miércoles, 31 de agosto de 2011

Piñera y De la Rúa

Opinión


Por Martín Granovsky

Con curiosidad y sin copiar, los estudiantes chilenos miran hacia la educación pública argentina. Con solidaridad –y esta vez sin arrogancia– los argentinos se conduelen del adolescente muerto en la represión de los carabineros y miran hacia Chile con preocupación fraterna.
En medio de este clima, el periodista argentino radicado en Miami Andrés Oppenheimer escribió ayer en La Nación un artículo sobre Chile que registra lo que llama “tropiezo” de un modelo que fue exitoso para reducir la pobreza. También señala que “la mayor asignatura pendiente de Chile es reducir la brecha entre ricos y pobres”, porque “el 54 por ciento del ingreso está en manos del 20 por ciento más rico de la población” y eso “convierte a Chile en el quinto país entre los de mayor desigualdad en América latina”.
“Mi opinión: el pueblo chileno está apoyando –con razón– las demandas específicas de los estudiantes para una educación superior más asequible, pero no respalda ‘el cambio del modelo económico’ que, gracias a la izquierda responsable que ha gobernado a este país en años recientes, ha permitido que la gente viva mejor que antes”, dice Oppenheimer.
Mi opinión: la historia chilena está más cerca de la sangre que del consenso y el conflicto de hoy supera la búsqueda de una educación superior más asequible, es decir, de algo que según el diccionario “puede conseguirse y alcanzarse”.
Igual que Perú, que recién ahora tiene una oportunidad con Ollanta Humala, Chile no tuvo un movimiento democrático profundo en el siglo XX. Ni yrigoyenismo, ni peronismo, ni revolución boliviana de 1952, ni triunfo de un sindicalista aymara como Evo Morales, ni Lula y su Partido de los Trabajadores llegando al gobierno en un ciclo que durará, como mínimo, doce años. Tampoco tuvo, como Uruguay, un José Batlle a principios del siglo XX y el Frente Amplio a comienzos del XXI. El gran intento chileno fue el que encabezó Salvador Allende desde 1970. Pero se planteaba a la vez la democracia y el socialismo en un momento de la Guerra Fría en que Henry Kissinger decidió que para evitar lo segundo había que destruir también lo primero. En las legislativas del 11 de marzo de 1973, los analfabetos votaron por primera vez. La Unidad Popular obtuvo el 44,6 por ciento, más que el 36,6 con que había llegado a la presidencia. Seis meses después fue el golpe del 11 de septiembre de 1973. O sea, adiós a toda forma de ciudadanía (para los sobrevivientes del golpe, claro) por los siguientes 17 años.
Con cierto pragmatismo y cero consenso institucional, porque se trataba de una dictadura, la reforma agraria de Eduardo Frei y de Allende fue aprovechada por el régimen de Augusto Pinochet para generar exportaciones nuevas. Y el cobre no fue totalmente reprivatizado, porque las Fuerzas Armadas quisieron reservarse, para sí y para el Estado que gobernaban, un margen de autonomía gracias a la entrada de divisas.
En 1990 la democracia llegó en medio de condiciones duras. Una, la propia tiranía. Nunca un régimen despótico de 17 años sobrevuela una sociedad sin transformarla. Los neoconservadores de Pinochet antecedieron incluso a Margaret Thatcher, que accedió al gobierno en 1979, y a Ronald Reagan, que asumió en 1981. La desigualdad, que hasta ese momento se había ido forjando por darwinismo social, fue con Pinochet un plan sistemático, con cuadros, ideología y un fanatismo digno de los que habían quemado brujas en Massachusetts y proclamaban la desigualdad como un punto de partida asequible para la sociedad chilena.
Los gobiernos de la Concertación debieron ir construyendo democracia no en medio del consenso con la derecha pura, sino de la trampa que dejó la Constitución de Pinochet, con senadores designados y mayorías calificadas imposibles de alcanzar para dirimir cuestiones claves. Así y todo consiguieron esclarecer la verdad sobre el pasado, juzgar a los principales asesinos excepto al capitán general y, como dice Oppenheimer, ser exitosos en la disminución de la pobreza. Pero en parte no pudieron y en parte quizá no tuvieron la voluntad suficiente para que la transición no fuese, como era, perpetua. Para que hubiera, en algún momento, un punto de ruptura como el que tuvieron casi todas las sociedades de Sudamérica. Un sacudón pacífico, pero sacudón al fin.
Los dirigentes estudiantiles primero y la Central Unitaria de Trabajadores después pusieron el dedo en la llaga. No pelean solo por el acceso a la universidad, sino por la gratuidad de la educación como principio básico (la Constitución chilena no la contempla) y por la prohibición del lucro (no de la enseñanza privada) en los niveles primario y secundario. Las crisis sociales sin salida política son riesgosas. Es cierto que Sebastián Piñera llegó al Palacio de La Moneda en 2010 por más del 50 por ciento de los votos. Fernando de la Rúa (1999-2001) también.

Página12

lunes, 29 de agosto de 2011

Andanzas mediáticas

Por Eduardo Aliverti

A dos semanas de un resultado electoral aplastante, se confirmó que la gran pregunta de coyuntura era, nomás, cuál actitud mostrarían los protagonistas comunicacionales de la oposición. Bajo otras circunstancias, ese interrogante tendría un tono menor. Sin embargo, siendo que el comando opositor pasa por el entramado de las grandes corporaciones de prensa y propaganda, la relevancia del dato es significativa.
Se impone repetir que el intríngulis mediático es muy complejo. Bajar los decibeles de confrontación permanente podría parecer un gesto de humildad frente a la derrota; pero de autenticidad muy dudosa, al cabo de una campaña feroz en la que se expusieron convencidos del ocaso kirchnerista. Y persistir en la propalación de un clima social angustiante sería reiterar la táctica que los condujo al papelón. Si las fuerzas y dirigentes vencidos tuvieran otra estatura, capaz de asumir sus tremendos errores y de plantar una nueva agenda propositiva, tal vez los medios de la furia antioficial encontrarían una salida a ese laberinto: podrían dedicarse más a reflejar ese escenario que a perdurar en el Todo Negativo. Pero es una alternativa irreal por dos motivos subsecuentes: (a) la oposición ratificó en estos quince días que es un cambalache, tiró la toalla y admitió en forma pública que su único objetivo es ingresar cargos legislativos, y (b), aun cuando no fuere así, la prensa a que se alude carece de todo espíritu altruista para contribuir a un debate profundo sobre el horizonte de país. El kirchnerismo afectó símbolos muy fuertes de la clase dominante y está claro que no les causó ninguna gracia. Pero el desencadenante del rencor periodístico fueron las medidas y gestos que afectaron sus negocios, tanto de manera puntual como por la determinación y amenaza que eso representa contra sus intereses. Estatizar la televisación del fútbol, la ley de medios audiovisuales, el reimpulso a las investigaciones sobre el origen de Papel Prensa y la reapropiación pública del sistema jubilatorio fue un paquete que no imaginaron ni en sus peores pesadillas. Más todavía, ni siquiera entre los propios simpatizantes de la etapa abierta en 2003 se pensó que decisiones de esa naturaleza serían posibles. Y muchísimo menos al cabo de los fracasos oficialistas en el conflicto con “el campo” y en las elecciones de 2009. Se dedujo que esos avatares desfavorables implicaban una capitulación segura, y fue todo lo contrario porque el Gobierno fugó hacia adelante. Eso colmó el límite de la tolerancia para las corporaciones mediáticas –para una de ellas, esencialmente– y ya no hubo retorno ni semeja que vaya a haberlo, aunque toda la información obrante da cuenta de un estado revulsivo, tras las PASO, en los vértices de los órganos ultraopositores. Por cierto, nadie les pide que dejen de situarse como antagonistas. Hace muy bien que no haya una prensa de discurso único. Y tampoco tienen por qué renunciar a sus convicciones... si acaso fue honestidad intelectual el motivo de su enfurecimiento contra el oficialismo. ¿Quién no ha vivido resultados electorales adversos a sus preferencias, tanto o más contundentes que los de hace un par de domingos, y no por eso abandonó sus creencias políticas? Lo que exige la ética es que no inventen, nada más.
Pero es difícil que el chancho chifle. En lo estructural, porque los medios de comunicación dominantes, aquí y en todo el mundo, responden hace tiempo a una lógica que, antes que reflejar realidad, intenta producirla. Es –hoy encuentra barreras, aisladas– el fruto de la hegemonía de derechas. Las organizaciones mediáticas, por presión de su propio peso como abarcadoras de otros varios negocios anexados al periodismo, operan construcción de sentido. Un sentido jamás contrario a la ideología de maximizar sus ganancias, a costa de acompañar y estimular lo que sea necesario: exclusión social, concentración del poder económico, dibujos apocalípticos si alguna corriente popular los intimida. Y en lo episódico, en nuestro país, la ausencia de opciones opositoras no hace retroceder sino que potencia esa maquinación mediática. Hasta pareciera que, a mayor aislamiento discursivo porque encima carecen de intelectuales respetables, más grande es su obsesión. El punto es horadar y destruir a como dé lugar y, por tanto, las armas nunca pueden ser limpias. Si se recorre la dieta noticiosa posterior a las elecciones primarias, es probable que primero se advierta el intento de jugar hacia los costados a través de amplificaciones lacrimógenas y sensacionalismos varios. Incluso podría anotarse que la fortísima reaparición del caso Alfano-Massera atenta contra las pretensiones olvidadizas, respecto de los horrores y patetismos de la dictadura, porque le pone un poroto al ánimo oficial de no olvidar ni perdonar. Pero, raspando no mucho y a medida de penetración en el área estrictamente “política”, se verá que ni chancho chiflando ni mona vestida seda. No lo único, aunque sí lo más grosero, fue el manipuleo en torno de la declaración de bienes presidencial. Se tituló de modo aparatoso que el patrimonio de Cristina aumentó un 27 por ciento en 2010, cuando el mismísimo copete de la noticia aclaraba que la cifra incluía los bienes de Kirchner porque aún no concluyó el juicio por su sucesión. Alucinante. Dan ganas de rendirse a señalar que uno nunca vio una cosa así. Y no termina ahí. En ninguna de las crónicas sobre las declaraciones juradas de los funcionarios hay soporte informativo para colegir que hubo incremento ilícito de sus pertenencias. De esto estamos hablando. No de cuestionar el derecho a ejercer una oposición legítima, bien que sí de no pararse en un pedestal abstracto de periodismo independiente. Incluso es justificable que militen por ese brío conceptual. Pero no es eso. Estamos hablando no ya de que meten los goles con la mano. Lo hacen cuatro metros en orsay, tras moler a patadas todo rasgo de verdad para después quejarse de que hay un clima de crispación.
También merece un párrafo el título de la inquietud empresaria por las “deficiencias” de la economía, que fue simultáneo a la columna del titular de la UIA, en este diario, avisando que “aquel 2001 del blindaje y el déficit cero, del que se cumple una década este año, nos hizo vivir aprisionados en un discurso sordo e intransigente que se originaba tanto fuera como dentro del país (...) Hace falta entender que nuestra salida –como deberá ser la de ellos– se logró a partir de un diagnóstico de la economía real y no gracias a ninguna ficción financiera”. Lo firmó José Ignacio de Mendiguren, no Hugo Chávez. Pero los medios siguieron andando por la nerviosidad empresaria. Es decir, el símil de la versión operada del voto campestre que hundiría a Cristina. Fue asimismo como los “graves” errores en el escrutinio, “denunciados” por un juez electoral, cambiaron en la bajada a “equivocaciones horrorosas”. Vamos a Perogrullo. Si es grave, hubo fraude escandaloso. Pero si es por pifies en los telegramas, que picarescos o involuntarios en algunos casos beneficiaron a la oposición, no pasó nada que amerite, ni por asomo, un título central de portada. La pretensión de instalar una idea de fraude, tras comicios en que del primero a los segundos hubo casi 40 puntos de distancia, habla de una dirigencia opositora lamentable con una dirección periodística peor.
La buena noticia es que todo esto sirve para demostrar o ratificar que no existen los medios de comunicación todopoderosos. Y la advertencia es que eso es así mientras haya un proyecto político firme, que la mayoría de la población asimile como imprescindible para su beneficio. Vuelta a las perogrulladas: apenas ese designio tenga algún quiebre, los vencidos de hoy serán los vencedores de mañana.
 
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lunes, 22 de agosto de 2011

domingo, 21 de agosto de 2011

Bandera blanca

El liderazgo de Estados Unidos en la “guerra a la droga”


El libro del francés Alain Labrousse, con prólogo del juez Raúl Eugenio Zaffaroni, da claves para descifrar los aspectos económicos y estratégicos del narcotráfico y para comprender cómo la “guerra a las drogas” se transformó en un instrumento al servicio de políticas de control social, de intereses comerciales y de expansionismo.

Por Alain Labrousse
 
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Labrousse: “Se requiere una modificación de la legislación internacional sobre las drogas”.
El acta de nacimiento de la ideología internacional de la prohibición se dio en las conferencias de Shanghai en 1909 y de La Haya en 1912. Convocada a instancias de Estados Unidos, la primera tenía como uno de sus objetivos privar a los europeos –en particular a los imperialismos inglés y francés– de sus fructíferos monopolios del comercio del opio. Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos tomó en sus manos la política internacional de lucha contra las drogas. Para imponer su punto de vista de manera universal, recurrió a la multilateralidad en el marco de la ONU. Esto no ha impedido a sus servicios secretos de hacer la vista gorda, como hemos visto, cuando algunos de sus aliados en Birmania, Vietnam, América Central o Afganistán producen y trafican drogas.
El fin de la Guerra Fría dio nueva relevancia a la guerra a la droga emprendida por Estados Unidos. Por un lado, las fuerzas armadas norteamericanas, cuyos presupuestos se habían reducido considerablemente por la desaparición del peligro comunista, buscaron de inmediato un nuevo “enemigo”. Por otro, el pueblo norteamericano, fruto de un crisol étnico y cultural, parecería tener necesidad de participar en cruzadas contra las representaciones del mal para forjarse una identidad colectiva. Durante cuarenta y cinco años fue el comunismo; inmediatamente después de la caída del Muro, tomaron la posta otros demonios, encarnados en las figuras de Noriega, Pablo Escobar o Khun Sa.
Durante la Sesión Especial de la Asamblea General de la ONU dedicada a las drogas (Ungass), que tuvo lugar en junio de 1998, los países miembros de las Naciones Unidas plantearon como objetivo para 2008 eliminar o reducir considerablemente los cultivos de amapola, coca y cannabis. El balance establecido por la Oficina de las Naciones Unidas Contra la Droga y el Delito en el año 2008 pone de manifiesto lo contrario: la producción internacional de opio llegó a más del doble (de 4220 a 8900 toneladas), la de cocaína aumentó un 20 por ciento (de 800 a 1000 toneladas), la de cannabis un 60 por ciento (de 25 mil a 40 mil toneladas) y la de anfetaminas se mantuvo a un nivel muy elevado.
Podríamos preguntarnos si este fracaso constatado en 2008 no daría argumentos a los partidarios de una flexibilización de la política hacia las drogas o a los de su legalización. En el plano de la toxicomanía, el éxito de las políticas de “reducción de riesgos”, a las que adhirió Francia en particular desde fines de los años ’90, en detrimento de aquellas en favor de la política norteamericana de un “mundo sin droga”, del que Suecia es en Europa uno de los últimos partidarios, es otro signo de evolución. Algunos esperaban también un cambio de política por parte de la administración Obama, ya que éste había declarado durante su campaña por el Senado en 2004 que la guerra a la droga era un “fracaso total”. En efecto, el 11 de mayo de 2010, el gobierno de Estados Unidos dio a conocer su “nueva política de drogas”, dando prioridad a la “prevención comunitaria”, a la educación para padres en el marco de la aproximación a una salud pública que podrá asimismo encarar el intercambio de jeringas usadas por nuevas, hasta entonces estrictamente prohibido, así como el consumo de marihuana por razones médicas. Pero los observadores estiman que, a pesar de estos avances, la política de Obama sigue apoyándose fundamentalmente en la prohibición, como revela el presupuesto federal que continúa favoreciendo el financiamiento de las cárceles y de las fuerzas de represión en detrimento de la prevención. Como hemos visto antes, no se percibe ningún cambio en las políticas antidroga a nivel internacional. Parece lógico que la implantación de bases en Colombia haya sido decidida por la administración Bush e implementada por la de Obama. Por otro lado, Estados Unidos conserva como aliados a las tres grandes organizaciones de ONU especializadas en la lucha contra las drogas: la Unodc, la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes, cuya función es la de velar por el respeto de las convenciones internacionales –elaboradas bajo la influencia de Estados Unidos– y la Comisión de Estupefacientes del Consejo Económico y Social de la ONU (que reúne a unos cincuenta países). Todas ellas apoyan la posición estadounidense.
Es en la Comisión de Estupefacientes, expresión directa de la Asamblea General de las Naciones Unidas, que los países emergentes o en vías de desarrollo sobre todo se hacen escuchar. Sin embargo, estos países a veces defienden posiciones aún más extremas que las de Estados Unidos, tanto a nivel de las políticas nacionales en materia de toxicomanía como en el plano de la lucha internacional contra las drogas. Esta actitud tiene varias razones. En algunos países es consecuencia de la falta de democracia (China, Malasia, Arabia Saudita o Irán), que castigan, muy severamente, todas las desviaciones visibles. Para otros es consecuencia de la fascinación ejercida por el “modelo norteamericano” o de un oportunismo que los lleva a sumarse a lo que se percibe como la posición dominante en los países ricos. Una tercera categoría –numerosos países de Asia, Africa y Medio Oriente– recurre a las medidas punitivas como cortina de humo que oculta los tráficos a los que se dedican sus elites.
Por todas estas razones es de descartar que se produzca una modificación de la legislación internacional sobre las drogas en un futuro cercano. En cambio, las experiencias llevadas a cabo por ciertos países como los Países Bajos, Suiza o Canadá, y también por algunas ciudades en Europa, pueden crear una brecha a favor de políticas universales más tolerantes, que vayan desde la “reducción de riesgos y daños” hasta la legalización, pasando por despenalizar el consumo. Cambios que irán aumentando a medida que las políticas dominantes demuestren ser impotentes frente al fenómeno de las drogas y provoquen efectos perversos más graves que el mal que pretenden combatir

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Colapsos


Por Juan Gelman
 
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“Irresponsabilidad. Egoísmo. Actuar como si los actos no tuvieran consecuencias. Hijos sin padres. Escuelas sin disciplina. Recompensas sin esfuerzo. Crimen sin castigo. Derechos sin responsabilidades. Comunidades fuera de control. Algunos de los peores aspectos de la naturaleza humana tolerados, consentidos –a veces hasta incentivados– por un Estado y sus organismos que en parte han perdido literalmente la moral.” El primer ministro británico David Cameron explicó así la violencia desatada en Tottenham, uno de los barrios más pobres de Londres, y en otras ciudades de Inglaterra (www.guardia.co.uk, 15/8/11). Calificó la situación de “colapso moral”.
Olvidó señalar que la desocupación entre los jóvenes londinenses asciende al 23 por ciento y es aún más alta en el interior del país. O que los costos de la educación universitaria la convierten en algo prohibido, salvo para los hijos de familias ricas: 15 mil dólares anuales. Olvidó sobre todo el costo de 30 años de thatcherismo para amplias capas de la sociedad británica, las comunidades devastadas por la desindustrialización cualquiera fuese el color de la autoridad, conservador o laborista. Protestar contra ese estado de cosas es “totalmente inaceptable”, para Theresa May, secretaria del Interior. La violencia de la represión policial y el apuro de la Justicia en aplicar penas desproporcionadas a los manifestantes son, en consecuencia, necesarios.
Es verdad que elementos o bandas cometieron acciones condenables como el incendio de casas y pequeños comercios del vecindario, y el saqueo de supermercados. Para Christian Guy, director del Centro para la Justicia Social (www.centerforsocialjustice.org.uk), los disturbios fueron el producto de una bien coordinada operación de las pandillas de la zona. La BBC de Londres señaló, en cambio, que “en realidad, pocos (de los arrestados) son pandilleros genuinos”. Y “toda clase de personas” –asistentes de la educación, un diseñador gráfico, estudiantes universitarios– fueron detenidas por tomar parte en el pillaje. Paul Lewis, periodista del The Guardian que pasó cinco noches observando la violencia, manifestó que es erróneo el intento de culpar a un grupo: “La única generalización plausible es que, en conjunto, eran jóvenes y pobres” (www.bbc.co.uk, 16/8/11).
Parece clara la intención de disimular las razones de fondo, agravadas por el nuevo plan de austeridad –que The Financial Times calificó de “brutal”–, y el gobierno conservador no encuentra mejor camino que proponer algunos cambios sociales de corto alcance y, sobre todo, revigorizar la represión. “La policía tendrá más poderes”, insistió la secretaria May. El gabinete de Cameron estudia la posibilidad de imponer toques de queda en zonas específicas y aplicar medidas restrictivas a los menores de 16 años (www.bbc.co.uk, 16-8-11). Ninguna atención presta a lo que el sindicato de trabajadores de los servicios públicos Unisom de Londres considera necesario: “Debemos preguntarnos por qué nuestros jóvenes están tan enojados y cómo podemos unir a nuestra comunidad” (//lambethunison.blogspot.com, 9/8/11).
Abundan las disquisiciones psicologizantes sobre la razón de los saqueos: “La gente sin poder se siente de pronto poderosa y eso intoxica mucho”, dice el profesor John Pitts, un criminólogo que asesora a diversas autoridades londinenses en materia de jóvenes y pandillas (www.bbc.co.uk/news/magazine, 9/8/11). O: “Hay evidencias que sugieren que los líderes de una pandilla padecen tendencias psicopáticas”, anota el Dr. Lance Workman. Es otra forma de demonizar la violencia de jóvenes excluidos de un mañana. Como señala el doctor Raúl Zaffaroni, miembro de la Corte Suprema de Justicia de Argentina y distinguido penalista, el sistema castiga los delitos que provoca (La palabra de los muertos, Ediar, Buenos Aires, 2011).
Cabe preguntarse dónde radica el verdadero “colapso moral” del Reino Unido. “La clase política poco explora su propia responsabilidad en la creación de la marginación social que conduce a la ‘anarquía’ –advierte la investigadora Michelle Chen (www.inthesetimes.com, 10/8/11)–. Se supone que el problema no es el exceso policial, sino su insuficiencia, que no es la falta de oportunidades educacionales o de programas para la juventud en esos barrios, sino los padres que no pueden controlar a sus hijos.”
Es posible, sin embargo, coincidir con el premier David Cameron en que un Estado y sus organismos que han perdido en parte la moral toleran, consienten y aun incentivan algunos de los peores aspectos de la naturaleza humana. Así lo muestran los bombardeos de la R. A. F. contra poblaciones civiles inermes en Irak y Afganistán.

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sábado, 20 de agosto de 2011

Mitos porteños

Lo que quedó de las primarias


Por Ricardo Rouvier *
 
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Alrededor de una elección surge una cantidad de mitos creados por la propia sociedad política con la fuerza de un efecto de verdad que tiende a intervenir en el espacio público. Esta realidad electoral, en la Ciudad de Buenos Aires, marcó la aparición de relatos que surgen por conocimiento incompleto. Muy estimulada está por la conducta electoral de los porteños, a veces indescifrable para los propios dirigentes políticos.
El triunfo de Macri en el 2007 se produjo sobre todo por la defección de un espacio progresista que tuvo en Cromañón un punto de inflexión. La ciudad acuña tradiciones políticas emergentes de su poderosa clase media, como el radicalismo, el socialismo, en oposición a la presencia escasa del peronismo. Varias de esas tradiciones están en crisis y generan una significativa masa flotante de votos que puede volcarse hacia centroizquierda o centroderecha.
Con la ascensión de Macri se supuso que la derecha había inundado el espacio porteño; y, si bien es innegable que detrás de la negación de la ideología y la política que propugna el PRO hay ideología, la elección de los porteños mayoritariamente estaba puesta más en encontrar un gerente que una identidad política.
Nuevas explicaciones se generaron cuatro años después a partir de contabilizar una derrota desde las condiciones de un candidato o las dificultades de una campaña o no contar con el favor de los grandes medios de comunicación o las tres cosas juntas. La anticipación de una fuerte concentración de votos de la Presidenta afectó a la oposición y al propio kirchnerismo. En los primeros generó el espanto del triunfo en primera vuelta, y en los otros un triunfalismo que suponía que se ganaba con la foto de Cristina. Se generó en las propias filas del kirchnerismo la creencia de la supremacía neta electoral de Cristina respecto de sus candidatos en el distrito.
Después de un proceso de prueba que significó el lanzamiento al ruedo de Filmus, Boudou y Tomada, la Presidenta, inteligentemente, eligió a quien prometía ser el más competitivo y completó la fórmula con Tomada, permitiendo, de esta manera, la confluencia de las militancias.
La opción Filmus-Tomada, finalmente, resultó la más competitiva. Los números comparados del escrutinio son reveladores: el FpV obtuvo en la primera vuelta un 27,8 por ciento y en la segunda vuelta alcanzó al 35,65. Se había logrado superar la primera vuelta del 2007 (23,75), pero no la segunda (39,6). Y se mejoró con amplitud el escaso 11 por ciento obtenido por el FpV en el 2009.
El 14 de agosto pasado, CFK ganó la Capital con el 30 por ciento de los votos, por encima de su performance anterior. Este resultado muestra la dimensión del espacio. Tiene un tercio del electorado y esto sólo puede ser superado, en el caso de un ballottage, pero sin ubicarse por encima del 50 por ciento. Este caudal comprende tanto a los sectores medios, medios altos como la zona sur de la ciudad.
Con la elección, varias construcciones sin asidero fueron derribadas. Se vaticinó en los grandes medios y en la oposición que la derrota en algunos distritos como Ciudad de Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba se trasladaban a la elección presidencial. Y como un juego de espejos, muchos simpatizantes kirchneristas calculaban un caudal muy superior para Cristina en la Ciudad.
Otro mito fue que con el peronismo porteño es suficiente. “Vamos a peronizar la ciudad”, dijeron algunos abnegados militantes sentados en las propias bayonetas.
Daniel Filmus debió sortear diversos supuestos que lo posicionaban inhabilitado para la competencia. En algún momento la oposición interna tuvo mayor virulencia; lo notable fue la coincidencia con la reflexión desvalorizante de Durán Barba.
Aquellos que adoptan la vía explicativa unívoca de la seducción de un candidato deberían explicar a Binner, Bush (h), Arturo Illia o De la Rúa.
Otro mito que cayó fue el voto cruzado entre Macri-Cristina. El verdadero voto cruzado fue entre CFK-Filmus y Filmus-CFK. La similitud del dibujo que traza el voto de ambos sobre el mapa socioeconómico es una prueba irrefutable.
El triunfo de Macri estaba definido desde antes de que el FpV propusiera un aspirante. El afán de no cambio de los electores porteños, como ocurre en todo el país, bajo condiciones generales de complacencia económica y social, privilegió el voto a las administraciones vigentes. El gobierno nacional es el principal responsable de este clima de satisfacción.
El concepto gestión es vivido por algunos como una exclusividad de la derecha. Es verdad que la derecha, al monopolizar su mención, sustrae lo ideológico, como si no existiera. Pero, la Presidenta acaba de recapturar este concepto. Si alguien cree que con solo la invocación de valores superiores es suficiente en la política real, dejará en manos de los conservadores la posibilidad de una mejor gobernabilidad.
El kirchnerismo/peronismo porteño, en el mejor de los casos, ocupa un tercio del electorado. A futuro, y con intención de poder, requiere superarse y replantearse la segunda vuelta. Necesita alianzas más amplias e incorporación independiente por fuera de sus fronteras.
Con los resultados favorables nacionales en la mano, no ayudaría encerrar al kirchnerismo porteño con su significativa militancia en las cuatro paredes de las verdades cortas e incompletas. Si en el futuro esta voluntad política de transformación queda circunscripta, porque con eso se alcanza a la segunda vuelta, se repetiría la frustración.
Una alternativa de gobierno supone contar, también, con un proyecto de ciudad sin desligarse del compromiso con el gobierno nacional. No es fácil articular ambas cosas, pero no es imposible.

* Sociólogo.
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jueves, 18 de agosto de 2011

El desconcierto de la oposición


Por Ricardo Forster

Siempre es más fácil, y menos doloroso para sus intereses, tratar de reducir la complejidad del voto al FPV al famoso “viento de cola".
Tercero y lejos. Eduardo Duhalde intentó hablar de fraude, pero no le quedó más remedio que reconocer la contundente victoria de CFK.
Se dicen muchas cosas para tratar de explicar el resultado electoral. Desde las usinas mediáticas, demudadas y sorprendidas por guarismos que no esperaban, se lanzan todos los dardos disponibles para acusar a una oposición famélica de ideas y de candidatos que estuvieran a la altura de las circunstancias buscando, de ese modo, minimizar y volver invisibles las cualidades del propio gobierno, y en particular de Cristina Fernández, a la hora de recoger un caudaloso apoyo ciudadano (lo que no dicen es que esa misma oposición se comportó de acuerdo con la cartilla diseñada por la corporación mediática y su fracaso es, también, el fracaso de esos medios y de su cohorte de periodistas que viene trabajando sin pausas contra el “maldito populismo” kirchnerista).

Otros dirán, a su vez, que el papel de los grandes medios de comunicación no asume la forma de esa hegemonía todopoderosa que se les atribuía y que, por lo tanto, la famosa disputa cultural fue más un invento del kirchnerismo y de sus intelectuales que un dato objetivo de la realidad (esa extraña paradoja le permitirá, por ejemplo a Beatriz Sarlo, reafirmar su convicción de que la cuestión de los medios poco y nada tiene que ver con el poder y su disputa y que finalmente de lo que se trata es de la lógica intrínseca a los lenguajes del espectáculo y la comunicación. Lo demás es ideología “sesentista”, es decir, puro anacronismo en estos tiempos tan posmodernos y globales en los que ya no funcionan ni las teorías conspirativas ni las denuncias respecto de la localización del poder que, como todos sabemos después de Foucault, es capilar y se dispersa horizontalmente entre los pliegues de la sociedad sin responder a otra cosa que no sea a su propia dinámica inaprensible e ilocalizable. En las sombras Magnetto esboza una sonrisa). Otras voces sesudas y portadoras de juicio analítico (al menos así son presentadas en los programas de comentario político por el que transitan asiduamente como grandes referentes de la objetividad) utilizarán, apelando a su reconocida seriedad, el argumento de que “cuando las cosas van bien la mayor parte de la sociedad vota al oficialismo” o, más arriesgado todavía, que, cuando ese ir bien tiene fundamentalmente que ver con el bolsillo y el consumo, el voto se vuelca hacia el oficialismo de una manera conservadora (tanto estudiar para soltar a boca de jarro una perogrullada, como se decía antes, del tamaño de su ignorancia o de su mezquindad a la hora de atribuir a otras razones, que ellos no toleran y a las que prefieren ocultar, ese insoportable 50 por ciento de los votos).

Siempre es mejor apelar a argumentos economicistas que destacar una fuerte recuperación de la participación política, la reconstrucción de tramas duramente dañadas por el neoliberalismo y la importancia de la visibilidad de una sistemática política de reparación de derechos que se conjuga con la reemergencia de sujetos capaces de intervenir en la disputa por el sentido. El kirchnerismo, eso lo saben y a eso le temen, ha supuesto un salto cualitativo a la hora de quebrar la inercia despolitizadora que dominó a gran parte de la sociedad a lo largo de los años ’90. Siempre es más fácil, y menos doloroso para sus intereses, tratar de reducir la complejidad del voto al FPV al famoso “viento de cola” del consumo que a la transformación de la hegemonía brutalmente desplegada durante mucho tiempo por las grandes corporaciones y sus agentes políticos e intelectuales.

Muy pocos, apenas raras excepciones en el universo homogéneo de intérpretes, destacaron las políticas del Gobierno y, claro, el lugar de la propia Cristina en la mayoritaria inclinación de los argentinos por su candidatura. Lo importante, y asumiendo que la derrota se extenderá en octubre, es redefinir la estrategia con la que se seguirá intentando limitar y desprestigiar a un gobierno que amenaza con ir por más. Ellos supieron escuchar las palabras centrales del discurso de Cristina el domingo por la noche: el tiempo actual es el de la igualdad y junto con ese ideal orientador de las principales acciones del Gobierno en el terreno de lo económico-social, la reiteración de la continuidad de la política de derechos humanos que ha girado alrededor de la trilogía de memoria, verdad y justicia. Dicho de otro modo: profundización en la distribución más igualitaria de los bienes materiales y simbólicos. Saben que el núcleo de la disputa seguirá dando vueltas alrededor de la distribución de la renta. Le temen a un kirchnerismo recargado.

Un nuevo velo se ha corrido en la vida política argentina. Hasta el domingo por la noche el relato dominante, ese que se venía construyendo sin ningún pudor desde los medios de comunicación hegemónicos, ofrecía el mapa de un país mayoritariamente opositor, mapa dibujado con trazos más gruesos después de las derrotas sobredimensionadas de Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba. La estrategia parecía ir dando resultados e, incluso, un asomo de preocupación y escepticismo comenzaba a desplegarse en el interior de quienes apoyaban al gobierno nacional. De un modo obsesivo las rotativas, las radios y los programas de televisión abierta y por cable destacaban que el contundente triunfo del macrismo en la Capital señalaba el punto de inflexión de la parábola ascendente del kirchnerismo, el inicio inexorable de su ocaso después del crecimiento exponencial de la imagen de Cristina ligado, ese crecimiento, eso decían con insistencia e indisimulada maldad, al “efecto” de la muerte de Néstor Kirchner, como si la gestión de la Presidenta, su significación histórica, no tuviera otra causa de reconocimiento que su viudez.

Para acompañar ese reflejo la corporación mediática diseñó una estrategia de horadación y de desprestigio de aquellas políticas y de aquellas figuras intachables que venían acompañando al kirchnerismo desde su inicio en mayo de 2003. Se arremetió con virulencia contra Hebe de Bonafini tratando, de ese modo, de bombardear la política de derechos humanos transformando la causa Schoklender en el caso testigo que venía a desnudar la “impostura” del kirchnerismo que, en su inconmensurable maquiavelismo, no tenía prejuicios en “manchar” a las propias Madres. Se continuó con las Abuelas exigiéndoles que le pidieran disculpas a Ernestina Herrera de Noble y a la plana mayor de Clarín por el “supuesto acoso” a Felipe y Marcela y, tratando de colocar la frutilla de la torta, se desencadenó una campaña feroz y amarilla contra el juez Zaffaroni que, entre otros objetivos, buscaba deslegitimar otro de los grandes logros del kirchnerismo ante la sociedad como fue la reconstrucción de la Corte Suprema de Justicia. Las Madres, las Abuelas y Zaffaroni sufrieron la campaña de desprestigio que, eso era obvio, tenía como objetivo principal golpear al Gobierno en sus puntos más sensibles y, sobre todo, quebrando su imagen en aquellos núcleos que parecían devolver lo más virtuoso y contundente de sus ocho años de gestión.

Pero también, y no en menor medida, se buscó proyectar un escenario de conflicto interno que iría limando los apoyos, supuestamente indispensables a la hora de revalidar al propio proyecto kirchnerista. Se habló hasta la extenuación del enojo de los gobernadores y de los intendentes, se especuló con aquello de que Cristina le iba a deber todos sus votos al peronismo tradicional y que tendría que apoyarse en Daniel Scioli. Se criticó el armado de las listas, el lugar otorgado a La Cámpora que, a lo largo de semanas y semanas, fue demonizada como la nueva fuerza de choque (incluso uno de los candidatos de la oposición volvió a utilizar una palabra directamente extraída del lenguaje de la dictadura al referirse a los jóvenes que festejaban el triunfo del Frente para la Victoria: los llamó “subversivos”; su oscura retórica, que no se privó de nada, constituyó un viaje sin escalas a la noche dictatorial). A esa operación replicada por los “periodistas independientes” de los grandes medios gráficos se le agregó, como una continuidad de lo manifestado en los últimos años, la descripción de un país supuestamente atravesado por la violencia, la corrupción, el nepotismo, la impostura, el engaño y siguen los adjetivos que se dispararon sin piedad sobre la famosa “opinión pública” y que buscaron definir los contenidos del sentido común dominante. Cristina y el kirchnerismo fueron maltratados por la corporación mediática que, al mismo tiempo, buscaba con desesperación catapultar a un candidato que pudiera galvanizar a la oposición y generar un escenario de polarización de cara a las elecciones de octubre. Quizá la imagen patética de Elisa Carrió reconociendo, al modo egocéntrico que siempre la ha caracterizado, que el 97 por ciento de la ciudadanía votó (sic) “en su contra”, represente el punto de inflexión, en términos de decadencia, de una oposición carente de ideas y maniatada a los designios, los intereses y los deseos de la corporación mediática. A Lilita la devoraron sus propias profecías. Desde otra perspectiva será también hora de hacer el balance de la destrucción solanista de un interesante capital político (sus feroces diatribas contra el gobierno nacional acabaron por transformar a Proyecto Sur –una experiencia interesante y genuina de militantes de extracción nacional y popular– en otra correa de transmisión de los intereses y de la estrategia del monopolio comunicacional que hizo de Pino Solanas, y de su retórica hiperbólica no muy diferente a la de la máxima referente de la Coalición Cívica, otro de sus peones en su enfrentamiento al kirchnerismo).

Ni la estrategia de horadación, ni la búsqueda de crear escenarios de catástrofe, ni el bombardeo mediático ante actos de inseguridad, ni la aviesa intención de golpear a los organismos de derechos humanos o al juez Zaffaroni, alcanzaron, esta vez, para ocultar el peso de la realidad. Simplemente se corrió el velo y una parte sustancial de los ciudadanos del país corroboraron en las urnas lo que viven cotidianamente: recuperación de derechos, reconstrucción, a través de la asignación universal, de las zonas más dañadas de la vida social, crecimiento económico en medio de una dramática crisis mundial que arrastra a los principales países, aumento de los salarios y del consumo, sostenimiento del sistema jubilatorio, política de integración sudamericana, consolidación de la figura de Cristina en relación a una dirigencia opositora que está a años luz de su nivel político e intelectual y su capacidad de estadista, contraposición entre el crecimiento de la inversión en educación y lo que viene sucediendo en Chile donde los estudiantes piden lo que en nuestro país está garantizado por la vía de los derechos. Estas son apenas algunas de las cuestiones invisibilizadas por la corporación mediática que permiten explicar por qué, una vez que se corre el velo, emerge el caudaloso voto de apoyo a la gestión presidencial. El domingo por la noche, al caer el telón eleccionario, se puso en evidencia lo que alguien, alguna vez, llamó “las patas de la mentira”.

Ahora, y reafirmando en octubre los resultados del domingo, se abre con mayor intensidad el eje de la profundización que, en palabras de Cristina, se vincula directamente con la igualdad, es decir, con un avance sustantivo hacia la consolidación de una sociedad más justa y equitativa. La fuerza de los votos está allí para respaldar los desafíos del futuro inmediato. La oposición, mientras tanto, deberá preguntarse hacia dónde quiere ir y si le ha servido convertirse en deudora de los préstamos discursivos de la corporación mediática. Seguramente la democracia ganará si se rompe esa sujeción que ha transformado a viejas fuerzas políticas arraigadas en tradiciones populares en expresiones paupérrimas de un conservadurismo fuera de foco. Para ello tendrá que revisar sus despistes, sus incongruencias, allí donde todavía guarda algo de convicción democrática y de autoestima. Tampoco alcanzan a esta altura los intentos grotescos y ruines de algunos intelectuales, que suelen desplegar sus ideas “progresistas” en La Nación, que apuntan a lo que hemos denominado la “lógica de la impostura”, ese mecanismo de simulación que ha puesto en funcionamiento el kirchnerismo –y particularmente Cristina desde la muerte de Néstor Kirchner y al modo de una consumada actriz que sabe sacarle jugo, eso escriben con impunidad argumentativa digna de mejor causa, a su condición de viuda de la patria–. Las aguafuertes, para llamarlas de algún modo razonable, de Beatriz Sarlo rozan, últimamente, el desprecio sin abandonar, como una paradoja que la persigue cual espectro nocturno, su inocultable fascinación por un fenómeno político que, como supo escribir hace algún tiempo en tono melancólico, “ha ganado la batalla por la hegemonía cultural”. Al menos el último domingo una parte sustancial y mayoritaria de la sociedad se inclinó por apoyar la continuidad de la famosa “impostura”, esa misma que sigue sacando de quicio a los dueños de las grandes corporaciones económicas.
 
DIARIO VEINTITRES

Filmus sostiene que, para octubre, el FpV puede crecer en la Ciudad


“Hay más votos para ganar”

El ex candidato a jefe de Gobierno sostiene que, en las elecciones generales, sectores que antes votaron a otros candidatos pueden “acompañar el proyecto de transformación”. Dice que el kirchnerismo irá por la vicepresidencia segunda de la Legislatura porteña.

Por Julián Bruschtein
 
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“Los más derrotados fueron Lilita Carrió y Pino Solanas”, aseguró Filmus a Página/12.
“Todavía tenemos una porción de votos importante para ganar a favor del Frente para la Victoria en la ciudad”, dijo el ex candidato a jefe de Gobierno porteño del FpV, Daniel Filmus. En diálogo con Página/12, el senador analizó los resultados de las primarias y su posible impacto en la política de la ciudad. Destacó que irán por la “vicepresidencia segunda en la Legislatura” con un bloque del “kirchnerismo ampliado”. “Claramente, los más derrotados el domingo fueron Lilita Carrió y (Fernando) Pino Solanas”, concluyó sobre las internas abiertas.
–El caudal de votos de la Presidenta en la ciudad se acercó bastante al obtenido por usted en la primera vuelta por la Jefatura de Gobierno porteña... –El universo del voto kirchnerista fue muy similar en las dos elecciones, en la primera vuelta y en las primarias: 28, 30 puntos. Esto marca quizás que era un mito esto de que existía un voto cruzado a (Mauricio) Macri y Cristina (Kirchner). Hay una diferenciación y lo que vimos en los análisis de los boca de urna es que prácticamente el ciento por ciento del voto nuestro en la ciudad fue para Cristina y la diferencia se dio en algunas comunas de la zona sur, donde se acercó más a la segunda vuelta que a la primera. Haciendo un análisis con las agrupaciones porteñas, mirando a la elección de octubre nos muestra que todavía tenemos una porción de votos importante para ganar. Sabemos que tenemos asegurados al menos cuatro diputados con esta elección, pero el FpV puede acceder a cinco o seis.
–¿Cree que pueden sumar también votantes de otros partidos? –También puede pasar, pensamos que hay sectores que por ejemplo votaron a (el candidato del Frente de Izquierda, Jorge) Altamira para que pueda ingresar a la elección de octubre o que votaron al centroizquierda, pero que pueden optar para que desde la Cámara de Diputados también se acompañe el proyecto de transformación. Sin duda está claro el liderazgo que a nivel nacional va a obtener la reelección de Cristina, pero también va a estar en juego la mayoría parlamentaria. La mayoría que necesitamos para afianzar el proyecto.
–¿El resultado de las primarias ratifica la tendencia de que la gente vota a los oficialismos? –Es un hecho y queda claro si tenemos en cuenta los resultados de las elecciones en las provincias y las primarias nacionales. La gente está de acuerdo porque es beneficiaria de los cambios y transformaciones que se han hecho desde el 2003 en el país y está de acuerdo con que esta tendencia siga. En la ciudad fue difícil para nosotros porque el PRO, siendo de un signo opuesto y sin haber hecho nada, se vio beneficiado por las mejoras a nivel nacional. El mejoramiento de las condiciones de vida de la ciudad e incluso el mayor presupuesto en la ciudad está vinculado a las condiciones nacionales, no a las locales.
–¿Cómo queda el kirchnerismo en la ciudad después de las elecciones a jefe de Gobierno? –Estamos trabajando detrás de la idea de un kirchnerismo ampliado en la Legislatura que se constituya como la primera minoría. Después del 10 de diciembre vamos a tener nueve legisladores del FpV, tres de Fuerza Porteña y tres de Nuevo Encuentro, y con quince legisladores estaríamos en condiciones de tener la vicepresidencia segunda y conformarnos en la segunda minoría. Ya hemos hablado con las distintas fuerzas y avanzamos en ese sentido. Va a ser muy importante porque lo primero que vamos a discutir va a ser el presupuesto. Cuando se votó en su momento apoyamos a Proyecto Sur como vicepresidente segundo, con la idea de que la segunda fuerza tenía que tener esa representación, y esperamos que ahora tengan la misma mirada.
–La elección del radicalismo en las primarias de la ciudad es un dato fuerte... –La ciudad siempre tuvo históricamente un voto radical que esta vez se sintió traicionado por la idea de una coalición entre (Ricardo) Alfonsín y (Francisco) De Narváez. Creo que el voto tradicional del radicalismo es un voto progresista que no encontró cabida en esa coalición y buena parte fue a parar al FpV y otra a Binner. Claramente podemos decir que los más derrotados fueron Lilita Carrió y Pino Solanas, aunque lo de Pino fue un castigo a alguien que ha sido totalmente incoherente con su tradición progresista. El castigo enorme que ha tenido en la ciudad, que lo hizo bajar del 25 por ciento de los votos al 1,5 por ciento, tiene que ver con eso, con que la gente no sabe qué vota cuando vota a Pino.

Página12

miércoles, 17 de agosto de 2011

THELMA y NANCY - El triunfo de Cristina en las primarias

Dar testimonio


Por Sandra Russo
 
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El resultado del domingo fue su apuesta y su cosecha, y también fue suya la manera de asimilarlo. Desde que se conocieron los porcentajes, algo flotó el aire entre los dirigentes kirchneristas y muchos preguntaban si ésa era la línea que había bajado ella: cero triunfalismo, mesura, cautela, aprovechamiento de la oportunidad para sembrar un clima de concordia. De hecho, la Presidenta y candidata había sido explícita en el cierre de campaña que se hizo el miércoles pasado en el teatro Coliseo: “Los votos se cuentan de a uno y después de las seis de la tarde”.
Se podrá opinar a favor o en contra del kirchnerismo, pero quedó demostrado que está lleno de buenos entendedores de quien, ya inequívocamente, es la jefa y conductora de la fuerza política más potente del país en muchos años. Desde la muerte de Néstor Kirchner, su viuda debió dar una sucesión de exámenes ante propios y ajenos, y acaso ante su espejo: ya no era la mitad de una dupla poderosa, sino una mujer sola, con el complejo y enrarecido paisaje del peronismo retóricamente encolumnado en el proyecto que lidera, pero expectante por ver quién arrimaba más la silla.
En la conferencia de prensa del lunes se la pudo ver feliz como Riquelme, una expresión que había usado también cuando anunció el embarazo que su nuera Rocío perdió el jueves. La Presidenta había twitteado: “Dios te quita, Dios te da”. Quizás, en ese marco de fe, habría que agregar que los caminos de Dios son insondables, porque tras la alegría de la noticia vino la pena de la pérdida, pero inmediatamente llegó, en el otro plano más importante de su vida, el político, ese 50,1 por ciento que le reconfirma que no está remando en el desierto, sino en un mar de votos.
Después de haber pedido que nadie se hiciera los rulos, de dejar que los presidenciables se pelearan entre ellos y la mitad saliera de la cancha, de armar las listas a cara de perro no para satisfacer a nadie sino para reforzar y garantizar la marcha del proyecto político que encarnó con Néstor y hoy lidera sola, de asumirse como candidata pero no de cualquier cosa ni de cualquier manera, sino de la que ella quiere, en la que confía, Cristina estaba feliz este lunes. Parte de su satisfacción seguramente se debe a eso: a la fidelidad mantenida con el rumbo, a la tozudez –podría decirse simplemente “seguridad”– para diseñar un nuevo y eventual gobierno que puso a consideración del electorado este domingo. No hizo campaña; siguió gobernando. No hubo spots sorprendentes; fueron simples recordatorios de todos los sectores que por una u otra razón han sido beneficiarios del modelo.
También ahí se inscribe esa obstinación, que vista más de cerca es el reaseguro de un liderazgo. Hubo referencias a los jubilados, a los niños, a los jóvenes, pero también al empuje inédito que está teniendo la ciencia y la tecnología en el país, y hubo un spot especialmente dedicado a “él”, en el que descarnadamente, jugando al límite de la metáfora y el discurso, la voz disfónica de Cristina decía, en un tono más intimista que en los otros, superpuesta a imágenes de Néstor, que “lo importante no es perder o ganar. Lo importante es vivir para dar testimonio de las propias convicciones”. Era un spot dedicado a alguien que ya no está, que ya no vive, pero cuyo ejemplo inspiró a muchos y no dejará nunca de inspirarla a ella.
Y si pidió hace meses que nadie se hiciera los rulos, es porque ella no se los hace. Como ha dicho, como uno puede creerle en base a lo que hace y a cómo lo hace, ser nuevamente elegida Presidenta se le hace deseable si lo suyo no es ni decorativo ni cosmético. Y pudo. Y el consenso holgadamente mayoritario indica que es esa decisión y esa actitud frente a la política lo que tranquiliza a millones que, por lo visto, han dejado de comprar el kit antikirchnerista que bajan los grandes medios. Aunque la mayoría de los analistas políticos no hayan ofrecido esa interpretación de la escena nacional, eso se ve, se huele, se mastica, con eso se come, se cura y se educa y con eso se puede ir para adelante: con la política como una herramienta de tozudez frente a todas las presiones.
Relajada, satisfecha, posiblemente asombrada, hasta le devolvió como una dama el chascarrillo poco feliz de Macri describiéndose en calzoncillos cuando ella lo llamó para felicitarlo después de su performance en la Capital. Ella no pronunció la palabra “calzoncillos”, que habría sonado grosera en su boca, como sonó grosera en la del jefe de Gobierno porteño, aunque en los medios que lo amparan se tomó esa anécdota como risueña. No fue risueña. Fue maleducada. Pero ella no se hace los rulos. Se rió de él, que esta vez estaba en bermudas, el “suertudo” que anda de crucero en costas italianas. Se rió, pero le agradeció el llamado, “mucho”, porque de esos gestos, más allá de vestimentas, se hace la convivencia democrática.
El derrotero alquímico de Cristina le ha permitido pasar, en menos de un año, de Presidenta de doble comando a conductora inequívoca del peronismo, y a líder del proyecto político más ambicioso desde el regreso de la democracia. Por lo visto no tiene pensado detener ni edulcorar el cambio que propone, y aquí ella surge, esta vez, más rotunda que antes. Estamos en pleno giro de un paradigma a otro, y el voto del domingo es un aval para seguir cambiando. Es la primera vez en décadas que el electorado lo que quiere conservar es el cambio. Porque la votó a ella y ella lo primero que hizo fue insistir en la ley de tierras, que pondrá un tope a la extranjerización del territorio, y en rejerarquizar el Parlamento como ámbito de discusión política.
Quizá valga la pena recordar una de sus definiciones sobre el mentado “ánimo confrontativo” del kirchnerismo. “Lo que no pueden es acusarnos de confrontativos cuando lo que no hacemos es ceder ante las presiones.” Los que cedieron una y otra y otra vez ante las presiones de los medios y los distintos poderes que se sienten afectados hoy están desorientados porque creían que los medios eran el caballo del comisario y fueron, en cambio, el marco amplificado de sus impotencias.
Por lo demás, si hay algo que repitió el lunes y el martes, es que se ha roto el lomo para gobernar. El lomo y el alma. Cristina no es dada a victimizarse ni a propagandizar su descomunal disposición al trabajo. Quién sabe si podría actuar de otra manera. Y quién sabe si el spot dedicado a Néstor hablaba solamente de Néstor o era en rigor un recordatorio para todos de lo que se ha comprobado en estos años. Que lo realmente importante, para ella, no es ganar o perder, sino vivir, para dar testimonio de las convicciones.

Página12

martes, 16 de agosto de 2011

Con algunos, ni tres pasos


Por José Pablo Feinmann

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Los de Cristina Kirchner y los de la derecha mediática son dos proyectos diferenciados y antagónicos que hoy se expresan, no sólo en nuestro país, sino en el drama (cercano al desastre o a la implosión de todo un sistema) que sacude al mundo. La economía liberal consagrada desde el Consenso de Washington ha arrastrado al capitalismo a la peor de sus crisis. Poco bueno se puede esperar de cualquiera de las resoluciones que ese acontecimiento histórico termine por expresar. No es casual que hasta el momento América latina, y muy especialmente nuestro país, se haya encontrado poco afectado por ella. Argentina –sencillamente– no está dentro de la economía neoliberal ni dentro del proyecto político que el capitalismo del tercer milenio sigue –casi de un modo suicida– impulsando. El proyecto neoliberal implica la hegemonía de un capitalismo financiero y especulativo que se realiza al margen de la producción. Según he leído, el eminente Eric Hobsbwaum ha declarado que la solución de los problemas actuales del capitalismo está en Marx. No creo que esté demasiado lejos de la verdad o de un valioso puñado de ellas. Pero son muchos los que saben que El Capital inicia su poderoso despliegue con un análisis de la mercancía, que su capítulo inicial lleva por título Mercancía y dinero y se abre con la siguiente frase: “La riqueza de las sociedades en las que domina el modo de producción capitalista se presenta como un ‘enorme cúmulo de mercancías’, y la mercancía individual como la forma más elemental de esa riqueza. Nuestra investigación, por consiguiente, se inicia con el análisis de la mercancía”. ¿Qué significa esto? Que el capitalismo que Marx analizó en el siglo XIX era un sistema productivo. Todo sistema productivo requiere un mercado de consumo. La antigua burguesía ganaba su dinero produciendo mercancías y, para hacerlo, requería fuerza de trabajo. Esa fuerza de trabajo –que eran los obreros– encontraba una inclusión en el sistema porque era a la vez una fuerza consumidora, junto a todos los otros sectores de la sociedad. Las clases medias ligadas a los estamentos de servicios, por ejemplo. No a los de la producción directa. Como fuere, el antiguo capitalismo generaba trabajo, pues su centro era la fabricación de mercancías. La dialéctica entre la producción y el consumo requería de ambos polos. No había producción sin consumo ni consumo sin producción. Este capitalismo (a partir, sobre todo, de la derrota de la Unión Soviética) fue reemplazado por un capitalismo financiero y especulativo, que, lejos de generar inclusión y puestos de trabajo, genera marginalidad y exclusión. En menos de veinte años está al borde del abismo. Los territorios de experimentación del Consenso de Washington fueron los países de América latina. Acaso Argentina haya sido el conejito de Indias privilegiado en que los diez puntos creados por el economista John Williamson y llevados adelante por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial como entes hegemónicos se aplicaron fervorosamente. Ese fervor se llamó menemismo. El gobierno de Carlos Saúl Menem y sus socios del capitalismo financiero y agrario cumplieron el esquema de los diez puntos del Consenso y devastaron el país, enriqueciéndose ellos en uno de los bandalajes más grandes de nuestra historia. El país –así destrozado– llegó a las crisis de 2001 y 2002. De esas crisis (que son un precedente de la que ahora conmueve a los países del Primer Mundo) salimos por medio de un esquema económico completamente alternativo. Fue el que aplicó el llamado “kirchnerismo”. Una mezcla de Keynes, el primer Perón y el populismo de izquierda latinoamericano. Ante todo, la recuperación de la política por medio de la recuperación del Estado. Desde Martínez de Hoz se dijo en la Argentina que achicar el Estado era agrandar la Nación. No es casual: el poder que hoy se empeña en retornar al capitalismo de la primacía de la economía, del “libre” mercado y de la primacía del capitalismo, no de la producción, sino de la especulación financiera y de la destrucción del Estado, es hijo dilecto de Martínez de Hoz y de los militares del golpe del ’76, de aquí que tanto los defiendan o que tanto los enfurezca que se los juzgue y acusen al Gobierno que lo hace de pertenecer a cierta remota organización armada de los años ’70.
A partir de 2003 la recuperación de la economía argentina es palpable y evidente. Lo saben aun los que odian a este gobierno, pero también saben que la están pasando bien, hasta diría demasiado bien. Autos cero cambiados cada dos años, restaurantes colmados, vacaciones, ropa, casas nuevas, etc. Por otra parte, el panorama de algo llamado “oposición” es tan desteñido que ha terminado casi por evaporarse. Sin embargo, la oposición no es la oposición. La verdadera oposición son los medios. El poder mediático en manos de las más grandes corporaciones que se han beneficiado y se beneficiarán aún más con un retorno a los viejos tiempos no tan viejos: apenas los benditos noventa. ¿Por qué la crisis mundial no ha afectado aún (y acaso lo haga, pero en una medida irrelevante) a la Argentina? Porque Argentina no participa de ese sistema económico. La economía política argentina (con lo que quiero decir: no hay economía sin un proyecto político detrás) se basa en la recuperación del Estado, en un intento de distribución del ingreso (que choca con enormes resistencias: recordar los días negros del conflicto con el “campo” en que todos, pero todos, desde la derecha hasta la izquierda, se unieron contra el Gobierno para defender un 3 por ciento de las ganancias millonarias de los dueños de la tierra), lucha contra los monopolios mediáticos en un intento inédito en este país de, por decirlo así, deconstruirlos y llevarlos a una competencia leal e igualitaria dentro del mercado (y lograr que éste sea realmente “libre”), sensibilidad ante los sectores populares y la lucha contra la pobreza, política abierta y valiente por los derechos humanos, juicio a los criminales de la dictadura, respeto y apoyo a las Madres y a las Abuelas (si ningún represor fue víctima de alguna venganza individual fue por la lucha de esas heroínas que nos distinguen ante el mundo y que jamás pidieron venganza sino justicia) y varias cosas más que llevan a dibujar una clara identidad de populismo de izquierda, la expresión política latinoamericana más avanzada en la lucha contra los poderes imperiales que en este momento puede librarse. Esto siempre será excesivo para la derecha y escaso para la izquierda. No importa. Es bueno y alentador que la izquierda haya superado el 1,5 por ciento, porque eso la alejará de las tentaciones de otras vías que no sean las de la participación dentro de la lucha democrática.
Aunque algunos lo digan, no termino de convencerme acerca de la inteligencia del electorado de Buenos Aires. Que sería así: votar a Macri para contener el poder omnímodo de Cristina Kirchner. Macri ya gobernó cuatro años y no contuvo nada. ¿Por qué habría de hacerlo ahora? No lo hará. No es un político. No tiene un partido ni gente capaz. Hará otra triste experiencia. Y si lo votaron desde el antiperonismo, se equivocan. El cristinismo es una experiencia nueva en el país. Sus raíces están en el peronismo, pero no diría lo mismo de su futuro. No es que lo desee. Sólo creo que será así. Cristina K irá en busca de un gobierno de unidad nacional, moderno, nuevo, sin bloqueos partidarios. Ahora bien, en la “unidad nacional” no entran todos. Porque, si así fuera, esa “unidad nacional” sería la noche en que todos los gatos son pardos. No, los canallas afuera. Esta determinación deberá ser ampliamente consensuada, jamás unilateral, pero existen en el país muchos que no lo quieren ni desean su triunfo, sino el propio, el de sus intereses, el de sus finanzas y para ello acuden a cualquier cosa. Sobre todo, a la mentira y a la injuria. Con todos, sí. Pero con ellos, no. Esa consigna que circula por ahí (“Con Videla o contra Videla, pero todos juntos”) es, para mí, un insulto. Y para muchos argentinos. Por fortuna, para la mayoría. Uno, si no es claramente un hijo de puta, no camina ni tres pasos con un tipo que está con Videla.

Página12   
Lunes, 15 de agosto de 2011

Akana, la red social de los docentes argentinos


Akana, la red social de los docentes argentinos está disponible desde marzo de 2011 y ya cuenta con 4.000 usuarios. El objetivo es que los educadores cuenten con un espacio virtual de intercambio para compartir material de estudio, publicar eventos y actividades y discutir sobre diversos temas.
Se trata de un desarrollo basado en software libre y realizado para el Instituto Nacional de Formación Docente (INFD) dependiente del Ministerio de Educación de la Nación de la República Argentina. Los usuarios pueden disponer de un blog donde se pueda escribir, comentar o disentir con otros autores. La Red está pensada para el docente y es absolutamente horizontal, sin mediadores o editores que regulen el contenido.

lunes, 15 de agosto de 2011

El gran derrotado no es Duhalde o Alfonsín, sino Magnetto










Un inmenso rechazo a la corporación mediática y un abrazo estremecedor a políticas independentistas, de ese poder de los diarios y canales dominantes, pero también de los países que dominan el mundo y ante los cuales América del Sur solía estar de rodillas, dignificó la atmósfera de la Argentina, al cabo de una de las jornadas más democráticas y emocionantes que recuerda el país. ¿Cuánto le ha valido al actual gobierno el abrazo americano a los del Sur y el trato de igual a igual con los del Norte?
Haber tomado distancia del Fondo Monetario Internacional e impedir que se entrometa en sus políticas públicas, esas recetas que ahora devastan al mundo, ¿cómo podría no ser considerado en el momento de la evaluación del asombroso resultado de este domingo? El contexto internacional, el mismo que, como si fuesen piezas de un dominó volteaba las economías regionales, vino a convertirse en un aliado fenomenal del gobierno de Cristina Fernández, porque dejó constancia de que el anhelo de libertad de los poderes de otrora vino acompañado de un acierto que ni el más optimista seguidor de la presidenta, ni acaso ella misma, consideraron factible. El componente intuitivo y dignificador de aquellos divorcios de las tóxicas relaciones, que en América Latina han sido un denominador común y nefasto, es parte de la catarata de estas elecciones y de la frustración de la oposición. Una oposición que no eligió su camino, sino que permitió que este fuera trazado por los grupos mediáticos, a los cuales, por ser parte de las corporaciones económicas, les encanta el FMI, les gusta pedir plata afuera, aborrecen estatizaciones como las de la Anses, despotrican contra los Bancos Centrales que actúan en favor de las políticas de sus gobiernos.
Y cada vez que el Grupo les marcó en la agenda que tenían que hablar cada día, fuese Sadous, Schoklender, ADN o Papel Prensa, o lo que el diario dispusiera, se sometieron a los dictados del hombre que desde las sombras supo manejar al país como una empresa, su propia empresa. Un gran contador, por cierto no un periodista, que se las ingenió para colocar bajo su mando a esos trabajadores que, por radio y televisión, hablaban sin poder disimular lo amargo del brebaje que les ofreció el domingo menos deseado de sus vidas profesionales.
Al gran derrotado no hay que buscarlo por el lado de Duhalde o Alfonsín. El que perdió con la fealdad del que corre haciendo zancadillas e igualmente es vencido, se llama Magnetto. El cronista no pone el nombre completo porque al momento de escribir la nota sinceramente no lo recuerda. Es Magnetto a secas.
Magnetto, alcanza. Su solo nombre explica lo que se quiere entender en estas horas. El decálogo de lo que Binner debe hacer para aumentar el interesante capital que le depararon las primarias es muy sencillo: a) no ir a la casa de Magneto a recibir instrucciones, b) no convertirse en un panelista de los programas de TN, c) no permitir que lo hagan hablar de lo que a ellos les interesa. Si el gobernador de Santa Fe comprende que debe proyectarse desde la sinceridad política, ser opositor en nombre de sus convicciones y no de lo que a Clarín le interesa (que le devuelvan el fútbol, que no se aplique nunca el artículo 161, que le mantengan Fibertel, que no investiguen la sangre que chorrea de las maquinas de Papel Prensa, que Cablevisión cobre el doble de lo que corresponde, que no pague dividendos de las acciones que se compró a precio inflado en los tiempos de las AFJP), puede dar pelea. Si, como los ayer vapuleados en las urnas, se suma al coro de los que hablan lo que Magnetto libreta, es muy probable que se convierta en uno más de los que con un 12% de adeptos, se quedan hablando de sus propuestas. Las que en la mayoría de los casos no llegaron a enunciar, creyentes de que en el altar de Magneto estaba la respuesta para sus ambiciones. Y se equivocaron de credo.
Hay causas más nobles.
  TIEMPO, EL ARGENTINO