carlos Menem. Lideró como ministro de Economía el experimento de la convertibilidad, esquema cambiario que duró diez años provocando la destrucción de gran parte del entramado productivo y laboral. Acordó en 1992 el Plan Brady de la deuda, con su hombre de confianza en operaciones financieras David Mulford, que culminó en un salvataje para los bancos acreedores. Tuvo una participación central en las políticas de apertura, desregulación y privatización de empresas públicas durante la década del noventa, con una estructura legal, económica y de negocios que devastó instituciones estatales y liquidó activos sociales acumulados por generaciones. Fue el abanderado del ajuste fiscal con la ley de déficit cero y la reducción nominal del 13 por ciento de salarios de empleados públicos y jubilaciones, agudizando de ese modo la recesión durante el gobierno de Fernando de la Rúa. Diseñó el escandaloso megacanje, con la estrecha colaboración de Horacio Tomás Liendo (hijo), que incrementó fuertemente la deuda y hoy se siguen investigando irregularidades y fraudes de esa transacción en una causa judicial. Finalmente, como si todo lo anterior hubiera sido poco, ejecutó la más grande estafa a la confianza de los ahorristas al implantar el corralito de los depósitos bancarios. Domingo Felipe Cavallo es quien tiene esa foja de servicios. Es un misterio que siga siendo consultado para opinar sobre temas económicos. Por muchísimo menos, aunque igualmente dañino a los intereses de la mayoría de la sociedad, políticos, ministros y empresarios fueron desterrados del espacio público, y algunos han penado una condena en la cárcel.

La reaparición mediática de Cavallo no es relevante por él mismo, que siempre se ha caracterizado por defender con falacias sus políticas y se ha dedicado a pronosticar caos cuando no está al frente de la gestión para presentarse como el dueño del saber y como salvador/verdugo. La búsqueda de su palabra como si fuera distinguida (des)califica, en realidad, a quienes lo convocan y a sectores políticos y económicos que muestran una incapacidad sorprendente para no aprender de errores pasados. En estos años de tensión política mediática, con más intensidad en meses recientes, se ha producido una notable regresión en el análisis económico que resulta asombrosa teniendo en cuenta la historia de sucesivos planes fallidos en décadas pasadas. Sólo en el marco de esa regresión puede tener espacio en ciertos ámbitos la opinión de Cavallo, como también la de varios exponentes del pensamiento conservador que fracasaron cuando tuvieron responsabilidad en diferentes áreas de la economía.

Esa corriente de ideas va adquiriendo mayor energía en sectores políticos que exponen su incapacidad de no haber podido aprender de frustradas experiencias propias. Una fuerza política que aspira a ser gobierno debería buscar un escenario económico donde tenga que enfrentar la menor cantidad de candados cerrados para de-sarrollar su gestión. El caso más cercano de haberse atado de pies y manos fue el compromiso de la Alianza, en tiempos electorales, de no tocar la convertibilidad en caso de ser gobierno. De ese modo se clausuró la tranquera económica perdiendo la posibilidad de ganar escasos márgenes de autonomía existentes en economías periféricas. El saldo dramático de esa administración se reconoce en gran parte en ese compromiso-candado inicial.

En varios debates sobre cuestiones económicas hoy se reeditan comportamientos similares a los que luego provocaron el fracaso de la Alianza. Como si no se hubiera aprendido nada de ese desmoronamiento, con el respaldo de figuras de la ortodoxia económica, ciertas figuras políticas pretenden consolidar los siguientes candados, que padecería un futuro gobierno:

- La independencia del Banco Central. El papelón del atrincheramiento de Martín Redrado en el BCRA hasta la demora en la aprobación del pliego de su reemplazante, Mercedes Marcó del Pont, tiene como eje discursivo la necesidad de mantener la autonomía de la entidad monetaria. Existe abundante literatura académica y también suficiente experiencia internacional que expresan la importancia de implementar una política económica coordinada entre el Palacio de Hacienda y el BC, en la cual este último tiene el papel relevante de acompañamiento, pero no el estelar como aspira la ortodoxia monetarista.

- No tocar las reservas para pagar deudas. La resistencia a utilizar una pequeña porción de las reservas, en un contexto de superávit comercial y de cuenta corriente, para pagar deuda es imponer una restricción que no reconoce racionalidad económica. Países con reservas excedentes le asignan diferentes usos a esos recursos: Brasil, China, Rusia, Ecuador, entre otros, y ahora también lo está evaluando Uruguay.

- Coparticipar el impuesto al cheque. Restar recursos a la Nación sin plantear una discusión amplia sobre la coparticipación, la calidad y eficiencia de los regímenes de recaudación provincial y la necesidad de una reforma tributaria en sentido progresivo sólo define restricciones fiscales a la gestión de éste y del futuro gobierno central.

- Limitar la utilización de DNU. Esta medida en un Congreso que hoy está bastante fragmentado y que con las próximas elecciones puede serlo aún más, según la fuerza política que sea triunfadora, plantea un horizonte inquietante para la gestión económica.

- Frenar la expansión del gasto público. Las insistentes críticas acerca del crecimiento del gasto público prepara el escenario para futuros ajustes de la mano de la ortodoxia. En ese sentido, resulta contradictorio el discurso de cuestionar los subsidios al tiempo de oponerse al aumento de tarifas reduciendo esas subvenciones.

- Cuestionar las retenciones a las exportaciones agropecuarias. La batalla contra los derechos de exportación emprendida por las cámaras patronales del campo concentra el apoyo de algunos grupos políticos. La disminución o reducción de las retenciones tiene implicancias negativas en el frente fiscal, en el de precios de alimentos y en la organización de la producción del agro.

- Regresar al FMI. Esta aspiración de la ortodoxia implicaría regresar a las condicionalidades de un organismo internacional que aún no ha revisado su receta del fracaso.

La avanzada conservadora tiene la virtud de abrir el candado de la boca de sus peores exponentes, apareciendo ante la sociedad como voces autorizadas, al tiempo que impulsa el cierre de otros que limitan la autonomía de la gestión gubernamental. Sólo hay que estar atentos para no confundirse en la elección de las llaves.

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viernes, 2 de abril de 2010

GOLPEAR LA PUERTA DE LOS JUZGADOS

Por Gustavo López *


La frase resuena en los oídos rememorando aquella otra tan típica de los desencuentros argentinos, la de golpear la puerta de los cuarteles, pero aunque pudiera parecer exagerado no es una casualidad.

Durante muchos años, el conflicto de intereses en nuestro país se dirimió a través del partido militar. Cuando los grupos concentrados de nuestra economía creyeron que la democracia ya no podía ser funcional a sus intereses, recurrieron a los golpes de Estado, que se fueron desarrollando a lo largo de medio siglo con la consiguiente degradación del sistema institucional y moral, hasta llegar en 1976 a cometerse los crímenes más aberrantes que la condición humana pudiera imaginar.

En los últimos 25 años de democracia, el conflicto de intereses se expresó en “golpes de mercado”, levantamientos carapintadas, sumisión al neoliberalismo y estallidos sociales que pusieron al país al borde de la disolución. Sin embargo, en los últimos años (post-crisis) se pudieron llevar adelante reformas económicas, políticas y sociales que revirtieron el discurso hegemónico y el del fin de las utopías.

Pero cuando el país recobró la estabilidad macroeconómica, volvieron a la superficie de manera muy violenta las pujas por intereses sectoriales o particulares, que cuestionan el ejercicio del poder político. Lisa y llanamente, vienen por todo.

La batalla por la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual debe inscribirse en esta puja por el poder, por su democratización o por su concentración, y después de pelearse casi 25 años en el Congreso, hoy los conflictos de intereses se disputan en los Tribunales. El problema es que en un estado de derecho, la Justicia debe aplicar las leyes, pero cuando esto no ocurre, cuando la Cámara Federal de Mendoza toma partido por la defensa de los grupos económicos en desmedro de las grandes mayorías y encima lo hace violando la Constitución, estamos frente a un problema institucional similar al de los “golpes de las puertas”.

El fallo de la Cámara es un disparate jurídico, pero básicamente es un tema político. Un diputado nacional, Enrique Thomas, luego de perder una votación en la cual no quiso participar, para deslegitimarla, recurrió a la Justicia de su provincia para que suspenda la aplicación de la ley. En nuestro sistema, los jueces velan por la constitucionalidad de la norma. Frente a un particular supuestamente damnificado, se puede suspender la aplicación de algún artículo de la ley para ese individuo en particular, hasta tanto se dirime la cuestión. En este caso, la jueza primero y la Cámara después se convirtieron en un suprapoder legislativo, derogando de hecho la ley que sancionó el Congreso y reponiendo la que había firmado Videla, que a su vez había sido derogada por el Congreso.

Este no es un trabalenguas, sino una cuestión institucional muy seria, ya que, de extenderse esta práctica, los jueces podrían decidir la suspensión de todas aquellas leyes que afecten determinados intereses, reemplazando al Congreso nacional y convirtiéndose en parte del conflicto.

La gravedad institucional se acentúa porque fueron algunos diputados y no las empresas los que propiciaron la medida. Si bien es cierto que hoy algunos partidos se han vaciado de contenido y se convirtieron en meros voceros de los intereses empresariales, no es menos cierto que el deterioro en los roles institucionales los pagamos todos. El diputado, en definitiva, está festejando que la Justicia cierre el Congreso o anule su funcionamiento.

Esta película ya la vivimos. Antes el Congreso era cerrado por un militar en defensa de los intereses económicos concentrados, hoy es desactivado por los jueces en defensa de los mismos intereses económicos concentrados. La responsabilidad para que esto no ocurra es del sistema político. Obviamente que confiamos en esta Corte, que ha demostrado su apego al derecho en cada uno de los fallos que tuvo que emitir, pero no se le puede exigir lo que corresponde a los miembros del Poder Legislativo y a los partidos políticos.

La pelea por la democratización en el acceso a los medios es central en una democracia participativa. Necesitamos movilizarnos nuevamente alrededor de este tema que no sólo se va a resolver en la Justicia sino que, como forma parte de una disputa más grande, sólo se resuelve con la participación política de las grandes mayorías. La redistribución de la palabra es indispensable en la lucha por la redistribución de la riqueza.

Hemos aprendido en todos estos años que la democracia se construye día a día.

* Subsecretario general de la Presidencia.
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