miércoles, 28 de noviembre de 2012

GRUPO DE CURAS EN LA OPCIÓN POR LOS POBRES


Del juez Griesa a la denuncia de Clarín

Una serie de acontecimientos recientes nos interpelan y creemos que debemos decir una palabra ante esto:
- Repudiamos la sentencia del juez neoyorquino Thomas Griesa, consecuencia obvia del neoliberalismo que cedió potestad jurídica a estrados fuera de la Argentina con el falaz nombre de “seguridad jurídica”, alentando la especulación, el avasallamiento y la carroña buitre sobre un país soberano.
- Repudiamos –y nos solidarizamos con ellos– la denuncia a periodistas no dependientes de un grupo monopólico por manifestar su desacuerdo, y críticas a una empresa que impulsa un “discurso único”, que alienta cualquier manifestación, incluso violenta, a fin de no perder su posición dominante no sólo en la prensa televisiva, oral y escrita, sino especialmente en las mentes y corazones argentinos.
- Repudiamos cualquier declaración que aluda al actual gobierno como “dictadura” o “dictadura con votos”, ya que reconocemos la plena libertad en los medios de comunicación para decir cualquier cosa, o publicar incluso tapas vergonzosas y ofensivas, y de manifestar las propias opiniones sin impedimento; creemos que afirmar eso es un verdadero atentado a la voluntad popular, más allá de la opinión que cada una/o tenga acerca del actual gobierno.
Por eso celebramos y aguardamos esperanzados la llegada del próximo 7 de diciembre, en el que pretendemos que los actores casi todopoderosos de la prensa se adecuen a una ley de la democracia, votada por amplia mayoría del Congreso y que alienta a la desaparición de un discurso único, permitiéndonos ejercer el derecho de escuchar muchas y muy variadas voces en muchos y muy variados medios. Alentamos a todos los responsables de la política, felizmente recuperada, en los diferentes ámbitos judiciales, legislativos y ejecutivos, a no arrodillarse –como se hizo otrora, y muchos pretenden repetir– ante los poderosos del globo, ante el Dios dinero y sus ministros, y defender con toda la sangre y la alegría la vida digna de los pobres de la Patria.

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lunes, 26 de noviembre de 2012

La periodista Sandra Russo ante la denuncia del multimedios



“Quieren penalizar una opinión”


La columnista de Página/12 advirtió que la demanda del Grupo Clarín busca una “condena ejemplificadora” dirigida a los trabajadores de la comunicación “para que nadie más hable en contra de ellos”.


Por Ailín Bullentini
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Apenas enterada de la demanda que el Grupo Clarín les impuso a ella, a otros comunicadores y a funcionarios por considerarlos “instigadores y determinadores del delito de incitación a la violencia colectiva” en perjuicio de la empresa “y de sus directivos en particular”, la periodista Sandra Russo consideró que la acusación busca una “condena ejemplificadora” hacia todo el colectivo de trabajadores de la comunicación “para que nadie más hable en contra de ellos”. Columnista de este diario y panelista de 6,7,8, Russo relacionó el tema directamente con la puja por la aplicación de la ley de medios audiovisuales: “Denuncian que no hay libertad de expresión y al mismo tiempo persiguen periodistas. No somos estúpidos. Clarín está operando en contra de esa libertad”, denunció.
–¿Cómo se inscribe este episodio en la discusión por la libertad de expresión?
–Fue una sorpresa la primera lectura general. Me parece cuanto menos bizarro que Clarín, después de haber hecho su defensa con respecto a la ley de medios con el eje puesto en la falta de libertad de expresión, ahora pida nada menos que cárcel para periodistas. Habría que rastrear en qué país se dio algo así. Seguramente habrá sido en una dictadura, ya que esto no se condice con ningún sistema democrático. En noviembre de 2009 en Argentina se derogó el delito de calumnias e injurias, que fue combatido durante muchos años por haber sido una traba para la investigación periodística y, sin embargo, el delito preveía de un mes a tres años de cárcel; era excarcelable. La figura a la que está remitiéndose Clarín en este momento prevé hasta seis años de prisión lo cual es un despropósito sobre todo porque –por lo que leí en los medios, no vi la querella aún– lo que se me atribuye es una opinión que no incluye absolutamente ninguna incitación a la violencia. Fue un comentario a la violencia que había ocurrido en la marcha del 13 de septiembre. Cuando hablé entonces de veneno me refería a las esvásticas que recorrieron esa marcha, a las amenazas de derrocamiento, a los deseos de muerte a la Presidenta y a los golpes que habían recibido mis compañeros y que después recibieron en Malvinas Argentinas los colegas de Crónica y de Télam. Me estaba refiriendo a ese veneno. No logro detectar con un sentido común normal dónde está la incitación a la violencia. Es simplemente querer penalizar una opinión.
–¿Cree que ése fue el objetivo de la denuncia?
–Creo que se relaciona con un ejército de abogados que está trabajando en diferentes estrategias; ya veremos cómo estas partes se irán armando en un relato judicial. Nos atribuyen a mí y a (el ex director de Tiempo Argentino, Roberto) Caballero declaraciones hechas en 6,7,8; a (Javier) Vicente declaraciones en Fútbol para Todos; tiene que ver con negarnos la entidad de periodistas. Ese es el mismo espíritu que, en las últimas marchas, ha permitido que se les pegue a periodistas que no son del Grupo Clarín. Por eso decía, entonces, que no había que naturalizar esas agresiones y que me llamaba la atención que desde las agrupaciones de periodistas y que los trabajadores de la corporación no salieran a decir nada... Los golpes son golpes, la violencia es violencia. Todos los que estamos a favor de la ley de medios jamás hemos llamado ni hemos dicho nada que tenga que ver con que nadie pierda su lugar de trabajo ni con ejercer violencia sobre nadie. Es al revés.
–¿Considera que la denuncia es un paso más en una guerra que comenzó cuando se aprobó la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual?
–Tiene que ver con tratar de mostrar que se está instigando a la violencia contra el Grupo Clarín, cuando lo único que está sucediendo es que gran parte de la sociedad y algunos periodistas –nos incluimos dentro de ese grupo– le está pidiendo al Grupo Clarín que se adecue a la ley.
–¿Cómo afecta el hecho al colectivo de trabajadores de la comunicación?
–Eso es lo que más me preocupa. De una vez por todas, ante esta especie de clímax, es un momento importante para hacer una apelación a todos los trabajadores de prensa para que establezcamos todos un límite. Hoy me tocó a mí, pero si esto prospera mañana le puede tocar a otro y entonces estaríamos viviendo en una pesadilla en la que deberíamos cuidarnos de no mencionar al Grupo Clarín en ninguna de nuestras observaciones públicas porque nos podría caer una querella o una denuncia penal.
–Además, marcaría un precedente para todos los casos más chicos y menos resonantes de denuncias de empresas a trabajadores de la comunicación por opinar.
–Llegamos a un punto de inflexión en el que las marchas, las reivindicaciones, las columnas de opinión que nos vienen del lado del monopolio tienen que ver con la libertad de expresión y, al mismo tiempo, están persiguiendo periodistas y nos quieren mandar presos. No somos estúpidos. A partir de hoy, el que se hace el estúpido es porque quiere. La realidad es muy clara. Estás a favor de la libertad de expresión o no. Clarín está operando en contra de esa libertad. Salvo que admitamos que los únicos que tienen derecho a expresarse son los empleados del monopolio. Debe haber una condena explícita. Ese es el límite y lo deberán marcar los colectivos periodísticos que no hayan sido cooptados por la patronal, es así de corto. Se tienen que expedir las comisiones internas, me gustaría saber qué piensa Fopea, si está de acuerdo con que se denuncie penalmente a periodistas. Hay muchos trabajadores de Clarín, de Perfil, de La Nación que leen esto como lo que es: una enorme apretada y amenaza a nuestra profesión.
–¿Cómo se aborda el tema teniendo en cuenta el derecho a la información?
–Siempre que se ha atacado a 6,7,8 contesté que no somos un programa que genera una opinión que no existe en la sociedad, sino que es el emergente de una posición política, cultural y de medios que existe. Cuando piden que se levante el programa se olvidan de que dejarían a un público sin escuchar a voces que le interesan. Nosotros no pedimos que desaparezcan los programas de TN, lo que pedimos es que hayan otras voces además. En realidad, con la denuncia quisieron que tuviéramos miedo de hablar y que nuestro caso sea una condena ejemplificadora para que nadie más hable en contra de ellos. Lo que está claro después de esta demanda es que a Clarín no le interesa la libertad de expresión. Cuando hablamos de libertad de expresión, hablamos tanto del que opina como yo como del que opina todo lo contrario. Yo pienso todo lo contrario a Clarín y tengo derecho a no sentirme amedrentada por emitir mi opinión públicamente. Estoy a favor de un modelo de país en el que no se calle nadie, en el que me dejen hablar a mí también. Hoy estamos viendo la rémora de un país en el que sólo puede hablar quien obedece a la línea editorial de Clarín.

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domingo, 25 de noviembre de 2012

Clarín. Un invento argentino - Capítulo 01 - HD




Publicado el 24/11/2012
Primer capítulo doble, emitido por la TV Pública, de la serie documental "Clarín. Un invento argentino."

1. Noble y su hijo macho (1902-1945).

Clarín nació el 28 de agosto de 1945. Su surgimiento se explica, primero a partir de la biografía de Roberto Noble, su fundador. Noble -dice su hija- era "la oveja negra" de una familia conservadora, atraído por la bohemia porteña hasta que se vinculó con el Partido Socialista Independiente, fundado por Antonio De Tomaso y Federico Pinedo. Inició su carrera política a partir de su participación activa en el Golpe de Estado de 1930, su labor como Diputado nacional y luego como Ministro de Gobierno de la Provincia de Buenos Aires durante la gobernación de Manuel Fresco. En 1945, pocas semanas antes del 17 de octubre, Noble fundó Clarín, inaugurando una nueva etapa en el periodismo argentino. Aunque la historia oficial que él mismo se encargó de difundir sobre su surgimiento tuvo poco que ver con la realidad.

2. ¿Un diario peronista? (1945-1956)
Clarín surgió como un diario antiperonista, pero se adaptó enseguida a la nueva coyuntura política tras el triunfo electoral de Perón. En 1951 aprovechó la estatización del diario La Prensa para quedarse con lo que sería, durante décadas, su principal sostén económico: los clasificados. Tras el derrocamiento de Perón, Clarín se acomodó a la nueva coyuntura para apoyar a la dictadura encabezada por Eduardo Lonardi y luego por Pedro Eugenio Aramburu, y obtener así diversas ventajas que le permitieron comenzar a afianzarse como un gran diario.

http:/www.tvpublica.com.ar


sábado, 24 de noviembre de 2012


COMUNICADO DEL GRUPO DE LAICOS CRISTIANOS PARA EL TERCER MILENIO

Contra las “omisiones” del Episcopado


Por Washington Uranga


Los laicos católicos, que el 19 de octubre pasado exigieron a los obispos un pronunciamiento a raíz de las declaraciones del dictador Jorge Videla en relación con la actuación de la jerarquía eclesiástica acerca de violaciones de los derechos humanos, emitieron ahora un nuevo comunicado en el que se lamentan por “la dolorosa insatisfacción que nos producen las ambigüedades y omisiones del mensaje episcopal” del 9 de noviembre, titulado “Carta al Pueblo de Dios”. Además, demandan al Episcopado católico que no sólo se exija a los capellanes militares y de las fuerzas de seguridad la entrega de toda la información que tengan sobre los niños y adultos secuestrados y desaparecidos, sino que también abran todos los archivos que posee la Iglesia para facilitar las investigaciones en búsqueda de la verdad sobre violaciones a los derechos humanos, tarea con la que los obispos dicen querer cooperar.
El documento, en forma de carta dirigida al titular del Episcopado –el arzobispo santafesino José María Arancedo–, lleva la firma de Hernán Patiño Mayer, Angel A. Bruno, Alicia Pierini, Gustavo Bottini, Ana María Biancalana, Rodolfo Luis Brardinelli, Cristina Domeniconi, Ricardo Mc Loughling, Ana Cafiero, Rodolfo Valerio Briozzo y Fernando Portillo, integrantes del equipo coordinador de lo que a partir de ahora comenzó a denominarse Cristianos para el Tercer Milenio, actuando en representación de los aproximadamente cuatrocientos laicos cristianos que firmaron el primer mensaje a los obispos el pasado 19 de octubre. Este texto es la segunda réplica que recibe el documento episcopal del 9 de noviembre, que había sido ya enérgicamente rechazado por el Grupo de Curas en la Opción por los Pobres apenas dos días después de haberse conocido.
La polémica se inició cuando se conocieron las declaraciones de Videla en un reportaje concedido al periodista Ceferino Reato, en las cuales el ex militar reconoció la complicidad de la jerarquía eclesiástica en los delitos de lesa humanidad por los cuales fue condenado. Esta situación fue desmentida por los actuales obispos, quienes prefirieron una actitud comprensiva respecto de sus antecesores, aunque de condena formal a las violaciones a los derechos humanos y de tibio reconocimiento de posibles errores por parte del Episcopado, mientras mostraban su disposición a la búsqueda de la verdad, aunque sin promover ninguna medida efectiva. Revelaciones periodísticas hechas por Página/12 habían dado cuenta ya de documentos existentes en los archivos del Episcopado que podrían echar luz sobre la actuación de la jerarquía y aclarar casos de desapariciones.
Ahora los Cristianos para el Tercer Milenio comienzan diciendo que “somos conscientes de que la Carta es una forma de reconocer la validez de las cuestiones planteadas en nuestro documento” y rescatan “la claridad con que afirma que es necesario poner empeño en la búsqueda de la verdad”. Pero advierten que “este propósito, sin embargo, aparece empañado por una serie de ambigüedades y omisiones”. Quizá por ser fruto de una “prolongada discusión”, sostienen que la carta de la jerarquía parece “privilegiar la ‘unidad formal e institucional’ por encima de la fidelidad a la Palabra y la vocación profética”. Después de reiterar la “dolorosa insatisfacción” que les ha generado la respuesta episcopal, los firmantes vuelven a reclamar a los obispos –a quienes nombran como “nuestros pastores”– que “hagan cesar el público pecado de escándalo que se configura hoy, cuando un criminal convicto y confeso de delitos de lesa humanidad, sin arrepentirse ni manifestar voluntad alguna de reparación de las atrocidades cometidas, tiene acceso al sacramento de la Eucaristía”. Al mismo tiempo piden que “no sólo exhorten sino que exijan a los capellanes militares y de las fuerzas de seguridad, sacerdotes, religiosos, religiosas y cristianos en general que brinden toda la información que tengan sobre los menores secuestrados o sobre el destino de los desaparecidos”. Dicen que los obispos “ayudarán así a poner fin a la tortura moral de las Abuelas o, al menos, a devolver a las familias la mínima paz del destino conocido”.
Los laicos agradecen el reconocimiento hecho por el Grupo de Curas en Opción por los Pobres, valoran “su testimonio y compromiso ministerial” y también el acompañamiento de otros, sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos consagrados “que comparten los valores que nos movilizan”. Por último, expresan, en un lenguaje que puede resultar muy próximo a la comprensión episcopal y reconociéndose ellos mismos como integrantes de la Iglesia, que “esperamos que como parte de la búsqueda de verdad, reconocimiento, arrepentimiento y reparación a la que felizmente se comprometieron, puedan nuestros obispos, con la asistencia de Nuestra Señora de Luján, Patrona de nuestra Patria, dar pronta respuesta a estos reclamos y hagan cesar situaciones escandalosas que confunden y debilitan al Pueblo Peregrino del que formamos parte”.

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Finalmente, triunfa la ética


Por Osvaldo Bayer

Siempre me gusta repetir una frase que he comprobado que se hace realidad a través del tiempo. A veces tarda años, siglos, pero finalmente la ética en la Historia da su última palabra, es el juicio final que queda para siempre. En la Argentina lo estamos comprobando en el caso de los dictadores de la desaparición de personas. Y, al mismo tiempo, la Historia está dejando al desnudo a una figura tenida casi como nuestro héroe máximo (ver el tamaño de nuestros monumentos, por ejemplo). En este aspecto me refiero a cómo los historiadores, los docentes y muchos sectores de la población han reaccionado contra Julio Argentino Roca y han empezado a dudar de los valores absolutos que se adjudicaron siempre a un Sarmiento, a un Mitre y a otros protagonistas de aquel período del denominado “progreso” argentino.
Bastaría, por ejemplo, describir el acto que se acaba de realizar en el Teatro Español de Santa Rosa, La Pampa. Estuvo presente hasta el propio intendente de la ciudad, Luis Larrañaga, y hablaron representantes de todas las etnias indígenas de esa región. Pude participar para leer algunos documentos que lo dicen todo: que la denominada Campaña del Desierto fue un verdadero genocidio que desgraciadamente cometieron los propios argentinos con los habitantes originarios de estas extensas tierras. Campaña que se hizo con la co-financiación de la Sociedad Rural Argentina y que al final terminó con la entrega de 40 millones de hectáreas a estancieros de esa entidad. Esto por supuesto causó la muerte de miles de habitantes de nuestras pampas. Además, un hecho que manchará para siempre la figura de Roca y la del presidente Nicolás Avellaneda es que con esa campaña se restableció la esclavitud en la Argentina (eliminada por esos patriotas de la Asamblea del año XIII), esclavizando no sólo a los hombres indígenas, sino también a sus mujeres y a sus niños, a los cuales se los entregó a familias de Buenos Aires como “mandaderos”.
Los argentinos, pues, fuimos capaces de esa infamia que habían establecido los conquistadores españoles en las distintas formas esclavizantes: encomienda, mita, yanaconazgo, etcétera. Occidentales y cristianos.
En el acto pampeano, territorio parte de la campaña de exterminio de Roca, se propuso que la avenida Roca, continuación de la misma avenida llamada San Martín en sus comienzos, pasara a llamarse en todo su trayectoria con el nombre de nuestro Libertador. Pero claro, siempre hay una oveja negra en el rebaño. Fuera del acto, el viceintendente Angel Baraybar hizo declaraciones contrarias con los argumentos falsos de siempre. Dijo que Roca no fue autor de un “exterminio”, porque todavía “hay indios”. Una cuestión de léxico para el señor “representante del pueblo”. Como si no fuera lo mismo matar a 15 mil personas que a 20 mil. Como sostienen algunos: “Hitler no mató a 6 millones de judíos, fueron sólo 2 millones”. O como sostienen otros: “Los turcos no mataron a más de un millón de armenios, sólo a 60 mil”. Como si no fueran los mismos crímenes matar a 2 mil o a 10 mil. Además, sostuvo el estúpido argumento de que “los mapuches no eran argentinos, eran indios chilenos”. Señor Baraybar: los pueblos originarios no tenían “fronteras”, son etnias, no tenían marcados límites con murallas o con hitos vigilados por miles de uniformados en la irracional tarea de cuidar “esto que es mío”. No eran ni argentinos, ni chilenos, ni bolivianos, eran etnias distintas. Además, señala que a Roca le debemos la frontera definitiva con Chile. No, Roca habría sido un héroe racional si hubiera cumplido con el sueño de aquel gran libertador, Bolívar: los Estados Unidos Latinoamericanos, y no estar divididos con fronteras totalmente artificiales. Para qué fronteras. Para darles una tarea a los ejércitos, ya que en vez de las armas entre los pueblos debería existir sólo la mano abierta.
Pero el egoísmo, el ansia de posesión, la muerte del otro como medio de lograr honores no pasan a la historia definitiva. Sólo aquellos que tratan de cumplir con los principios de Igualdad, Libertad, Fraternidad son los que pasan a la Historia definitiva. Y esto quedó claro en el acto de Santa Rosa, cuando hablaron con el mismo objetivo representantes de diversas organizaciones étnicas y nosotros, los que “bajamos de los barcos” y que somos argentinos tanto como los que pueblan estas tierras hace miles de años.
Y así, día tras día, se van sucediendo los actos en todo el país de los que desean terminar con el racismo oculto y no dar razón a los que finalmente se quedaron con la generosa tierra gaucha y le pusieron alambrados para decir “esto es mío, mío, mío”. Por ejemplo, el acto que se llevó a cabo en la ciudad bonaerense de Coronel Rauch, que lleva el nombre de ese despreciable militar y mercenario europeo contratado por Rivadavia para “exterminar a los indios ranqueles”, como dice el decreto de ese primer presidente argentino. Fue un acto vibrante, pleno de docentes, padres, madres, jóvenes, empleados, obreros, hombres de los sindicatos, es decir, gente de pueblo. Todos quieren vivir en una ciudad que no tenga el nombre de un mercenario asesino sino de alguien que dejó para siempre señales de respeto a la vida y a la naturaleza y luchó por el bienestar de todos y de la cultura. ¿Por qué hay ciudades y pueblos en la llanura bonaerense que tienen nombres de los oficiales de Roca y no poseen los hermosos y poéticos nombres con que los pueblos originarios denominaban esas regiones, lagos y ríos? ¿No es más bello el nombre de Nahuel Huapi, para un lago, que lago Perito Moreno, lago Roca, lago Gutiérrez o lago Fagnano, como fueron bautizados por aquellos que fueron beneficiados por la llamada Campaña del Desierto? Por supuesto, en la Argentina dominan nombres de militares, de presidentes, de curas o de dueños de la tierra. Y no la ética, la poesía, la música de la naturaleza como principio fundamental de la vida, sino los cargos, la devoción ante los que mandan. En la iglesia central de Bariloche, una ventana tiene la figura vitral del general Roca, y en otra, la del presidente Avellaneda, el mandatario que aprobó la campaña genocida “del Desierto”, de Roca. Está todo dicho. El genocida y su aliado civil como ejemplos a seguir, en la Casa de Dios.
Pero no sólo el pasado histórico está siendo revisado sobre el comportamiento ético de sus personajes, sino también nuestra historia más reciente. En el colegio secundario Julio Argentino Roca –sí, tal cual, en el barrio capitalino de Belgrano R– se recordó a los 18 estudiantes desaparecidos por la última dictadura militar. Fue muy emocionante. Al comenzar el acto, alumnos pasaron al frente con los retratos de esos jóvenes luchadores por un país igualitario. Los “desaparecieron” las bestias uniformadas y sus secuaces civiles, los torturaron bestialmente, los arrojaron vivos desde aviones al mar. Y ahí están ahora, aplaudidos por todos. Hablaron docentes, el presidente del Instituto para la Memoria, alumnos y escritores. Y uno de ellos puso el dedo en la llaga. Dijo que cómo ese colegio podía llamarse Roca, el desaparecedor de los pueblos originarios, y su retrato colgado en las paredes junto a los de los alumnos desaparecidos. Ironía macabra del destino. Ese vergonzoso actuar de los genuflexos que premiaron a un genocida todavía es aceptado por los que afirman que “en Historia hay que mirar para adelante”, como dice el señor Macri, cuando la ética nos enseña que hay que aprender de la Historia para jamás volver a cometer errores tan oprobiosos. Pero, a pesar de los que la niegan, vemos que, finalmente, la ética siempre triunfa.

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viernes, 23 de noviembre de 2012



Israel, lo judío, los palestinos y los dilemas de la historia


Por Ricardo Forster
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En un ensayo medular, George Steiner despliega una honda y perturbadora reflexión alrededor del equívoco inevitable que atraviesa de lado a lado a esa extraña nación que llamamos Israel (digo extraña porque suele medírsela con una vara muy distinta a la que se utiliza con el resto de las naciones del mundo, una vara signada por lo absoluto, por la pureza total de la que debería dar cuenta por su origen o la del más brutal de los envilecimientos que acaba por transformarla en la patria diabólica, en la nueva encarnación del mal; nada, cuando se habla de Israel, es directo ni ingenuo). Cito, entonces, a Steiner: “En el manifiesto fundacional y secular del sionismo, el Judenstaat de Herzl, el lenguaje y la visión imitan orgullosamente al nacionalismo de Bismarck. Israel es una nación en grado máximo: vive armada hasta los dientes. Para sobrevivir día a día, ha obligado a otros hombres a vivir sin hogar, los ha convertido en seres serviles, desheredados (durante dos milenios, la dignidad del judío consistía en ser demasiado débil para hacer que otro ser humano viviese de forma tan inhóspita y difícil como él mismo). Las virtudes de Israel son las de la sitiada Esparta. Su propaganda, su retórica del autoengaño son tan desesperadas como las de cualquier nacionalismo de la historia. Bajo una presión externa e interna, la lealtad se ha atrofiado dando paso al patriotismo, y el patriotismo ha dado paso al chovinismo. ¿Qué lugar, qué excusa cabe en esa plaza fuerte para la ‘traición’ del profeta, para el rechazo de Spinoza a la tribu? El humanismo, dijo Rousseau, es ‘un hurto cometido contra la patrie’. Bien cierto”. (“El texto, tierra de nuestro hogar”.)
Desde la lejanía de su historia, el pueblo de Israel ha sabido atravesar diversas vicisitudes tanto espirituales y materiales como políticas, culturales y sociales; ha conocido al dios de la guerra y de la venganza del mismo modo que supo escuchar la voz clara y potente de los profetas que clamaban contra las injusticias cometidas en su nombre; conoció el reino davídico-salomónico, ese que sería convertido en leyenda y en promesa restitutivo-mesiánica olvidando las penurias de los “constructores de los palacios”, esas masas anónimas que siempre fueron explotadas a lo largo de la historia, para enaltecer la majestuosidad de los poderosos amparados por el “brazo fuerte” de Yahvé; pero también conoció el exilio, la dispersión de las tribus, el sometimiento a los distintos imperios de la antigüedad; supo de la resignación y de la rebeldía; conoció la palabra única y desafiante de Amós y de Isaías que supieron desgarrar los velos de las mentiras y de las injusticias fundando una tradición que se continúa hasta nuestros días; desplegó los lenguajes de una nueva ética que supo hacer del huérfano, de la viuda, del pobre y del extranjero el eje central de la hospitalidad y del acogimiento del otro; supo construir la patria en el Libro cuando perdió la tierra natal.
En su seno convivieron el deseo tribal, ese que recogía los mitos y los símbolos de un pueblo único, fuerte, capaz de someter a otros pueblos y de erigirse en una nación poderosa, junto con la universalización de la promesa mesiánica, esa que se transformaría en el humus de las siembras más significativas que se hicieron en nombre de la libertad y la igualdad de todos los seres humanos. Pueblo girado sobre sí mismo, enclaustrado en su autorreferencialidad; pueblo de la escritura y de lo abierto, hijo de un nuevo cosmopolitismo asociado a la interpretación interminable del libro; pueblo del desarraigo convertido, por los poderosos de ayer a lo largo de dos milenios, en extranjero eterno, en paria, en labrador de palabras en el viento porque carecía de tierras para cultivar. Pero pueblo también, ahora que encontró su propia pesadilla nacionalista, capaz de ejercer formas brutales de violencia y sometimiento contra otro pueblo. Dilema que desgarra una historia que no le ha ahorrado ninguna dificultad incluyendo la de poner un límite a sus propios extravíos. Auschwitz, ese nombre maldito, no puede ser convertido en justificador eterno ante acciones que en el presente cuestionan sus mejores tradiciones humanistas y libertarias. La razón de Estado acaba transformándose, y con Israel está sucediendo, en el pantano de los ideales. Cada quien tendrá que dar cuenta de su propia miseria moral. Y hoy los palestinos, en especial los que mal viven en Gaza, son las víctimas de una terrible injusticia. Que otros se ocupen de analizar los males ajenos (que están allí y no pueden ni deben ser minimizados), a mí me preocupa y me ocupa cuestionar una violencia que no sólo le hace daño al pueblo palestino sino que termina por dañar profundamente al propio Israel. Difícil regresar del envilecimiento militarista y del poder brutal de las armas cuando la asimetría es imposible de ocultar. Un pueblo-paria capaz de convertirse en su antípoda.

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Un pueblo, como escribía –en 1916 y desde el frente de batalla– el filósofo judeo-alemán Franz Rosenzweig en La estrella de la redención, que al renunciar a dar la sangre en defensa de la tierra se convirtió en el pueblo de la eternidad del tiempo (por esas paradojas de la historia y de las pasiones, Rosenzweig pensaba que el destino del judaísmo se había sellado con esa renuncia que le había permitido sustraerse al olvido que la historia les tenía reservados a la mayoría de los pueblos de la antigüedad que decidieron dar sus vidas, derramar sus sangres, para defender un pedazo de tierra o un Estado, lo mismo da, transformándose apenas en una nota a pie de página en los libros de historia. Renunciando a ese acto guerrero los judíos se transformaron radical y absolutamente haciendo de la diáspora y de la lectura el laberinto inconcluso de una patria sin dominios ni violencias que se fue construyendo alrededor y en el interior de ese libro quemado por los poderes cristianos a lo largo de siglos y siglos y que lleva el nombre de Talmud –libro sin potestades definitivas ni principios de autoridad demarcatorios y censores; libro de márgenes y glosas, de interpretaciones inacabables, de discusiones que subvierten la continuidad del tiempo–).
A la sombra de ese libro inabarcable y de las escrituras bíblicas se levantaría, en los años dominados por la cristiandad medieval, la sabiduría de los cabalistas, maestros no sólo del lenguaje y de sus misterios, sino portadores de una interrogación inagotable capaz de hurgar en los secretos del mundo mientras la hostilidad y la violencia se cegaban con los cuerpos y los libros del pueblo errante. De esa saga de lectores infatigables, de buceadores de perlas en los fondos oceánicos de la vida y de las escrituras, saldrían los heterodoxos y los herejes, los fieles cultores del ritual y los forjadores de nuevas sendas. Allí se inscribirían los nombres de Maimónides y de Spinoza, de Mendelsohn y de Marx, de Rosa Luxemburgo y de Walter Benjamin, de Sigmund Freud y de Franz Kafka. Nombres para recordar la rama dorada de un humanismo en vías de extinción, amenazado desde adentro y desde afuera por una sociedad de la depredación económica, cultural, militar y social. Hace tiempo que Israel ya no responde a esas tradiciones, sino a la reinante razón de Estado, como la mayoría de las naciones del planeta. La vía nacional-militar que viene emprendiendo con mayor intensidad desde la Guerra de los Seis Días ha herido muy duramente a lo mejor que esa sociedad guardaba dentro de sí. Lo que le queda ahora es la mitificación y la sordera ante el dolor del otro, del despojado, del expropiado, del nuevo paria. ¿Era esa la razón de ser de los sueños de Martin Buber y de Gershom Scholem, de Ahad Haam y de Leibowitz?
Para Rosenzweig, que escribió y vivió antes de la Shoá, la alternativa planteada por el sionismo se desviaba de lo que él consideraba las fuentes y las riquezas del judaísmo diaspórico, esa extraordinaria cualidad de habitar la eternidad del tiempo sin plegarse a las idolatrías nacionales. Discutió amargamente con Gershom Scholem quien, en esos años previos al nazismo, eligió dirigir sus pasos hacia Jerusalén para defender allí, junto a algunos otros entre los que se encontrarían el fundador de la Universidad Hebrea y Martin Buber, la idea de una nación para dos pueblos, la búsqueda de la convivencia judeo-palestina. Los sueños de Scholem y de Buber, también en parte los de Einstein, de aquello que se llamó el sionismo cultural y que aspiraba a un hogar compartido, quedarían seriamente dañados por el triunfo de la opción de un sionismo nacionalista y signatario de la Realpolitik que se apresuró a aniquilar cualquier posibilidad de diálogo y de entrelazamiento con las poblaciones árabes nativas, que también guardaban en su seno sectores que se oponían a cualquier acuerdo (vale la pena recordar las negociaciones con la Alemania hitleriana del muftí de Jerusalén –máximo representante palestino– para no pecar de ingenuidad histórica volcando la balanza y la responsabilidad de un solo lado). Un corte trágico se iniciaba, un corte que volvía a confrontar, en el interior de la experiencia judía, su núcleo tribal-nacional con su otro núcleo cosmopolita-universalista. En estos días de violencia despareja parecería que el primero de esos núcleos terminará por anular sin piedad al segundo.

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Hace unos pocos años, sacudido por la guerra del Líbano, escribí en este mismo diario las siguientes líneas que quisiera volver a citar: “Toda guerra es miserable y dolorosa; nada justifica la muerte de civiles, la destrucción de ciudades, el horror del bombardeo permanente. Matar en nombre de cualquier fe, religiosa o secular, es, siempre, un crimen. El ejército israelí mata, Hezbolá mata, Hamas mata, Siria mata, Irán mata, Estados Unidos mata... y la lista es mucho más larga, casi inacabable, y atraviesa la geografía entera del planeta. La guerra, en sus múltiples versiones y justificaciones, nos deja desamparados en tanto seres humanos, nos comunica con la crueldad que llevamos muy dentro de nosotros. Por supuesto que no todas las guerras son iguales, ni todas las muertes representan lo mismo. Ha habido guerras inevitables, guerras brutales, guerras en nombre de la libertad que acabaron por expandir la opresión, guerras contra el totalitarismo, guerras de liberación nacional que expulsaron al opresor para imponer otro régimen de dominación tanto o más cruel y represivo. Israel no es la excepción, ni es la Cenicienta de las naciones ni es el diablo, ese monstruo en el que lo quieren convertir algunos de nuestros progresistas. Israel ha librado distintas guerras, ha matado y ha sufrido, ha intentado tejer la paz y también la ha boicoteado, ha tenido en su interior voces ejemplares que llamaron y lo siguen haciendo insistentemente a la concordia entre los pueblos, que reclaman el derecho a un Estado palestino, y voces reaccionarias que sueñan con el Gran Israel proyectado desde las escrituras bíblicas y transformados, esos sueños, en delirios de dominación y destrucción. Israel es un país complejo, abigarrado, pleno de contradicciones, sus calles han sido y siguen siendo escenarios de debates políticos, de manifestaciones de distinto tipo, de exigencias en nombre de la paz y de la guerra”. Hoy, cuando escribo estas otras líneas mi pesimismo ha crecido indignado y hondamente dolido ante lo que el ejército israelí, como fuerza de opresión, está haciendo con el pueblo palestino y esto más allá de la excusa que se llama “Hamas” (que no representa los valores democrático-humanistas que ha sabido cultivar ese pueblo sufrido, que, antes bien, ha sido y sigue siendo un factor de violencia en nombre de otras formas del fanatismo). Se trata, ahora, en este preciso momento, de la supervivencia moral del pueblo y de la sociedad israelí, que ha optado en su mayoría por cerrar los ojos ante el sufrimiento del otro para cebarse en su propia ira profundamente atravesada por el prejuicio, la intolerancia y el olvido de su propia historia. Sin paz, sin derecho palestino a su Estado, sin abrir Jerusalén como ciudad de la hospitalidad, todos, tarde o temprano, y en especial los judíos, volveremos a ser extranjeros. Una supervivencia que, aunque lo niegue, depende de renunciar al sometimiento de los palestinos en nombre de una seguridad nacional atrofiada por una derecha nacionalista israelí que sólo parece querer buscar el camino de la guerra asociándose a quienes, del otro lado, también desean su perpetuación.

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jueves, 22 de noviembre de 2012


Un sujeto en plan de nacer


Por Pablo Semán *

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Creamos a todo el mundo en su verdad y tendremos un absurdo a reducir: la dictadura kirchnerista no reprimió el golpe de Estado 8N. La verdad es que tanto como no hay una dictadura, el 8N es algo mucho más complejo que golpismo. El momento, tenso, es también propicio y necesario para salir de algo que me parece está siendo autointoxicación. Lamento decirlo, pero creo que hay que entender que muchas caracterizaciones de la manifestación 8N y sus orígenes afines al kirchnerismo (y me considero en ese conjunto) confunden la realidad con el deseo de que la manifestación fuese más miserable moralmente, más confusa políticamente y más pequeña de lo que realmente fue.
Respecto de la cantidad: debe haber sido una de las diez manifestaciones más importantes desde que retornó la democracia en 1983. No dejaría de decir que había muchos jóvenes que, tal vez, pueden significarle a la oposición lo que los jóvenes de 2008 fueron para el kirchnerismo. Algo más: la oposición ganó la calle y opera contra el Gobierno en la misma lógica que lo hizo el peronismo en los ’80, mientras nosotros nos quedamos en la reivindicación del porcentaje legitimante.
Pero hay algo más importante: es improductiva la crítica a la contradicción entre su carácter declaradamente espontáneo y su organización metódica y sistemática. El señalamiento de esa supuesta incoherencia, amén de tener la potencialidad de santificar el lado más antipolítico del proceso 8N, se pierde la oportunidad de captar lo que revela su organización en la dimensión ignorada de su carácter de proceso. La marcha del 8N estuvo muy bien organizada, aprovechando tecnologías de comunicación y organización disponibles (tanto como en su momento lo hizo el kirchnerismo). Y lo estuvo tanto que se dio pautas para procesar su propia heterogeneidad y sus aspectos más capaces de deslegitimarla. Y esa organización ha sido eficaz: la automoderación del gorilismo y el golpismo que la habitan en grados diferentes, la elevación de reivindicaciones toscas a un reclamo más presentable, da lugar a una voluntad política todavía indefinida, pero menos caótica y rabiosa que al inicio del proceso en que esto surgió. Organizar y conducir políticamente es la tarea que cuando se cumple con éxito tiene por resultado la emergencia de un sujeto político que posee, en este caso, una particularidad: es una movilización/sujeto. El espíritu de oposición al Gobierno ha dado un paso importantísimo: salió a la calle, salió de su posición defensiva. Se reconocen entre ellos, tal como nos pasó a nosotros, por ejemplo, en la salida de 2008. Aun cuando sólo fueran cualitativa y socio-demográficamente los mismos de siempre, ya no son lo mismo de hasta hace unos meses por las relaciones que han establecido. Han puesto algo en común entre ellos y en eso reside la posibilidad a futuro de articular una voluntad más definida. Su grado de confusión decrece y no hay que hacer de la confusión supuesta un standard tan claro: ¿en qué sentido el kirchnerismo, el peronismo, el centroizquierda, en su conjunto, son “claros”? En ese mismo paso, no hay que negarlo, ese mismo espíritu se ha extendido y se regocijado con esa extensión.
Desconocer el carácter procesual de lo que está sucediendo, ignorar que tiende a desplegarse y enriquecerse, corre el riesgo de incidir de la peor manera posible en ese proceso: estigmatizándolo como menor, golpista, consumista y despolitizado se logra al mismo tiempo confundirnos entre nosotros y aumentar la carga de agravios sobre el adversario (cuando muchos de los que estaban ahí podrían haber estado al menos en su casa y algunos, tal vez, de nuestro lado).
Ha quedado oscurecida otra cuestión: el 8N y sus posteriores despliegues surgen de algo más complejo que el odio y el resentimiento gorila o la nostalgia de la convertibilidad. Y mucho más importante que eso: no importaría tanto de dónde vienen si no fuera porque importa a dónde van.
Entre las políticas del Gobierno que provocan el 8N (desde las correctas e inevitables hasta los errores no forzados y los automatismos –muy necesarios de evitar–) y las propensiones de las diversas vertientes del 8N surge un “frente amplio por la libertad” con el que habrá que disputar y competir. No me caben dudas: ese sujeto –aún cuando no tenga hoy una articulación partidaria o electoral– la tendrá. Y no sólo (o no ineluctablemente) entre alternativas opositoras unificadas o divididas. A nombre de la libertad tributan y acreditan vocaciones muy diversas, pero capaces de hacerse eco entre sí, de permutarse y de agrandarse. A esta “marcha de la libertad” se suman, y en ella se “purifican”, los que creen que no pueden viajar al exterior y los que creen que bancan el país con sus impuestos como si a ellos el país no les diera nada (¡que prueben a ver cómo se puede producir y exportar soja sin Estado!). Pero también están los que se han sentido agraviados por el trato minimizante que estoy discutiendo y quiero ceñir más decididamente ahora.
Sólo daré un ejemplo que ayuda a ilustrar lo que está pasando. Porque, si en algún lado están los ánimos conspiradores, no todos los que marcharon necesariamente buscan destitución y no hay que llevarlos a esa búsqueda. La inflación, no importa cuál sea su número, afecta dramáticamente la sensibilidad de muchos de ellos. No es para reírse. La clase media cifra su satisfacción en la posibilidad de ascender y hacer ascender a sus hijos. Ese horizonte, cuyo techo amplió el kirchnerismo en sus primeros años, parece estar bajando porque la estructura casi invariable del consumo de una parte de la clase media sube más (o al menos más rápido) que los ajustes salariales. Y al mismo tiempo se raja el piso que el kirchnerismo aseguraba, cuando el mercado de empleo se resiente, cuando el mercado inmobiliario se pone cada vez menos posible (más allá de que éstos sean fenómenos que exceden el control del Gobierno y que asumir un nuevo costo para el sueño patrimonialista de la clase media es un “garrón” que casi inmerecidamente se tiene que comer el gobierno de turno). La angustia de estos sujetos aumenta más allá del dólar como obsesión, cuando comprada toda la línea blanca, no saben cómo hacer para mantener al valor del peso que sobra y que se obtiene con tantos esfuerzos y angustias como el mango que no sobra en las casas populares.
Es cierto que pocos de los indignados ponen en la canasta de la libertad que glorifican el problema de la violencia policial, la seguridad de los militantes de organizaciones sociales populares o las posibilidades vitales de las generaciones de excluidos de nuestra nación. Pero es factible que en su proceso de autocorrección para emerger con legitimidad se den cuenta de que no pueden pedir cualquier cosa ni de cualquier manera. El universo simbólico de la democracia y la autonomía, de la tolerancia y de la paz, cada vez más denso desde 1983, también los ha ganado (en otros tiempos parte de esta gente formaba comandos civiles). Es cierto que el pueblo agraviado por la inflación, también está influido por todo lo que dicen los medios de la cadena nacional del desánimo. Y por eso el hecho de que una tapa de Clarín no derrumba un gobierno no debe confundirse con que 3248 tapas de Clarín sí logran instalar una animadversión que los descuidos alimentan a espaldas de los descuidadores. El reclamo que se le desconoce al 8N en muchas caracterizaciones está entre estas causas profundas (y la que di es sólo un ejemplo) y lo que ayuden a interpelar las jugadas de las organizaciones políticas (oficialismo incluido). No es la primera ni la última vez que aparece un movimiento que habilita esa dialéctica política y no creo que el kirchnerismo no tenga nada para hacer ahí.
Ernesto Laclau, el intelectual que la oposición ama odiar, puso de manifiesto de qué manera el peronismo condensaba todas las reivindicaciones populares hasta transformarse en su bandera. El mecanismo de desplazamientos, igualaciones y producción de sentido que su teoría ayudaba a iluminar es el que, paradójicamente, parece beneficiar a la oposición en la formación de un populismo de la libertad a su manera. La política móvil, sorprendente y en definitiva despolarizante del kirchnerismo 2011 podría combatirlo mejor que la actual confusión de consignas transformadas en diagnósticos. Eso y, claro, la gestión que sigue siendo lo principal.
* Antropólogo.

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domingo, 18 de noviembre de 2012

sábado, 17 de noviembre de 2012

Curas villeros: "Mitre desprecia a los pobres y a la clase baja" Eduardo De La Serna, coordinador del Grupo de Curas en Opción por los Pobres de Argentina, respondió a las declaraciones que el director del diario La Nación, Bartólome Mitre, realizó esta semana en una revista brasileña


“Hay una elite de este país que piensa de una manera
 y una clase baja que no se informa, no escucha, no toma
 conciencia y sigue a la Presidenta. Cuanto menos cultura
 hay, Cristina obtiene más votos”. Esas  palabras le dijo
 el director del diario La Nación, Bartólome Mitre a la 
revista brasileña Veja. Además añadió que el gobierno 
de Cristina "es una dictadura con votos". La sola 
retransmisión de las palabras alcanzaría para dejar de 
manifiesto las ideas de quien toma las decisiones de uno 
de los diarios con mayor tirada de la República Argentina. 
Sin embargo las vergonzosas declaraciones de Mitre no 
fueron demasiado reproducidas por los medios de 
comunicación dominantes y por eso mismo varias 
personalidades salieron a responderle al director para 
que su frase no pase desapercibida.


Eduardo de la Serna.

Eduardo de la Serna.
Eduardo de La Serna, coordinador del Grupo de Curas en Opción por los Pobres de Argentina respondió a través de una columna enTiempo Argentino : "Para Mitre solo hay dos grupos: una élite que `piensa de una manera´y una clase baja (la clase media, esa que crece y crece según sus amigos del Banco Mundial, no cuenta para Mitre... parece) `no se informa, no escucha, y no toma conciencia´ y sigue a Cristina.
¿Se puede tener más desprecio por los pobres? Es que
parece que para Mitre, y para sus empleados Morales Solá,
Grondona, Sarlo, Pagni, y demás –pateadores de puertas
incluidos– si el pueblo no dice, no piensa, no toma conciencia
y no se informa en La Nación, es despreciable. Y es una
`dictadura con votos´."
Además Del Serna ironizó sobre aquello a lo que Mitre
llama pueblo: "Pueblo era el de antes, Mitre... tiene razón.
Pueblo al que se le decía `usted ya votó´, o en el que pobres
y mujeres no podían hablar. Ellos a cuidar –en negro, claro-
`mis campos´y ellas `a lavar los platos´ y no seguir los
perversos ejemplos de `esa mujer´ que les hizo creer que
podían votar. Ese es el pueblo, Mitre... esa es la verdadera
democracia".
A Hebe de Bonafini, la titular de las Madres de Plaza de Mayo,
solo le alcanzó con analizar las declaraciones del director de
La Nación para dejarlo mal parado: “Bartolomé Mitre dice
que las clases bajas no pensamos, que no sabemos meditar,
que somos prácticamente una basura con lo cual votamos a
cualquiera, que no sabemos informarnos y que esto que pasa
en Argentina es una dictadura”.


TIEMPO  ARGENTINO


Info News
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miércoles, 14 de noviembre de 2012

domingo, 11 de noviembre de 2012

LOS CURAS EN LA OPCION POR LOS POBRES CRITICARON DURAMENTE EL DOCUMENTO OBISPAL



Carta a los “hermanos mayores”


El grupo que lidera Patiño Mayer no ahorró palabras para señalar lo “insuficiente” del escrito difundido el viernes. Una ácida comparación entre las críticas al aborto y la homosexualidad, y la complacencia con la tortura.


Por Washington Uranga

Los obispos rechazaron haber sido cómplices de la dictadura, los curas les piden una disculpa sincera.

El Grupo de Curas en la Opción por los Pobres calificó de “pobre” e “insuficiente” el documento emitido el viernes por la asamblea de la Conferencia Episcopal Argentina. En el escrito, los obispos católicos retoman el tema de las violaciones a los derechos humanos durante la dictadura y aluden a los señalamientos de complicidad con el régimen que se le hacen a la jerarquía católica, situación que fue reconocida recientemente por el dictador Jorge Videla. Lamentan los curas que los obispos hayan perdido otra oportunidad y sostienen que “tanta reticencia durante años a llamar las cosas por su nombre no nos permite confiar plenamente como quisiéramos en la efectividad de estas declaraciones”.
El documento de la Conferencia Episcopal fue también una respuesta a un reclamo planteado por un grupo de aproximadamente cuatrocientos laicos cristianos liderados por el escribano Hernán Patiño Mayer, que exigieron a sus obispos un pronunciamiento sobre un tema que parecía definitivamente cerrado para las autoridades de la Iglesia.
En uno de los párrafos más críticos de la declaración el grupo de sacerdotes dice que “debemos confesar que nos escandaliza que ante la sociedad parezca que usar preservativo sea más grave que la tortura; que el sexo pre-matrimonial sea más grave que violar mujeres detenidas-desaparecidas; que engendrar hijos fuera del sacramento del matrimonio sea más grave que apropiarse de niños después de tirar al mar a sus padres, que la homosexualidad es una enfermedad perversa y más grave que ser un torturador o presenciar con sadismo y complicidad sesiones de tortura, que el aborto de una mujer angustiada en su situación de embarazo no deseado o provocado sea tenido por genocidio y como algo mucho más grave que arrojar personas vivas al mar, atadas, dopadas y secuestradas”.
Los Curas en la Opción por los Pobres rechazan la llamada “teoría de los dos demonios” en la cual –dicen– se enmarca el documento episcopal al equipar el “terrorismo de Estado” con la “violencia guerrillera”. Pero respecto de las complicidades entre la dictadura y la jerarquía, los sacerdotes recuerdan que en sus declaraciones “el genocida Videla fue más allá del reconocimiento de una connivencia entre la conducción facciosa del Estado y la cúpula eclesiástica”, ponen en duda las palabras del arzobispo José María Arancedo, quien niega que tal connivencia haya existido, y señalan que existen otras “muchas instancias que no son tenidas en cuenta en el documento” episcopal.
Otro tema está referido a cuánto sabían los obispos de entonces –a quienes la jerarquía menciona como “hermanos mayores”– sobre lo que estaba ocurriendo en el país. Los curas dicen que “no hace falta demasiada investigación” porque allí están los discursos de monseñor (Victorio) Bonamín, monseñor (Antonio) Plaza, monseñor (Adolfo) Tortolo (presidente de la CEA), por nombrar solo los más emblemáticos”.
Denuncia también el grupo de sacerdotes que, más allá de los párrafos de documentos con los cuales los obispos intentan justificar que algo hicieron en materia de denuncia, “sabemos bien que fueron muchas las voces eclesiásticas episcopales o presbiterales que justificaron la tortura públicamente como un ‘mal menor’, e incluso participaron de las mismas”.
El documento que lleva la firma de Juan Carlos Baigorri, Marcelo Ciaramella, Roberto Murall y Eduardo de la Serna, integrantes del secretariado de Curas en la Opción por los Pobres, dice que “no se entiende el tibio y limitado pedido de perdón de 2000 si realmente creen que hicieron todo lo debido y necesario. No se entiende el silencio de los nombres de nuestros mártires desaparecidos, asesinados o torturados, como el obispo Enrique Angelelli, Carlos de Dios Murias, Gabriel Longueville, Carlos Bustos, Pablo Gazzarri, Mauricio Silva, Orlando Yorio, Francisco Jálics, Wenceslao Pedernera, Alice Domon, Leonie Duquet y tantos otros, si el supuesto pedido de perdón se pretende serio y responsable”.
Señalan también que en la sociedad faltan muchos sectores que no han hecho su “mea culpa, pero no se trata de especular con el mal de muchos sino de afirmar lo que se espera del pastor: que dé ‘la vida por sus ovejas’”.
Y en referencia a lo que ahora está ocurriendo advierten que “cuando se avanza en los juicios, se escuchan voces que hablan de reconciliación, de perdón, deslizando la idea implícita de que los juicios son motivados por venganza o revanchismo, desdiciendo todo lo que han afirmado de ‘la verdad y la justicia’”. Dicen también los curas que les gustaría ver “una cercanía fraterna de los obispos con los organismos de derechos humanos que siguen luchando por la verdad, la memoria y la justicia en especial las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, como en su momento lo hicieron con cariño y valentía Jorge Novak y Jaime de Nevares” para subrayar que “hoy –como ayer– más bien percibimos distancia”.
Desestiman los curas el pedido genérico de perdón hecho por los obispos “porque el pedido de perdón debe ser concreto”, señalando que “ninguno de nosotros (como sacerdotes) aceptaría una confesión tan genérica sin reconocimiento concreto de las faltas o delitos cometidos”. Ante la presunta disposición de la jerarquía a profundizar las investigaciones los sacerdotes denuncian que la Conferencia Episcopal posee “libros bastante documentados sobre este y otros temas semejantes”, piden que los obispos “colaboren en todo con la Justicia, se acerquen a aportar toda la información disponible, y acepten los fallos correspondientes para cerrar heridas no desde el olvido y la impunidad, sino desde la verdad y la justicia que tanto proclamamos”, lamentan que no se encare la complicidad de los capellanes militares con el genocidio, mientras el “condenado por la Justicia Christian von Wernich no fue suspendido en sus licencias o expulsado del ministerio” y “Videla sigue comulgando y lo dice abiertamente a pesar de haber reconocido públicamente su delito que parece no ser entendido como pecado”.

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sábado, 10 de noviembre de 2012

CIUDAD INUNDABLE



ENTUBAMIENTO DE ARROYOS, ASFALTO MASIVO, TORRES EN LA RIBERA


Cómo construir una ciudad inundable

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Los arroyos se salen de cauce cuando pueden y el agua llega a la cintura.

Cada día, Buenos Aires acentúa un poco más su perfil como ciudad inundable. El entubamiento de los arroyos de llanura cuyos cauces no pueden contenerse enteramente, la construcción de torres siguiendo la costa del Río de la Plata y otras, las sucesivas renovaciones de capas asfálticas que elevan el nivel de la calzada hasta el de la vereda son sólo algunos de los rasgos que parecen asegurar un horizonte de inundaciones recurrentes. Las soluciones técnicas que prometen los canales aliviadores y el boom indiscriminado de la construcción también, según señalaron a este diario los arquitectos Osvaldo Guerrica Echevarría y Rodolfo Livingston, quienes coincidieron en el diagnóstico: la única manera de evitar las inundaciones es rever el modo en que se construye cada día la ciudad.
“La única solución es terminar de construir. Y sin embargo no paran”, evaluó Guerrica Echevarría, de la Asociación Amigos del Lago de Palermo. “Todo lo que se hace es para acentuar el problema”, razonó. En la ciudad de Buenos Aires, “los arroyos son de llanura, por lo que hay muy poca diferencia de nivel entre el arroyo y el terreno. Todo río, todo cauce de agua, necesita un desnivel pronunciado para acelerar la salida del agua. Cuanta menos diferencia hay, más lento es el desagote”. Entubados, los arroyos porteños dependen de “aliviadores que van a mucha profundidad y tienen que levantar el nivel del agua para que salga al río”, que, por otra parte, cada vez queda más lejos: con el terreno ganado al río, la ciudad vuelve cada vez más distantes las desembocaduras.
“Negar los arroyos, negar los ríos” es uno de los problemas “históricos” de la ciudad, señaló el arquitecto Rodolfo Livingston, quien recuerda que “el Maldonado fue un río que ha tenido márgenes verdes, que atraviesa la ciudad como el Támesis atraviesa Londres y el Sena, París”. “Una visión de que la naturaleza está para ser dominada llevó a meter el agua en un caño. A los ríos no les gusta que los metan en caño. Y no tienen cauces uniformes. Tienen un cauce. Ese error cometido con el arroyo Maldonado se repite con el arroyo Vega y todos los otros de la ciudad”. Se trata de “cuencas hídricas sometidas”.
Pero prever el crecimiento de los cauces y la posibilidad de respetarlos, o evaluar el modo de aprovecharlos en lugar de pretender domesticarlos, coincidieron Guerrica Echevarría y Livingston, no es el único impedimento para restar factores a la posibilidad de inundación. Guerrica Echevarría señala que existe una lista de “impedimientos al escurrimiento” de agua caída, en la cual la profusión permanente de construcciones juega un rol fundamental. “Se impermeabiliza, se construye y todo a niveles más altos que las calles”, señala al explicar que el pozo necesario para la construcción de una torre usualmente se impermeabiliza, lo que evita el escurrimiento.
“De algún modo, todas las bases de las torres se convierten en impedimentos para que escurran las aguas. Son 20, 30, 40 metros impermeabilizados hacia abajo. Cuanto más alta la torre, más profundo el pozo donde está metido. Sobre la costa, hay toda una barrera de torres, empezando por Puerto Madero, el microcentro, Retiro, Recoleta, Belgrano. Ese cordón de torres, subterráneamente, constituye el dique al escurrimiento subterráneo de las aguas”, explicó Guerrica Echevarría.
Por otra parte, Livingston acotó que “la ciudad tiene una capa impermeabilizadora, que es el cemento”. “El hecho de que todo el piso urbano sea impermeable” facilita las inundaciones. “Se puede inventar un pavimento que sea resistente y duro y, a la vez, permita escurrir parte del agua. Los adoquines hacían eso. No se pueden proponer ahora, porque los automovilistas se quejarían, y además los adoquines, como se entierran sobre arena, no soportarían los pesos de los camiones”, explica. Sin embargo, sí “se podría inventar un piso” capaz de resistir y a la vez absorber parte del agua, “o que todas las calles tengan los bordes del pavimento de adoquines” y allí pueda derivar el agua. Entretanto, las sucesivas capas asfálticas, aplicadas una sobre otra, con un fresado previo que quita lo más superficial de la capa previa, “hicieron que las calles asfaltadas estén muy por sobre el nivel de las veredas”, observó Guerrica Echevarría. “Las bocas de tormenta siempre quedan por debajo del nivel, se las ve en las esquinas. En los últimos veinte, treinta años, las calzadas subieron de nivel y eso favorece que, cuando llueve mucho, el agua entre en las casas.”
Hoy día, “sobre el cauce de los arroyos está edificada parte de la ciudad, aun en las zonas que naturalmente son más bajas. Todo lo edificado a los costados de la avenida Juan B. Justo, que es el Maldonado entubado, está construido en zona baja. Tiende a inundarse porque hacia allí van las aguas de los lados más altos”. En los alrededores, para remediar eso, hay zonas que “podrían ser absorbentes, como la playa ferroviaria de Palermo, que podría convertirse enteramente en terreno para eso si también se eliminaran los paredones a los costados”.
Sin embargo, allí “se está haciendo lo contrario. Hay playas de estacionamiento y están empezando a construir, hay también hectáreas concesionadas para hacer una canchita de fútbol con césped artificial”. Un viejo proyecto vecinal, que alguna vez ingresó en la Legislatura porteña acompañado “con más de cinco mil firmas”, proponía “hacer un parque en la playa ferroviaria de Palermo, el proyecto ‘Lago Pacífico’”, pero nunca avanzó. “El mayor problema era que resultaba muy barato”, aventuró Guerrica Echevarría.

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Desde la Luna


Por Luis Bruschtein


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Los cortes de luz, la basura, el paro de trenes, la ciudad sin subtes, Macri con los Kiss, no sumaron más personas a la marcha. El que estaba decidido ya había tomado su decisión mucho antes, pero desde la Luna, la ciudad de Buenos Aires parecía la última urbe del futuro en una agonía entre montañas de basura y ratas, en una oscuridad sin transporte. Los walking deads del futuro. Los porteños entrando en la época de la oscuridad definitiva, sobrevivientes en los barrios acomodados donde se empiezan a caer los balcones de las torres de lujo. Porteños volcados a las calles sorteando las montañas de basura, espantando a las ratas, contentos con su jefe de Gobierno que se saca fotos con los decadentes Kiss pintarrajeados, a pesar de la oscuridad de los cortes inesperados que dejaron a cientos de miles a oscuras y el olor a inmundicia que campea en las calles.
Desde la Luna, el caos de esa ciudad a oscuras, con sus montañas de inmundicia, con las ratas envalentonadas dejándose ver sin preocuparse por las personas que marchan alegremente para hacer escuchar sus reclamos al gobierno nacional, columnas que se sienten representadas y orgullosas con esa ciudad gótica del norte rico y arrabales sureños, miles de personas que se identifican con un jefe de Gobierno lleno de excusas, en medio de la basura y la oscuridad, un hombre de ojos celestes y de familia rica, poco acostumbrado al trabajo, que la noche anterior se fue a ver a los viejos Kiss de hace treinta años, cuando la fetidez de la basura putrefacta ya se hacía insoportable, cuando miles y miles de ciudadanos se quedaban en la oscuridad y se paralizaban los subterráneos.
Desde la Luna se puede ver que la ciudad de Buenos Aires toma un rumbo apocalíptico cuando el viernes se descarga la lluvia y las calles se convierten en ríos con las bocas de tormenta tapadas, con los negocios, cuyos dueños marcharon ayer, con la mercadería flotando en las olas que producen al pasar los vehículos. Macri está emocionado por el acto de ayer mientras la ciudad, hasta ayer inundada de basura putrefacta, ahora se inunda de agua tormentosa.
Todo eso se ve desde la Luna, pero miles y miles de personas de los barrios acomodados, o con esa idiosincracia, no lo pueden ver, o lo disculpan. Están deslumbrados por las sirenas de otro apocalipsis que los subyuga porque al mismo tiempo que los preocupa, les da identidad, los tranquiliza como grupo social de pertenencia, el funcionamiento de grupo, de masa elemental, les permite entender lo que sucede con la basura, pero se sienten amenazados y se ofuscan contra un gobierno nacional que mueve el tablero, que no deja las cosas como están. Y ese movimiento genera inquietud, mejor dejar las cosas como están. Hasta la inseguridad sería soportable para ellos, con un gobierno que se quedara quieto, que no hiciera nada y dejara hacer a los que saben, a los que van a las mismas reuniones que ellos quisieran ir.
Hay una inseguridad que es más concreta aún que el asesinato y el robo a otras personas y es la de sentir como inseguro el lugar personal que se ha ganado. Es el nicho social asediado por el ascenso de otros grupos. El nicho social asediado por impuestos y regulaciones del dólar, y es el credo del nicho social expresado en los grandes medios hegemónicos, que da sentido a su universo personal, puesto a competir con los credos de otros grupos sociales.
La inseguridad es un problema grave de estos tiempos y no importa si la Argentina es uno de los países de la región con los índices de criminalidad más bajos, porque aun así son índices más altos que en otras épocas. Es un problema que ha crecido en todo el mundo y no alcanzan todos los esfuerzos que se hagan para enfrentarlo. La inseguridad fue uno de los temas más repetidos en la marcha del jueves. Se trata de gente culta, sabe que se han aplicado todas las estrategias, sobre todo las de mano dura que sólo sirvieron para agravar el problema con policías bravas. Si pueden entender el problema de la basura, pueden entender el de la inseguridad. Por eso da la impresión de que en muchos casos, no en todos, por supuesto, la inseguridad es usada como consigna políticamente correcta pero que termina surgiendo como una metáfora sobre los límites que se le pusieron al dólar, el cuestionamiento a las ideologías hegemónicas, la rigurosidad de la AFIP y otros temblores que se producen en el piso de una sociedad poco acostumbrada a esos cambios, que generan inseguridad en algunos grupos sociales.
Fue una movilización masiva, pero una de las cualidades que más llamó la atención fue su homogeneidad social de capas medias y medias altas. Fue un dato muy fuerte también del primer cacerolazo y quizás esa homogeneidad del primero se convirtió al mismo tiempo en uno de los ganchos identitarios más fuertes de la segunda convocatoria. Esos miedos e inseguridades que en algunos casos se pueden expresar como odio y agresividad y en otros como si se tratara de la defensa de un territorio se atraen con la fuerza de la gravedad y pueden generar una confluencia masiva como la del jueves.
Por lo general estos procesos defensivos buscan referentes muy conservadores, más incluso de lo que estuvieran dispuestos a reconocer cada uno de ellos por separado. Esa necesidad de regresar a los valores que dieron seguridad muchas veces en la historia argentina moderna encontró cauce bajo el ala de golpes militares, a los que luego repudiaron muchos de ellos.
Este gobierno puede tener mil limitaciones y la marcha tuvo numerosos reclamos, muchos de los cuales pueden incluso estar motivados en causas reales, pero en la marcha del jueves, aunque fuera lo que más se escuchó, no se trataba de lo uno ni de lo otro, sino de que paren de mover el piso. Por eso, la idea más fuerte que surge es que se vaya Cristina y tiene tanta densidad, porque, aunque provenga de una minoría, esa minoría cree que está luchando por su sobrevivencia. La lucha por sobrevivir obliga a movilizarse a personas que nunca se han movilizado por nada y permite incluso pasar por encima de las mayorías. La lucha por la sobrevivencia justifica todo. Como los chicos, además, el que se moviliza por primera vez se cree el rey de la bolita, el dueño de la única verdad movilizadora, se maravilla que haya tanta gente que piense como él, lo cual refuerza la verdad excluyente de su pensamiento. Todos los que se han movilizado alguna vez ya saben que atrás de una idea sólo se movilizan los que la comparten, que no son todo el mundo. Cuando llega la hora de votar muchas veces las grandes manifestaciones no se traducen en grandes votaciones.
La actitud defensiva surge en respuesta a lo que aparece como una agresión externa. Hay ofensas económicas que alteran el tablero, pero también hay un sistema de creencias que cede hegemonía y pierde credibilidad. Ese sistema de creencias que se reproduce en la familia, en la educación elitista y en el mensaje de los grandes medios de comunicación conforma la identidad de un grupo social. En realidad, desde el punto de vista económico, las clases media y media alta están en un momento de esplendor. Es lo que criticó Elisa Carrió enojada y con lágrimas en los ojos porque no había sido votada cuando habló de la fiebre por los autos cero kilómetro, por los shoppings y por los viajes al exterior. Y aclaró que al pagar esa prosperidad con el silencio, los argentinos, o sea esas capas medias, se estaban haciendo cada vez más vulgares. Esa palabra, “vulgares”, quería decir que dejaban de ser “gente como uno” para convertirse en “vulgares” que vendrían a ser los que vienen de abajo. Muchos tratan de loca a Carrió, pero es una mujer inteligente que pega donde duele: hay un sistema de creencias que se agrieta, hay una identidad (“la gente como uno”) que se deslava, hay un cambio en los roles sociales. Y la desesperación por sobrevivir está más relacionada con esas construcciones culturales que con un peligro real de desaparición de las capas medias que hoy están mejor de lo que nunca han estado. Nada podría ser más molesto que la basura, los cortes de luz, los subtes parados y las inundaciones. Pero eso nadie lo computó.
No es que no existan temas como el del dólar o los impuestos como el mínimo no imponible u otros en los que puedan tener razón o no. Pero la fuerza evidente de la expresión anti K se da al mismo tiempo en que ninguna reivindicación se destaca demasiado, por eso tiene tanta implicancia destituyente.
El hecho de que una marcha masiva como la del jueves no tenga un referente político claro no es bueno. Por lo general, el referente que surge de un movimiento de este tipo tiende a ser el más conservador que haya en plaza. Allí está Mauricio Macri entre las montañas de basura y la inundación. Pero sería una mentira pensar que Macri movilizó. La ausencia de referentes políticos demuestra que los responsables de esa construcción cultural que atemoriza a las capas medias han sido en gran parte los medios de comunicación hegemónicos. De hecho, la convocatoria real se produjo a través de ellos.
La marcha del jueves fue un movimiento tectónico como manifestación de cambios culturales y sociales que se están produciendo en una sociedad más acostumbrada a las políticas conservadoras y a los períodos de quietud. Tanto esos cambios como los que protestan por ellos forman parte del proceso de aprendizaje en el lento tránsito de consolidación de la democracia.

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jueves, 8 de noviembre de 2012

Los usos de la protesta



Alcances e implicancias de la manifestación convocada hoy




Caceroleo y golpismo


Por Roberto Follari*


No todos los caceroleros son golpistas, afortunadamente. Pero todos son usados por el golpismo. Veamos, si no, la estrategia planteada por Gene Sharp, estratega del “golpe de Estado blando” (estilo Paraguay u Honduras) y muy probable agente de la CIA. El define diversos “momentos”, crecientes en intensidad, de esa estrategia para voltear gobiernos democráticos. Transcribamos sus puntos principales, que cualquiera encuentra por Internet.
Primera etapa: ablandamiento (empleando la guerra de cuarta generación). Encabalgamiento de los conflictos y promoción del descontento. Promoción de factores de malestar, como desabastecimiento, criminalidad, inseguridad, manipulación del dólar, paro patronal y otros. Denuncias de corrupción, promoción de intrigas sectarias y fractura de la unidad.
Como se ve, todo esto está practicándose en la Argentina, muy obviamente viabilizado por algunos grandes medios de comunicación.
Segunda etapa: deslegitimación. Manipulación de los prejuicios anticomunistas o antipopulistas. Impulso de campañas publicitarias en defensa de la libertad de prensa, derechos humanos, libertades públicas.
Esto lo vemos diariamente en frases como “vamos a ser como Cuba” o “como Venezuela”, y en cómo se declara con total libertad que estaríamos en una supuesta situación de falta de libertad.
Tercera etapa: calentamiento de la calle. Generación de todo tipo de protestas, exponenciando fallas y errores gubernamentales. Organización de manifestaciones, trancas y tomas de instituciones públicas que radicalicen la confrontación.
Cuarta etapa: combinación de diversas formas de lucha. Desarrollo de operaciones de guerra psicológica y acciones armadas para justificar medidas represivas y crear un clima de ingobernabilidad. Impulso de rumores entre fuerzas militares y tratar de desmoralizar los organismos de seguridad.
Quinta etapa: fractura institucional. Sobre la base de las acciones callejeras, tomas de instituciones y pronunciamientos militares, se obliga a la renuncia del presidente. En caso de fracasos, se mantiene la presión en la calle y se migra hacia la resistencia armada. Preparación del terreno para una intervención militar o el desa-rrollo de una guerra civil prolongada.
Nada menos que a todo esto se está empujando al país. Y se lo hace bajo lo que León Gieco llamó “la pobre inocencia de la gente”. Porque es cierto que algunos que cacerolean estarán dispuestos a estos niveles de ataque, a liquidar las instituciones y llegar a enormes enfrentamientos en nombre de tirar abajo como sea al gobierno actual; pero ciertamente habrá una mayoría que no. La mayoría es inconsciente de que están siendo llevados por expertos en guerra psicológica a hacer exactamente lo que allá en el Norte los estrategas quieren que ellos hagan.
No se puede convencer de los logros del Gobierno a quienes no pueden verlos por prejuicios ideológicos. Por más que se muestre un presupuesto educativo multiplicado casi por tres, la entrega de computadoras para todos los niños y jóvenes escolarizados, las jubilaciones que han llegado a mucha más gente, los niveles de consumo y gozo de vacaciones para las clases medias como pocas veces se ha visto. Por más que se haya sancionado una ley de salud mental que es ejemplar, que se cuente con beneficios para discapacitados que existen desde hace más de cinco años, con una excepcional negociación de la deuda externa que frenó nuestra –antes– vertiginosa caída económica.
Ninguna razón convence a los que creen, desde su lugar de inscripción ideológica, que ayudar a los de abajo es “darles mis impuestos a los vagos”, que no reprimir la protesta social –claro, no la de ellos mismos sino la de los piqueteros– es demagogia y falta de control. Imposible que asuman que evitar la salida de dólares no es un atentado a la libertad, y que una dictadura jamás permitiría los derechos y garantías que hoy se ejercen.
Que hay problemas, los hay, los hay en cualquier país y en cualquier situación humana. Que el Gobierno podría comunicar mejor sus decisiones, por ejemplo, es evidente. Que debe intensificarse la lucha contra la inseguridad, es cierto. Que se pudo subir un tiempo antes el mínimo imponible sobre las ganancias, es verdad.
Pero la pretensión de que estamos en el peor de los mundos es absurda cuando tenemos estabilidad, se cobran salarios en dinero y a tiempo, se consume considerablemente por sectores medios y altos, se tiene una política exterior vigente y destacada, se negocia los sueldos en paritarias, se cuenta con una institucionalidad firme, se han mantenido niveles de crecimiento de los más altos a nivel mundial.
Por ello, está claro que hay profesionales de la guerra psicológica agitando el descontento. Su meta es la liquidación de la democracia en el país, como se ha hecho en Paraguay, y se ha intentado –hasta ahora sin éxito, pero con fuertes intentonas– en Bolivia o Ecuador.
Si este intento golpista tuviera éxito, lo que viene después no es difícil de adivinar. Revancha, país enfrentado de manera definitiva, espiral de violencia. Todos podrán recordar que el año 1955 no fue el tranquilo final que los enemigos del peronismo quisieron, sino el inicio de una crisis que atrasó al país –enfrentado en luchas intestinas– por casi veinte años.
Ojalá aprendamos. Que el cacerolazo se ponga a la altura de una protesta legítima y no al servicio de una operación golpista que algunos estrategas de la guerra ideológica manejan desde lejos.
* Doctor en Filosofía; profesor de la Universidad Nacional de Cuyo.
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El 8N ya ocurrió

Por Mariano Molina *

El 8N ya ocurrió. Está guionado desde hace tiempo. Lo que suceda exactamente hoy es la puesta en escena, una parte legitimadora de un relato previo y posterior. Y esto no significa desprecio ni deslegitimación de muchos miles que tienen el derecho de manifestar.
Ni siquiera importa mucho la cantidad de gente que irá a ocupar la escenografía (que probablemente será mucha) porque de cualquier manera tendrá que ser masiva. Se sabe que se llenarán los lugares prefijados, dispuestos por los conductores de radio o los showman de TV. Ellos, ciertos periodistas, juegan mejor que la oposición el rol de opositores. Tienen menos pruritos, más manejo del tiempo, la urgencia y escasa responsabilidad.
Quizás la cantidad de los que ocupen las calles permitirá saber, a quienes ya han hecho el 8N, cuál es el tenor de las consignas que van a esgrimir como imperativos hoy y los días subsiguientes. Quizás alguien llegue a pedir que no exista el 7D o –quién sabe– enrarecer tanto el aire político que alguno se anime a pedir una renuncia. No lo harán de viva voz, porque hay que mantener los modales, pero se sugerirá que va a ser muy difícil gobernar con tanta gente en contra, dispuesta a salir a las calles.
Se sabe que se necesita un “gran 8N” para impedir el 7D, entre sus motivos centrales. Y ahí está el relato previo y posterior, descarnado y sin sorpresas a la vista. “La ciudadanía pidió dialogo y fin de la confrontación; el Gobierno debe escuchar el clamor popular; la sociedad pide paz y concordia”, etc, etc, etc. Ya conocemos las frases posteriores, ya está la oposición visitando estudios de TV y analizando “el reclamo genuino y espontáneo”.
Como parte del guión, cualquier dirigente o personalidad que apoya a Cristina, aunque sea tímidamente, está inhibido de opinar. No importan sus palabras, razones o pensamiento. De antemano todo lo que diga va a ser usado en su contra. El libreto también tiene sus proscriptos y el guión contiene posibles “disturbios” que refuercen la idea de un gobierno violento y algún desarrapado de un barrio marginal con cacerolas desvencijadas que simbolice una protesta de “todos los sectores sociales”...
No hay posibilidad de que quienes se erigen en patrón moral de la Nación acepten que su voz es una entre muchas, igualmente válidas y que incluso haya demandas más urgentes. Muchos de ellos reclaman una superioridad que se les escatima en varios lados. Sienten que el país debiera agradecerles que hayan nacido acá y no en otro lado. Son más que la media. Su reclamo es de valores universales que sólo ellos encarnan: honestidad, decencia, buen juicio, laboriosidad.
Creen que la “indignación” es un flujo que les permite poner a todo reclamo en situación de equidad. El cambalache de igualar al que reclama porque la inflación malgasta su sueldo en negro y el que quiere dólares para no resignar vacaciones o el otro que siente que con una reforma impositiva va a tener que declarar los campos por los que no paga. La “indignación” igualaría lo que la vida cotidiana distingue. Vaya paradoja, podrían cruzarse en la plaza el que no recibe los aportes patronales y el que se los roba. La pseudomoral que esgrimen impide toda ley, toda república, en el mismo momento que la declaman furiosamente. Porque hay muchas repúblicas posibles. Una representa la equidad de los desiguales, pero también hay la del conflicto que permite, al menos como horizonte, la ilusión de una igualdad efectiva.
Reclamar es democrático. Pero cuando el reclamo se hace desde una posición moral intocable, que supone una división tajante entre quienes serían los portadores de valores constructivos y los que se relegan a simples habitantes azarosos de estas tierras, merece ser criticado. Por eso es cínico el relato que pide amor, paz y concordia cuando el programa de cabecera de este espectro político tiene el fuck you como símbolo de saludo.
No hay nada nuevo en el 8N. Ni las redes sociales, ni la organización, ni la simultaneidad geográfica, ni el internacionalismo. Y mucho menos hay algo emancipatorio.
En estos tiempos pasamos de la teoría de que gobernar no es acceder al poder, a vivirla también en la experiencia práctica. Hay gobiernos populares, pero el poder sigue en las corporaciones. El hecho de que sientan pequeños cuestionamientos, al igual que el relato que supo ser hegemónico y totalitario, es lo imperdonable.
El 8N ya ocurrió. No hay que desconocer las manifestaciones, ni someterse. Hay quienes reclaman que el futuro sea volver al pasado y quienes peleamos para que deje de ser de las corporaciones. Porque el desafío, quizás ingenuo, quizás rebelde, sigue siendo construir una sociedad con inclusión para todos y todas, incluso para quienes nos desprecian.

* Docente; www.radiosudaca.com.ar.

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