miércoles, 9 de marzo de 2011


Un Marqués español en la Feria del Libro



Como en los fastos del Centenario de 1910, llegará a la Argentina para inaugurar la Feria del Libro, un noble español. Mario Vargas Llosa es Marqués de España por la gracia del Generalísimo Francisco Franco Bahamonde.
  En 1931 la República Española dispuso que “el Estado no reconoce distinciones y títulos nobiliarios”. En 1936, Francisco Franco se alzó en armas y apoyado por el silencio de las grandes potencias y soldados y armas de Hitler, tres años después inauguró una tiranía sangrienta que concluyó en 1975 entre gallos y medianoche. El 18 de julio de 1948, Franco había reestablecido por decreto la tradición de otorgar títulos nobiliarios que aún hoy reconoce la monarquía del rey Juan Carlos. Eso explica en parte, por qué en febrero de este año, el rey entregó el título de marqués de España al escritor Mario Vargas Llosa. 
A la muerte de Franco, en 1975, el régimen que lo sobrevivió no cambió la legislación de facto y mezcló paulatinamente las normativas del franquismo con las de la monarquía constitucional vigente. El Ministerio de Justicia español cuenta hoy con la denominada Diputación de la Grandeza de España, que asesora en cuestiones de cargarse un título por la cabeza para tener acceso a cócteles y celebraciones especiales, un modo de pertenencia propio de decadentes monarquías dieciochescas. Así, el título sostiene una cultura signada por la injusticia y los pseudo valores de casta. En ese contexto se inscribe el título de marqués que carga sobre sus hombros el escritor español nacido en la Arequipa sudamericana, Mario Vargas Llosa. Tal vez, en la soledad de sus vacilaciones, Vargas Llosa se sienta ahora más cerca de alcanzar al menos por nombradía, las alturas de quien fue su amigo en una época, Gabriel García Márquez que lleva el título por apellido, sin poseerlo, por esos asuntos inexplicables de la existencia a veces azarosos, a veces dotados de una imperceptible ironía.
El rey Juan Carlos no se privó de sostener los deseos expresados por Franco en 1948 y para no ser menos, en 1975 a poco de ser ungido rey, comenzó a repartir nombradías. Sus primeros títulos fueron para Carmen Polo, viuda de Franco, su hija Carmen Franco y otro cayó en manos de Carlos Arias Navarro, presidente del gobierno durante la última parte de la dictadura que fenecía. En 1980, se estableció que los títulos de nobleza no tributaran al fisco y en 2011 los descendientes pagan 739 euros al erario público y 2594 euros cuando quieran que el mismo lleve el aditamento de Grandeza de España. Es decir, que si Álvaro Vargas Llosa heredara el título de su padre eventualmente, tendría que pagar un tributo mayor que el que abonará su progenitor y podría, incluso, sumar un atributo a los elogios que actualmente recibe en los Estados Unidos. A todo esto, su esposa Patricia Llosa quedó convertida en marquesa en razón de la igualdad que plantea el sistema creado por Franco.
Hubo reacciones frente a la regadera de títulos que el rey repartió este año. Joan Tardá, diputado de Ezquerra Republicana presentó el 4 de febrero de este año una iniciativa para acabar con el festival de títulos de nobleza que se realizó ese mismo día, cuando Vargas Llosa recibía su galardón. Un día antes, se le entregó la papeleta habilitante. Previamente, en septiembre de 2009, el diputado procuró sin suerte, evitar que se dieran 39 títulos de casta dados por Franco. Lo hizo en el marco de acuerdos con la Izquierda Unida e Iniciativa por Cataluña. Tardá dijo al respecto: “No se puede tener una voluntad de modernidad en un momento en que se aprueban iniciativas como la Ley de Igualdad de Trato y, al mismo tiempo, mantener actitudes prehistóricas”. Y calificó de “casposos” a quienes mantienen la ilusión de una nobleza imaginaria.
Como si se tratara de una broma macabra, en 2005, en el marco de una igualación que hizo reír dolorosamente a muchos españoles, el PSOE, Partido Popular y Coalición Canaria propusieron igualar a varones y mujeres en las herencias de títulos nobiliarios. En esa ocasión, IU y ERC se unieron para exigir que no hubiera reconocimiento oficial de la fanfarria franquista. El PP acusaría a ERC de atentar contra el orden constitucional, un contrasentido. En tanto los títulos de nobleza llegaron a manos de falangistas, empresarios amigos y hasta a algún cura de nivel cardenalicio de Italia. Marcelino Oreja, político, también lo recibió por obvias razones. A los 25 años, Oreja integró el gabinete de Asuntos Exteriores de Franco y fue ministro de Asuntos Exteriores de la transición durante el gobierno de Adolfo Suárez.
Con Vargas Llosa recibió su título de Márques de España, Juan Miguel Villar Mir, empresario que hizo un imperio comprando empresas en bancarrota para ligarse al mundo globalizado de las grandes constructoras sobre las que la burbuja financiera montó la crisis social que viven varios países de Europa, entre ellos España. Hizo carrera en el gobierno de Franco y fue en 1964, director general de Empleo y presidente del Fondo Nacional de Protección del Trabajo, en 1967. En el post franquismo, fue vicepresidente económico de Arias Navarro y ministro de Hacienda en el primer gobierno que estableció Juan Carlos, restituida la monarquía.
Finalmente, podría afirmarse que el marqués Mario Vargas Llosa al difundir las ideas del neoliberalismo o defender la invasión a Irak, lo hace en nombre de una serie de antecedentes históricos entre los que gravita la figura de Francisco Franco. Lejanos están los tiempos en los que el joven Vargas Llosa, anoticiaba en una misiva a Haydée Santamaría, la donación del importe de su premio Rómulo Gallegos (debido a su novela La Casa Verde) a la revolución cubana. Ahora en cambio, como ocurrió en 1910, al celebrarse el primer siglo de la Revolución de Mayo, Vargas Llosa llegará en medio de una polémica a la Argentina en el camino que realizara la infanta Isabel de Borbón para aquellos fastos-, siendo un noble de realeza española. 



TIEMPO ARGENTINO

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