sábado, 13 de diciembre de 2014

derechos humanos y democracia

Nabo frito

Por Luis Bruschtein

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El ajetreo electoral es intenso, por momentos caótico, con metas cambiantes, candidatos todavía en prospecto y otros fugaces, pero se sucede a la velocidad de la luz porque hay un clima de incertidumbre alimentado porque ninguna boleta llevará el apellido Kirchner. Los candidatos ensayan estrategias y outsiders inesperados intentan pescar en el revuelo. El Nabo Barreiro tiene tendencia a la verborragia y la figuración. Su intento patético de torturador travestido en prócer victimizado funcionó a la salida de la democracia, fue el disparador del levantamiento carapintada que le manoteó a la Justicia la ley de Obediencia Debida. Casi treinta años después la misma actuación debería causar indignación o vergüenza ajena. Pero aparece en medio del jaleo del kirchnerismo y el antikirchnerismo enfrascados en dilucidar futuros próximos y lejanos. Da señales contradictorias. Ofrece información sobre secuestros y torturas y después dice que nunca existieron. Se queja de que Cristino Nicolaides haya ordenado destruir toda la información que le hubiera servido para demostrar lo que dice, pero si la tortura y los secuestros no existieron, no se entiende la orden de Nicolaides.
No es que el Nabo sea inteligente, pero es un ex oficial de inteligencia, era el jefe de los torturadores-interrogadores de La Perla, sabe embarrar la cancha, aprovechar debilidades, engrosar dudas, crear falsas expectativas. Habla entre mentiras y verdades, construye un discurso que busca sondear a la sociedad. En psicología se lo define como “psicopatear”, que en criollo sería algo así como “patear la cabeza” a la sociedad. El torturador es un psicópata, que no es lo mismo que loco. La diferencia con otras patologías es que el torturador es irrecuperable, la tortura destruye también al torturador, no tiene retorno, sabe la diferencia entre el bien y el mal y la usa a su antojo, es esencialmente un amoral.
El torturador busca extraer información de su víctima, necesita quebrar su voluntad, romper su moral. La pregunta es cuál es la información que Barreiro trata de extraer de la sociedad en este contexto de agitación, de expectativas exacerbadas por un año electoral. La pregunta entonces también es cuál es la moral de la sociedad, cuál es la firmeza de su voluntad, si es que existe en forma unívoca, o mayoritaria o sólo minoritaria. La pregunta es si está incorporado ya como moral y voluntad de esta nueva democracia que el torturador debe ser castigado, separado del resto de las personas y que no cumplió con ningún deber.
Quizá se trate del acto solitario de un patán. Pero es un patán que representa un sentido común que fue muy extendido en el país durante muchos años, incluso después de la dictadura. Junto con Seineldín, Barreiro fundó la Logia Integralista de militares de ultraderecha, después fundó el Modin con Aldo Rico y más tarde participó en la campaña de Carlos Menem. Algunas de sus víctimas, sobrevivientes de La Perla, recuerdan que se autodefinía como antisemita y peronista de ultraderecha. Como buen nacionalista de derecha, eligió Estados Unidos como segunda patria para huir cuando el peronismo logró la anulación de las leyes de impunidad que lo habían favorecido.
Barreiro manipula la necesidad de verdad de los familiares de las víctimas y de la sociedad. Amaga con romper el pacto de silencio y aprovecha para ganar espacio en los medios. Entrega algunos nombres, especula: verdad a cambio de impunidad, como contracara de justicia pero con silencio. En verdad no entrega nada. Los 25 nombres corresponden en su mayoría a militantes populares que habían caído antes del 24 de marzo de 1976. Son víctimas del accionar represivo de su antecesor en La Perla, el ex capitán Héctor Vergez, otro “nacionalista” que fue guardaespaldas de María Julia Alsogaray durante el menemismo. Vergez es el típico psicópata: había creado una fundación para ayudar a los jubilados y en realidad la usaba para estafar y apropiarse de sus casas. Barreiro desprecia a Vergez con quien mantiene diferencias desde la época de la represión. Por eso, la información que entregó tiene muy poco valor real. Lo único que hace es generar una expectativa y abrirle espacios en los medios.
Pero algo pasó por su cabeza. Su jefe, el dictador Jorge Rafael Videla, dijo poco antes de morir que “lo peor que le había pasado eran los Kirchner”. El apellido no estará en las boletas del año que viene. Mauricio Macri ha dicho que si gana “se acabará con el curro de los derechos humanos”. Otros candidatos hablan, sugieren, entredicen y no terminan de ser claros, pero suena una definición capciosa: “Justicia completa” o “memoria completa”, incluso entre la madre de un desaparecido que militó a favor de la guerrilla. El concepto se emparienta con los Juicios de la Verdad, como los de Sudáfrica y Brasil, donde a cambio de la verdad, asesinos y torturadores quedaron en libertad. Y ese concepto se roza con la sonda que envía el torturador Barreiro. Es una sonda que entrelaza complicidades en los dichos de Macri, en la necesidad de verdad de los familiares de las víctimas, o en el discurso justificador del terrorismo de Estado de la “justicia completa” o la “memoria completa”. La oposición no ha sido clara y en algunas alianzas, como FA-Unen, ni siquiera hay una definición en común entre lo que pueda pensar Pino Solanas y Ernesto Sanz u Oscar Aguad. La misma opacidad estaba en los discursos de campaña de Carlos Menem en 1989 cuando se le preguntaba por la amnistía. Era obvio que la iba a decretar, pero en la campaña no lo decía con claridad. Cuando habló Cristina Kirchner en el Día Internacional de los Derechos Humanos pidió que los candidatos presidenciales expresaran cuáles serán sus políticas de derechos humanos.
Como la mayoría de los políticos han sido interpelados alguna vez por el movimiento, lo miran con recelo y no aciertan a darse cuenta de la trascendencia que tiene esta temática en la construcción institucional de estos años. En una sociedad sin tradición democrática, la legitimidad democrática no surge de la clase política, ni gremial, ni de la Iglesia, ni mucho menos de las Fuerzas Armadas, sino de la resistencia pacífica y democrática de los organismos de derechos humanos contra la dictadura. En esa epopeya está la reserva más importante de valores éticos y democráticos que hay en esta sociedad. Desde el 10 de diciembre de 1983 hasta ahora los gobiernos han tomado esta problemática o han tropezado con ella, y la democracia se fue delineando en gran medida en esa serie de encuentros y desencuentros. Está más allá de la decisión de los gobiernos: si no se le quiere dar importancia, se convierten en importantes por eso. Y si se le da importancia, también. Es el contrapeso a la gran noche de la dictadura: lo que más se violentó y negó en ese momento es lo que más pesa ahora.
Ni siquiera Mauricio Macri se puede dar el lujo de ningunear esta problemática porque se le podría convertir en el peor clavo de su cruz. A pesar del peso que tienen los derechos humanos en la conciencia de la sociedad, la mayoría de los gobiernos –con excepción de la primera etapa del alfonsinismo y de los actuales gobiernos kirchneristas– buscaron formas de impunidad para los represores. La anulación de las leyes de impunidad y la realización de los juicios a los represores constituyen un logro estratégico en la construcción de sustentabilidad y ciudadanía de esta democracia. Los medios concentrados de comunicación en general fueron contrarios a este proceso al igual que la mayoría de los políticos que se declaman republicanos o democráticos.
Solamente está claro lo que haría el kirchnerismo –peronistas o no– porque ni siquiera es posible saber lo que harán algunos de sus aliados. Cuando la oposición pasó por el gobierno –desde la derecha peronista y radical hasta algunos progresistas moderados–, buscaron la impunidad de los genocidas. Es difícil saber lo que piensan ahora, ya que consideran que el kirchnerismo ha monopolizado los derechos humanos. La frase de Macri daría la impresión de que la búsqueda de impunidad pasaría por un discurso para desacreditar a los organismos de derechos humanos. Esa ha sido la estrategia de estos años: desacreditar a los protagonistas de políticas activas y progresivas como principal curso de acción, sin plantear opciones concretas, y muchas veces escondiéndolas por su carácter impopular.
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viernes, 12 de diciembre de 2014

ENTREVISTA A JORGE CASTRO RUBEL, EL ULTIMO NIETO EN RECUPERAR SU IDENTIDAD


“Hay una necesidad vital de saber los orígenes”

Es sociólogo, hace una semana supo que era hijo de los desaparecidos Hugo Castro y Ana Rubel y que había nacido en la ESMA. “Es una bomba, una conmoción que te digan que la historia que conocés está incompleta o está equivocada, pero te lo tienen que decir.”

Por Victoria Ginzberg

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El 24 de marzo de 2004, Jorge Castro Rubel estuvo en la ESMA. Fue al acto en el que se anunció que el lugar se iba a convertir en un Espacio para la Memoria y que terminó con una multitud entrando al lugar que los marinos habían intentado preservar como un santuario. El estaba volviendo, pero no lo sabía. Había nacido ahí, en junio o julio de 1977, en una piecita del Casino de Oficiales. Fue un bebé prematuro y de poco peso que los represores llevaron a la Casa Cuna. Jorge se enteró de esta historia, la suya, hace una semana. Hasta que una tía se acercó para decirle que quienes creía que eran sus padres no lo eran, nunca había tenido dudas sobre su identidad. Pero en ese instante supo que podía ser hijo de desaparecidos. Lo siguiente fue llamar a Abuelas de Plaza de Mayo. “En un primer momento me moviliza pensar que no podía ser egoísta si había una familia que me estaba buscando. Sentí una responsabilidad con ellos. Pero después fui entendiendo que también era por mí, que era muy importante conocer mis orígenes”, le cuenta a Página/12.
Jorge Castro Rubel es sociólogo. Estudió en la UBA y ahora es investigador asistente del Conicet. Hizo su tesis sobre el proceso de lucha sindical en el subte y ahora está indagando en la relación entre conflicto social y cultura. Es rubión y disimula que le faltan tres años para los cuarenta. Vive en un sencillo departamento en Villa del Parque con su mujer y sus dos hijos. En las paredes hay unos pocos cuadros y varias calcomanías que dejaron a su paso los pequeños. Los libros son los otros objetos que se destacan en el ambiente.
Jorge es hijo de Ana Rubel y Hugo Castro, militantes de las FAL, que fueron secuestrados en enero de 1977 por el Ejército y estuvieron en algún centro clandestino de detención dependiente de esa fuerza hasta que Ana fue llevada a la ESMA para dar a luz. “El hijo nació sietemesino: tenía dos kilos, era varón y dos días después ella gritaba, preguntaba, quería saber y trajeron una incubadora para la criatura, pusieron al chiquito y ella me pedía por favor que mirara si tenía todos los dedos, los piecitos, si tenía alguna característica particular, y dos días después fueron trasladados”, contó al declarar en el juicio por el plan sistemático de apropiación de bebés Sara Solarz de Osatinsky, una sobreviviente de la ESMA que junto con Alicia Milia estuvo en el nacimiento de Jorge.
“Había en mi mamá una gran voluntad de que yo naciera y se ve que en mí, una gran voluntad de vivir”, dice ahora Jorge.
–¿Cómo te enteraste de que eras hijo de desaparecidos?
–Nunca tuve dudas sobre mis orígenes. Tampoco era un tema que se hablara demasiado. En cualquier familia se da por hecho, si no se habla algo en contrario, de que los hijos son los hijos. Hasta que en agosto una tía se acercó y me dijo que entendía que un chico... o más bien un joven de 37 años no podía no saber sus orígenes y que me quería contar que era adoptado.
–¿Ella sospechaba que podías ser hijo de desaparecidos?
–No. Ella no sabía más que eso. Por la edad que tengo, era una posibilidad. Pero los chicos que atravesaron mi situación son estadísticamente pocos. Inmediatamente le dije: “Yo nací en el ’77, ¿soy hijo de personas desaparecidas?”. “No lo sé”, me dijo.
–Fue bastante automática tu suposición.
–Fue bastante automática porque sé bien lo que fue la dictadura cívico-militar, el plan sistemático de robo de bebés. Era una posibilidad que evaluaba desde el conocimiento de lo que había pasado en la Argentina. Fui a hablar con mis padres. Hubo algunos chisporroteos y una dificultad muy grande de ellos de abrirse y contarme que no eran mis padres biológicos. Después de unos días de tensión, me confirmaron que no era hijo biológico de ellos, que para ellos no significaba quererme menos y que no conocían mi origen. Me contaron lo que ellos sabían: que un día, cuando mi papá estaba de guardia en la Casa Cuna –es médico–, llegaron dos personas y dejaron un bebé en muy malas condiciones.
–¿Eran dos hombres de civil?
–Eran dos hombres entre veinte y treinta años vestidos de civil. El me atiende –es pediatra endocrinólogo– y se da cuenta de que yo era muy chiquitito, muy prematuro. Ellos no tenían hijos, y ahí decide llevarme con él y con mamá. Y es todo lo que ellos me transmitieron que saben.
–¿Vos sabías que habías sido prematuro?
–Yo sabía que había nacido con bajo peso. Esa es la información que tenía. Mi papá me lleva al departamento donde vivían y me engordaron a lo loco, me hicieron una incubadora artesanal y salí adelante.
–¿Te enojaste con ellos porque te mintieron?
–Sí. Me enojé desde el lugar de que una persona de 37 años no puede vivir sin saber cuáles son sus orígenes. Además de todas las repercusiones que puede tener, por ejemplo cuando vas al médico y te dicen si tenés herencia de tal o cual cuestión, decís que no la tenés, pero la respuesta en realidad es que no sabés. Sí, me enojé. Me parece que el silencio de ellos tiene que ver con un prejuicio muy dominante en otra época, de “pobrecito, no le digamos a este chico que es adoptado”, que por suerte hoy en día ya no existe y se estimula que desde chicos sepan la verdad. Sabiendo que no era hijo biológico de ellos, lo que hice fue pensarlo... un poquito; pero yo tenía la convicción de que me tenía que hacer los análisis con el Banco Nacional de Datos Genéticos. En un primer momento lo que me moviliza es pensar: “Si hay una familia que me está buscando, yo no puedo ser egoísta y hacerme el tonto, por ahí hay familia, amigos de quienes me gestaron que están hace una vida buscándome”. Yo sentí en primer lugar una responsabilidad con ellos. Pero después, en terapia, fui entendiendo que también era por mí, que era muy importante conocer mis orígenes. Junté coraje y seguí el camino establecido por Abuelas y Conadi.
–¿Sabías lo que tenías que hacer o te pusiste a averiguar?
–Sabía cuál era el trabajo de Abuelas. Me crié en una familia en la que las Madres y las Abuelas eran bien vistas. El diario en la casa siempre fue Página/12. Me metí en la página de Abuelas, llamé, me bajaron un poco el copete. Me dijeron que después de Guido estaba todo desmadrado. Después me derivaron a la Conadi. El 11 de noviembre me fui a analizar. Ahí empezó la ansiedad en serio. Los resultados me los dieron el 4 de diciembre. Confirmar o descartar: cualquier respuesta iba a ser impactante para mí. Pero la respuesta positiva fue la mejor. Además es sentir que uno de algún modo lleva una felicidad enorme a un montón de gente, y todo lo que significa el proyecto de Abuelas y de restitución de las historias.
–También te encontrás con que tus padres están desaparecidos, que fueron asesinados.
–Sí, es muy difícil. De a poco los estoy conociendo por relatos. Estoy en la vorágine.
–¿Cómo te informaron los resultados?
–Me llamó Claudia Carlotto (la titular de la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad, Conadi) y me citó. Le dije que si no me decía, no iba a llegar vivo y que si me estaba llamando ella era porque había dado positivo. Me dijo que vaya en ese momento y le pregunté en qué grupo familiar había dado, e inmediatamente fui a la compu y vi quiénes habían sido mis viejos. En todo este proceso yo miraba mucho la página de Abuelas, buscaba los parecidos, me había detenido en ellos, pero no eran por quienes daba más fichas. Claudia me contó quiénes eras mis viejos y nos fuimos para el centro con mi mujer. Le dije que manejara ella porque íbamos a tener un accidente. En la Conadi me recibieron muy bien. La verdad es que en todo el proceso encontré calidez, contención y respeto. El mensaje para los que tienen miedo es que no lo tengan. Claudia me mostró las fotos de mis padres.
–¿Ahí conociste a Alicia Milia, la sobreviviente que presenció tu parto?
–Primero me preguntaron si quería conocer a mi familia biológica. Yo dije: “Totalmente”. Después me dijeron si quería conocer a Alicia. Ella me vio y se emocionó mucho. Buscaba obsesivamente mi lunar porque se acordaba mucho de eso.
–Algunos nietos empiezan a resignificar algunas cosas luego de recuperar su identidad, encontrar coincidencias o diferencias con sus padres. ¿Te pasó algo así?
–No creo mucho en la cosa mística. La entiendo y la respeto, mi familia está un poco en eso, en fijarse si compartimos rasgos de personalidad. Pero sí están los parecidos físicos. Obviamente, mi familia Castro me encuentra totalmente parecido a mi papá y mi familia Rubel me encuentra parecido a mi mamá. Yo creo que soy una mezcla de los dos. Vamos a decretar un empate. En cuanto a la personalidad, voy conociendo de a poquito. Pero mi identidad se fue construyendo en 37 años. Esto me viene a enriquecer la vida. Me parece una información esencial conocer mi origen. Pero esto no desplaza mi historia, no empiezo de nuevo, esto me enriquece. Y reformulo muchas cosas.
–¿A quiénes conociste de tu familia?
–Avancé mucho. Me encontré con mi tío Ruben y su esposa, mi tía Mari. Estuve con mi prima Andrea, del lado Castro, y pegamos una onda bárbara. Y me había encontrado con mi tía Perla Rubel, su marido Samuel y mi prima Mariana. En el juzgado, en un contexto un poco adverso, conocí a la prima de mi mamá Susana, que fue la última persona que la vio viva y a quien le contó que estaba embarazada. Todo es muy emocionante.
–¿Te acordás de cuando supiste que había habido desaparecidos? ¿Eras de ir a marchas?
–A marchas del 24 de marzo fui a muchísimas. Estuve el 24 de marzo de 2004, cuando Néstor Kirchner hizo el acto. Estaba detrás del corralito sacando fotos y escuchaba a Juan Cabandié contando su historia. La verdad es que me emocionaba mucho, me parecía increíble lo que había pasado en la ESMA y me parecía muy fuerte la materialización de ver a un chico, ya en ese momento un pibe de 25 años, que habló con esa fortaleza y contando esa historia tan cruda.
–Y vos habías nacido ahí también. ¿Volviste?
–No volví. Quiero volver más tranquilo. Seguramente va a ser la parte más dura, espero estar fortalecido para hacerlo.
–Decías que lo que pasó en los ’70 no te es ajeno, pero, ¿cómo te llevás con el tema de la militancia? ¿Cuál es tu lectura? ¿La cambiaste ahora?
–No, la lectura no la cambié. Siempre respeté y reivindiqué los procesos de transformación social, y en ese sentido siempre me sentí cercano a ese proceso de lucha.
–¿Seguiste las noticias sobre el encuentro de Ignacio Guido Montoya Carlotto?
–Sí. Miraba la conferencia de prensa y se me caían las lágrimas.
–Pero no dudabas.
–No. Incluso a mi compañera le decía: “Si yo no tuviera certeza de que soy hijo biológico de mis padres, me haría el análisis”.
–Entonces había algo.
–Se me pasó ese pensamiento, pero lo dije como una hipótesis: “Si yo no tuviera la certeza de ser hijo biológico de quien soy, me haría los análisis”. Porque soy del ’77. Cuando fue el caso Noble Herrera, yo entendía las repercusiones que había alrededor, pero me preguntaba cómo podía ser que habiendo tantas personas buscándote tantos años no tengas el compromiso de ir a hacerte el ADN para reparar tanta tragedia. Entendía las contradicciones que podían tener, pero me parecía que tenían una obligación de aportar lo suyo.
–Cuando viste a Ignacio, te conmoviste, pero no tuviste dudas. ¿Creés que tu tía, que te contó que eras “adoptado”, pudo haber influido ese caso?
–Puede ser. El día que se confirmó la historia de Guido, ella me mandó un mensaje que decía: “La puta madre, apareció el nieto de Estela”. Puede ser que haya incidido. Pero creo que nadie de mi familia de crianza sabía que yo podía se hijo de desaparecidos.
–¿No se lo imaginaban por la época?
–Son gente informada. Pero somos 400 que nacimos en esas condiciones sobre 40 millones, las probabilidades son pocas.
–¿Y cómo tomaron tus “padres de crianza” el hecho de que sos hijo de desaparecidos?
–Se están acomodando a la idea. Mi mamá de crianza inmediatamente se puso contenta porque había encontrado mis orígenes. Y seguimos en un contacto cotidiano, porque no me voy a desvincular de ellos.
–Y tenés tu propia familia, mujer, dos hijos. ¿Cómo fue el proceso para ellos?
–Ellos absorben toda la vorágine que estoy viviendo. Vamos a buscar asistencia para introducir a los chicos en la historia. Para la más chiquita es más fácil, tiene un año y siete meses, pero el que tiene cuatro ya entiende mucho de lo que pasa. Ve mis cambios, por momentos estoy feliz y por momentos me bajoneo, pienso en las condiciones en las que nací y cómo sobreviví, y eso me pone muy mal.
–Estela Carlotto dijo que había sido un milagro.
–Sí. Había en mi mamá una gran voluntad de que yo naciera y se ve que en mí, una gran voluntad de vivir.
–¿Por qué es importante para vos saber la verdad?
–Porque creo que no se puede vivir sin conocer la historia y los orígenes de uno. Uno tiene la obligación y la necesidad vital de saber cuáles son sus orígenes. Y las familias deben saber si el chico que están buscando está, y si está bien. Luego, las historias de cada uno son particulares y cada uno las procesa a su modo. Cada uno hace lo que puede y quiere con eso. Yo elijo profundizar en el conocimiento de mis viejos, de su historia y conocer a mi familia. Es importante que la gente que tiene información o dudas sobre los orígenes de un familiar se las transmita ya directamente a ellos, porque somos gente que estamos cerca de los cuarenta. Es una bomba, una conmoción que te digan que la historia que conocés está incompleta o está equivocada, pero te lo tienen que decir.
–¿Te molestó no haberlo sabido antes?
–Cuanto más rápido se sabe, es mejor. También me encuentra con una fortaleza que me permite atravesar situaciones difíciles, aunque se me han desacomodado los muebles. Pero sí, uno siente que perdió tiempo y eso no se puede recuperar.
–El secretario de Derechos Humanos, Martín Fresneda, dijo que la Presidenta te quería conocer. ¿Vos tenés ganas?
–Sí. Claro que sí. El gobierno desde Néstor Kirchner ha aportado mucho en distintos sentidos, entre ellos cambiar un clima cultural. Lo que se ha hecho desde el gobierno es una pata importante para que se hayan profundizado estos procesos de búsqueda y reivindicación.
–Sos mayor de lo que eran tus padres cuando murieron. ¿Te da impresión?
–Ellos eran unos chicos con relación a lo que soy hoy yo. Choca mucho. Si bien los veintipico de antes no son los veintipico de ahora, hubo una generación muy joven que perdió trágicamente la vida cuando la tenía por delante. Ver esa juventud es muy difícil.
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martes, 9 de diciembre de 2014

Documento de los Curas en Opción por los Pobres sobre la Iglesia y la dictadura


“Aún hay cuentas pendientes”


Por Washington Uranga


En un extenso y categórico documento a propósito de la Navidad que se acerca el grupo de Curas en la opción por los pobres reconoció los pasos dados por el Episcopado católico en relación con los temas de derechos humanos, pero subrayó que “todavía hay muchas cuentas pendientes” y exige de los obispos gestos y manifestaciones concretas que apunten, por una parte, a asumir institucionalmente la responsabilidad que le cupo a la Iglesia en las violaciones a los derechos humanos durante la dictadura y, por otra, a reparar de manera efectiva los daños causados. En el texto se reclama la apertura de todos los archivos de la Iglesia vinculados con presuntas violaciones a los derechos humanos, que se exija a capellanes castrenses el aporte de información y se sancione eclesiásticamente a miembros de la Iglesia a quienes se considere responsables de delitos contra los derechos humanos.
Los sacerdotes piden que definitivamente el Episcopado se aparte de la llamada “teoría de los dos demonios”, y si bien señalan que hablar de “dos Iglesias” es “falso y superficial”, sostienen que existen “dos modelos de Iglesia”, recordando que así como hubo complicidades con las atrocidades de la dictadura, también hubo cristianos, incluso miembros de la jerarquía, que lucharon contra la dictadura y cayeron como víctimas de violaciones a los derechos humanos.
“La Iglesia no fue un actor más en este oscuro período de nuestra historia (la dictadura), sino ciertamente un protagonista central. Su participación fue compleja y la ubicación de sus miembros, diversa. El apoyo político de la mayoría del Episcopado a los que deben sumarse nuncios y capellanes militares fue fundamental para la ejecución del plan represivo de la dictadura, que actuó en nombre de los valores del Occidente cristiano”, dicen los curas en el texto titulado “Las responsabilidades de la Iglesia en el proceso de memoria, verdad y justicia”.
Reconocen que “también una Iglesia víctima del terrorismo de Estado que padeció torturas, asesinatos, desapariciones”, y entre ellos hubo laicos, religiosos, curas y obispos cuyo “compromiso con el evangelio de la vida, la opción por los pobres y el acompañamiento a las luchas populares los convirtió en enemigos de los defensores de la nación católica y de la divinización del mercado”. Pero los firmantes del documento subrayan que pasados casi 40 años del martirio del obispo riojano Enrique Angelelli, “los obispos no emitieron palabra”, así como “llama la atención que la Iglesia jerárquica no se haya sentido perseguida en la dictadura, habida cuenta de que muchos de sus miembros fueron torturados, asesinados o desaparecidos”. Y manifiestan que “es más llamativo todavía que la misma Iglesia sí afirme sentirse perseguida en períodos democráticos”.
Respecto de recientes gestos de los obispos, los curas dicen que “parecería haber una conciencia repentina del Episcopado, manifestada por algunos de sus miembros, de la urgencia de prestar colaboración con el esclarecimiento de los crímenes de la dictadura y el paradero de los desaparecidos y niños apropiados”, si bien advierten que quizás este cambio de actitudes esté “motorizada por las inquietudes del papa Francisco”.
Reconociendo la importancia de tales gestos los curas señalan, no obstante, que “suena muy contradictorio que los que llevan décadas ignorando a los organismos de derechos humanos y resistiéndose a reconocer una complicidad manifiesta con los crímenes de la dictadura sean ahora los que pidan colaboración”. Y se preguntan los curas si “¿no tendría que haber un reconocimiento explícito de no colaboración con el esclarecimiento de los crímenes de la dictadura hasta el pasado reciente? ¿No tendría que haber explicaciones acerca de por qué la Iglesia no ha participado nunca oficialmente de los actos conmemorativos del 24 de marzo?”. Y en otro párrafo, después de señalar la responsabilidad de los capellanes militares y de fuerzas de seguridad, agregan que “seguramente el Episcopado argentino puede mucho más que ‘exhortar’ a que se sientan ‘moralmente obligados’ a brindar información y manifestarse responsables de sus delitos”.
Hay también una mirada sobre las complicidades de la institución eclesiástica católica con el modelo económico impuesto por la dictadura. Y recuerdan en este caso que “la negativa sistemática del Episcopado argentino a manifestarse críticamente ante la extorsión de la Deuda Externa, la sintonía con la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa y alguno de sus miembros relevantes, como José Alfredo Martínez de Hoz, la presencia permanente de empresarios del mundo cerealerosojerorural en organismos laicos del Episcopado, como la Comisión Episcopal de Pastoral Social, son síntomas preocupantes de esta cercanía” de los obispos con el poder económico.
En las conclusiones del documento los curas vuelven a valorar los gestos recientes del Episcopado, pero insisten en que “un sincero pedido de perdón debe ir acompañado no solamente de reparación sino de gestos y actitudes concretas que manifiesten visiblemente el cambio de actitud”. Porque “pedir perdón por ‘si hubiéramos hecho’ algo, y seguir eligiendo modelos económicos coherentes con el genocidio por ser genocida también el modelo, es algo incoherente con el perdón requerido”.
Los Curas en la Opción por los Pobres sostiene que “la exhortación a colaborar con información a quienes la tuvieran debería ir acompañada de un transparente gesto de apertura de archivos, exigencia a los capellanes militares, policiales y otros que tuvieran información a que la brinden sin ninguna reticencia, e incluso ‘exhortarlos’ a que se entreguen a la Justicia si hubieran delinquido”. Se reclama “aplicar hacia ellos sanciones canónicas correspondientes” dado que, por ejemplo, Christian von Wernich “no haya sido expulsado del estado clerical y siga celebrando la eucaristía” resulta “un escándalo que clama al cielo”. Los Curas cierran su mensaje navideño reiterando que “queremos ser una Iglesia pobre y de los pobres”, capaz de construir “otro mundo” donde “la vieja pregunta de nuestros hermanos mayores, los Curas del Tercer Mundo, ‘Feliz Navidad ¿para quién?’, la podamos responder mirando cara a cara a los pobres, a los despreciados, a las víctimas para brindar con ellos por un mañana mejor. Y caminar juntos”.
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jueves, 6 de noviembre de 2014

En la presentación pública, Mauricio Macri, en tren de campaña presidencial, ofreció algunas definiciones acerca de temas económicos

Otra vez la misma receta

Por Alberto Müller *
En una reciente presentación pública, Mauricio Macri, en tren de campaña presidencial, ofreció algunas definiciones acerca de temas económicos. Vale la pena retomarlas, habida cuenta de la pobreza de ideas que impera en los debates actuales. Citamos textualmente:
1. “Nosotros llegaremos a un dígito de inflación en menos de un año, con la cantidad de dólares que anda dando vueltas en América latina.”
2. “Perú colocó deuda al 6 por ciento a 40 años. Esa es la Argentina que yo sueño, la que vamos a construir juntos.”
3. “(Debemos) revitalizar el Mercosur e integrarlo a la Alianza del Pacífico, que ha funcionado muy bien.”
4. “Uruguay desarrolló la industria celulósica y ya participa en la formación mundial de ese precio. Nuestra Mesopotamia tiene cuatro veces más recursos forestales. Si apostamos a la industria forestal, podemos exportar más rollos de madera que trigo y maíz juntos.”
5. “La mayoría no quiere planes, sino que le den una oportunidad. Vamos a capacitarlos.”
Estas propuestas pueden traducirse en los términos siguientes:
a) Combatir la inflación mediante un ancla cambiaria, incentivando la entrada de capitales especulativos.
b) Tomar deuda.
c) Converger con países que tienen Tratados de Libre Comercio.
d) Capitalizar ventajas comparativas sin profundización industrial, a través de enclaves cuasi extraterritoriales, como son hoy día las pasteras uruguayas.
e) Capacitar para enfrentar los problemas del empleo, porque éstos se originan en la escasa formación de las personas, no en la capacidad de absorción por parte de la economía.
Ya conocemos este programa. Es el que imperó durante la convertibilidad. Conlleva sobrevaluación cambiaria, reprimarización y sobre todo el gran sueño de una parte de la dirigencia argentina: el dichoso endeudamiento. Para exponentes de este pensamiento, la Argentina necesita imperiosamente capitales externos, porque es un país sin capacidad de ahorro suficiente. La política económica consiste entonces en asegurar la entrada de capitales, bajo cualquier forma o ropaje; si éstos entran, y llevan a la sobrevaluación cambiaria, no es problema, porque así nos integramos al mundo. Y si hay desempleo, esto es porque hay personas de baja productividad debido a su insuficiente capacitación.
Algo de esto es lo que ha ocurrido con el mentado Uruguay, aunque por ahora sin efectos sobre el empleo. Este país acaba de graduarse como país “desarrollado”, al lograr en 2013 un PBI per cápita superior al de Chile: 16.400 dólares, según el Banco Mundial (la Argentina, de acuerdo con la misma fuente, no pasaba ese año de los 14.800 dólares). Desde 2005 hasta 2013, el PBI de Uruguay ha crecido 53 por ciento en moneda constante (5,5 por ciento anual), lo que no es poco. Los sectores que han acaparado este crecimiento son la agricultura, la industria de la madera, el comercio, las comunicaciones y, faltaba más, la intermediación financiera. Pero fuera de las pasteras, la participación del sector industrial cayó de 15 a 11 por ciento.
Esto es lo que llamamos crecimiento con reprimarización.
Pero además, el PBI en dólares ha crecido un fenomenal 221 por ciento, evidencia de una fortísima sobrevaluación cambiaria; podemos cifrar la caída del tipo de cambio real en cerca de 50 por ciento. Demás está decir que Uruguay tiene déficit en su cuenta de mercancías, pese a una mejoría de 15 por ciento en sus términos de intercambio (y ni qué hablar de su cuenta corriente). Uruguay acumula así pasivos externos, para financiar su cuenta deficitaria de mercancías. Esto es vivir con lo que uno no tiene.
Todo esto en un país paria como la Argentina es una tragedia, pero en Uruguay no es visto así. ¿Por qué? Porque están entrando capitales.
Sabemos de este programa, y hemos visto a qué nos ha llevado. A la corta o a la larga, vendrá la hora del ajuste; y entonces los mismos voceros nos hablarán con tono admonitorio de lo poco sostenible que es acumular pasivos sin generar recursos para su cancelación, y el Estado, de alguna forma, será el culpable de todo.
¿Tropezar dos veces con la misma piedra? Si no aprendemos de la historia, estamos expuestos a repetirla. Y lo cierto es que los defensores de estos modelos todavía nos deben una explicación acerca de cómo nos fue con la convertibilidad. No sólo de cómo terminó, sino de cómo se desempeñó cuando se la consideró exitosa: una tasa de desempleo de dos dígitos durante una década, la destrucción de parte importante del tejido industrial (si se salvaron la industria automotriz y la siderurgia, fue por tener regímenes ad hoc) y el desentendimiento del Estado. En esa época, se consideraba que el desempleo se combatía con educación, porque eran los menos educados los que eran primero desplazados del mercado de trabajo (sin que entendamos por qué en los ’80 conseguían trabajo). Pero, además, la convertibilidad terminó no por acción política, sino simplemente porque fue insostenible.
¿Qué opinarán entonces Macri y los demás candidatos acerca de la experiencia de la convertibilidad?
* Cespa-FCE-UBA.
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martes, 28 de octubre de 2014

FILMUS EN INGLATERRA

Perforación británica en Malvinas corre el riesgo de desastre ecológico, dice Argentina

Secretario Malvinas Daniel Filmus advierte que la extracción de petróleo y gas de lecho marino sin el consentimiento de Argentina es peligroso
Los miembros de la comunidad mapuche de Argentina bloquean una carretera de acceso a la formación de esquisto Vaca Muerta.
Los miembros de la comunidad mapuche de Argentina bloquean una carretera de acceso a la parte de la formación de esquisto Vaca Muerta. Fotografía: Handout / Reuters
Secretario Malvinas de Argentina, ha advertido que la perforación unilateral británica de petróleo y gas en las Malvinas podría desencadenar una catástrofe ambiental en la escala de la catástrofe del Golfo de México .
Hablando en Londres, Daniel Filmus, el primer titular del cargo que fue creado en enero , dijo que los intentos de las empresas británicas para extraer hidrocarburos desde el fondo del mar sin el consentimiento de Argentina fueron muy peligroso.
Varias pequeñas empresas del Reino Unido están explorando las aguas alrededor de las islas, que se cree que contienen miles de millones de dólares de los ingresos del petróleo y el gas. Filmus advirtió que sin "apoyo continental" de Argentina estos proyectos técnicamente difíciles arriesgaron un derrame grande de petróleo a través del Atlántico Sur prístina.
Buenos Aires ha prohibido los buques que transportan la bandera británica de visitar sus puertos o llevar a cabo "operaciones logísticas".Otros países sudamericanos como Brasil, Paraguay y Uruguay han seguido el ejemplo.
"El riesgo ambiental de la exploración de petróleo en la región es enorme. No sólo para los isleños, sino para el conjunto de América Latina e incluso del mundo. Significa el potencial de socavar la biodiversidad ", dijo Filmus. "No se puede explorar sin el apoyo adecuado desde el continente. El riesgo de otro accidente como el Golfo de México es enorme. "El gobierno de Argentina ha demandado a las empresas implicadas por sus" acciones criminales ", dijo.
Filmus agregó que continuaría presionando a Gran Bretaña a devolver las islas por medios pacíficos y el diálogo. Dijo que Argentina respetaría el derecho de los isleños a seguir siendo británicos, pero quería "el ejercicio de la soberanía".
"La historia de la humanidad es la historia del fin del colonialismo", dijo."Estoy seguro de que los que viven en las islas tendrán una vida mejor [con Argentina]."
Filmus es un estrecho aliado de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, que ha reavivado el reclamo de Argentina por las Malvinas (conocidas en Argentina como las Malvinas). Filmus dijo que no trató de conocer a alguien desde el gobierno británico durante su viaje de un día a Londres el lunes, después de un desaire a principios del ex secretario de Relaciones Exteriores, William Hague. El enviado lanzó un libro, Diálogo, - que expone el argumento de la Argentina en una serie de ensayos y artículos.
Argentina ha dicho que va a sabotear lo que se refiere a la exploración de petróleo como ilegal alrededor de las islas. El año pasado, el Parlamento votó a favor de imponer penas de cárcel de hasta 15 años en los ejecutivos cuyas empresas perforar en busca de petróleo, así como las multas punitivas de hasta $ 1.5bn . Se ha dicho que las empresas también se inhabilitó de trabajo lucrativo en Vaca Muerta, un yacimiento de petróleo de esquisto gigante en la región de la Patagonia Argentina.
Las grandes petroleras como Chevron y BP hasta ahora han evitado la controversia. Pero las empresas más pequeñas, con sede en Reino Unido, como Premier Oil están explorando el fondo marino, incluyendo la Cuenca Malvinas Norte, se cree que contiene 400 millones de barriles de petróleo recuperable.
Filmus dijo reclamo de Argentina por las Malvinas volvió a 1833, cuando Gran Bretaña se apoderó ilegalmente en el territorio. El derecho internacional, otras naciones de América del Sur, y la unión de resoluciones de la ONU todos obligados a Gran Bretaña a negociar sobre el futuro de las islas, dijo. "Lamentamos que el Reino Unido dejó de diálogo. La única manera de resolver un conflicto es a través de negociaciones. "Gran Bretaña negoció en secreto sobre el futuro de las islas entre 1966 y 1982 con sucesivas dictaduras argentinas, pero ahora se niega a discutir el tema con una democrática y guerra dejando de lado la Argentina, dijo.
El enviado, por su parte, dijo que Buenos Aires no tenía la intención de prohibir el presentador de la BBC Top Gear Jeremy Clarkson, quiencondujo alrededor de la Argentina en un Porsche con el registro H982 FLK , una aparente referencia a la Guerra de las Malvinas 1982. La semana pasada el embajador de Argentina ante el Reino Unido, Alicia Castro, presentó una denuncia formal a la BBC.
"No creo que queremos dedicar un segundo para Clarkson", dijo Filmus.
THE GUARDIAN

miércoles, 1 de octubre de 2014

El Secretario del Estado Vaticano acudió a la misma figura que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner

El cardenal Parolin habló en la Asamblea General de la ONU

Críticas del Vaticano al sistema financiero


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El cardenal Pietro Parolin durante su exposición en Nueva York.
En el marco de la Asamblea General de las Naciones Unidas, el cardenal Pietro Parolin abogó por la “responsabilidad de proteger” a los pueblos frente al “sistema financiero regido sólo por la especulación y la explotación máxima de las ganancias”, al que comparó con el terrorismo y otros casos de “agresiones extremas contra los derechos humanos”. Parolin fue la voz del papa Francisco en el evento anual, en el que también instó al mantenimiento de la paz mundial.
A pocos días de que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner calificara la acción de los fondos buitre sobre la Argentina como “una suerte de terrorismo económico”, en el mismo estrado, el secretario del Estado Vaticano acudió a la misma figura para advertir que “un sistema financiero regido sólo por la especulación y la explotación máxima de las ganancias, o en el que los individuos se consideren como artículos dese-chables podría ser equivalente, en ciertas circunstancias, a una ofensa contra la dignidad humana”.
En su mensaje en la Asamblea General, Parolin alertó que este caso de “grave desprecio del derecho humanitario” existe “a pesar de los esfuerzos de las Naciones Unidas y de muchas personas de buena voluntad” y que, por lo tanto, “la ONU y sus Estados miembros tienen una responsabilidad urgente y grave con los pobres y excluidos, teniendo siempre presente que la justicia social y económica es una condición esencial para la paz”.
Como escala previa a su llegada a Nueva York para hablar en la Asamblea, Cristina Kirchner compartió un encuentro con el Papa en el que uno de los puntos que tocaron fue justamente la situación que sufre Argentina en la causa que le siguen los fondos buitre. Además, Argentina consiguió el viernes pasado que el Consejo de Derechos Humanos que sesionó en Ginebra aprobara una propuesta para investigar el accionar de estos fondos y su incidencia en la situación de los derechos humanos de los países a los que perjudican. Las palabras del cardenal Parolin ante la Asamblea parecieron haber recogido las inquietudes argentinas.
En un plano general, si bien el funcionario vaticano reconoció “los esfuerzos de las Naciones Unidas para garantizar la paz mundial, el respeto de la dignidad humana, la protección de las personas, especialmente las más pobres y vulnerables”, advirtió sobre el “peligro de indiferencia generalizada” que sobrepasa el campo de la política e inunda a los sectores económicos y sociales.

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martes, 30 de septiembre de 2014

Ignacio Guido Montoya Carlotto

CUANDO IGNACIO CONOCIÓ A GUIDO

Cuando hace casi dos meses se supo que Estela de Carlotto había recuperado a su nieto Guido, la conmoción fue tremenda y la expectativa que generó la conferencia de prensa en la que aparecieron juntos frente al público, tan emocionante como inolvidable. Ahí, la Argentina y el mundo se fueron enterando de que Ignacio Guido Montoya Carlotto tiene 36 años, es pianista, toca en un septeto y lleva grabados varios discos, fue adoptado en Olavarría y en esa ciudad enseña música y dirige una escuela municipal. El próximo miércoles dará un concierto en el marco del Primer Encuentro Nacional Arte por la Paz, en el Espacio Cultural de la Memoria Haroldo Conti, y el 1º de noviembre tocará en el ND/ Teatro. En esta entrevista, Ignacio Guido recuerda su infancia en el campo, habla de su vida actual antes y después de la gran noticia y explica el lugar de privilegio que ocupó la música antes, durante y siempre.

Por Juan Pablo Bertazza

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Después de que su abuela le diera la palabra, justo tras los aplausos, apenas antes de chequear el micrófono y largar el iniciático saludo “hola, buenas tardes”, Ignacio Guido tuvo un gesto que habría resultado notable –o, al menos, mucho más evidente– si la tremenda emoción de aquella conferencia de prensa, su presentación en sociedad, no lo hubiera acaparado todo. Tomó aliento y respiró hondo durante un eterno instante como quien se dispone a sumergirse bajo el agua. Fue un suspiro que dejó el tiempo en suspenso, tal vez como en esas únicas cinco horas que pasó con su madre, Laura (“Cinco horas de milagro en el medio del infierno/ sin goteras monocordes ni sabor a Armagedón/ sin suplicios ni traslados, sin oscuros simulacros/ cinco del azul celeste entre las nubes del horror”, según describe la flamante canción de la banda platense La Caverna), un parar la pelota con múltiples significados: afrontar las filtraciones de semejante noticia y disponerse, como él mismo dice, a todo esto –dar una conferencia de prensa– que no es lo realmente importante (“lo que importa es el encuentro íntimo”) pero que también es importante (“porque si no ¿para qué vienen?” como les dijo esa tarde a los periodistas). Y también una forma de abordar el escenario y salir a la cancha y sumergirse en aguas artísticas, en esa condición anfibia de la creación que oscila entre lo público y lo privado, entre la instancia íntima y solitaria del repliegue para comprender lo que ni siquiera se puede nombrar y luego arrojarlo hacia afuera.
Respirar hondo significó para él sumergirse definitivamente en ese pasado que (también presente, también futuro, tan círculo) lo alcanza, y en esos libros de Historia en los que (queriéndolo o no) ya sabe que va a entrar (“y es un peso que hay que llevar”). En definitiva, en ese gesto que marca el momento de mayor expresividad de toda la conferencia de prensa podría cifrarse el encuentro de Ignacio con Guido.
“Claro que me acuerdo de ese momento. Y sí, lo de tomar aire, es cierto, es el mismo gesto que tenés cuando vas a tocar: respirar y hacer lo mejor posible. Yo tengo en claro que esa conferencia fue más importante para los demás que para mí. Igual fue un momento iluminado, todo lo que tenía para decir lo dije ahí y no sé sí lo voy a poder hacer mejor”, reflexiona Ignacio Guido Hurban Montoya Carlotto, sentado en un banquito junto al piano donde, entre mate y mate, irá a buscar alguna nota a manera de ejemplo o de apoyo cuando se queda sin palabras, o en los muy escasos momentos en que no hace un chiste o no esboza esa sonrisa que ilumina un día lluvioso. La entrevista transcurre en la Escuela Municipal Hermanos Rossi de la ciudad de Olavarría, a 353 kilómetros de Capital Federal. Ignacio Guido es el director de la escuela y Olavarría es una ciudad que, al parecer, se toma con calma la convulsión por el juicio por los crímenes del centro clandestino de detención Monte Peloni (que comenzó el martes pasado y que tiene como querellante a su tío Remo Carlotto), y por la noticia de la aparición de Guido, desde ahora su personalidad más destacada, al que la estación de micros de Olavarría parece rendirle un involuntario pero poético homenaje con la misteriosa presencia de un piano cerrado con llave, arrumbado en un rincón junto a discos de vinilo de Strauss y Beethoven, en una suerte de living con viajeros y perros que rompe el protocolo de cualquier estación y donde también se apura en dar la hora una especie de reloj cucú sin cucú.
¿Te preguntabas si iba a aparecer el nieto de Estela?–Sí, pensaba mucho en eso. Me acuerdo una vez de que estaba con mi mujer en la cama, con el control en la mano, y le dije: “Mirá vos, pobre mujer, nunca más lo va a encontrar al nieto, quizá se muere sin llegar a verlo” y era yo, te comés el flash de tu vida. Y más loco aún habría sido si antes nos hubiéramos encontrado y sacado una foto. En realidad eso pasó con una chica que trabaja en el área de investigación de Abuelas, esposa del músico Mintcho Garrammone: justo vinieron a dar una clínica acá y en un momento estuvimos todos sentados. Cuando se dio la noticia la jodían diciéndole: “Vos no encontrás una vaca en la cartera porque lo tuviste ahí”. Y después no sabés cómo se puso cuando me vio. La historia es muy increíble.
¿Cuándo comenzaron tus dudas?–Los ruidos estuvieron siempre y encontré un par de cosas que me llevaron a sospechar aún más. Quizá sería mejor para mí y para todos tener un momento concreto y poder decirte que a partir de ahí me di cuenta. Pero no, fue mucho más gradual, como una sucesión de nudos. Como el ruido de fondo de esas luces que sólo percibís cuando las apagás y te das cuenta de cuánto te hinchaba las bolas y no sabías, como un nudo que tenés en algún lugar y se abre, son cosas que las venís trayendo: es muy fuerte, evidentemente, lo que traés. No sólo el parecido físico, son los llamados a hacer cosas que no tendrías por qué haberlas hecho: como ser músico, como terminar tocando todos los 24 de marzo en el Día de la Memoria y no saber por qué –yo no soy un militante ni mucho menos–, como escribir “Para la memoria” y sentirla tan propia.

VIDAS EXTRAORDINARIAS

Con letra y música de Ignacio, “Para la memoria” –la canción en cuestión– tiene una gramática compleja que dice, entre otras cosas: “Cargando en ancas los hombros/ vanse quedando los años/ no se han cerrado las puertas/ ni las heridas de antaño”. Ignacio, que desde el momento en que se enteró de que era adoptado va a una psicóloga (“es excelente, no creía mucho en eso pero la verdad que está buenísimo”) la escribió poco antes de un 24 de marzo, aunque aclara que hacía tiempo la venía rumiando y terminó de salir luego del impacto que le causó la muestra fotográfica Ausencias, de Gustavo Germano.
Ignacio, que construye día a día el vínculo con sus dos abuelas –Estela y Hortensia–, con las que habla muy seguido, asegura que “Para la memoria” entró en su disco Musa rea casi por la ventana, como si no tuviera mucho que ver. Como no hubo tiempo para que la cantara nadie, la terminó cantando él.
¿Te habías enterado del libro sobre tu mamá y de la película sobre tu abuela en su momento?–Ahora mismo estoy leyendo Laura, porque me lo regaló Maru Ludueña, la autora, hace muy poco: está muy bien escrito y sirve para encontrar más información y entender por qué hicieron lo que hicieron y tomaron esas decisiones. La película la había visto antes, pero por accidente: habíamos ido con mi mujer a ver Elefante blanco en el Festival Lucas Demare y me equivoqué de horario. Ahora me la acercó Nico Gil Lavedra, porque el 2 de octubre, al otro día del concierto, vamos a grabar una especie de escena final en la que yo salgo tocando el piano para cerrar la película, y la verdad que me di cuenta de que no me acordaba demasiado.
¿Qué te provocan los comentarios que dicen que todo está armado?–Las teorías conspirativas son muy seductoras. Yo, desde mi computadora, soy el único en el mundo que me doy cuenta de algo y no estoy contaminado por la mentira de todos. Me mandaron al Twitter algunos mensajes diciéndome “yo sé que vos sos una mentira”. Ellos sabían, ellos sabían todo, a ellos no los iba a engañar... también la insultaban a Cristina. La tapa de Barcelona fue alucinante: “El siniestro plan del Gobierno para restituir nietos cada vez que se pudre todo”.
¿Aceptarías un cargo político?–No, no, no tengo vocación para eso y no lo sé hacer, capaz que por ahí una elección te la gano, pero ¿qué hago después? Aparte yo lo dije en la conferencia: la actividad musical es también una actividad política.
Con Estela fueron invitados a visitar al papa Francisco en el Vaticano. ¿Cómo es tu relación con la fe?–Voy a hacer mía una frase muy linda del Negro (Carlos) Aguirre: yo creo en Dios pero aun no sé cómo se llama. Siento en la piel que hay una energía, una religiosidad, una espiritualidad a la cual nos tenemos que acercar, pero no le encuentro nombre todavía. Yo tuve una educación religiosa muy estricta porque me crié en la Colonia San Miguel, una comunidad alemana con un catolicismo muy practicante y yo hice todo el tour religioso, desde el bautismo hasta la confirmación, y cuando pude empezar a decidir un poco me alejé de eso. De todas formas, entiendo mi vida como una búsqueda espiritual constante.
¿Cómo elaborás la figura de tus padres biológicos? Porque, en algún punto, para vos nacen y mueren al mismo tiempo.–Sí, es un duelo que hay que hacer: conocerlos para hacer el duelo; pero también lo que es muy fuerte es saber que tus viejos eran más chicos que vos, flash total. Es parte de lo que significa esta cosa tan extraña, extraordinaria. Y ahí está la confusión, ¿viste? Porque mi vida ahora es extraordinaria, lo cual no significa que yo sea extraordinario, porque en realidad no existen personas extraordinarias sino vidas extraordinarias. Mi caso es un ejemplo muy claro de eso.

LA ISLA DEL TESORO

Conocer algo de la vida de Ignacio Guido (saber, por ejemplo, que le gustan mucho las series Breaking Bad, Black Mirror y The Walking Dead, o que siempre ve a Capusotto) implica algo similar a lo que ocurre cuando se vuelve a ver una de esas películas cuyo final sorprendente termina resignificando cada una de las escenas. En la conferencia de prensa, cuando le preguntaron si tenía algún recuerdo de aquellas cinco horas con Laura, dijo rápidamente, y con su característica honestidad, que no. Pero, al mismo tiempo, estableció una inmediata y directa relación entre ese pasado que vuelve y el hecho de dedicarse a la música.
–Es que es muy fuerte. Siempre había tenido esa pregunta sin respuesta, como una cuenta pendiente: ¿por qué te dedicaste a la música? Más teniendo en cuenta las características de donde vengo. No es para criticar, pero el campo tiene sus particularidades, esa situación rural a la que agradezco porque me dio un paisaje y una tranquilidad que me enseñaron cosas que no hubiera aprendido de otra forma. El paisaje rural tiene una cosa que termina girando sobre sí misma: la gente que está ahí también trabaja y son muy felices porque es su hábitat, de la misma forma que en la ciudad las personas viven contentas casi sin espacio, o por lo menos todos se quejan pero nadie se va. Entonces siempre me hizo ruido esa contradicción: yo crecí en el campo y tomé este rumbo tan particular y ajeno a ese medio ambiente –no sólo por la música sino por el jazz, por vivir a la búsqueda de lo nuevo, de cierta vanguardia, un espíritu de búsqueda constante que no me podía explicar–.
¿Qué aprendiste en el campo?–A tener otro contacto con las cosas y conmigo mismo. Yo me crié muy solo pero no lo digo desde un lugar de queja, está buenísimo: la soledad como disparador creativo. Lo veo ahora que tengo edad y que, si bien aún no soy padre, con mi mujer estamos pensando un poco en eso. También porque veo cómo crecen los hijos de mis amigos. Cuando yo me retrotraigo a esa infancia primera me veo inventando todo lo necesario para divertirme, algo que hoy no es común porque la cosa viene más inventada para los chicos, ¿viste? No sólo por internet, antes, inclusive. Los juguetes... yo me fabricaba mis cosas, leía mucho, inventaba mi mundo y veía en esa llanura que había todos los castillos necesarios para que pasaran las aventuras que yo eligiera.
¿Pasabas muchas horas solo?–Sí, porque en el campo trabaja el padre y la madre y los chicos tienen algunas actividades pautadas pero después hay un montonazo de tiempo libre, sobre todo en los veranos, cuando no había que ir a la escuela. Dibujaba y leía muchísimo.
¿Te acordás de qué leías?–Mirá, me acuerdo de que empecé con esas colecciones amarillas de Robin Hood. Había una biblioteca en la casa de los patrones producto de las mudanzas. Me acerqué a esa biblioteca y empecé a leer sin ningún tipo de condicionamiento, porque me gustaban las tapas. Me leí todos, me gustaba mucho Salgari, hasta que llegue a un libro que me fascinó y es el que más veces leí y voy a leer en mi vida: La isla del tesoro de Stevenson.
¿Y por qué te gustó tanto?–La historia es indestructible, es un libro tremendo que hay que recomendar. Está escrito en primera persona, bajo la voz y la mirada de un niño que vive en una posada medio fundida hasta que llega un pirata con un mapa y arranca la historia. Me gusta porque no es nada grandilocuente. Y hay otro libro menos conocido que se llama La vuelta a la isla del tesoro, que lo escribió otro tipo. Lo loco es que primero leí La vuelta... y después, sí, la primera parte, que tiene un final bastante abierto. Entonces llega este otro loco que lo sigue muy bien, es un libro muy poco difundido: yo tengo una copia y lo quise comprar original, pero no lo conseguí. A partir de ahí empecé a leer un montón: leí la Biblia como si fuera una novela porque nadie me había explicado qué era, me aburría un poco, adelantaba y seguía, después me asustaba un poco, viste que cuando vas llegando al final se empieza a pudrir todo...

HACE DIEZ MUNDIALES QUE TE ESTAMOS BUSCANDO

Luego de que en las redes sociales se propusiera un adjetivo para describir el talento de Lionel Messi, la palabra “inmessionante” terminó figurando en el último diccionario Santillana. Quizá sólo un neologismo puede ayudar a describir en todo su esplendor lo que significa la aparición de Guido, que, de hecho, fue celebrada con humor como “el Messi de los nietos”. Además, no bien se supo la noticia, muchos de los mensajes en las redes sociales (que incluyeron los festejos del propio 10 de Barcelona y de Diego Armando Maradona) coincidían en que “éste era el Mundial que había que ganar”.
Lo cierto es que aquella frase según la cual “la vida es lo que sucede entre Mundial y Mundial” tiene también notables resonancias en el caso de Ignacio Guido: nació en cautiverio poco después de que Argentina saliera campeón de ese Mundial en eterna tela de juicio y terminó de recuperar su identidad poco después de uno de los mundiales más atractivos de los últimos tiempos.
¿Cómo viviste el Mundial de Brasil?–Antes del Mundial había mandado la planilla con los datos y poco después se confirmó todo. El Mundial fue terrible, hermoso, se jugó muy lindo en líneas generales y es cierto eso de que los chicos de doce años pudieron ver todos los partidos del campeonato por primera vez. Yo me puse el pack de DirecTV con todas las cámaras y los veía sentado en el sillón como un pajero. En los partidos de Argentina soy muy cabulero: me ponía muy nervioso y empezaba a limpiar, a fregar, como loco. Para mí fue un Mundial increíble y estuvimos ahí, la puta que lo parió. Lo que nos cagó fue que no estuvo Di María y que los delanteros estaban todos rotos.
Vos que sos el Messi de los nietos, ¿qué pensás de él?–Y, cuando el equipo estaba para atrás, él hizo todo. No es sólo que el tipo haga goles, también es lo que provoca en el rival desde que está en el vestuario, pensando que el petiso le puede pintar la cara en cualquier momento. A mí me parece que le pedimos a Messi que sea Maradona, y después tampoco nos bancamos a Diego: pedimos su irreverencia pero después no la soportamos. Aparte Messi es un genio, el más genio de todos, y poder verlo es como haber sido contemporáneo de Bach y haber ido a esas misas, es un privilegio que se ponga la celeste y blanca, es un chabón que lo único que le importa es jugar al fútbol, nada más que eso.
¿Y de Maradona?–A Messi y a Maradona los definen dos cuentos. A Messi lo define “Messi es un perro”, de Hernán Casciari. Está en YouTube. El tipo lo único que quiere es correr la pelota. Y no tiene por qué tener lo otro, es magia pura. Y Maradona es el cuento “Me van a tener que disculpar”, de Sacheri, que habla de lo que significaron sus goles a los ingleses. Ese cuento es terrible, yo no lo puedo leer sin llorar. Hay que perdonarle todo, hay que dejarlo en paz con sus cosas. Como a Messi, que no te puede mirar cuando habla, pero qué te importa. A mí me contaron los chicos de La Garganta Poderosa que, cuando lo entrevistaron, el pibe respondía todas las preguntas mirando al piso y el único momento en que miró para arriba fue cuando le dieron una pelota para hacer jueguito.
Hace poco estuviste en la cancha de River con Estela. ¿Cómo viviste el descenso?–Fue tremendo (se tapa la cara con las manos y se queda varios segundos en silencio). Me volví fanático en el 90 y pico, con ese equipo que ganó todo. Después me desenganché y volví a verlo cuando el avión estaba en problemas. Me convencí de que nos íbamos a la B cuando en los partidos de Promoción le hacen una nota a Passarella y dice: “Nosotros no nos podemos ir a la B”, como suponiendo que iba a pasar algo externo y mágico. Pero lo peor vino después, cuando jugamos con Boca Unidos, ésa fue tremenda: ese club con ese nombre de mierda. El que nos hizo el gol, en el último minuto, se llama (Cristian) Núñez, Núñez, ¿entendés? Además era tan fanático de River que le puso al hijo Radamel y, como si todo eso fuera poco, al otro día Boca sale campeón invicto. Acá terminó todo, pensé, mientras empezaba a ver con cariño otros deportes.
¿Y vos hacés deportes?–Bicicleta, de chico andaba a caballo pero no podía hacer demasiado porque no tenía con quién, igual no cambies de tema. Volvimos, volvimos y yo pensé que iban a pasar catorce mil años hasta que volviéramos a ser campeones y Ramón lo consiguió no sé cómo, y de golpe el equipo ahora está jugando divino. No sabés el otro día que fui al Monumental con Tigre el cagazo que tenía: si llegábamos a perder iba a quedar para toda la vida como mufa, ya me imaginaba los memes con mi carita. Al final ganamos con dos goles de Mora.
Te salvaste–Me re salvé, una fiesta total. Después, te digo que la abuela tenía más nervios que yo. Ella es de Estudiantes, pero había ido hace unos años a un partido en Italia entre Juventus, que era local, y Roma, porque le hicieron un homenaje de la Juventus. Se fue en medio del partido porque tenía miedo de eso, de quedar como mufa, La Juve iba perdiendo 3 a 1, después empataron.

EL PIANISTA

Lo que el fútbol es a Messi, la música es a Ignacio Guido, que antes de ser Guido ya se había hecho un lugar en la música compartiendo grabaciones con artistas como Liliana Herrero, Carlos “Negro” Aguirre o Raly Barrionuevo. Y próximamente habrá dos grandes oportunidades de disfrutar su talento. La primera sucederá el próximo miércoles a las 20.30, nada menos que en el Espacio Cultural de la Memoria Haroldo Conti (ex ESMA), un encuentro íntimo y simbólico teniendo en cuenta las características del lugar (la entrada es gratuita y está sujeta a la capacidad limitada de la sala). El segundo, al que va a poder acceder mayor cantidad de personas, tendrá lugar el sábado 1º de noviembre en el ND/Teatro (Paraguay 918), y las entradas ya están a la venta en www.plateanet.com
Ignacio Guido dará a conocer el trabajo que viene realizando desde el 2008 con su septeto –Florencia Otero en voz, Valentín Reiners en guitarra, Ingrid Feniger en clarinete, Luz Romero en flauta, Nicolás Hailand en contrabajo, Juan Simón “Colo” Maddio en batería e Ignacio Montoya Carlotto en piano, composición y arreglos–, con muchas canciones de sus discos y también algunas novedades en el repertorio, pero no en su manera de encarar lo que mejor sabe hacer: “La música para mí es un eje determinante. El otro día un compañero me decía: ‘No vamos a cambiar ahora’, cuando en verdad teníamos que cambiar porque nos cagábamos de hambre, pero seguimos haciendo la misma música, no nos vamos a convertir ahora en Agapornis”.
Y así como no cuenta con un momento preciso en el que haya advertido que era adoptado, hubo en su vida un momento bisagra en el que descubrió no sólo que iba a ser músico sino que, fueran cuales fueren las dificultades, no iba a hacer ninguna otra cosa:
–A los nueve o diez años iba con mis viejos adoptivos a unos bailes que se hacían en clubes chiquititos por acá. Una de esas veces fuimos al club Independiente de Colonia San Miguel, donde tocaba en vivo la banda de los hermanos Martel, que se llamaba Aldaba. Yo no había escuchado nunca música en vivo, una cosa rara, aparte yo accedí tarde a la tele y teníamos radio pero llegaban muy pocas FM, así que descubrí muy tarde todo aquello con lo que hoy los chicos crecen, y flasheé muchísimo con esos tipos tocando en vivo. A partir de ese día nada fue igual.
¿Ese mismo día te decidiste por el piano?–Sí, creo que me enganché con el teclado porque esa banda tenía dos. Era una época funesta, con Riki Maravilla sonando por todos lados, pero estos flacos tocaban muy bien: hacían tango, temas de onda melódica, valses, cumbia y milonga, y para mí eran la sinfónica de Londres. Les insistí a mis viejos para tomar clases y finalmente empecé con uno de los tecladistas de esa banda. Me acuerdo de que el primer día me enseñó un par de cosas sobre las notas, su ubicación y yo salí con la sensación de que había entendido todo. Pero no lo que me había explicado: entendí la vida. Mi viejo me compró un piano a pila porque no teníamos luz eléctrica y me re entusiasmé, iba dos veces por semana y tenía que hacer como 15 kilómetros en bici durante los cuales trataba de no distraerme porque tenía que memorizar todo lo aprendido. En la secundaria me encontré con un compañero que tocaba guitarra y él me incentivó a estudiar, y ahí me empezaron a pasar las primeras cosas de jazz y volé. Supe que no iba a hacer otra cosa y eso que me recibí de maestro mayor de obra con buen promedio. La pasé bien en la secundaria, me hice un grupo de amigos al que sigo viendo: un camarógrafo, un músico y un piloto de avión. La secundaria era industrial y como mi especialización era de noche, no me daban los tiempos y me fui a vivir a Loma Negra, a la casa donde estoy viviendo ahora.
¿Y cómo terminás estudiando en el Conservatorio de Avellaneda?–En realidad me fui con Esteban, un hermanazo que estuvo en la conferencia de prensa, a vivir a Quilmes y estudiar en Avellaneda. Teníamos 17, 18 años. Eramos dos paisanitos sin experiencia, fue una época de mucho descubrimiento porque, más allá de lo lindo que es vivir acá, Dios atiende en Buenos Aires. Estudié en el Conservatorio Roma, de Avellaneda, hasta el 2001. Tampoco tuve mucha tutela durante esos años, mis viejos estaban para ayudarme pero no venían mucho. Ellos pensaron que iba a seguir algo más en la línea de lo que venía estudiando, pero en ese sentido la década del 90 me ayudó, porque si un ingeniero civil manejaba un remís yo podía hacer lo mismo pero apostando a lo que me gustaba y ahí ellos me recontra bancaron, se pusieron a buscar otro laburo porque siempre es difícil mandar un hijo a Buenos Aires, y la música tiene ese estigma estúpido e irreal del de-qué-vas-a-vivir.
¿Cuándo pudiste comprarte el piano?–En el campo había una pianola que estaba hecha bolsa por las inundaciones. Hubo dos, que se llevaron puestas incluso a los pianos. El piano lo compré recién el segundo año que fui a Buenos Aires, en una casa de usados. Yo tuve un profesor muy bueno, Leandro Chiappe, en esta misma escuela de música que antes funcionaba en la calle Necochea (ahora está en Pringles). Hoy es el tecladista de Javier Calamaro y toca fenómeno. El me dice: “Vos andá a Buenos Aires, y yo te doy clases gratis”. Un titán. Me re bancó, llegué a juntar mil dólares, que para mí era una fortuna, y con él encontramos un Rönisch hecho mierda. Pero muy buen piano, como comprar un Mercedes-Benz destruido. Recién lo pude arreglar hace seis años. El piano en la vida de un pianista es un hito, porque es muy caro y te lo comprás una vez. El piano es una decisión.
¿Pensás que todo esto que pasó puede repercutir en tu música?–Sí, más vale. Porque aparte esta situación me agarró en un lugar que estaba bastante bueno, a nivel artístico muy estable y cómodo, haciendo lo que quería con quien quería. Y los primeros días, sobre todo, pensé que este cimbronazo podía tener efectos devastadores sobre mi música, hasta que volví a tomar contacto con los ensayos, con los conciertos, proponiendo algún tema y me di cuenta, tocando, siempre tocando, que estaba todo en su orden exacto, que la vida tenía que ser así. De hecho, con los chicos jodemos porque la letra, los textos, todo toma ahora otro significado. Entonces me puse a pensar que puede haber una conexión entre lo que había, lo que hay y lo que va a haber, y me sentí tranquilo. Esta es la música, no hay otra música y no hay necesidad de cambiar, lo que cambia en todo caso es el público y las condiciones, vamos a tocar en lugares más lindos, con mejor sonido, con más gente y va a replicar más. Cuando toco me siento muy bien y además siento que ésa es la verdad más verdad que tengo hoy.
¿Sos consciente de que pueden ir a ver tus conciertos por razones extramusicales?–Cuando tenés en tu espalda una historia tan poderosa está el riesgo de que se termine poniendo por encima de la estética musical. No por la mirada ajena sino por lo que le pasa a uno durante la búsqueda. Quizá la preocupación pasa por no convertirse en esos libros que hablan de temas loables pero están mal escritos. “Mirá cómo habla de la abuela, qué tierno...” Estoy más tranquilo porque el repertorio es lo que yo soy y habla de mí desde un lugar que no tiene nombre ni apellido.
Quizá también todo lo termines transformando en música.–Es lo que estaba pasando antes y sigue pasando ahora. Lo que me puse a componer es igual que antes, no es que ahora se me iluminó el cielo para que yo me ponga a pedir a gritos nuevas partituras. Cuando uno escribe o crea pasan cosas. Del “Decálogo del buen cuentista” de Horacio Quiroga lo que más me llama la atención es que recomienda no escribir pensando en el lector. A mí ahora eso me resulta difícil porque antes venían a verme cuatro tipos y ahora lo que haga va a rebotar. De todas formas, me cuesta, sí, pero aprendo a resolverlo.
¿Cómo?–Toco lo que me gusta. Hago lo mismo de siempre: me divierto como antes. Para mí componer es como jugar a la Play, no hay nada más divertido que eso. Lo que me hace estar tranquilo es que, en algún punto, yo ya sabía: con la música supe quién era antes de saber quién era.
El Primer Encuentro Nacional Arte por la Paz se lanza el martes a las 19 en el CC Haroldo Conti con Estela de Carlotto, León Gieco y Raúl Porchetto. Participarán, entre otros, Susú Pecoraro, Adriana Varela, Rep y la Compañía Nacional de Danza Contemporánea.
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