martes, 29 de marzo de 2011

La derecha, el pluralismo y la valentía

Por Mariano Molina *
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El debate sobre la invitación del Premio Nobel Mario Vargas Llosa fue falseado desde el comienzo por la maquinaria mediática y sus siempre adeptos circunstanciales.
Quiero contar que tengo el agrado y también el pequeño orgullo de conocer –aunque poco– a Horacio González, director de la Biblioteca Nacional. Es una persona siempre abierta a escuchar y observar los diversos pensamientos, experiencias sociales o culturales. Nunca he leído o escuchado expresiones suyas que marquen un pensamiento rígido, cerrado o autoritario y más de una vez me han sorprendido sus apreciaciones positivas sobre expresiones culturales y literarias denostadas y humilladas por los pensamientos dominantes.
En estos días leí sus cartas dirigidas al presidente de la Fundación El Libro sobre la visita del escritor peruano Mario Vargas Llosa y no encuentro ninguna censura ni veto a la visita del Premio Nobel. Simplemente expresó que creía inconveniente que Vargas Llosa inaugurara la Feria del Libro y expuso sus argumentos. ¿Por ser funcionario tiene vetada la opinión? Resulta entonces que Horacio González no tiene derecho a opinar y en los hechos es censurado (no por el Estado) por las corporaciones económicas y mediáticas que –cómo sabemos– a veces son más poderosas que los Estados.
Se ocultan algunas cuestiones importantes. La llegada original de Vargas Llosa al país, hasta donde llega mi pequeña información, no es en su rol de escritor y ganador de Premio Nobel, ampliamente reconocido desde diversos espacios ideológicos. El hombre viene a participar de un foro de la derecha continental, con invitados de España y otras latitudes. Ese encuentro denominado “El Desafío Populista a la Libertad Latinoamericana” se realizará entre el 17 y el 20 de abril en la ciudad de Buenos Aires, organizado por la Fundación Libertad y apoyado por algunas fundaciones cuasi-fascistas. Allí asistirán, con total libertad, varios personajes que no sólo son de derecha, sino cercanos a las peores prácticas políticas de nuestro continente, racistas, xenófobos (algún amigo dirá que es lo mismo...) y operadores de las agresiones militares de EE.UU. por el planeta. La presencia previa de Vargas Llosa seguramente ayudará mucho a la difusión y amplificación de este encuentro, porque nadie es ingenuo en estos asuntos... Estos son los datos que se ocultan y acá es –en parte– donde comienza la censura.
Quizá muchos hablan y opinan por el prejuicio hacia Horacio González y, a través de su persona, la descalificación hacia integrantes del espacio de Carta Abierta. El director de la Biblioteca Nacional, en su carta al presidente de la Fundación El Libro, plantea: “Considero sumamente inoportuno el lugar que se le ha concedido para inaugurar una Feria que nunca dejó de ser un termómetro de la política y de las corrientes de ideas que abriga la sociedad argentina”. Se puede acordar o no con la opinión, pero tiene todo el derecho a expresarla. Luego, sobre el final de la carta, quizás el mayor motivo del supuesto veto: “Lo invito a que reconsidere esta desafortunada invitación que ofende a un gran sector de la cultura argentina y que junto a las respectivas comisiones directivas de la Fundación El Libro determine que la conferencia de Vargas Llosa –que podríamos escuchar con respeto en la disidencia– se realice en el marco de la Feria pero al margen de su inauguración”. Una vez más, Horacio González expresa su desacuerdo e invita a reconsiderar la inauguración y no la presentación de Vargas Llosa en la Feria del Libro. Tampoco solicita que se le quite la invitación.
Muchas de las voces que se expresaron en contra de esta carta, sumadas a la inmensa campaña mediática de las corporaciones hispanoamericanas, cambian el lugar del debate y establecen latiguillos vetustos como los del “veto”, “censores”, “autoritarios”, etc., etc., etc. Estos descalificativos atacan desde argumentos falaces, escondiendo los motivos reales, ocultando el debate, porque tampoco pueden defender las ideas de Vargas Llosa. De este modo confirman la sensación que sobrevuela en el ambiente, por sus mismos argumentos: la crítica es en realidad a la adhesión o cercanía con el gobierno nacional. No se animan a expresarlo, pero lo sugieren. ¿Por qué Horacio González, el espacio de Carta Abierta o cualquier ciudadano no pueden plantear su negativa a que inaugure la Feria del Libro este personaje? ¿Dónde están la verdadera censura y el veto? Vivimos en una sociedad pluralista y cada quien tiene derecho a decir lo que piensa, empezando por Vargas Llosa, que ha descalificado, discriminado y atacado a gobernantes argentinos, latinoamericanos y a quienes en cada país apoyan procesos populares.
La presidenta de la Nación, en su rol de jefa de Estado, le solicita más tarde a Horacio González que revea su carta para que no se interprete mal: “Me hizo conocer su opinión respecto de que esta discusión no puede dejar la más mínima duda de la vocación de libre expresión de ideas políticas en la Feria del Libro, en las circunstancias que sean y tal como sus autoridades lo hayan definido”, describe Horacio González. Mientras él apuesta al intercambio de ideas y lo hace público, hay otros intelectuales, algunos supuestamente de izquierda o progresistas, que siguen esquivando el bulto. Por ejemplo, Martín Caparrós plantea que el equívoco está en no llamar a las autoridades de la Feria en forma privada y solicitar que cambien la invitación: eso es apriete. Con intención o sin ella, Caparrós sigue apostando –junto a otros– al no-debate de ideas, descalificando y sosteniendo el “debate” que imponen las corporaciones mediáticas y su maquinaria de propaganda.
Los absurdos ejemplos de que, en está lógica, Borges o Cortázar serían censurados en la inauguración de la Feria son una chicana bastante berreta. Como muestra de diversidad, entre muchas otras cosas, la Biblioteca Nacional –por intermedio de su director– ha homenajeado a intelectuales como Lugones (también invirtiendo sumas importantes en sus manuscritos) hace algunos años, cuando todos sabemos que Lugones terminó muy cerca del fascismo. Sin embargo, todos tienen su espacio en la Biblioteca Nacional, un ámbito actualmente de pluralidad, participación y donde acceden sectores sociales que nunca habían tenido lugar en esos recintos reservados a la aristocracia cultural de izquierda y derecha.
Por último, creo que es importante destacar el rol de la Presidenta. Si esta amplificación del conflicto no implica la renuncia de Horacio González en la Biblioteca Nacional, se habrá dado un enorme avance hacia una nueva forma de llevar adelante los debates públicos en estos momentos de la vida política del país, porque se muestra un gesto de tolerancia, que en los hechos concretos existe desde hace muchos años, hacia aquellos que no acuerdan con sus políticas, pero también manda un fuerte mensaje a su espacio político, dando lugar a que todas los voces del kirchnerismo expresen sus ideas, aunque ella no acuerde. De esta forma censura a los obsecuentes incapaces de pensamiento propio y le muestra a la sociedad que la pluralidad y diversidad de ideas es aceptada y convive en su amplio abanico de apoyos, llevando a los hechos concretos lo que muchos levantan como bandera, pero pocos tienen el valor de practicar.

* Periodista y docente. Página12

sábado, 26 de marzo de 2011

Definiciones de Eduardo Galeano al recibir el Doctorado Honoris Causa en Mendoza

“El único mesiánico de confianza es Messi”

El escritor recibió el Doctorado Honoris Causa en la Universidad de Cuyo. En el discurso, repasó la situación de Libia, el papel de EE.UU. y los derechos humanos. Se entusiasmó con los actuales procesos de América latina. Y alertó sobre las industrias extractivas.

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Después de recibir el Doctorado en la Universidad, Galeano participó en la marcha por el 24 de marzo.
Al recibir el Doctorado Honoris Causa que le otorgó en Mendoza la Universidad Nacional de Cuyo, el escritor y periodista uruguayo Eduardo Galeano dijo que se sentía “orgulloso” de obtener tal distinción “en un país que está a la vanguardia de los derechos humanos en el mundo”. El autor de Espejos. Una historia casi universal participó en diversas actividades durante su estadía en la provincia cuyana y estuvo a la cabeza de la marcha que se realizó el jueves, en la ciudad de Mendoza, para repudiar el golpe militar del 24 de marzo de 1976. Galeano les dedicó el premio a “a los militantes del agua y de los recursos naturales” y repudió a las empresas que se dedican a la minería a cielo abierto y a la industria forestal. “Son vendedores de prosperidad y felicidad que un día desaparecen, dejando tras de sí sólo agujeros y fantasmas, espacios vacíos.”
El escritor se refirió a temas de la actualidad internacional, como el peligro nuclear en Japón y la invasión a Libia por la OTAN. Recordó que el presidente Harry Truman, luego del ataque nuclear a Hiroshima y Nagasaki en 1945, aseguró que “Dios había puesto en manos de Estados Unidos esas bombas para que fueran bien utilizadas”. Galeano condenó “la condición mesiánica de los países dominantes” que ahora “están ‘salvando’ a Libia, con Francia y Gran Bretaña, y se sienten guiados por una misión sagrada”.
Sobre el tema deslizó dos ironías. La primera fue decir que cada vez que llega a los Estados Unidos pide que no lo “salven”. La segunda fue luego de preguntarse “qué quedará de Libia después de ser ‘salvada’ por estos mesiánicos”, frase que remató con una humorada: “El único mesiánico digno de confianza es Lionel Messi”.
Desde que pisó Mendoza, el escritor uruguayo se identificó con los que luchan contra la deforestación y contra la minería a cielo abierto. Subrayó que esos vecinos, militantes ecologistas, “son capaces de enfrentar a las empresas mineras que envenenan el agua, o a la forestal que seca la tierra, a los que cometen una imperdonable traición de la naturaleza apoderándose del agua para convertirla en negocio de pocos”.
Galeano lamentó que en la historia de la humanidad se haya considerado que “la naturaleza era algo que estaba al servicio del hombre”. Sostuvo que “incluso desde la izquierda se tomó (el tema) casi como un obstáculo y por ese camino hemos llegado adonde estamos hoy. Habría que estudiar a qué planeta nos vamos a mudar si seguimos destruyendo el planeta a este ritmo”. Aclaró que hablaba “en plural”, pero “a sabiendas de que soy inocente. No creo en esas historias en las que somos todos responsables. Quien generaliza, absuelve, decía la brillante Concepción Arenal. Cuando se dice que todos somos culpables, nadie lo es”.
Sostuvo, en ese sentido, que “la reducción del mundo a una suerte de porquería que hay que tirar al tacho de basura ha sido obra de las grandes empresas químicas, automotrices, energéticas, militares, que son las que están haciendo este desastre”. El escritor opinó que el problema en América latina es que “el tema ecológico no es popular”, porque “una parte importante de la opinión pública cree el cuento de esas inversiones”. Agregó que “desde hace cinco siglos es así y eso tiene que enseñarnos. Defender nuestros recursos naturales es una parte sustancial de la defensa de nuestra identidad cultural”.
En sus reflexiones, Galeano dejó una cuota grande de optimismo respecto del futuro. “Se vienen tiempos de cambio, soplan vientos de esperanza, se ha desatado una energía creadora valiosa, digna de estímulo en América latina. Nos estamos despertando de una larga fiesta colonial.” Luego de asegurar que siempre “nos han entrenado para la impotencia, para convencernos de que no podemos”, hay en el presente “una recuperación de la dignidad colectiva” que “es difícil de ver desde afuera, porque los países dominantes tiene la mala costumbre de despreciar a los dominados y como los desprecian, los ignoran”.
Afirmó que eso sucede cuando los países dominados “quieren liberarse de esas ataduras que no son sólo económicas o políticas, sino también culturales, porque esa impotencia es herencia colonial”. Dijo que es necesario “recuperar una visión horizontal, la diferencia entre la solidaridad y la caridad. La caridad es vertical, por lo tanto es humillante. Un viejo proverbio africano dice que la mano que da está por encima de la que recibe”. En cambio, “la mirada horizontal es de igual a igual, nos enseña a respetar realidades diferentes y nos permite verlas en sus diversidades”.
Galeano habló también de Internet. Dijo que “nació al servicio de la muerte, fue articulada por el Pentágono para coordinar operaciones militares a escala global y después se fue convirtiendo en otra cosa. Contra la expectativa de sus papás, la criatura creció por su cuenta. Resulta que ahora ha abierto espacios de repercusión para voces que antes sonaban como campanas de palo. Eso ha sido muy interesante y lo reconozco, contra todos mis prejuicios”. El escritor dio varias charlas, firmó libros y asistió a la marcha contra el golpe del 24 de marzo de 1976.

Página12

viernes, 25 de marzo de 2011

EL PELIGRO DE UNA SOLA HISTORIA


Vale la pena escuchar a la escritora nigeriana hablar de estos temas que nos tocan tanto.
En especial para reflexionar sobre la discriminación cultural y social y sobre el sentido de nuestra identidad

http://www.ted.com/talks/lang/spa/chimamanda_adichie_the_danger_of_a_single_story.html

jueves, 24 de marzo de 2011

La muerte argentina

Por Osvaldo Bayer
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Se cumplen treinta y cinco años. Escribo esto para los jóvenes que no vivieron ese pasado. Es una síntesis para tener en cuenta. Sólo queda el recuerdo del dolor ante crímenes como nunca habían ocurrido antes en la Argentina. De militares que se creyeron dueños de la vida y de la muerte. Con una sociedad civil cómplice. Una dictadura de la quema de libros y de la “desaparición”. De campos de concentración, de torturas y robos de las pertenecias de las víctimas. De personajes uniformados que se creían omnipotentes. De sectores económicos, intelectuales y religiosos que apoyaron desembozadamente ese sistema para “pacificar el país”. Miles de exiliados. La Muerte con todo su rostro de cinismo.
Pero las Madres.
Increíble el heroísmo de esas mujeres que dieron un ejemplo al mundo. Pocas veces en la historia humana se ha visto nacer un movimiento así, del dolor, solas ante una sociedad enemiga con miedo. Salir a la calle y reclamar por el destino de sus hijos.
Esos dos son los ejemplos que nos quedan de un período tan aciago. Los crímenes más inimaginables y el coraje de esas mujeres. Como resumen final del extremo de la crueldad, nada mejor que expresarlo en la muerte de las tres madres fundadoras de ese movimiento: Azucena Villaflor, Teresa Careaga y María Ponce: después de torturas indecibles, arrojadas al mar vivas desde aviones. ¿La humanidad ha asistido alguna vez acaso a un acto que supere algo tan sádico? Esto ocurrió en la Argentina.
Todo para asegurar un sistema económico de base liberal-capitalista que tiene un apellido imborrable: Martínez de Hoz.
Pero no nos detengamos sólo en la realidad de esa dictadura militar perversa y voraz, sino preguntémonos cómo fue posible. Fue posible por el fracaso de la sociedad civil. El horror ya había comenzado antes. Las Tres A fueron el símbolo de lo que luego iba a llegar al extremo. Prólogo: matar al enemigo político. Prefacio que terminaría en la desaparición de personas. Los partidos políticos gobernantes fueron cavando la tumba a la democracia tan esperada luego de que el pueblo consagrara a Cámpora con su voto y su deseo de democracia y de más justicia social. Pero apenas unos días después, Ezeiza y el reemplazo de Cámpora por el pariente de López Rega: Raúl Lastiri. Aquí ya comenzó a delinearse el espíritu de la represión que vendría poco después con toda fuerza. Tengo una experiencia personal. Mi primer libro, Severino Di Giovanni, el idealista de la violencia, fue prohibido por un decreto de Lastiri. Así, sin explicaciones. Preví entonces que vendrían tiempos muy difíciles. Primero se prohibiría, luego se quemaría y luego se asesinaría a sus autores. López Rega como poder omnipotente en las sombras. Luego de nueve meses de Perón, que terminaría con su fallecimiento, comenzará ya la lucha abierta.
El 12 de octubre de 1974 no sólo se prohibió el libro La Patagonia Rebelde, cuyos tomos estaba publicando, sino también el film del mismo nombre. Hablo de mi experiencia, pero es que esto pasó a ser una regla general con algo peor todavía: el asesinato en la calle de todo aquel sospechado de izquierdista. Isabel Perón, ascendida no por su capacidad sino por su nombre.
Sí, hubo intentos de salir del pozo, como la caída de López Rega, pero igual ya se iba directamente a la caída final. Los militares. Tres nombres para recordar: Videla, Massera, Agosti.
Ensuciaron nuestra historia para siempre. No ya la Década Infame. La década perversa. La perversión desde la Casa Rosada. “No están ni vivos ni muertos, están desaparecidos”, dirá el general Videla a los periodistas extranjeros. Cuando le preguntaron sobre gente que había sido detenida. Desaparecidos. Los generales harán lo de Malvinas para salvarse ante la historia. Pero demostraron la incapacidad de su oficio. Quedaron más de 600 soldados muertos en plena juventud.
El sistema de Videla-Viola-Galtieri produjo también otro crimen pocas veces registrado en la historia del ser humano: el robo de niños. A las mujeres embarazadas detenidas les quitaban el hijo en el momento del parto. El destino: esos niños iban a parar a matrimonios de militares, policías o adeptos al sistema que no podían tener hijos, bueno, pues a ellos iba el recién nacido. La madre que acababa de dar a luz, en casi todos los casos, era asesinada. En un país católico, con cardenales, arzobispos y obispos.
Todo esto es ya sabido. Ha salido todo a la luz. Pero nos empecinamos en repetirlo para que no se olvide de ninguna manera. Tuvieron que pasar más de dos décadas de la dictadura para que en nuestro país se comenzara a hacer verdadera justicia. Ni obediencia debida ni punto final ni indultos. La verdadera justicia.
Toda una historia trágica. Las dictaduras militares típicas de la Argentina. Tres décadas y media hace que comenzó a gobernar el cinismo más cruel. La lección nos dice que sólo nos queda el camino de la verdadera democracia, que no sólo debe conformarse con dar la libertad de poner el papelito en la urna cada dos años, sino lograr una sociedad en libertad, con derechos igualitarios. Todavía mueren niños de hambre en la Argentina. Cuando ya no haya estadísticas con esa vergüenza nacional, cuando ya las villas miseria pertenezcan al pasado, podremos decir que cumplimos con los principios de nuestros héroes de Mayo.
El nunca más a la Muerte Argentina.
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El feriado

Por Sandra Russo
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El feriado del 24 de marzo, en su momento, fue un tema debatido. No en los términos en los que estamos acostumbrados ahora a discutir las cosas, pero en 2006, cuando Kirchner envió ese proyecto al Congreso, se insinuaba todavía que los feriados eran contraproducentes porque este país necesitaba trabajar. Era absolutamente cierto, pero todavía no era visible, porque el ciclo recién empezaba, que este país iba hacia un modelo en el que los feriados iban a incluir también a trabajadores tomándose unos días y a la industria turística pimpante. En perspectiva, haber convertido este día en feriado fue un verosímil del modelo que se insinuaba pero embrionariamente, y un hito en la batalla cultural que hoy es explícita.
En este primer feriado del 24 sin Néstor Kirchner me vino a la cabeza una conversación que tuve en esos días con un compañero de este diario. Yo había estado de acuerdo con el feriado casi automáticamente, sin razonarlo ni medirlo ni sopesarlo. Aquel compañero, que había estado exiliado, me dijo “a partir de ahora, gobierne quien gobierne, ese día se cuenta la verdad”. Me lo dijo con asombro y casi como una deducción. Era la época en la que muchos militantes de derechos humanos sin vínculos con el peronismo empezaban a admitir que no había diferencia alguna entre las políticas de Estado que habían reclamado siempre y las que Kirchner hacía suyas.
Ese era el sentido del feriado, su inercia fuerte, su textura. Que a partir de entonces, gobernara quien gobernara este país, el feriado indicara un sentido. El sentido era el de las víctimas del genocidio. Para ese entonces, ya no había dos demonios ni guerra sucia ni defensa del ser nacional ni la salvación de la patria de individuos con ideas foráneas que venían a destruir el modo de vida argentino, y todos esos otros eufemismos que nos habían acompañado, como sonido ambiente, desde 1976. La Justicia había hablado de genocidio y eso se sellaba con un feriado y la institución del Día por la Memoria de la Verdad y la Justicia.
El sentido de este feriado fue y es, en consecuencia, anclar en nuestra idiosincrasia un grado de verdad que no fue declamativo ni cosmético, sino que fue acompañado de políticas que elevan los derechos humanos por sobre cualquier discusión ideológica. Sobre ideología se puede discutir todo. Sobre la masacre, sobre los secuestros, sobre las desapariciones, sobre el robo de bebés, sobre los cuerpos tirados al río, sobre los campos clandestinos, sobre esa monstruosa capa de sombra y muerte que implicó el golpe del 24 de marzo de 1976, ya no se puede decir nada. “Ya no tiene vuelta atrás”, dijo hace poco el presidente de la Corte Suprema de Justicia, Ricardo Lorenzetti. El feriado recogió evidencia jurídica e histórica, y la puso en contacto con las vidas reales de millones de ciudadanos argentinos: es la Nación la que admite el lamento por aquel día.
Siempre hubo y habrá actos organizados por los organismos de derechos humanos, siempre hubo y habrá plazas para recordar a las víctimas. Pero el feriado institucionalizó ese dolor. De alguna manera, cerró una discusión, marcó un fin de época y le dio carácter al ciclo nuevo. Desde escasos nichos recalcitrantes de la derecha siguen diciendo hasta hoy que este período es el de “la revancha” de los que “perdieron la guerra sucia”. Hemos leído esos argumentos hace muy poco, cuando tanto el gobierno porteño como el arzobispo de La Plata plantearon objeciones ante cuestiones curriculares que hablan del golpe del 24 de marzo.
Dicen que son “gramscianas”, sin aclarar qué de Gramsci está mal. Pero lo que hoy está muy claro es que esas objeciones son evidentemente ideológicas, y lo que dice el feriado va más allá de cualquier ideología. No se debe interrumpir el orden constitucional. No se debe matar. Si nos circunscribimos a esas dos oraciones, ¿quién y por qué motivo puede oponerse? ¿Qué tendencia política u orientación ideológica puede no estar dispuesta a atenerse y a congratularse de que todas las tendencias y orientaciones se atengan a su vez a esas dos reglas? No se debe interrumpir el orden constitucional. No se debe matar. ¿Quién no firma?
Aunque a veces parezca que lo que llamamos batalla cultural se circunscribe a una pulseada coyuntural, se trata de algo mucho más profundo y sedimentario. Se trata de la raíz de nuestras percepciones de la realidad y de nuestras explicaciones sobre el mundo. Así como no hubo nunca dos demonios, y el terrorismo de Estado se elevó solo y terrible a la categoría de las peores pestes que pueden asolar a una sociedad, tampoco hay ahora dos maneras de entender el sentido del feriado. No se debe interrumpir el orden constitucional. No se debe matar. Somos otro país si creemos eso.

Página12

martes, 22 de marzo de 2011

Lo que Obama debió haber hecho en Chile...

 Por Ariel Dorfman

Cuando Barack Obama desembarque en Chile por una visita de 24 horas, algo crucial va a faltar en su agenda. Habrá mariscos suculentos y discursos que elogien la prosperidad de Chile, acuerdos bilaterales y encuentros con los poderosos y los pomposos, pero no hay planes, sin duda, de que el presidente de los Estados Unidos tome contacto con lo que fue la experiencia fundamental de la reciente historia chilena, el trauma que el pueblo de mi país padeció durante los casi diecisiete años del régimen del general Augusto Pinochet.
Y, sin embargo, no sería imposible que Obama se asomara a una pequeña muestra de lo que fue la aflicción de Chile. A escasas cuadras del Palacio Presidencial de La Moneda, donde ha de ser agasajado por Sebastián Piñera, 120 investigadores se dedican asiduamente a recoger una lista definitiva de las víctimas de Pinochet para que se les pueda entregar alguna forma de reparación. Este es el tercer intento desde que terminó la dictadura, en 1990, para enfrentar las pérdidas masivas que ocasionó. Dos comisiones establecidas oficialmente ya habían escrutado una inmensa cantidad de casos de tortura, ejecuciones y prisión política, pero se fue haciendo claro, en la medida en que pasaban los años, que innumerables abusos de derechos humanos seguían sin identificarse. Y, de hecho, la indagación corriente ha recibido 33.000 solicitudes adicionales, horrores que todavía no habían sido registrados.
Aunque Obama no tiene derecho a leer ninguno de los informes confidenciales acerca de aquellos casos, unos minutos robados de su estricto calendario para hablar con algunos de los hombres y mujeres que llevan a cabo las pesquisas le informaría más sobre la escondida agonía de Chile que mil libros y reportajes.
Podría, por ejemplo, conversar con una investigadora llamada Tamara. El 11 de septiembre de 1973, el día en que Salvador Allende fue derrocado, el padre de Tamara, uno de los guardaespaldas de Allende, fue detenido, sin que jamás se supiera su paradero ulterior. Yo trabajaba en La Moneda en la época de la asonada militar y salvé la vida debido a una cadena de coincidencias milagrosas, pero el padre de Tamara no fue no tan afortunado, como no lo fueron varias buenos amigos míos, cuyos cuerpos todavía están sin sepultura.
O podría Obama auscultar los ojos de un abogado que conozco, al que lo secuestraron una tarde y que fue torturado durante semanas antes de que lo dejaran una noche en una calle desconocida, tan lejos de su hogar que fue inmediatamente arrestado de nuevo por romper el toque de queda. O por ahí Obama podría conversar con una antropóloga que tuvo que marcharse al exilio durante 14 años, perdiendo su país, su profesión, su idioma, y cuyo retorno a Chile fue tan angustioso como el destierro original, puesto que sus hijos, a raíz de su prolongada ausencia del país donde nacieron, habían decidido permanecer en el extranjero, lo que significa que esa familia estará para siempre escindida.
O si el presidente Obama se siente más cómodo conociendo lugares en vez de seres humanos de carne y hueso, podría familiarizarse con Villa Grimaldi, una casa de tormentos donde ahora se yergue un centro para la paz, o ceder diez minutos para visitar el Museo de la Memoria, donde hay exhibiciones que denuncian el terrible pasado de Chile.
Una razón por la cual tiene sentido que Obama haga todo lo posible por vislumbrar, aunque fuera a través de un vidrio oscuro, nuestra vasta y devastadora pena, es que los norteamericanos fueron, en gran parte, responsables de aquella tragedia. Washington ayudó y alentó y financió la caída del gobierno democráticamente elegido de Allende y la trayectoria dictatorial de Pinochet. En un momento en que la revuelta en Egipto, como en tantos otros países que se sacuden el yugo autoritario, le recuerda al mundo las consecuencias de sostener regímenes brutales, sería aleccionador para un presidente tan inteligente y compasivo como lo es Obama ver, de cerca y en forma personal, algunos de los hombres y mujeres que han sido destruidos por esa política.
Y Chile también ofrece un ejemplo de lo difícil que es confrontar los crímenes contra la humanidad, cuán difícil y también cuán necesario. En mi país hemos aprendido que si nuestra comunidad, nuestro pueblo entero, no mira de frente el pasado aterrador y arrastra hasta la luz su pesadumbre, si los responsables no reciben castigo, corremos el riesgo de que se corrompa nuestra alma misma.
Es una lección que Obama y sus compatriotas deberían imponerse. Dos años después de su inauguración, Guantánamo sigue abierta y no hay señal de que se proponga un enjuiciamiento de las violaciones de los derechos humanos bajo la administración de Bush ni tampoco una insinuación de que se les pediría perdón a las víctimas. Una comisión norteamericana que tome como modelo una como se ha establecido en Santiago podría constituir un primer paso hacia un ajuste de cuentas que, como bien lo sabemos los chilenos, no debería postergarse en forma indefinida.
Por importante que fuera esa experiencia para Obama, hay otra que sería aún más significativa. Por la noche va a cenar en el mismo Palacio Presidencial donde murió hace muchos años atrás Salvador Allende, en defensa del derecho de su pueblo a elegir su propio destino. Allende está enterrado en un cementerio no muy lejos de donde la elite del país va a estar brindando por la amistad eterna entre Chile y los Estados Unidos. En 1965, durante un viaje notable a Chile, Bobby Kennedy se salió del escrupuloso protocolo que se le había armado y se encontró con mineros expoliados y estudiantes universitarios hostiles y se sumergió en los problemas del país para conocerlos, para preguntarse cómo llegar a su resolución. ¿Y si Obama decidiera seguir el ejemplo de Kennedy –su ídolo, Bobby Kennedy– y se saliera del guión para hacer algo sin precedentes como una visita a la tumba de Allende? ¿Si muy simplemente se parase en ese lugar, estuviese a pie ante los restos de quien fue, como él, un presidente elegido por su pueblo, si le dedicara un par de minutos solitarios?
No sería imprescindible que pidiera perdón o expresara remordimiento por la intervención de los Estados Unidos en los asuntos internos de Chile ni por haber sostenido a Pinochet durante tanto tiempo. Bastaría ese gesto sencillo. Ese homenaje a un presidente que entregó su vida luchando por la democracia y la justicia social mandaría un mensaje a América latina, y de hecho a todo el planeta, que sería más elocuente que cincuenta discursos retóricos. Sería una señal de que quizá de veras sea posible una nueva era en las relaciones entre los Estados Unidos y sus vecinos al sur del río Bravo, que el pasado tan amargo e injusto nunca más ha de volver, nunca, nunca más.

* El último libro de Ariel Dorfman es Americanos: Los pasos de Murieta.
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lunes, 21 de marzo de 2011

Cómo hace el capital extranjero para comprar tierras fiscales en “zonas de seguridad” de Río Negro

Luego de la ley, llegó la trampa

En Bariloche, el 50 por ciento de las tierras están en manos foráneas. Primero son transferidas por las autoridades provinciales a intermediarios locales, que a los pocos meses ceden los terrenos a sus dueños finales.

Por Sebastián Premici
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Joe Lewis es dueño de 11.612 hectáreas en Lago Escondido y aprovechó una argucia legal para expandirse.
La gestión y manejo de los recursos naturales en Argentina, como la tierra, están bajo la jurisdicción de las provincias, derecho consagrado en la Constitución de 1994. En este sentido, uno de los casos paradigmáticos que dan cuenta de cómo se comercializa este recurso vital ocurre en Río Negro. Según la información catastral oficial, los distritos de Bariloche y el Bolsón suman en total 510.000 hectáreas, de las cuales el 35 por ciento está en manos de extranjeros. En Bariloche, ese porcentaje llega al 50 por ciento (118.000 hectáreas). En muchos casos, las tierras fiscales que terminan en manos extranjeras primero son transferidas por las autoridades provinciales a intermediarios locales, que a los pocos meses ceden los terrenos a sus dueños finales. Esta operatoria es aplicada para sortear una ley que restringe que las tierras ubicadas en las zonas de seguridad sean vendidas a extranjeros. Además, existe una normativa provincial que establece que no pueden revenderse las tierras fiscales antes de cumplidos los cinco años de cancelado el bien. Página/12 analizó las operatorias relacionadas con Joe Lewis, dueño de 11.612 hectáreas, y el Grupo Burco Argentina SA, compañía de origen belga que tiene 7080 hectáreas.
Las llamadas “zonas de seguridad” son las regiones limítrofes definidas por una extensión de 150 kilómetros en área continental y 50 kilómetros en el área marítima. Si bien la ley prohíbe que cualquier persona de otro país pueda adquirir porciones de tierra en estas zonas, existe la posibilidad de solicitar un pedido de conformidad ante el Ministerio del Interior (decreto ley 15.385/44), donde deben cumplirse ciertos requisitos para la adjudicación. Según denunciaron los legisladores provinciales Luis Bonardo y Luis Bardeggia (Bloque Foro Rionegrino) ante la fiscalía penal de Viedma, a cargo de Daniela Zágali, en “Río Negro se venden tierras a extranjeros a partir de un ardid que involucra a intermediarios”.
“Cuando se privatiza el recurso más valioso que es la tierra para realizar un emprendimiento inmobiliario, se les quita a cientos de familias la posibilidad de su sustento. No estamos en contra de la actividad privada, pero creemos que hay que poner reparos”, afirmó a Página/12 Bardeggia, legislador que ingresó junto al FpV y luego armó un bloque junto a Bonardo.

Un lago escondido

El inglés Joseph Lewis adquirió hace quince años la estancia Lago Escondido, una propiedad que había comprado originalmente la familia Montero durante la primera presidencia de Juan Domingo Perón, y fundó la empresa Hidden Lake SA. Fueron aproximadamente 10.000 hectáreas que contienen dentro del predio el lago y distintos cauces de ríos a partir de los cuales Lewis construirá una empresa hidroeléctrica junto a Pampa Energía. El año pasado, la Legislatura provincial sancionó una ley donde aprobó el proyecto de Lewis, y se fijó la obligación de pagar un canon por el uso del agua, que todavía no fue definido.
Después de la adquisición original de las 10.000 hectáreas, el empresario inglés comenzó a comprar tierras aledañas hasta llegar a las 11.612 hectáreas. De ahí se desprenden las distintas denuncias ante la fiscalía de Viedma, que involucraron al menos 603 hectáreas vendidas a partir de distintos intermediarios.
¿Cómo fue la operatoria? El 2 de febrero de 2006, el gobierno provincial de Miguel Saiz adjudicó un predio rural de 329 hectáreas al presidente de la Empresa Forestal Rionegrina (Emfor), José Luis Martínez Pérez, por un precio de 251.113 pesos (763 pesos la hectárea). El 27 de diciembre del mismo año, a través de un boleto de compraventa, la propiedad fue transferida a Nicolás Bernardo Van Ditmar. En dicho contrato se especificó que Van Ditmar realizaba la operación “por gestión de negocios y con dinero de y para Hidden Lake”.
Como remarcó Bardeggia en diálogo con este diario, transcurrieron sólo diez meses desde la primera operación, cuando la ley estipula que deben transcurrir cinco años. La misma operación, con los mismos intermediarios, se había realizado en 1997, con un predio aledaño de 247 hectáreas.
Según indicó la gobernación de la provincia el año pasado, la ley que regula el plazo de “inenajenabilidad” de un terreno “cayó en desuso”. “Impedir que un titular venda a un tercero sería menoscabar el derecho de propiedad”, indicó la gobernación a través de un documento difundido por la Secretaría de Comunicación de la provincia.
Por otro lado, el estado provincial adjudicó el año pasado 19.000 hectáreas a la empresa Pampa Energía, terrenos que son aledaños al Lago Escondido. La empresa de Marcelo Midlin tiene el 98 por ciento de la Hidroeléctrica Lago Escondido, según figura en su página web, que es construida dentro del predio de Lewis. “Para que quede claro, el problema no es que se invierta en energía, sino que se regale la tierra o que no se discuta cómo gestionar los recursos naturales”, señaló el legislador, quien agregó que “el intermediario para la venta de las tierras de Pampa Energía fue Van Ditmar”.

Quién es quién

Van Ditmar es presidente del directorio de Hidden Lake, y titular de un predio de 8000 hectáreas (Bahía Dorada SA), en el cual Lewis construyó un aeródromo “para comodidad personal”, según explicaron a este diario fuentes de la compañía Hidden Lake. El aeródromo también está ubicado en una zona de seguridad, según la definición de la Ley 15.385/44. Por su parte, Martínez Pérez, además de ser presidente de Emfor –empresa privada con participación mayoritaria del Estado– recibió un “poder especial” por parte de Lewis para representar legalmente a Hidden Lake, con fecha de diciembre de 1998.
Más cerca en el tiempo, en 2008, la provincia le vendió a la empresa Forestal y Ganadera San Tadeo SRL –a través del intermediario Fernando Valenzuela, que integra el mismo estudio de abogados que Martínez Pérez–dos predios, uno por 4526 hectáreas (donde se pagó 36 pesos la hectárea) y otro por 5598 hectáreas (27 pesos la hectárea). Después de algunos meses de realizada la primera operación, las más de diez hectáreas fueron transferidas a Ana María Trianes, cónyuge de Martínez Pérez e integrante del mismo estudio de abogados. Toda esta información está documentada en el Registro de la Propiedad de la provincia, al que Página/12 tuvo acceso. Por su parte, desde el área de comunicación de Hidden Lake indicaron a este diario que las compras que se realizaron a Martínez Pérez “no fueron irregulares”, aunque reconocieron que “hubo algunas desprolijidades” en cómo se gestionaron las operaciones.

Página12

Otra vez sopa

Por Washington Uranga
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Otra vez una “cruzada humanitaria”. Otra vez las bombas y la destrucción para “proteger” a la población civil. Y otra vez las Naciones Unidas haciéndole de coro a la policía del mundo para defender los intereses de los complejos económicosindustrialesmilitares sobre los que están montados los países centrales, comenzando por Estados Unidos y siguiendo por sus aliados y secuaces. Otra vez sopa. Y Obama, el presidente que prometió y amagó ser distinto, demuestra que es igual a todos sus antecesores, salvo por su color. Los argumentos son tan falaces como los que se usaron en Afganistán en 2001 y en Irak en 2003. El poder de fuego es ahora más sofisticado que antes, porque el poderío militar de los agresores va en aumento, en progresión geométrica. La sofisticación bélica no servirá, en cambio, para acertar exactamente los objetivos “militares” y distinguir entre fuerzas de Khadafi y milicianos rebeldes. La muerte será el común denominador... y la única verdad palpable. Igual que en Afganistán, igual que en Irán. El pretexto ahora es Khadafi. Antes fueron los fundamentalistas talibán y luego las supuestas armas de destrucción masiva que escondía Saddam Hussein. La verdad es lo que menos importa. Lo que está en juego, en realidad, son los negocios de los países poderosos. El argumento, que tampoco tiene ningún valor, también es el de siempre: aportar a la “libertad” y “restablecer la paz”. La verdad se da de bruces contra el cinismo argumental. Las coberturas institucionales son similares, aunque en realidad poco importen. Ahora Naciones Unidas dio el plafón para legitimar la agresión y Obama –que es más “bueno” que Bush—, en lugar de encarar de frente, mandó a los franceses a que hicieran punta. Lástima que al escribir estas líneas haya que aclarar que lo dicho no implica una defensa de Khadafi, de sus métodos, de su autoritarismo. Lástima que haya que hacerlo para no ser acusado aquí de no cuestionar al terrible dictador libio. Quienes así procederían son los mismos que nunca dijeron una palabra señalando que las mismas potencias que hoy lo atacan hicieron todo lo posible por mantener a Khadafi en su lugar mientras les sirvió a sus intereses económicos y políticos. Y son los mismos que guardan estricto silencio frente a otros regímenes, como el de Arabia Saudita, sostenidos por los países hegemónicos de Occidente a pesar de que no tienen nada de democráticos y son tan violadores de los derechos humanos y avasalladores de la “población civil” como el propio dictador libio, aunque los métodos no sean idénticos.
Frente a la intervención armada en Libia hay que preguntarse también cuándo Estados Unidos y sus aliados concluirán, por ejemplo, que la “población civil” venezolana está siendo seriamente perjudicada por Hugo Chávez o que los bolivianos son sojuzgados por Evo Morales, para mencionar tan sólo dos ejemplos cercanos. La respuesta no parece ser difícil: hasta que uno y otro toquen de manera significativa los intereses del complejo económico-militar de los países centrales. Si ese momento llega, la ONU dará su autorización y hasta la Corte Penal Internacional se mostrará dispuesta a “hacer justicia”, convertir en “dictador” a cualquier presidente electo por el voto popular y hasta sentarlos en el banquillo de los acusados. De los demás se podría encargar la “policía del mundo” que necesita ensayar y usar su arsenal. Lo peor es que lo dicho no es ciencia ficción. Es el planteo de un escenario posible y probable. Claro está. Pero quienes operan con esta lógica jamás llegarán a evaluar el comportamiento que tengan Sarkozy y Berlusconi, siendo racistas y autoritarios, desde su perspectiva nunca habrán atentado contra los derechos de franceses e italianos y por eso el Consejo de Seguridad descartará de antemano sanciones en su contra, sin importar lo que hagan.
Hoy, mientras tanto, algunos revolucionarios libios que quieren y necesitan librarse de Khadafi miran esperanzados hacia el cielo pensando que los misiles y las bombas les van a traer mejor vida y paz. Sin pensar que cada disparo de artillería es también un condicionamiento a su futuro, a la forma de resolver su conflicto político e incluso a la efectiva vigencia de los derechos que hoy legítimamente reclaman y defienden hasta con su propia vida.

Página12

miércoles, 9 de marzo de 2011


Un Marqués español en la Feria del Libro



Como en los fastos del Centenario de 1910, llegará a la Argentina para inaugurar la Feria del Libro, un noble español. Mario Vargas Llosa es Marqués de España por la gracia del Generalísimo Francisco Franco Bahamonde.
  En 1931 la República Española dispuso que “el Estado no reconoce distinciones y títulos nobiliarios”. En 1936, Francisco Franco se alzó en armas y apoyado por el silencio de las grandes potencias y soldados y armas de Hitler, tres años después inauguró una tiranía sangrienta que concluyó en 1975 entre gallos y medianoche. El 18 de julio de 1948, Franco había reestablecido por decreto la tradición de otorgar títulos nobiliarios que aún hoy reconoce la monarquía del rey Juan Carlos. Eso explica en parte, por qué en febrero de este año, el rey entregó el título de marqués de España al escritor Mario Vargas Llosa. 
A la muerte de Franco, en 1975, el régimen que lo sobrevivió no cambió la legislación de facto y mezcló paulatinamente las normativas del franquismo con las de la monarquía constitucional vigente. El Ministerio de Justicia español cuenta hoy con la denominada Diputación de la Grandeza de España, que asesora en cuestiones de cargarse un título por la cabeza para tener acceso a cócteles y celebraciones especiales, un modo de pertenencia propio de decadentes monarquías dieciochescas. Así, el título sostiene una cultura signada por la injusticia y los pseudo valores de casta. En ese contexto se inscribe el título de marqués que carga sobre sus hombros el escritor español nacido en la Arequipa sudamericana, Mario Vargas Llosa. Tal vez, en la soledad de sus vacilaciones, Vargas Llosa se sienta ahora más cerca de alcanzar al menos por nombradía, las alturas de quien fue su amigo en una época, Gabriel García Márquez que lleva el título por apellido, sin poseerlo, por esos asuntos inexplicables de la existencia a veces azarosos, a veces dotados de una imperceptible ironía.
El rey Juan Carlos no se privó de sostener los deseos expresados por Franco en 1948 y para no ser menos, en 1975 a poco de ser ungido rey, comenzó a repartir nombradías. Sus primeros títulos fueron para Carmen Polo, viuda de Franco, su hija Carmen Franco y otro cayó en manos de Carlos Arias Navarro, presidente del gobierno durante la última parte de la dictadura que fenecía. En 1980, se estableció que los títulos de nobleza no tributaran al fisco y en 2011 los descendientes pagan 739 euros al erario público y 2594 euros cuando quieran que el mismo lleve el aditamento de Grandeza de España. Es decir, que si Álvaro Vargas Llosa heredara el título de su padre eventualmente, tendría que pagar un tributo mayor que el que abonará su progenitor y podría, incluso, sumar un atributo a los elogios que actualmente recibe en los Estados Unidos. A todo esto, su esposa Patricia Llosa quedó convertida en marquesa en razón de la igualdad que plantea el sistema creado por Franco.
Hubo reacciones frente a la regadera de títulos que el rey repartió este año. Joan Tardá, diputado de Ezquerra Republicana presentó el 4 de febrero de este año una iniciativa para acabar con el festival de títulos de nobleza que se realizó ese mismo día, cuando Vargas Llosa recibía su galardón. Un día antes, se le entregó la papeleta habilitante. Previamente, en septiembre de 2009, el diputado procuró sin suerte, evitar que se dieran 39 títulos de casta dados por Franco. Lo hizo en el marco de acuerdos con la Izquierda Unida e Iniciativa por Cataluña. Tardá dijo al respecto: “No se puede tener una voluntad de modernidad en un momento en que se aprueban iniciativas como la Ley de Igualdad de Trato y, al mismo tiempo, mantener actitudes prehistóricas”. Y calificó de “casposos” a quienes mantienen la ilusión de una nobleza imaginaria.
Como si se tratara de una broma macabra, en 2005, en el marco de una igualación que hizo reír dolorosamente a muchos españoles, el PSOE, Partido Popular y Coalición Canaria propusieron igualar a varones y mujeres en las herencias de títulos nobiliarios. En esa ocasión, IU y ERC se unieron para exigir que no hubiera reconocimiento oficial de la fanfarria franquista. El PP acusaría a ERC de atentar contra el orden constitucional, un contrasentido. En tanto los títulos de nobleza llegaron a manos de falangistas, empresarios amigos y hasta a algún cura de nivel cardenalicio de Italia. Marcelino Oreja, político, también lo recibió por obvias razones. A los 25 años, Oreja integró el gabinete de Asuntos Exteriores de Franco y fue ministro de Asuntos Exteriores de la transición durante el gobierno de Adolfo Suárez.
Con Vargas Llosa recibió su título de Márques de España, Juan Miguel Villar Mir, empresario que hizo un imperio comprando empresas en bancarrota para ligarse al mundo globalizado de las grandes constructoras sobre las que la burbuja financiera montó la crisis social que viven varios países de Europa, entre ellos España. Hizo carrera en el gobierno de Franco y fue en 1964, director general de Empleo y presidente del Fondo Nacional de Protección del Trabajo, en 1967. En el post franquismo, fue vicepresidente económico de Arias Navarro y ministro de Hacienda en el primer gobierno que estableció Juan Carlos, restituida la monarquía.
Finalmente, podría afirmarse que el marqués Mario Vargas Llosa al difundir las ideas del neoliberalismo o defender la invasión a Irak, lo hace en nombre de una serie de antecedentes históricos entre los que gravita la figura de Francisco Franco. Lejanos están los tiempos en los que el joven Vargas Llosa, anoticiaba en una misiva a Haydée Santamaría, la donación del importe de su premio Rómulo Gallegos (debido a su novela La Casa Verde) a la revolución cubana. Ahora en cambio, como ocurrió en 1910, al celebrarse el primer siglo de la Revolución de Mayo, Vargas Llosa llegará en medio de una polémica a la Argentina en el camino que realizara la infanta Isabel de Borbón para aquellos fastos-, siendo un noble de realeza española. 



TIEMPO ARGENTINO

domingo, 6 de marzo de 2011

Entrevista a Eduardo Galeano

“A Vargas Llosa no hay que hacerle el favor de atacarlo ni de tirarle huevos podridos”



El escritor uruguayo opina sobre la polémica que surgió con el Premio Nobel de Literatura, analiza el surgimiento del kirchnerismo en la Argentina y critica la decisión de “Pepe” Mujica de seguir instalando pasteras en Uruguay.
  A partir de las primeras décadas del siglo XIX, Occidente comenzó a engendrar uno de los parásitos indisolubles del capitalismo contemporáneo: la burocracia. La literatura rusa de esa centuria, con Nikolái Gógol y Fiódor Dostoievski como referentes esenciales, puso en el centro de la escena a ese hombre aparentemente anónimo, apático y gris que era el empleado administrativo. Pero fue, posteriormente, en la obra de Franz Kafka, cuando lo burocrático apareció como un elemento omnipresente, capaz de atravesar todas las esferas de la vida social. A los tres escritores, la historia del siglo XX les daría la razón con creces. Los tres, sin dejar de estar condicionados por las complejidades de las distintas épocas que transitaron, fueron capaces de desentrañar uno de los rasgos más trágicos e inevitables de la era moderna.
Sin que sus reflexiones apuntaran directamente a un horizonte político, vislumbraron el sombrío desenlace que le esperaba a la humanidad a lo largo del siglo XX. El poder burocrático, el saber técnico-racional que le otorgó razón de ser no sólo se puso al servicio de dos guerras mundiales, sino que desfiguró a revoluciones que emergieron llenas de potencialidad creadora.
Pasada una década del siglo XXI, un escritor nacido en orillas alejadas y sureñas, de importancia ineludible para los pueblos que luchan y no se resignan, resiste a esa forma de vida desapasionada y gélida. Lejos de sentir indiferencia por el orden desigual que impone el sistema, en su faceta neoliberal actual, alguna vez Eduardo Galeano expresó que “al fin y al cabo, somos lo que hacemos para cambiar lo que somos”.
Caminante incansable a través de diversos géneros literarios, constructor de frases que se arraigaron en el imaginario militante, geólogo de la memoria olvidada de un continente debajo de capas cimentadas durante 500 años de opresión, Galeano mantiene una frescura y una sensibilidad extraordinarias. Llano y fraterno, simple y hondo, a la vez, de hablar pausado como buen oriental, el autor de El libro de los abrazos se entregó a una entrevista a fondo con Tiempo Argentino. Sin perder de vista el rumbo, se embarcó en un viaje con varias escalas: su relación con la escritura, la infancia, el exilio, la vida en Montevideo, la polémica que disparó la presencia del premio Nobel en la inauguración de la Feria del Libro, la actualidad política que vive Latinoamérica, los sucesos que conmueven a Medio Oriente y al Magreb e, incluso, motivado por su amor a la redonda, habló sobre el fútbol uruguayo, jugó para el lado de los que defienden la técnica y la fantasía, y les tiró un caño a los que sólo piensan en ganar a cualquier precio.
 
–En varias ocasiones afirmaste tener siempre el mismo pánico a la hoja en blanco, que escribir te cuesta tanto como la primera vez, ¿ese rasgo explica la vitalidad que mantiene tu escritura?
–Así parece. Siento el mismo pánico de la primera vez. Es la prueba de que no me jubilé ni me burocraticé. En el momento de ponerme a escribir me tiemblan las rodillas, transpiro y se me seca la boca como la primera vez. Es como no perder las ganas de hacer el amor e, incluso, sentir como sí fuera la primera vez. Al margen del paso del tiempo, de los muchos libros que escribí, cada página en blanco siempre va a ser la primera página, la primera vez, y así logro que mi escritura le escape a la rutina.
–¿Cuál es el recuerdo del botija que fuiste?
–Tuve una infancia muy mística. Tenía metida la certeza de una especie de deber espiritual. Estaba muy influenciado por la educación católica que recibí. Pero ya de adolescente tomé nota de que lo mío era el pecado (risas). También, como todos los uruguayos, quise ser jugador de fútbol pero era un patadura sin redención. Y ahí me quedé navegando sin agua, hasta que empecé a tratar de dibujar y escribir. Lo primero que publiqué fueron caricaturas políticas, a los 14 años, en el semanario socialista El Sol. Pero por ese lado no prosperaba mucho la cosa y empecé a escribir y a sentir ese pánico a la hoja en blanco que me persigue hasta hoy en día…
–¿Qué es lo que perduró de aquel niño y de aquella formación inicial en tu relación adulta con la escritura?
–Supongo que uno es la suma de todas esas búsquedas, que uno anda en la vida dando palos de ciego, hasta que encuentra algo que lo envuelve y lo apasiona. Lo que más me ha marcado son las ganas que tuve y sigo teniendo de pintar y dibujar. Eso lo pude resolver porque pinto escribiendo. Así sea narrar un hecho que ocurrió, una sensación o una idea, tengo que cerrar los ojos y verla como imagen. Si no consigo convertirla en imagen, no logro escribir sobre ella.
–¿Cuáles son los ejes y elementos más esenciales de tu obra?
–Ante todo, la libertad. Nunca me obligué a escribir nada, escribía y sigo escribiendo lo que voy sintiendo. Las pocas veces que cometí el imperdonable pecado de obligar a la mano a escribir lo que la conciencia dicta, nunca me sentí bien. El resultado no era espontáneo ni verdadero. Con los años fui adquiriendo ese derecho a escribir lo que siento de veras, y también la posibilidad material de hacerlo, porque tengo la suerte, el privilegio en este mundo, de que mi vocación coincide con mi trabajo. Vivo de lo que escribo. La mayoría de la gente vive a contracorazón, en actividades que no tienen nada que ver con lo que quisieran hacer.
–¿Cómo vas desarrollando el proceso de la escritura?
–Cada texto minúsculo, chiquito, de esos que me  gustan escribir a mí, es el resultado de muchas tentativas. Escribo tachando. Eso me lo enseñó Juan Rulfo. El escritor admirado y el amigo fraterno. Nos conocimos hace muchos años, entre largas caminatas, charlas y silencios. Rulfo me mostraba los lápices que tienen la goma de borrar atrás y el grafo del otro lado, y señalando el culo del lápiz me decía: “Se escribe con este lado, y señalaba la goma, más que con este, y señalaba el grafo.” Luego, fui descubriendo un estilo propio. Construyo mosaicos en baldositas pequeñas, de diversos colores, que van armando una historia grande cuando se juntan entre ellas. 
–¿Estás preparando un nuevo libro?
–Sí, escribo sin cesar porque es lo único que sé hacer. Pero soy muy lento, como las vacas uruguayas que son de parición lenta. Cada libro me lleva cuatro años, cinco, a veces más. Y no me gusta hablar de lo que escribo, porque después pierdo las ganas de escribir y de contar historias sí las cuento demasiadas veces.
–¿Qué significó el exilio en tu vida?
–El exilio nació como una penitencia y terminó como una etapa de creación muy importante. “Gracias” a la dictadura militar de mi país pude escribir la trilogía Memoria del fuego. Los milicos fueron casi los coautores, porque me obligaron a desprenderme de mis ocupaciones diarias. Ocurre que cuando uno está tan enganchado en las urgencias de la tarea cotidiana y, en aquel entonces yo estaba muy ocupado por el oficio periodístico y por tareas militantes, cuesta encontrar los huecos para la escritura más libre. Y el exilio me permitió armar ese rompecabezas de la historia americana que es Memoria…
–¿Por qué volviste a elegir a Montevideo como tu lugar en el mundo?
–Me gusta vivir en Montevideo. Es la ciudad donde nací, aunque no es por eso porque nadie te pregunta donde querés nacer. Pero, en verdad, elegiría una y otra vez a mi ciudad porque se puede respirar y caminar, dos derechos que no existen en otras ciudades importantes. 
–Grandes escritores, de diversas ideologías, lograron que sus prejuicios, su mirada individual del mundo e, incluso, su posición política se vieran superados por la profundidad y amplitud de su obra. En el caso de la llamada literatura comprometida, ¿cómo lograr que la palabra no quede aprisionada por la realidad inmediata?
–Yo hago literatura comprometida, es lo mío. Me siento muy comprometido con el oficio literario que, para mí, es un oficio solidario. El peligro está siempre en el discurso de cotillón, en convertir lo que uno escribe en una pancarta y eso es completamente inútil, porque uno terminaría escribiendo mensajes para los convencidos. Y nada más que eso. La literatura que llega realmente es la que transmite misterio, electricidad de vida, y las ideas están adentro pero no se tienen que notar de un modo implícito. Por eso siempre digo que trato de plasmar una literatura senti-pensante. Mi lenguaje quiere ser capaz de unir a la razón y el corazón porque la literatura, cuando es nada más que pensante, corre el riesgo de ser frígida, y cuando es sólo sentimental, corre el riesgo de volverse cursi.
–En los últimos días se desató una polémica, en el ámbito intelectual y cultural nacional, acerca de la presencia de Mario Vargas Llosa en la inauguración de la Feria del Libro de Buenos Aires, ¿cuál es tu mirada al respecto?
–Creo que, en todos los planos de la vida, las prohibiciones prestigian lo que prohíben. A este señor no hay que hacerle el favor de atacarlo ni de tirarle huevos podridos porque, probablemente, es lo que más le conviene. La mejor publicidad que puede tener algo o alguien, un producto o una persona, lo que sea, es la prohibición. Los ejemplos históricos abundan. La ley seca fue el origen de la fortuna de Al Capone. Recuerdo, en mi caso, lo que paso con Las venas abiertas de América Latina. Apenas se publicó, nadie le hizo caso, ni mi familia lo leyó (risas). Hasta que las dictaduras militares lo prohibieron y, a partir de ese momento, súbitamente el libro empezó a ser interesante, y eso ocurrió como un año y pico luego de salir la primera edición.
–En esta última década, en esta parte del mundo surgieron varias experiencias políticas novedosas y transformadoras. ¿Cómo creés que se insertó, en esta época, la Argentina gobernada por el kirchnerismo?
–Es parte de una ola existente que me parece muy positiva. Por suerte, esto está ocurriendo en muchos lugares de la región. Hay una energía de cambio que está dando resultado, con las formas y realidades propias de cada país.
–¿Y por dónde pasan las posibilidades de cambio estructural para Latinoamérica?
–Hay que recordar que el país más independiente, del siglo XIX, fue el Paraguay de los López, aniquilado por no estar atado a la banca británica, sin depender de esos préstamos que estrangulaban la libertad. Fue el primer país que tuvo un desarrollo hacia dentro, no orientado al mercado mundial dominado por el imperio de turno. Este es un momento muy importante, porque después de aquellos años, se está recuperando progresivamente esa tradición de dignidad. Hay numerosos signos de que este es el camino para seguir avanzando. Hay que decir, también, que el patriotismo parece un privilegio de los países ricos, que predican el librecambismo para afuera pero son ultraproteccionistas puertas adentro. Cada vez que empezamos a preocuparnos por nosotros mismos, a defendernos, nos acusan de populistas, demagogos, porque buscan desgastar estos procesos políticos. 
–¿Cuál es tu balance de lo que viene siendo la presidencia de Pepe Mujica en Uruguay?
–El balance es positivo, sin duda. Pero Uruguay está teniendo la contradicción que más me preocupa y que se encuentra en todos estos gobiernos con ganas de cambiar la Historia. Es la contradicción entre búsqueda de más justicia social y la causa ecológica. Les cuesta reconocer que los derechos de la naturaleza y los Derechos Humanos son dos nombres de la misma dignidad. Entonces, uno se encuentra con gobiernos que están aliviando la pobreza pero, por otro lado, siguen incurriendo en el tradicional pecado latinoamericano de entregar sus recursos a cambio de nada. En Uruguay,  el gobierno de izquierda sigue recibiendo, como si emanaran del cielo, a las plantas de celulosa que arrasan la tierra, que envenenan el aire y te secan el agua. Eso es pan para hoy y hambre para mañana. Es algo que debe cambiarse en toda la región. Por suerte, ahora, países como Bolivia y Ecuador establecieron constitucionalmente que la naturaleza tiene derechos.
–¿Cómo analizás lo que está ocurriendo en Medio Oriente y en el norte de África actualmente? ¿Cuál es la responsabilidad de Occidente en esos acontecimientos?
–Es una sorpresa muy estimulante. Me parece estupendo ese reguero de fuego tan contagioso, que no hay quien lo pare. Nació de la paliza que recibió un vendedor ambulante de frutas y verduras en las calles de Túnez y se convirtió en un fuego popular que está quemando las estructuras de poder de un mundo muy despótico, enemigo de la libertad. Es un incendio emancipador que lleva adelante la gente que se hartó de ser nadie. Es una manera de decir que tienen derechos, que existen y que quieren terminar con esos regímenes absolutistas, absurdos. Dictaduras mimadas por los Estados Unidos y Europa por su riqueza petrolera.
–¿Cuáles son los mayores desafíos que atraviesa la izquierda contemporánea?
–La izquierda debe revitalizarse en la diversidad. Dejar atrás definitivamente los dogmas, la verdad única, los fundamentalismos y abrirse a la diversidad de la realidad. En eso me parece que se avanzó mucho. Se diluyeron ideas ridículas como aquella que sostenía que las mujeres se iban a liberar automáticamente cuando la clase obrera tomara el poder. Es una idea que ya no defiende nadie porque está claro que las mujeres se defienden por su cuenta. Otro dogma insostenible era el que profesaba que la única respuesta ante la omnipotencia del mercado era la omnipotencia del Estado. Esto derivó en la burocratización total de esos países. Por suerte, la Historia no dice adiós, dice hasta luego, y las experiencias resucitan y se transfiguran.

TIEMPO ARGENTINO

jueves, 3 de marzo de 2011

Vargas Llosa en la Feria porteña

Una trampita o poco cuidado

Por Mempo Giardinelli
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En estos días se discute, en diversos ambientes vinculados con la literatura y la industria del libro, la invitación a Mario Vargas Llosa para que inaugure la Feria del Libro de Buenos Aires este año.
El más reciente Premio Nobel de Literatura es un grande de las letras latinoamericanas, maestro de por lo menos dos generaciones y no sólo en Perú y aquí, sino en el mundo entero. Debiera ser considerado honrosísimo y muy oportuno que una personalidad tan destacada venga a la Argentina a abrir nuestra feria mayor, seis meses después de haber sido galardonado en Estocolmo.
Sin embargo, esta vez es absolutamente cuestionable que se lo haya invitado a dar el discurso inaugural. Porque se trata, cada año, de un discurso político. Lo cual debería imponer un extremo cuidado a los organizadores, a la hora de invitar a quien lo pronuncie. Y eso es lo que no ha habido en este caso. Por eso estuvo bien Horacio González en su carta, como estuvo bien la Presidenta después. Pero caben otras consideraciones.
La posición política e ideológica de Vargas Llosa es conocida en todo el mundo como propagandística del más dogmático neoliberalismo; por lo tanto es desaconsejable invitarlo a abrir la Feria, pero del mismo modo que sería desaconsejable invitar a cualquier representante dogmático de cualquier otra posición doctrinaria. Esa es la cuestión central de este episodio.
Es cierto que el maestro Vargas Llosa hace menos de un año anduvo haciendo y escribiendo declaraciones muy agresivas acerca de nuestro país, nuestros gobiernos y nosotros los argentinos. Fueron declaraciones no sólo provocadoras sino también, y por decir lo menos, desinformadas y prejuiciosas; injustas y gratuitas.
Nada de eso ameritaría distinguirlo, por lo tanto. De donde invitarlo a abrir la Feria magna de este país y este año es, y otra vez por lo menos, un error. Y una tontería si fuera una decisión ingenua, que no es lo que parece. Porque alguien –ignoro quién o quiénes– parece haber buscado que esta feria, en año electoral, sea una piedra en el zapato del Gobierno.
Y eso es lo irritante. Porque pone a la Presidenta en un lugar gratuitamente incómodo. Si asiste, se comerá un discurso ofensivo, desinformado y provocador. Y si no va, quedará colocada en un lugar de cobardía.
Peor aún: si va y escucha y no responde, acabará contrariada. Y si va y escucha y responde (que es lo más probable), entonces la prensa española y la prensa argentina neocolonizada la despedazarán diga lo que diga.
No hay salida. Y ahí está la trampa.
Por lo tanto, el problema no es el Premio Nobel Vargas Llosa, cuya consagración fue irreprochable porque en él se premió una estética literaria moderna, innovadora, original y escrita en los márgenes de la civilización imperial. El se prestará a este juego por afinidad ideológica, y porque más allá del enorme narrador que es, también es un cruzado neoliberal, de esos que se espantan ante cualquier gesto o corruptela kirchnerista, pero a Menem le toleraron sin chistar que nos rifara el país, el petróleo, los ferrocarriles, los puertos y la mar en coche.
Pero si el problema no es Vargas Llosa –que ya que fue invitado debe venir, y hablar, y decir lo que se le ocurra, que es lo que corresponde en un país democrático y en el que sí impera la libertad de expresión–, entonces el problema son las autoridades de la Feria del Libro. Obviamente no todas, porque conozco esa institución a la que respeto desde hace años. Pero alguien ahí, no sé si una interna o algún dinosaurio/a extraviado, ha jugado esta baza inteligente: es difícil, casi imposible oponerse a la idea de un último Nobel, y además latinoamericano, para abrir la Feria.
Me parece, pues, que simplemente habría que repudiar esta invitación si él viene a pronunciar un discurso político (lo que me parece altamente probable). Y habría que aplaudirla si viene a dictar una conferencia magistral sobre Literatura, materia en la que es docto como pocos y sin dudas deleitará al auditorio. Sería bueno que se conozca desde ahora el título de su discurso, aunque es obvio que luego el maestro Vargas Llosa dirá lo que se le antoje, y en mi opinión no se privará de esgrimir en su texto dardos, estiletes e ironías. Allá él.
Pero una cosa es una cosa y otra es que alguien parece haber hecho una trampita en este asunto. Para convertir la organización de la Feria del Libro en una especie de Mesa de Enlace intelectual, utilizando la figura de Mario Vargas Llosa, y acaso con su beneplácito. Penoso episodio, si fue así.

Página12