lunes, 30 de enero de 2012

Colonialismo y derechos humanos


Por Norberto Liwski *

Hace más de 20 años, uno de los fundadores de Amnistía Internacional, Martin Ennals, ciudadano inglés, me aseguraba en un encuentro en la ciudad de Ginebra: “El colonialismo es una fuente de violación a los derechos humanos, me duele el colonialismo de mi país sobre el tuyo”. Este comentario lo efectuaba sintiéndose parte de una corriente de opinión que sostiene y practica una posición anticolonialista dentro del Reino Unido de Gran Bretaña.
Las recientes declaraciones del primer ministro de ese país provocaron, en los representantes del Estado argentino, en la diversidad de las fuerzas políticas democráticas, en el conjunto del pueblo argentino y líderes latinoamericanos, reacciones de diverso tipo, propias de la indignación y la perplejidad por los dislates expresados por ese alto funcionario, que recorren el mundo en asombrosa soledad. Los derechos argentinos y de soberanía sobre las islas Malvinas han sido reafirmados en esta oportunidad.
Esta circunstancia nos invita a una reflexión sobre el campo de los derechos humanos en el Reino Unido y la proyección de sus políticas en esta materia respecto de los territorios coloniales y que resultan, en la perspectiva histórica, un agravio al derecho de los pueblos. Resulta conveniente efectuar este análisis a la luz de un conjunto de observaciones y recomendaciones que los Organos de Tratados de Naciones Unidas, creados en virtud de las convenciones de derechos humanos, le han formulado a ese Estado.
El Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales examinó el informe del “Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, los Territorios Dependientes de la Corona y los Territorios Dependientes de Ultramar”, e hizo públicas sus conclusiones finales el 12 de junio de 2009. Señalaré a continuación algunos aspectos, por razones de espacio necesariamente limitados, que nos permiten orientar este campo de reflexión. En el artículo 12 de dicho informe, el Comité expresa: “Le preocupa también la limitada disponibilidad de información sobre la aplicación del Pacto en los Territorios de Ultramar y las Dependencias de la Corona”; en el artículo 27 señala que “le preocupa que el castigo corporal de los niños no está prohibido en todas las escuelas de los Territorios de Ultramar y las Dependencias de la Corona”. Lógicamente, el Comité se está refiriendo a las dependencias coloniales, lo cual abre el interrogante sobre el ejercicio de los derechos jurídicamente establecidos y a los cuales el Estado parte se compromete con carácter vinculante a su aplicación en beneficio de todos los habitantes bajo su jurisdicción. En el artículo 14 del mismo informe, el Comité “reitera su preocupación porque el Estado parte no haya adoptado un Plan de Acción en materia de Derechos Humanos, como lo recomienda Naciones Unidas en la Declaración y Programa de Acción de Viena del año 1993”. Llama la atención que esta misma actitud se refleja en los llamados del Comité de Descolonización de Naciones Unidas, el cual reitera desde hace varios años la necesidad de que Inglaterra se disponga a negociar con la República Argentina con respecto a las Islas Malvinas.
En otro campo de análisis, el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales expresa en su artículo 20 que “se siente preocupado por el importante número de desempleados, especialmente entre las personas y grupos más desfavorecidos”. En el mismo sentido se plantea en el artículo 28 al expresar que “le preocupa que siga extendida la pobreza y la insuficiencia de combustible especialmente entre los niños”. En este punto resulta oportuno recoger los informes de Family and Parenting Institute (FPI) y el Fiscal Studies Institute (FSI) –relevados por el periodista Marcelo Justo desde Londres– y en los cuales se indica la gravedad que implica la reducción de los beneficios sociales y otras medidas de orden económico que derivarán en corto plazo en el desplazamiento de medio millón de niñas, niños y adolescentes a la pobreza extrema.
Sobre esta línea de análisis, el Comité de Derechos del Niño de Naciones Unidas, al examinar el Informe del Estado parte el 20 de octubre de 2008, ya recomendaba en su artículo 18 “asignar el máximo de sus recursos en la implementación de los Derechos del Niño, con especial foco en la erradicación de la pobreza y la reducción de las inequidades en todas las jurisdicciones”. En el artículo 25, y en la sección destinada a abordar los compromisos del Estado parte respecto del principio general de no discriminación, el Comité se mostraba preocupado por las crecientes manifestaciones discriminatorias y requería medidas concretas para su eliminación, especialmente para los niños y niñas migrantes, refugiados y otros grupos vulnerables.
A través de esta sucinta descripción de algunas recomendaciones de los Organos de Verificación de los Tratados de Derechos Humanos, puede advertirse, como lo dijera Martin Ennals, que “el colonialismo es fuente de violación a los derechos humanos”.
* Miembro y ex vicepresidente del Comité de Derechos del Niño de Naciones Unidas; profesor asociado de la cátedra Cultura de Paz y Derechos Humanos, Facultad de Ciencias Sociales (UBA).


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domingo, 29 de enero de 2012

“El progresismo puede tener varios años por delante”

REPORTAJE A IGNACIO RAMONET SOBRE EL MUNDO Y SUDAMERICA


Periodista y escritor, Ramonet dijo a Página/12 que la mayoría de los gobiernos de Sudamérica cumple la función de los socialdemócratas europeos en los ’50 y que si no cometen errores pueden aspirar a un ciclo largo de gobierno.

Por Martín Granovsky
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Desde Porto Alegre

Nacido en Pontevedra y emigrado con su familia a Francia, Ignacio Ramonet dirige hoy Le Monde Diplomatique en español. Fue uno de los animadores del primer Forum en 2001 y es uno de los periodistas que más recorren el mundo y observan sus distintas realidades.
–Sobre el final del Forum hay derecho a preguntarse si fue útil y qué cambió respecto del primer foro, el del 2001.
–Cuando el foro se creó, no había en América latina otro gobierno de los que yo hoy llamo neoprogresistas que no fuera el de Hugo Chávez, que además vino al foro. Al año siguiente, en 2002, por primera vez Chávez se declaró socialista. También vino Lula cuando aún no era presidente, sino candidato. Ahora en cambio los gobiernos neoprogresistas están llevando a cabo las políticas de inclusión social y al mismo tiempo el foro es menos un foro de los movimientos sociales. Es un foro en el que se discutió la crisis europea, el movimiento de los indignados en general (los chilenos, Wall Street, etcétera) y la cuestión de la memoria. La jornada de Flacso del viernes, el día de conmemoración del Holocausto, fue una de las actividades centrales. La organizaron el Forum Social Temático y el Foro Mundial de la Educación. Hasta ahora ésos no eran temas del foro. Los indignados son un tema que no lleva más de un año, y el debate sobre la memoria no se había planteado de esa manera. Dominaban el antiimperialismo y la denuncia de las guerras de los Estados Unidos en Irak o en Afganistán. Se está llegando a un nivel diferente. Los gobiernos aquí en Sudamérica lo están haciendo globalmente bien. Pero ojo, llega una nueva etapa y hay que mejorar ciertos aspectos cualitativos.
–¿Qué habría que mejorar en América del Sur?
–No creer que esta bonanza que está viviendo América latina va a ser duradera. Depende del éxito norteamericano y europeo y de si hay baja o no en la economía china que afecte a potencias agrícolas o mineras.
–Uno de los puntos es cómo aprovecha América del Sur su actual ventaja por los precios beneficiosos de los productos primarios que vende para que otra vez el rédito principal no sean palacios franceses en medio de la pampa húmeda.
–La economía funciona por ciclos. En Europa no podemos hablar de palacios en medio de la nada pero sí de grandes aeropuertos modernísimos que ahora casi no funcionan u óperas en medio de ciudades pequeñísimas. La riqueza ha pasado y no siempre se ha sabido aprovechar. Aquí, en Sudamérica, la solución es crear más y más mercado interior. Y mercado interior protegido. Y también ampliar los intercambios en el marco de la solidaridad latinoamericana. Ahora el mercado latinoamericano tiene que articularse para que haya masa crítica para todos. Si no, Brasil se desarrollará pero Uruguay no. Ahora que desaparecieron 80 millones de pobres hay una clase media que consume. Brasil introdujo la tasa sobre la producción de automóviles frente a China y aumentó esa tasa en un 30 por ciento. Es protección y es correcta.
–¿Qué discusión mundial nueva apareció en el Forum?
–Por lo pronto, muchos constataron que, más allá de las opiniones, la globalización existe. Si existe hay que analizarla y ver cómo evitar los inconvenientes de la globalización. A escala mundial en una mesa sobre la crisis del capitalismo, una de las opiniones fue que había que pensar quizás en desglobalizar y reducir la globalización. No hay solo una crisis económica. Hay una crisis de la política, de la democracia, alimentaria, ecológica. Muchos países latinoamericanos no están pensando en las otras crisis, en particular en la ecológica. Boaventura de Souza Santos subrayó que no es normal que se acuse a comunidades indígenas y se las acuse de terroristas cuando quieren proteger el medio ambiente. Las realidades van cambiando. El Movimiento de los Sin Tierra de Brasil, que antes ocupaba tierras, no lo hace porque no las tiene. Cualquier pedazo de tierra es soja. Y como el MST cuando se asienta realiza producciones ecológicas, el agronegocio se lo reprocha.
–La discusión ecológica es clave también porque habrá una cumbre mundial en Río en junio.
–La precaución ecológica es algo que se ha recordado y que en cierta medida hace que los gobiernos estén pensando en hacer las cosas bien. Dilma dijo que quería dar casas a la gente. A mí me parece muy bien, realmente muy bien. Pero tengamos cuidado de no llegar al pragmatismo chino, que en nombre del desarrollo destruye lo que se oponga a esa idea, y terminemos entrando sin necesidad en una gran contradicción.
–Dilma diría: “Está bien, Ignacio, pero yo tengo que gobernar Brasil y terminar con la miseria”.
–Es que la preocupación ecológica y la social no se oponen. El Forum apreció mucho que Dilma haya decidido venir aquí y no haya viajado al Foro de Davos. Cuando Lula vino y dijo que luego se marchaba a Davos, alguien le dijo: “No se puede servir a dos amos a la vez”. Es una frase bíblica. “Hay que escoger.”
–Quizá Lula necesitaba ir a Davos porque también eso ayudaba a la consolidación política de su gobierno y en cambio hoy Brasil no necesita de Davos.
–Claro, las condiciones cambian. Y el foro debe cambiar también. Antes muchos dirigentes o presidentes venían a nutrirse. Chávez y Lula, a quienes ya nombré. También Evo Morales, Rafael Correa y Fernando Lugo. Para algunas discusiones, una reunión del foro puede tener hoy un mayor sentido en Europa, para discutir allí mismo la tremenda crisis. El año próximo está previsto que tenga lugar en un país árabe, porque los movimientos sociales no sólo se están desarrollando, sino que han conseguido ganar en dos países. Y hay nuevas discusiones, por ejemplo entre movimientos sociales laicos y movimientos sociales islamistas.
–¿Qué podría discutirse en Europa?
–En Europa hay ya algunas discusiones que se producían en América latina. Una idea de que la política está gastada y hace falta una renovación política. Que la sangre y la vitalidad nueva van a venir por el movimiento social. De esa vitalidad puede surgir un cambio. Este foro no tendría el mismo sentido organizado en Madrid, Atenas o Barcelona, donde hay sociedades que sufren y a la vez registran en algunos sectores gran voluntad de cambio. Aquí, en Sudamérica, por suerte para ustedes, hay situaciones donde la preocupación es seguir creciendo y cómo hacerlo mejor.
–¿No hay un riesgo de endiosar a los movimientos sociales como factores de cambio? Si no hay construcción política, ¿no se diluyen?
–Sí, es importante ver cómo se pasa de un momento a otro. Todavía no estamos en esa etapa en Europa, me parece. Aún no. Nadie expresa mejor el sufrimiento social que el movimiento social. Pero si no se da el paso a la política, todas las grandes crisis siempre sirven a la extrema derecha, que aparece como bajo la forma de movimientos y partidos antisistema. Prometen los cambios más radicales, demagógicos, transformacionales. Es importante que el sufrimiento social se encarne en movimientos que tengan vocación de implicarse en la política.
–¿Por qué todavía no ocurre ese paso?
–Entre otras cosas, en mi opinión, porque hacen falta líderes. Hasta el momento el movimiento social incluso rechaza tener líderes. Son muy igualitaristas desde el punto de vista del funcionamiento democrático. Es como la enfermedad infantil del movimiento social. Ya llegará el momento de la adolescencia o la madurez, cuando seguramente se generarán líderes. No líderes salvadores. Hablo de dirigentes democráticos que puedan entender al movimiento social y ayudarlo a encontrar respuestas. Después de la crisis del sistema político venezolano, el final de lo que se llama el “puntofijismo”, ¿habría habido cambios sin Chávez y lo que él representaba? Y me hago la misma pregunta con Ecuador y Correa, Bolivia y Evo, Brasil y Lula, la Argentina y Kirchner.
–¿Y cómo funciona la relación entre los líderes, los movimientos y los partidos en esos países de Sudamérica?
–Mi percepción es que hoy los partidos tienen menos influencia que hace diez años y los movimientos sociales también porque los gobiernos están haciéndolo todo. Los líderes de los gobiernos conducen el cambio. Hubo una energía social que produjo el cambio pero el cambio está tan encarrilado que a veces hay una desvitalización de la política que paradójicamente no molesta demasiado.
–Tal vez con las construcciones políticas ocurra lo mismo que con los ciclos económicos. Quizá deban o puedan ser realizadas antes de que el ciclo actual de gobiernos sudamericanos termine.
–La función de estos gobiernos es muy semejante a la de los gobiernos europeos de los años ’50 que, esencialmente, fueran conservadores o progresistas, tenían como funciones construir el Estado de bienestar, reconstruir cada país después de la guerra y aumentar el nivel de vida de la gente. Eso les dio 40 años de estabilidad política. Pero se terminó. Si los neoprogresistas sudamericanos no lo hacen demasiado mal, quizás haya por delante varios decenios como si fueran la socialdemocracia nórdica. Hoy mejoran estructuras, el nivel de vida, crean trabajo. No es casualidad que sean gobiernos neoprogresistas los que están trabajando bien. Así ocurrió con los viejos partidos socialdemócratas. Además, la construcción del Estado de bienestar y el aumento del nivel de vida termina con cualquier tipo de recurso para las oposiciones tradicionales conservadoras. Ahora la gente percibe cómo los países reconstruyen sociedades derruidas. Las favelas eran pensadas como una fatalidad. Para la derecha, era así porque es así. Pero la fuerza de la derecha desapareció, y también el elemento militar. Las leyes de la memoria son las que deben culpabilizar –sin venganza, con documentos y base histórica sólida– y establecer responsabilidades. No vengarse, sino terminar con la impunidad. A pesar de que lo que voy a decir parece escandaloso, estamos en el momento más fácil de Sudamérica. Si no hay errores y una gestión tranquila, los gobiernos de signo neoprogresista pueden quedarse en el poder mucho tiempo. Por eso hay que pensar bien las sucesiones políticas. En la Argentina eso funcionó bien. En Brasil, lo de Lula fue ejemplar. Es una lección. Y por eso hoy Dilma tiene más aprobación popular de la que tenía Lula en su primer año de gobierno.


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sábado, 28 de enero de 2012

Otra vez los rulos




Poquísimas personas pueden saber hoy si Cristina Fernández aceptaría tras un eventual operativo clamor, habilitar de uno u otro modo la posibilidad de un nuevo mandato. 
 
El vicepresidente Amado Boudou dice que una reforma constitucional no está hoy en agenda, pero desconoce si lo estará mañana. Obviamente no es adivino y eso sólo lo sabe Cristina Fernández, que el 1 de marzo pasado les dijo a diputados y senadores reunidos en la Asamblea Legislativa que “no se hagan los rulos”, porque aún no había anunciado siquiera si sería candidata a la reelección.
Pero luego no sólo fue candidata, sino reelegida con el 54% de los votos. Era sensato que la presidenta no quisiera poner los caballos delante del carro, pero la situación es hoy un tanto distinta.
También advirtió aquella mañana en el Congreso que no podía imaginar una reforma constitucional como la que había planteado la diputada Diana Conti y que requiere los votos de los dos tercios de ambas cámaras legislativas, si ni siquiera había tenido los votos de la Cámara Baja para aprobar el Presupuesto Nacional. Pero ese escenario también fue trastocado por la arrasadora elección que acercó al oficialismo al quórum propio en ambas cámaras. En fin, una de aquellas limitaciones desapareció y la otra se diluyó considerablemente.
La estrechez que impone la  crisis del capitalismo mundial puede resultar ahora el mayor impedimento para la viabilidad política de una reforma constitucional, que obviamente debe contar con un amplio apoyo popular.   
Pero mientras el gobierno intenta amortiguar el impacto de la crisis, no pocos kirchneristas padecen el síndrome del boleto picado. Nadie sabe hoy cómo seguiría la película más allá del 2015 y muchos temen un retroceso.
Algunas filtraciones del almuerzo que el jueves pasado compartieron en Mar del Plata, Boudou, Aníbal Fernández, Gabriel Mariotto, Carlos Kunkel, dirigentes de La Cámpora y una veintena de intendentes, indicaron que allí sobrevoló la idea de una reforma constitucional y se evaluó que para instalar la cuestión no se deberían esperar tres años.    
En verdad, es difícil que semejante posibilidad se debata francamente antes de la elección legislativa del año que viene.
Amortiguados los efectos locales de la crisis internacional y con un nuevo triunfo oficialista en la mano, la instalación de una reforma constitucional tendría más plafond que hoy.  No sólo porque el kirchnerismo podría al menos acercarse entonces a los dos tercios requeridos constitucionalmente para votar en el Parlamento una ley de necesidad de la reforma, sino por el efecto político de una eventual nueva victoria.
Con 84 diputados conjurados contra la reforma, el radicalismo podría haber vetado  la reelección de Carlos Menem en el Congreso en 1994. Pero los triunfos electorales del ’89, ’91 y ’93 le dieron al riojano una preeminencia política que instaló el clima favorable para el Pacto de Olivos. Raúl Alfonsín prefirió negociar espacios institucionales para la UCR, antes que mantenerse en la negativa. Pero sea como fuere, sólo con un marco político propicio, puede llegarse con éxito a una operación de ingeniería institucional mayúscula, como es modificar la Constitución.  En cambio, cuando Menem se atrevió a aspirar a la re-reelección, las condiciones político-económicas ya eran otras y el riojano no obtuvo el plafond que había conseguido cuatro años antes. Con sus diferencias, el recuerdo vale al menos de experiencia.
El primero en hablar el año pasado de una reforma constitucional fue el ministro de la Corte Suprema de Justicia, Eugenio Zaffaroni. El prestigioso jurista cree que a la Argentina le iría mejor un sistema parlamentario que el presidencialismo actual.
Zaffaroni fue convencional constituyente por el Frente Grande en 1994, pero la redistribución del poder político en aquella reforma fue blindada por radicales y menemistas, en un container que se llamó “núcleo de coincidencias básicas”, en el cual nadie podía meter mano.
Hoy la historia le daría a Zaffaroni un espacio totalmente distinto y ello explica que haya dicho que renunciaría a la Corte Suprema para dedicarse a ese proyecto. En términos personales, coronaría una carrera profesional brillante. Pero aunque con independencia, Zaffaroni tiene ideas afines a las que hoy expresa el kirchnerismo. Por otra parte, cualquier jurista de peso sabe que plantear una reforma constitucional sin el consiguiente liderazgo político que lo avale, es como un saludo a la bandera.  
El magistrado imagina un sistema institucional similar al de algunos países europeos, en el que la centralidad de las decisiones recae por delegación del Congreso en el primer ministro. Para ese nuevo rango constitucional, no existirían las limitaciones que hoy pesan sobre Cristina Fernández.
Por el momento, los tanteos entre los dirigentes kirchneristas son sumamente sigilosos, porque ningún dirigente oficialista quiere exponerse por desbocado a un reto presidencial.
Poquísimas personas pueden saber hoy si Cristina Fernández aceptaría, tras un eventual operativo clamor, habilitar de uno u otro modo la posibilidad de un nuevo mandato. Se trata de una dirigente a la que la política le dio ya los más altos honores, y de una mujer a la cual la misma pasión le quitó a su compañero. La presidenta confesó que lloró cuando su médico le dijo después de la operación que no tenía cáncer. Acababa de transitar una experiencia límite que ha llevado a muchos pacientes a repensar su vida por completo. Pero no es para nada descartable que las circunstancias la presionen en el sentido opuesto a sus deseos, como puede haber ocurrido al aceptar la reelección.
El año pasado, a poco de anunciar que volvería a postularse, Cristina confesó que no podía tirar por la borda todo el esfuerzo realizado por Néstor Kirchner y por ella misma. La muerte de su compañero quebró la estrategia de alternancia que habían imaginado y la dejó sin chances.
La historia muestra que los avances producidos por los gobiernos populares fueron borrados de un plumazo por los conservadores o liberales. Sobran los ejemplos: federales y unitarios, radicales  y conservadores, peronistas y gorilas. Por la vía de los golpes militares o de mercado, la derecha siempre consiguió retrotraer los avances progresistas. Ese es el fantasma que más perturba a los kirchneristas.
El síndrome se agudiza porque, por el momento, Cristina Fernández no tiene un delfín que garantice la continuidad del modelo. Y posee en cambio adversarios internos y externos, que si llegaran a la Rosada desandarían gustosos el camino emprendido en 2003.
El dirigente justicialista con mayor anclaje territorial, Daniel Scioli, parece haber iniciado un lento camino de diferenciación y autonomía de la Casa Rosada. Primero fue el picadito con Mauricio Macri y después la llamada a Hugo Moyano para que revea su renuncia a los cargos en el Partido Justicialista. No es descabellado pensar que las manifestaciones autónomas de Scioli estén vinculadas a los rumores de reforma. El gobernador bonaerense está convencido de que el próximo es su turno. Y tiene derecho. Pero los sectores más progresistas del kirchnerismo recelan de las intenciones políticas de Scioli. Y también tienen razones. 
TIEMPO ARGENTINO

La revancha del odio


Por Luis Bruschtein
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El caudillo Francisco Franco murió a fines de 1975, cuando en la Argentina se veía venir la sombra de la dictadura. La salida del franquismo se hizo sobre la base de la amnistía de los crímenes cometidos por el régimen, como quiso hacer aquí la dictadura en 1982. En España se realiza ahora un juicio vergonzoso contra el juez Baltasar Garzón, el hombre que reivindicó para la Argentina, Chile y España la primacía de la justicia sobre la impunidad de los dictadores. Son caminos paralelos sobre un mismo tema y hasta resultan llamativos los parentescos de protagonistas entre cierto republicanismo conservador que en la Argentina respaldó a la dictadura y luego obstaculizó los juicios, y los fascistas españoles. O los políticos democráticos de uno y otro lado que (por necesidad o convicción) negociaron o tuvieron que negociar amnistías y luego se enfurecieron con otros políticos y juristas más democráticos que las abolieron.
Manos Limpias (versión española), la organización que aparece denunciando a Garzón, aduce virginalmente que su principal campo de actividad es la lucha contra la corrupción, pero todas sus querellas han sido presentadas exclusivamente en contra de políticos socialistas o nacionalistas catalanes y vascos. Manos Limpias quiere favorecerse con el prestigio que tuvieron en Italia los jueces que llevaron adelante Mani Puliti, pero usan la lucha contra la corrupción para desprestigiar a políticos que no piensan como ellos. Cualquier parecido con los denunciadores profesionales argentinos es pura casualidad. Manos Limpias es uno de los dos acusadores del juez español Baltasar Garzón que impulsó el juicio contra Pinochet y contra los represores argentinos cuando aquí y en Chile no querían hacerlos. Abrió de esa manera una luz para la justicia y aliento de esperanza para los familiares de las víctimas.
A pesar de que Manos Limpias se define como un sindicato de funcionarios públicos, su principal y único dirigente, y hasta es posible que sea también el único afiliado, es el abogado Miguel Bernad. El hombre fue responsable de la organización del partido Frente Nacional (tiene el mismo nombre que el de Le Pen en Francia) y es Caballero de Honor de la Fundación Nacional Francisco Franco. Sin embargo, uno de sus planteos legales fue contra el diario El País, porque en uno de sus editoriales la publicación lo calificó de dirigente de ultraderecha. Bernad rechazó que fuera cierto, pero “aunque lo fuera –se atajaba–, el artículo 14 de la Constitución impide que cualquier persona sea discriminada por religión, raza o ideología política”.
A muchas personas de derecha no les gusta que las identifiquen con esas ideas, a pesar de que las practican y defienden. Prefieren pasar por apolíticos y su forma de hacer política de derecha es presentando denuncias y querellas al punto que han desprestigiado esa práctica en España. No discuten las ideas del otro sino que buscan ensuciarlo y desprestigiarlo”.
El abogado Bernad prácticamente no ha podido evitar que la mayoría de sus presentaciones judiciales haya sido rechazada. Sorprendentemente en este caso contra Garzón, la acusación de Manos Limpias fue aceptada. Esta organización de ultraderecha fue la iniciadora de la causa contra Garzón por haber investigado los crímenes del franquismo. Luego se le agregaron otras dos agrupaciones de derecha: Libertad e Identidad y la Falange Española.
Al sistema español posfranquista, fundado en la complicidad y el olvido de los crímenes de la dictadura, le resultaba poco operativo que el querellante fuera la Falange porque quedaba muy en evidencia el trasfondo político del juicio. Entonces el juez de instrucción, Luciano Varela, rechazó el escrito de acusación de esa agrupación porque básicamente era un discurso político basado en la negación de la existencia de los crímenes del franquismo y en una reivindicación del caudillo falangista. Varela rechazó el escrito y dio dos días de plazo para presentar uno nuevo, pero la Falange quedó fuera de la querella.
El escrito de Manos Limpias era igual de inepto, pero el juez Varela se tomó el trabajo de explicarle cómo debía hacerlo. Con los consejos del juez, Bernad rehízo la denuncia. Alejándose del discurso fascista, Manos Limpias asegura ahora que sólo la guía el interés de “saber si el funcionario había cumplido con sus funciones”, algo que aquí en la Argentina sonaría tan republicanista como algunos de los que ejercen de denunciadores “independientes”.
Obviamente que Bernad también piensa que no existieron los crímenes de Franco, quien, según su visión, se habría limitado a defender a España del comunismo, una justificación que aquí han usado otros supuestos republicanos para justificar los crímenes de la dictadura (resulta extraño verificar cómo algunos supuestos republicanos de aquí se parecen tanto a los fascistas de allá). Pero aconsejado por el juez, Bernad se cuidó mucho de poner este pensamiento en la acusación contra Garzón. Según Gonzalo Martínez-Fresneda, defensor de Garzón, el juez de instrucción le dijo a Bernad que sacara del escrito todo el rollo político y que dejara sobresalir en pocas páginas el hecho de que Garzón había ordenado realizar acciones, sabiendo que estaban prohibidas por la ley de amnistía.
Aunque el sentido de este juicio es la defensa de la impunidad para los crímenes cometidos por el franquismo, se cuida mucho de mostrarlo y por lo tanto se centra en la chicana jurídica sobre prevaricato que el juez Varela aconsejó al señor Bernad.
Esta ha sido la historia que denunció Fresneda en su defensa de Garzón y por lo tanto cuestionó la parcialidad demostrada por el juez Varela y por otros cinco jueces que fueron apartados del tribunal por considerar que tenían prejuicios en contra del acusado. Durante toda la instrucción, Martínez Fresneda había presentado hasta doce recursos contra pedidos de Varela y todos fueron rechazados por estos cinco jueces, por lo que fueron acusados de no ser imparciales.
En consonancia con gran parte del sistema político español, incluyendo un sector del socialismo, Varela estaba más interesado en el juicio contra Garzón que el propio Bernad. Y su interés por mejorar la acusación puso de manifiesto su falta de imparcialidad. La defensa argumenta que si apartaron a cinco jueces que demostraron parcialidad por haber defendido todas las actuaciones del juez Varela, entonces las actuaciones de éste también deberían ser anuladas por la misma razón. Más allá de todo el palabrerío legal, lo que está diciendo Martínez Fresneda es que toda la causa está armada sobre la base de enemistades políticas contra Garzón.
Solamente en España quedan franquistas o personas que por omisión u obligación o convicción fueron parte del régimen y ahora no quieren ni recordarlo. Solamente en España quedan protagonistas de un sistema político que debió negociar amnistías. Para el mundo que no tiene franquistas ni conoce a esos políticos, el juicio contra Garzón es una gran fantochada, la defensa de uno de los regímenes más desprestigiados de la historia moderna.
En la Argentina, donde queda el esqueleto de aquel pensamiento elitista y autoritario que dio luz a la dictadura, es más fácil entender el odio que estos sectores pueden generar. Es el odio de un sector privilegiado que se desplegó siempre cobijado por la impunidad que le dio el poder político, militar y económico, y amparado por las jerarquías eclesiásticas. Es un odio que se desata cada vez que sienten que esos privilegios de impunidad son puestos en peligro. Es el mismo odio que se desató aquí cuando comenzaron los juicios y que después se mezcló en las movilizaciones del “campo”. Es el odio que secuestró a Julio López y que está esperando una revancha como la que tuvieron en España contra Garzón. Es un odio que nunca se acaba. Por suerte, tampoco se acaba la lucha por la justicia.


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miércoles, 25 de enero de 2012

Escuela pública para todos



Por Alberto Sileoni *
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Hace unos días se difundió un informe que da cuenta de un aumento en la matrícula de los primeros años de la educación primaria en escuelas de gestión privada. Ese informe, elaborado exclusivamente sobre una muestra de hogares urbanos, exige una mirada más integral. Si analizamos todo el país –ámbito urbano y rural– tarea que hizo nuestro ministerio, podríamos observar que el número de alumnos en los primeros años de escuelas privadas se incrementó en cinco puntos porcentuales respecto a 2003.
La decisión de las familias de inscribir tempranamente a sus hijos en la educación privada tiene varias causas: amplios sectores de la sociedad argentina mejoraron su situación económica y eligen la escuela privada, que, en principio, les garantiza un servicio constante con escasas interrupciones. A pesar de que en 2010 y 2011 se cumplieron los calendarios escolares, es cierto que la escuela pública, sobre todo la secundaria, aún no revierte su imagen de institución atravesada por conflictos constantes.
Lo que no es cierto, y los datos lo demuestran, es que exista una migración de la escuela de gestión estatal a la privada. Más aún, los datos indican que la matriculación en la educación privada cae sensiblemente luego de los primeros grados, indicando un pasaje en sentido contrario: de la educación privada a la estatal.
Hay coincidencia de que en los últimos años, la escuela pública argentina mejoró significativamente en las condiciones materiales (libros, netbooks, infraestructura) y en los resultados de los aprendizajes. En el Operativo Nacional de Evaluación de secundaria el 73 por ciento de las escuelas eran de gestión estatal.
Es cierto también que en los últimos tres años la matrícula del nivel secundario estatal aumentó un 2,3 por ciento mientras que en el sector privado ese incremento fue de 0,2.
En síntesis: aun cuando no falte razón a aquellos que adjudican una mayor constancia de las clases en las escuelas de gestión privada, también es cierto que la escuela estatal muestra hoy condiciones significativamente mejores que las de años atrás y que volvió a ser una opción valiosa para una mayoría de la población.
A los imaginarios instalados, por razones o por conveniencias, hay que desterrarlos con políticas activas. A los esfuerzos hechos por la Nación y las provincias debe sumarse el compromiso de los docentes con la tarea de enseñar y la necesidad de que las familias se involucren más en la educación de sus hijos, asegurando que vayan a clases y exigiendo que esas clases sean dadas.
En esta nueva etapa de gobierno, en la que la Presidenta nos propone nuevos objetivos y desafíos, uno de ellos es profundizar la recuperación de la escuela gestionada por el Estado y seguir trabajando por consolidar su prestigio. Que la escuela pública vuelva a ser elegida, que haya clases todos los días y todas las horas del año.
Tal vez sea el momento de establecer mecanismos que generen una mayor presencia de los docentes en las aulas y una mayor presencia de las familias en la escuela, fortaleciendo la convicción de que para educar a un niño necesitamos del esfuerzo y compromiso de todos.
Como lo señala nuestra Presidenta, es hora de que la sociedad entera, funcionarios, empresarios, docentes y familias, asumamos el lugar privilegiado que tiene la escuela para el acceso de nuestros niños y jóvenes al conocimiento, que es el mismo camino del acceso a la justicia y a la igualdad.
* Ministro de Educación de la Nación.


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domingo, 22 de enero de 2012

La memoria que estalla

DESPUES DE 75 AÑOS SUPO QUE SU PADRE HABIA SIDO UNA VICTIMA DEL FRANQUISMO


Constantino Fernández perdió a su padre en 1936 y en su familia nunca se habló del tema. En 2009, su hija descubrió la verdad sobre su abuelo. Viajaron a España, exhumaron el cuerpo y ella se sumó a la causa por los crímenes del fascismo.

Imagen: Luciana Granovsky.

“No digas nada. No preguntes nada.” En Villanueva de Valdueza, el pueblo donde hace 76 años nació Constantino Fernández, no hubo grandes batallas, pero las fosas comunes se multiplicaban bajo los campos sembrados y a la sombra de algún árbol en el monte. Cuando él era un niño, los mayores hablaban en voz baja. Apenas si lloraban a los fusilados. La consigna era callar. “Tino” vivió hasta sus 17 años en ese paraje de Ponferrada, provincia de León.
Su padre había muerto cuando él tenía un año y medio. Se llamaba Antonio Fernández y todos lo conocían como “El Cesterín”. Araba la tierra de sol a sol en el pequeño pueblo español y, cuando llegaba la temporada de cosechas, sus cestos hechos con hojas de álamo se multiplicaban entre los pobladores. Murió a los 24 años, dejando a “Tino”, a un bebé de meses y a su mujer, que fallecería a los pocos años.
El tiempo pasó y Tino dejó de hacerse preguntas. Recién a los 75 años, ya de abuelo, supo que su papá Antonio Fernández es una de las miles de víctimas que se cobró el franquismo. Había sido fusilado “a consecuencia de la lucha contra el marxismo”, según dice su acta de defunción. Quien lo descubrió fue Adriana, su hija que hoy conforma la querella que desde Argentina demanda al Estado español por los crímenes contra la humanidad cometidos durante el régimen fascista.
Tino se acomoda en su silla y se aclara la garganta. “¿Me decías...? Ah, sí. Con mi hermano acabábamos de perder a nuestras abuelas, y una tía que ya vivía en Argentina nos trajo para Buenos Aires. Fue en el año ’52. Mi papá había muerto cuando yo tenía un año y medio. Y mamá, cinco años después. Yo me quedé con mi abuela materna, y mi hermano con la familia de mi padre.”
–¿Qué sabía entonces de su papá?
–Nada. Mi abuela Luisa me contaba que cuando lo vinieron a buscar, llegaron, lo tiraron al suelo y, ahí nomás, le empezaron a pegar. Lo apaleaban entre varios, mientras le sostenían las manos desde atrás, hasta que lo mataron. Pero mucho no nos querían decir. Todo era silencio por ese tiempo. Mucho después, cuando ella murió, trabajé de criado arando la tierra en unos campos de un vecino. Y siempre pasaba uno que me decía: “¿Viste aquellos garbanzos, aquel centeno que está tan alto en el medio? Eso está abonado con tu papá, él está ahí abajo”. Era un cuadradito al lado de una carretera donde el pasto crecía muy verde. Yo pasaba con frecuencia por allí y muchas veces me quedaba sentado mirándolo. Pensando si podría ser cierto que él estuviera ahí abajo.
–¿Quiénes se lo habían llevado?
–Mi abuela, que vio todo, no lo dijo nunca. A mí me lo contó mucho después un vecino de San Esteban de Valdueza. “El problema fue que en Pedragales tu padre estaba trabajando cuando unos soldados le dijeron: ‘Antonio, anda a buscar a no sé quién que tenemos que hablar con él’.” Parece ser que mi padre sabía que iban a matar a esta persona y, en vez de mandarla para el pueblo, le advirtió que debía escapar. Luego, dijo que no lo había encontrado. Pero alguien lo delató, y al día siguiente lo fueron a buscar. Lo mataron, sin preguntar nada.
–¿A quién iban a asesinar?
–Recién este año, mi hija, Adriana, consiguió develarlo. Querían a Nicasio Astorgano, el gobernador republicano de San Esteban de Valdueza, donde vivía mi padre. Pero en ese entonces, no lo sabía. Había un pacto de silencio. No digas nada. No preguntes. Nadie iba a responder, ni los mismos del pueblo sabían en quién se podía confiar.
–Usted tenía que sacar sus propias conclusiones...
–No, no lo hacía. Las fosas eran algo común. Recuerdo que mi abuela siempre peleaba como perro y gato con una vecina que teníamos al lado de la casa. Siempre le decía: “Merecido lo tenías. A mi yerno, tu marido lo podría haber salvado y no quiso y ahora tú no sabes dónde está el tuyo”. Su esposo pertenecía a un grupo de falangistas (miembro del partido franquista La Falange) que se dedicaban a robarle a la gente del pueblo, le sacaban las cosechas, los animales. A los de su clase, los mataban los mismos franquistas porque eran una mancha para ellos. Si bien trabajaban para su grupo, no les convenían cuando ya los tenían demasiado tachados. Pero eso lo supimos mucho después.
–¿Iban a parar también a las fosas comunes?
–Sí. Y en El Vierzo hubo muchas, muchísimas. La zona no fue un campo importante de enfrentamiento, pero sí había muchísimos que apoyaban al bando republicano. Entonces, fue una de las zonas donde más fosas comunes hubo. Una vez estaba llevando a pastar a las ovejas y vi cómo un labrador enganchaba con el rastrillo un cadáver. A la gente la mataban, la tiraban en el campo, entre los yuyos, y nadie decía nada. Se los enterraba en silencio.

El terrorismo de acá

Adriana Fernández asiente con la cabeza. Comprende perfectamente lo que es vivir el silencio. El golpe del ’76 la encontró con trece años. “Muchos me decían que la Junta había llegado para estabilizar el país. A mi papá nunca lo escuché hablar de política –“yo siempre pensé que no era sano meterme”, acota Tino–. Me mandaron a un colegio ultracatólico de la zona donde, salvo excepciones, estaban con el régimen; en mi familia nunca hubo un desaparecido; en el barrio, si lo había, yo nunca me había enterado; no tenía compañeros desaparecidos. Vivía en una burbuja. Me iba comiendo lo que iba leyendo en los diarios, que los muertos eran todos subversivos. Creí eso hasta que empecé a escuchar otras voces y caí en que se había vivido un horror que había pasado por alto.”
–¿Qué voces?
–Cuando comencé a ejercer como catequista. Nunca fui de quedarme a dar una charla. Yo salía a los barrios, y a los más pobres del conurbano. Por ejemplo, acá en Tigre, por Villa Garrote o El Palito, que es una villa que ya no existe. Empezaba a escuchar testimonios sobre personas desaparecidas, de personas que habían sido torturadas. Cosas que me hacían plantear “¿qué es lo que me perdí?”. Me empecé a involucrar con las causas de los religiosos que fueron asesinados. Angelelli y Mugica fueron los dos pilares. Ponce de León, las monjas francesas.
–Quiso conocer sus trayectorias
–Quería que se conozca la historia de esta gente. Porque se hablaba de la madre Teresa, de iconos que el Vaticano los tenía bien altos. Pero no de los nuestros, era como que “lo mataron, pero no es un mártir”. En Tigre, tenemos un cura asesinado por dar una misa cuando los obreros del astillero Astarsa fueron masacrados en la dictadura. Hay calles con su nombre, Pancho Soares, pero la cúpula de la Iglesia nunca dejó que se hiciera la denuncia.
–¿Qué le decían sus pares cuando hablaba de estos temas?
–Me decían que no era catequesis lo que yo estaba haciendo. Era obvio que estaba tocando temas que a los curas les molestaban mucho. Creo que me echaron de todas las parroquias de Tigre. Pero callar, no me callaron nunca. Prefería irme. Jamás di vuelta el discurso: decir “bueno, para quedarme, lo hago más livianito”. Además, como yo apoyaba la despenalización del aborto, el matrimonio igualitario y los juicios de lesa humanidad, me tenían por la oveja negra.
–¿Siempre apoyó estas luchas?
–No. Antes tenía un peso muy fuerte lo que decía la Iglesia. Fue la dictadura: vi una hipocresía explícita y cómo desde un poder, el religioso, se puede someter a una persona, haciéndole creer que si piensa de una manera o la otra va a ir al infierno. El miedo influye de una manera tremenda, sobre todo en los más pobres. Recién cuando entendí eso, se produjo el quiebre y pude replantearme el resto. Ahora formo parte del Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos y enseño la teología desde otro lugar. Para la Teología de la Liberación, Jesús fue un revolucionario que creó un movimiento y, por ser fiel a esas convicciones, fue asesinado. No vemos las cosas tan celestiales, y eso hace que la fe se te convierta en un motor de lucha. No en una velita para rezar.

Lucha en dos orillas

Sobre su abuelo no sabía mucho. Hasta hace poco más de un año no se le había ocurrido asociar su historia con la de la dictadura franquista. Conocía las anécdotas de su papá sobre su abuelo y las travesuras que hacía en España. “Pero, por muchos años, creí que había sido víctima de un crimen común, de una pelea entre vecinos. En 2009 estaba haciendo un curso sobre el Terrorismo de Estado en el Instituto Espacios para la Memoria, donde estaba la ESMA, y cuando vimos el tema del franquismo me hizo un click. Yo sabía por lo que me contaba papá que mi abuelo, Antonio Fernández, estaba enterrado en medio de un campo, en la montaña. La fecha de su asesinato, 1936, cerraba. ¿Por qué estaba ahí si mi abuela está enterrada en el cementerio? Ni mi papá ni mi tío sabían por qué lo habían matado. Entonces me comuniqué con la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH), en España, a quienes voy a estar siempre muy agradecida, y les pedí ayuda. Me mandaron el acta de defunción de mi abuelo en la que decía que fue muerto ‘en la lucha contra el marxismo’.”
Tino se despabila del sopor de media tarde. “Yo recordaba exactamente dónde estaba”, cuenta. Ambos sabían que querían exhumarlo. Pero Adriana iría por más: “Justo cuando estábamos allá se hacían aquí los juicios por la ESMA, lo que me dolió mucho, por no poder estar presente. Y mientras desde Argentina dábamos el ejemplo al mundo, en España no hay conciencia, y menos con este gobierno de Mariano Rajoy. Yo quería justicia, por él y por mi padre, que pudo haber continuado su vida en su tierra, que se quedó completamente huérfano tan temprano, por mí misma, que no pude conocer a mi abuelo”.
–¿Sabía que iba a iniciarse la querella por los crímenes del franquismo desde Argentina?
–No. Pero tuve la suerte de conocer al juez federal Carlos Rozanski, que me habló de los juicios de lesa humanidad, que no prescribían, que uno podía apelar al principio de justicia universal. Si bien me estaba hablando de lo que pasó acá en Argentina, me dio pie para el paso que iba a dar. Decía también: “No nos quedemos con el cuerpo, tenemos que buscar justicia”. Porque con el cuerpo, podés llegar a la verdad. Pero la verdad es estática, la Justicia en cambio es dinámica.
–¿Eso cuándo fue?
–En diciembre de 2009. A principios del 2010, la gente del Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos me avisó que se iba a iniciar esta querella y salí disparada. Se presentó la causa en base a las denuncias de Darío Rivas por su padre y de Inés García Holgado por su abuelo. La mía por mi abuelo, Antonio Fernández, se integró a principios de 2011. Y por ese tiempo me llamaron de la ARMH y me dijeron que cuándo podíamos viajar para exhumar los restos. Fue muy fuerte. Apareció todo –dice, y muestra la foto del esqueleto completo, hallado en el preciso lugar que señaló Tino, en Villanueva de Valdueza.
“Setenta y cinco años ahí, y no le faltaba ni un diente –apunta Constantino–. Las emociones fueron muy fuertes. Mi hermano tenía dos meses y nueve días, y yo un año y medio cuando él murió. Ninguno tiene un recuerdo de él y tampoco había fotos. Hay que ver cómo sale un hueso y el otro. La cabeza completa. Lo veíamos por primera vez, pero veíamos su esqueleto.”
–Los forenses dijeron que tenía una herida de arma blanca, un tiro detrás de la oreja y otro por las costillas –acota su hija–. Aparentemente lo apuñalaron, lo dejaron que se desangrara y lo remataron de un balazo. Se veía que no fue un fusilamiento así nomás, fue con saña. Lo hicieron para aleccionar a los vecinos.
Constantino agrega que un integrante de la Asociación le dijo: “Tino, se nota que este hombre fue enterrado con todo el cariño del mundo”. Porque al cuerpo le habían cruzado los brazos, le dejaron puestas las alpargatas y tenía como una almohada de tierra para que apoyara la cabeza.
“Lo que me angustia es no poder ponerle un rostro, porque no hay fotos de él. La única imagen que voy a tener es ésa, y eso es duro –comenta Adriana–. Para colmo, justo cuando estábamos allá se hacían los juicios por la ESMA y me dolió mucho no poder estar presente porque se hacía justicia por las Madres de Plaza de Mayo y por las monjas francesas con todo lo que había hecho Astiz. Además me chocó mucho todo ese contraste.
–¿Por qué?
–Porque mientras en la Argentina estábamos dando el ejemplo, en España no hubo un solo funcionario que accediera a mi pedido de asistir a la exhumación o, luego, al entierro. Sentí que no había la más mínima voluntad del Estado por hacer memoria. Y quizá tampoco haya mucha conciencia entre la gente.
Constantino recuerda que “se acercó muchísima gente mayor a ver la exhumación”. “Sí, viejitos que durante todos esos años nunca pudieron declarar, contar su verdad –agrega su hija–. Me dijeron que mi abuelo era una persona con una inteligencia enorme, con una capacidad gigante.”
–¿Sabían por qué lo habían asesinado?
–No sabían si tenía una afiliación política, si era de la UGT (Unión General de Trabajadores) o de la Casa del Pueblo. Pero todos decían que había sido por salvar a Nicasio Astorgano, el gobernador de San Esteban de Valdueza, que después murió en la cárcel. En el pueblo a mi abuelo lo conocían como “Cesterín” porque el suegro era el cestero, el que hacía los cestos con hojas de álamo para recoger las vendimias y se nota que él lo ayudaba. Era muy joven, tenía 24 años cuando murió.
–Lo recordaban a pesar de haber pasado tantos años.
–Es que era un pueblito chico –dice Constantino.
Y su hija agrega: “Decían que era una persona muy querida por todos y que el papá de él, mi bi- sabuelo, murió al poco tiempo, producto de la angustia por el asesinato de su hijo. Y su mamá, dicen que iba al portal de la Iglesia de San Esteban y cantaba ‘Cara al sol’, el himno de la Falange Española, pero con el brazo izquierdo alzado y el puño cerrado –como los socialistas y los comunistas–. Nadie se atrevía a tocarla, era una mujer brava”.
–¡Ja! La abuela Josefa –recuerda Tino.
–A mí siempre me preguntaron de dónde me venía el zurdaje –remata Adriana–. Bueno, me venía de ahí, de mi familia.
Informe: Rocío Magnani.

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sábado, 21 de enero de 2012

El Pacto - Capítulo 13

En búsqueda de lo humano


Por Osvaldo Bayer
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Desde Bonn, Alemania
El jueves pasado, en este diario, el rabino Daniel Goldman, con sentido del humor pero también yendo al fondo de la cuestión, puso en duda –con mucha calidad– la frase del escritor israelí Yoram Kaniuk, quien sostuvo: “Se puede ser o demócrata o religioso”, frase que yo califiqué de “profundas y valientes palabras”. Goldman no está de acuerdo ni con Kaniuk ni con mi opinión. Y después de un análisis pleno de profundidad y generosidad llega a su propio convencimiento de que “se puede ser demócrata y religioso”. Es una página escrita con gran amplitud de criterios, con mucho de benevolencia y humor. No me pudo convencer pero me hizo pensar. Gracias don Daniel Goldman aunque, para mí, la frase del generoso Yoram Kaniuk es para reflexionar y aplaudir.
Dejémoslo allí, para la polémica, aunque tal vez dentro de un siglo o algo menos el estado de ese mundo futuro pueda llegar al convencimiento de “o se es religioso o demócrata”. Y ahora, por lo menos, nos hace pensar.
En la Europa de hoy, después de tantas experiencias capitalistas, la profunda crisis sigue dándole empuje al debate. Los economistas de todas las tendencias han salido a la palestra. Es el tema de hoy (aunque pareciera ser el de siempre).
Pero en los diarios aparece justo una noticia que nos devuelve al pasado de las religiones. Un título a cuatro columnas del diario de Bonn, General Anzeiger: “Hace 370 años fue quemada en la hoguera la bruja reina de Bruchhausen”. Sí, la Iglesia Católica ordenó que fuera quemada viva esa mujer sospechada de “bruja”. Todo se inició porque la citada –de clase noble– se casó con un peón de campo contra todas las normas aristocráticas de la época. Hubo entonces que degradarla. Se la acusó de bruja. Luego de varias jornadas de brutales torturas fue condenada a la hoguera porque su conducta iba en contra de las normas de Roma.
La Historia recuerda a esa mujer. Con su muerte brutal y más que injusta e irracional ha pasado a la memoria de hoy. A sus ejecutores no se los recuerda como defensores de la fe sino como brutales asesinos.
Pero no hay que recurrir a épocas muy anteriores para encontrar esos crímenes. En Berlín ha quedado inaugurada la exposición acerca de los más de diez mil niños discapacitados que fueron entregados durante el nazismo a médicos, psiquiatras y profesionales afines para que realizaran investigaciones y, luego de ellas, esos niños fueron muertos en cámaras de gas. Esos niños habían sido clasificados como “vidas sin valor”. La exposición está organizada por la Sociedad Alemana de Medicina Juvenil e Infantil y se lleva a cabo en el Centro de Documentación “Topografía del Terror”. “No se trata de delitos de investigación médica sino simplemente de crímenes contra la humanidad”, señaló el historiador Thomas Beddie, que realizó su labor en el Clínica Universitaria Charité de la Universidad de Berlín. Sí, crímenes llevados a cabo entre 1939 y 1944. Los argentinos tenemos crímenes parecidos: el robo de niños a las mujeres presas embarazadas. Al nacer, esos niños eran entregados principalmente a matrimonios de militares y policías sin hijos, mientras que sus madres, después de dar a luz, eran arrojadas vivas hacia el mar desde aviones militares. El horror, eso indescriptible de estos dos casos del espanto llevados a cabo por seres llamados humanos.
Pero también existen otros crímenes más disimulados que pueden calificarse de atentados contra los derechos humanos. En Europa hay cada vez más pobreza. Aquí, en Alemania, el país con mejor nivel de vida de los que conforman el Mercado Común Europeo, acaban de publicarse las cifras oficiales que señalan que cada vez más seres humanos trabajan por un sueldo que no les alcanza para mantener un nivel de vida digno. Uno de cada cinco trabajadores, en ciudades como Dortmund y Gelsenkirchen, está ya amenazado de caer bajo el nivel de pobreza. Se calcula que en el estado de Westfalia-Norte del Rhin hay 62.000 trabajadores que ganan menos de lo que se calcula para cumplir con los gastos primordiales, y otros 48.000 que trabajan por hora. Ya se nota gente que en las estaciones adelanta la mano para pedir unas monedas. ¿Pero cómo, no es que el capitalismo resolvía todos los problemas por sí mismo?
Al mismo tiempo, Europa está mostrando otro rostro que antes no se le conocía, el alcoholismo de los jóvenes y muy jóvenes. Los encuentros para “darle al trago” en las estaciones de ferrocarril y en las plazas, pero también en los atrios de las iglesias ya abandonadas. Siempre a altas horas de la noche y en las madrugadas. Esos “encuentros” del trago terminan casi siempre con grandes alborotos agresivos donde distintos grupos se atacan entre sí. La discusión ha comenzado en todos los gobiernos y Parlamentos provinciales: ¿se prohíben o no las reuniones en plazas públicas de gente que se dedica solamente a beber? La solución es difícil porque, de prohibirse esos encuentros, esa juventud buscará otros lugares donde no pueda vigilársela. Otros impulsan la prohibición de bebidas de alto contenido alcohólico o, mediante impuestos, aumentar tres o cuatro veces su valor comercial. Pero es sabido que sólo con prohibiciones y multas no se va al fondo de la cuestión. La pregunta a responder es ¿por qué en toda Europa, y no sólo ahí, la juventud ha tomado esa especie de “moda” que ha invadido todos los centros y barrios de las ciudades más populosas? ¿Qué le falta a esa juventud que ha resuelto volcarse al alcohol masivamente? Una tarea no sólo para políticos y médicos sino principalmente para sociólogos y psicólogos. Ya se están programando congresos de docentes para discutir principalmente este nuevo problema de las sociedades “civilizadas”, que es tema de todos los días en la prensa. Luego de un largo debate, el periodista Bernd Eyermann del diario General Anzeiger, de Bonn, señala: “Lo fundamental en este caso es la prevención, sobre todo en los niños; desarrollar la idea que el consumo de alcohol nunca puede ser una solución para nada. En esto los padres están ante una gran responsabilidad y tienen que ser el modelo más importante para el futuro de sus hijos”. A esto agregaríamos: y también la responsabilidad de lograr una sociedad basada en principios de ética inviolables. Y no entregarles a los hijos una sociedad donde algunos tienen castillos y acciones en todos los mundos y en su propio país hay gente sin trabajo.
Esto se nota en las principales ciudades europeas, sobre todo en la situación de los inmigrantes de países del llamado Tercer Mundo. En un estudio muy actual realizado en Alemania se señala que “mientras cada séptima familia alemana está amenazada de pasar al nivel de pobreza, ese porcentaje, en las familias inmigrantes, ha subido al 29 por ciento”. Y el estudio comprueba que eso se refleja en la estadística de los hechos criminales cometidos. La pregunta que cabe aquí es: ¿ha estudiado el sistema cómo combatir esta diferencia, o más, cómo terminar con esa población bajo el nivel de pobreza? Creemos que esta tiene que ser la meta fundamental de la política.
Y esto no es todo, el mismo día en que apareció el estudio anterior en los diarios, llegó esta información desde Roma: “Los precios de los alimentos, más caros que nunca” y, como subtítulo: “Han subido a un precio record en el año 2011”. Esto lo comunica la FAO, la Organización para la Alimentación y la Agricultura, en su último documento. En él se agrega la siguiente comprobación: “El desarrollo del 2012 no se puede predecir debido a la situación insegura de la economía mundial y de los tratamientos en los mercados energéticos y de cambio monetario”.
¿Cómo es posible esto en un mundo que a través de los siglos de su existencia ya tendría que estar organizado? ¿Qué dicen los economistas de todo el mundo a esto? Se sigue apostando a la ganancia. No a la paz interna y a los derechos de todos.
Y ya como ironía máxima en este mundo pleno de idas y vueltas –pero no superficiales y sí dramáticas– aparece este título en los diarios alemanes, a toda página: “Disputa por Adolf Hitler en los kioscos alemanes”. “Un editor inglés quiere publicar en Alemania el libro de Hitler en alemán”. Algo que no intentaría jamás ningún editor alemán. El debate ha comenzado. La opinión de muchos es que no hay que prohibir nada sino comenzar la discusión sobre cómo fue posible el hitlerismo en Alemania, sí, en esta, la llamada “tierra de los filósofos y pensadores”. Enseñar la Vida en vez de la Muerte. Permitir esa edición pero acompañarla con ensayos de pensadores fundamentalmente democráticos y humanistas. Y una interpretación de lo que significaron el racismo y los campos de concentración para millones de personas.
Claro, con libros tan profundos que se han escrito sobre Etica es hasta risible gastar el tiempo en la irracionalidad de tesis de razas superiores o de la guerra como solución. Pero tampoco la prohibición, que hace nacer la curiosidad. Es un libro que se puede calificar de obsceno cuando quiere demostrar la superioridad de una raza o la inferioridad de otra. Pero prohibir también es un gesto obsceno.
El lector puede decir después de leer esta lista de problemas del Primer Mundo que Europa además tiene sus costados buenos, su cultura, por ejemplo.
Sí, hay algo de razón en eso. Pero también digamos con tanta claridad lo que trata de esconderse en un mundo que ya merece tomar un rumbo hacia la consigna de la dignidad: buscar la felicidad para todos.

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EL ESCRITO DE BAYER HACE REFERENCIA A LO PUBLICADO POR GOLDMAN . AQUI VA.
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Jueves, 19 de enero de 2012
¿Se puede ser demócrata y religioso?

De Bonn a Buenos Aires

Por Daniel Goldman *
 
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Hace demasiado calor en Buenos Aires como para pensar en teología. Salir a la calle se asemeja a ingresar a los infernales distritos que sólo el Dante pudo describir con poética precisión. Dificultad que no presenta Bonn en esta época del año, vestida de blanco, ciudad que visité un tiempo atrás. Escenario bello que permite reflexionar sin aprietos alrededor del dios benévolo y considerado. Fue frente a esa paradoja climática que el maestro Osvaldo me obligó en el pasado descanso sabático a volver a recordar mis obligaciones metafísicas, y desde ahí reconfirmar que si es Bayer es bueno. En su habitual contratapa del día 7 de enero, cita al israelí Yoram Kaniuk, un hombre que recién ahora la crítica y la academia reconocen como uno de los grandes escritores, al nivel de Amos Oz o A. B. Yehoshua, quien con vehemencia describe que se puede ser “o demócrata o religioso”. Frase penetrante en el contexto de una extensa región donde los integrismos se expanden cada vez más. Pero relativa cuando el modo disyuntivo de la tradición nos interpela a otros a la búsqueda y a la confirmación de que se puede ser “demócrata y religioso”. Y no en nombre de la tradición, sino de la argumentación y la lógica, contenida en la interpretación más genuina y exquisita de las fuentes bíblicas y talmúdicas, que en forma dialéctica intiman intelectualmente a oponernos a cualquier integrismo que socave la libertad de reflexionar y actuar, y que a su vez reinstalen en la superficie el eco de las voces silenciadas de la historia, como diría Walter Benjamin. Tal vez ser religioso es ser demócrata, aunque pensándolo mejor, ratificar taxativamente los problemas ontológicos del “ser” me resulta absolutamente autoritario. De cómo tienen que “ser” las cosas, conceptualmente me sofoca. Por eso prefiero el “déjalo ser” de los Beatles al “deber ser” de Emmanuel Kant. También esta división categórica entre religiosos y seculares me incomoda bastante, ya que el apelativo de religioso me resulta un tanto deprimente y sospechoso. La búsqueda del dios benévolo en la argumentación de Bayer, con su permiso, además de tierno tiene un efecto potente en el pensamiento teológico, aunque posiblemente él lo niegue. Por eso, ¿quién es el religioso y quién no lo es? A veces se canoniza tanta argumentación científica con el autoritario criterio de autoridad, y con sanciones y excomuniones parecidas a las que vergonzosa y lamentablemente se realizan en el campo de las religiones. Y al revés puedo presentar otras luchas. Por ejemplo, la que hemos dado en este país hace casi dos años, cuando en el marco de la discusión del establecimiento del matrimonio igualitario los llamados “religiosos” de varios credos que apoyábamos la ley, con firme convicción y alejados de cualquier oportunismo, fuimos minoría en nuestros marcos comunitarios, y por ende castigados o, en el mejor de los casos, ignorados por nuestras propias estructuras. Si bien otros lo padecieron de manera más fuerte, en lo personal me resultó desafiante y a la vez divertido. Un rabino declaró ante la prensa local que por pensar como pienso me deberían llevar preso. Al final, es extraordinario advertir de manera empírica que cuando las mismas estructuras se organizan parapetándose y no adelantándose humanamente a los escenarios reales, los cambios culturales terminan pasándolos por encima. Vaticino que días más, días menos, lo mismo ocurrirá con el tema de la ley de interrupción voluntaria del embarazo. Y espero que días menos, ya que no se puede seguir cerrando los ojos y negar lo que les pasa a los miles de pibas que terminan abortando en condiciones infrahumanas. ¡Chapeau, Uruguay! Son estas experiencias las que, a contrapelo de la historia, me indican que “si se es religioso se es espiritualmente anarquista”. Y en esto espero que el amigo Bayer coincida conmigo. Soy rabino y justamente por eso no soy un defensor de la religión en su sentido institucional.
Me simpatizan aquellos que los “religiosos” definen como “herejes”. Es más, desde otro lugar, y reflexionando al revés, me atrevo a afirmar que en realidad los herejes son los que se denominan conservadores de la ley (en todas las creencias habidas y por haber); porque atribuyéndose el patrimonio de la verdad enfrascaron los textos clásicos en una visión tan sesgada, tediosa y sofocante, que llegaron a disecar lo bello, lo poético y lo revolucionario que atesoran las Escrituras. Tan antipáticos y peligrosos son, que fueron capaces de argumentar acerca de la inferioridad de la mujer, la más misteriosa y por lo tanto, la mejor creación de Dios según la Kabalá. Nos recuerda Bayer en su artículo que en una pequeña ciudad de las afueras de Jerusalén quisieron obligar a una joven a sentarse atrás en un micro. ¿Para qué? Para que no los contaminara. Lo que no advirtieron es que mandándola atrás demostraron el atraso que existe en sus almas, si es que el alma existe en algún lugar del corazón o en la psiquis. Y si bien actitudes más cruentas ocurren en muchos países, se espera que los que se autodenominan observantes de las normas religiosas se comporten de otro modo. Pero vale la pena destacar que la reacción de la joven, que se negó a sentarse en el lugar donde los otros determinaron, adelantó una gran discusión y produjo que parte del colectivo israelí reaccionase de otro modo. A eso por lo general se lo denomina salud social.
Las mujeres y los gays son para estos llamados religiosos un gran problema. Las unas son diferentemente inferiores y los otros son homogéneamente enfermos.
Contrariamente a lo que sostienen estos conservadores de la lectura (y obviamente del poder omnímodo), reprimir y censurar la natural y encantadora connotación sexual y erótica que contienen muchísimos pasajes de la Biblia no es otra cosa que parte de una estratagema que demuestra una incapacidad de abstracción, y aunque crean lo contrario, transforman la teología en un objeto de culto pagano. Si uno relee el Talmud, el Midrash, los exegetas medievales y los escritos místicos, descubre que los de antaño eran mucho más liberales que la mayoría de los mentores y profesores de los seminarios actuales, que por lo general sufren de una involución reflexiva y de un temor a los fantasmas dogmáticos que supuestamente los persiguen.
Y permítanme ir un poco más allá. El rabino Rami Shapiro, a quien conocí en una oportunidad, y aprendí a respetar por expresar las honestas certezas que me abrazan en su incomodidad, afirma que “todos los sistemas de creencias reflejan los prejuicios humanos”. Lo que dice Shapiro no es nuevo. Lo dicen desde los antropólogos hasta los psicoanalistas. Pero en lo personal, escuchándolo en boca de un colega rabino, me resulta encantador, me conmueve de manera escandalosa, me contiene, permite afirmarme en mi religiosidad, y por sobre todas las cosas me hace sentir muy cómodo. De lo contrario, si la sistematización fuese de origen divino, Dios hubiese sido simplemente un analista de sistemas o un tedioso contador. Desde allí, Dios es la metáfora más sublime y abstracta. Tan abstracta que sólo puede comprendérsela en la comparación con la realidad más cruda. Como hubiese dicho Maimónides: sólo “la negación” de lo que el hombre atribuye a la usanza de los atributos humanos llega a aproximarse a Dios. Está mal definir que Dios “es”, porque Dios “no es”. Todo “ser” “es” desde la concepción humana. Por lo tanto, desde ese lugar, el sexo es absolutamente humano, pero se me ocurre que “el goce” puede llegar a ser reflejo de esa metáfora divina. Siempre que no exista violencia o manipulación física o psíquica, todos los modos de expresión de la sexualidad son sagrados, como parte arrolladora de esa metáfora.
Obviamente que la lectura que me atrevo a realizar es absolutamente ideológica. Tan ideológica como la más conservadora. En mi caso, la tradición judía, a la que pertenezco sin apropiarme exclusivamente de ella, me permite articular mis creencias, que seguramente, y por suerte, no son las mismas que las de todos los judíos. Porque si todos pensasen-creyesen como yo, no existiría la tensión y la polémica que, de manera intrínseca produce la creación intelectual, artística y tecnológica.
Siguiendo la reflexión anterior, ya muchos pensadores judíos, acompañándose en algunos casos de la Crítica Bíblica (disciplina académica que analiza las Escrituras tomando como referencia la lingüística moderna, la arqueología, la historia, la antropología, etc.), sostienen de un modo muy agudo que no hay revelación divina en el texto. Así como Dios no es varón ni mujer, ni homo ni trans, ni contador ni analista, tampoco es ensayista, poeta o novelista. Acorde con el punto de referencia que considero en este caso, el texto bíblico es una creación humana al servicio de la política económica, social y espiritual de los que la crearon y sigue siendo un factor de composición para los que la interpretamos y nos inspiramos en ella, porque es parte de una cultura que llevamos encantadoramente a cuestas, sea cual fuere nuestra idea de Dios o nuestra incredulidad. Y aunque él no lo crea, los que somos apodados “religiosos” necesitamos de más herejías teológicas como las de Bayer, de más interpretaciones liberadoras, ya que son parte de las batallas ideológicas que debemos dar en éstos, nuestros tiempos, y que corren en la misma línea de tradición, de convicción y de talento como fueron las de Abraham el patriarca, Moisés el líder, David el Salmista, Salomón el estadista e Isaías el profeta. Menos mal que cada uno de ellos existió. Y si no existieron, ¡qué bueno que hubo alguien que los inventó!
* Rabino de la Comunidad Bet-El.

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jueves, 19 de enero de 2012