sábado, 21 de enero de 2012

En búsqueda de lo humano


Por Osvaldo Bayer
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Desde Bonn, Alemania
El jueves pasado, en este diario, el rabino Daniel Goldman, con sentido del humor pero también yendo al fondo de la cuestión, puso en duda –con mucha calidad– la frase del escritor israelí Yoram Kaniuk, quien sostuvo: “Se puede ser o demócrata o religioso”, frase que yo califiqué de “profundas y valientes palabras”. Goldman no está de acuerdo ni con Kaniuk ni con mi opinión. Y después de un análisis pleno de profundidad y generosidad llega a su propio convencimiento de que “se puede ser demócrata y religioso”. Es una página escrita con gran amplitud de criterios, con mucho de benevolencia y humor. No me pudo convencer pero me hizo pensar. Gracias don Daniel Goldman aunque, para mí, la frase del generoso Yoram Kaniuk es para reflexionar y aplaudir.
Dejémoslo allí, para la polémica, aunque tal vez dentro de un siglo o algo menos el estado de ese mundo futuro pueda llegar al convencimiento de “o se es religioso o demócrata”. Y ahora, por lo menos, nos hace pensar.
En la Europa de hoy, después de tantas experiencias capitalistas, la profunda crisis sigue dándole empuje al debate. Los economistas de todas las tendencias han salido a la palestra. Es el tema de hoy (aunque pareciera ser el de siempre).
Pero en los diarios aparece justo una noticia que nos devuelve al pasado de las religiones. Un título a cuatro columnas del diario de Bonn, General Anzeiger: “Hace 370 años fue quemada en la hoguera la bruja reina de Bruchhausen”. Sí, la Iglesia Católica ordenó que fuera quemada viva esa mujer sospechada de “bruja”. Todo se inició porque la citada –de clase noble– se casó con un peón de campo contra todas las normas aristocráticas de la época. Hubo entonces que degradarla. Se la acusó de bruja. Luego de varias jornadas de brutales torturas fue condenada a la hoguera porque su conducta iba en contra de las normas de Roma.
La Historia recuerda a esa mujer. Con su muerte brutal y más que injusta e irracional ha pasado a la memoria de hoy. A sus ejecutores no se los recuerda como defensores de la fe sino como brutales asesinos.
Pero no hay que recurrir a épocas muy anteriores para encontrar esos crímenes. En Berlín ha quedado inaugurada la exposición acerca de los más de diez mil niños discapacitados que fueron entregados durante el nazismo a médicos, psiquiatras y profesionales afines para que realizaran investigaciones y, luego de ellas, esos niños fueron muertos en cámaras de gas. Esos niños habían sido clasificados como “vidas sin valor”. La exposición está organizada por la Sociedad Alemana de Medicina Juvenil e Infantil y se lleva a cabo en el Centro de Documentación “Topografía del Terror”. “No se trata de delitos de investigación médica sino simplemente de crímenes contra la humanidad”, señaló el historiador Thomas Beddie, que realizó su labor en el Clínica Universitaria Charité de la Universidad de Berlín. Sí, crímenes llevados a cabo entre 1939 y 1944. Los argentinos tenemos crímenes parecidos: el robo de niños a las mujeres presas embarazadas. Al nacer, esos niños eran entregados principalmente a matrimonios de militares y policías sin hijos, mientras que sus madres, después de dar a luz, eran arrojadas vivas hacia el mar desde aviones militares. El horror, eso indescriptible de estos dos casos del espanto llevados a cabo por seres llamados humanos.
Pero también existen otros crímenes más disimulados que pueden calificarse de atentados contra los derechos humanos. En Europa hay cada vez más pobreza. Aquí, en Alemania, el país con mejor nivel de vida de los que conforman el Mercado Común Europeo, acaban de publicarse las cifras oficiales que señalan que cada vez más seres humanos trabajan por un sueldo que no les alcanza para mantener un nivel de vida digno. Uno de cada cinco trabajadores, en ciudades como Dortmund y Gelsenkirchen, está ya amenazado de caer bajo el nivel de pobreza. Se calcula que en el estado de Westfalia-Norte del Rhin hay 62.000 trabajadores que ganan menos de lo que se calcula para cumplir con los gastos primordiales, y otros 48.000 que trabajan por hora. Ya se nota gente que en las estaciones adelanta la mano para pedir unas monedas. ¿Pero cómo, no es que el capitalismo resolvía todos los problemas por sí mismo?
Al mismo tiempo, Europa está mostrando otro rostro que antes no se le conocía, el alcoholismo de los jóvenes y muy jóvenes. Los encuentros para “darle al trago” en las estaciones de ferrocarril y en las plazas, pero también en los atrios de las iglesias ya abandonadas. Siempre a altas horas de la noche y en las madrugadas. Esos “encuentros” del trago terminan casi siempre con grandes alborotos agresivos donde distintos grupos se atacan entre sí. La discusión ha comenzado en todos los gobiernos y Parlamentos provinciales: ¿se prohíben o no las reuniones en plazas públicas de gente que se dedica solamente a beber? La solución es difícil porque, de prohibirse esos encuentros, esa juventud buscará otros lugares donde no pueda vigilársela. Otros impulsan la prohibición de bebidas de alto contenido alcohólico o, mediante impuestos, aumentar tres o cuatro veces su valor comercial. Pero es sabido que sólo con prohibiciones y multas no se va al fondo de la cuestión. La pregunta a responder es ¿por qué en toda Europa, y no sólo ahí, la juventud ha tomado esa especie de “moda” que ha invadido todos los centros y barrios de las ciudades más populosas? ¿Qué le falta a esa juventud que ha resuelto volcarse al alcohol masivamente? Una tarea no sólo para políticos y médicos sino principalmente para sociólogos y psicólogos. Ya se están programando congresos de docentes para discutir principalmente este nuevo problema de las sociedades “civilizadas”, que es tema de todos los días en la prensa. Luego de un largo debate, el periodista Bernd Eyermann del diario General Anzeiger, de Bonn, señala: “Lo fundamental en este caso es la prevención, sobre todo en los niños; desarrollar la idea que el consumo de alcohol nunca puede ser una solución para nada. En esto los padres están ante una gran responsabilidad y tienen que ser el modelo más importante para el futuro de sus hijos”. A esto agregaríamos: y también la responsabilidad de lograr una sociedad basada en principios de ética inviolables. Y no entregarles a los hijos una sociedad donde algunos tienen castillos y acciones en todos los mundos y en su propio país hay gente sin trabajo.
Esto se nota en las principales ciudades europeas, sobre todo en la situación de los inmigrantes de países del llamado Tercer Mundo. En un estudio muy actual realizado en Alemania se señala que “mientras cada séptima familia alemana está amenazada de pasar al nivel de pobreza, ese porcentaje, en las familias inmigrantes, ha subido al 29 por ciento”. Y el estudio comprueba que eso se refleja en la estadística de los hechos criminales cometidos. La pregunta que cabe aquí es: ¿ha estudiado el sistema cómo combatir esta diferencia, o más, cómo terminar con esa población bajo el nivel de pobreza? Creemos que esta tiene que ser la meta fundamental de la política.
Y esto no es todo, el mismo día en que apareció el estudio anterior en los diarios, llegó esta información desde Roma: “Los precios de los alimentos, más caros que nunca” y, como subtítulo: “Han subido a un precio record en el año 2011”. Esto lo comunica la FAO, la Organización para la Alimentación y la Agricultura, en su último documento. En él se agrega la siguiente comprobación: “El desarrollo del 2012 no se puede predecir debido a la situación insegura de la economía mundial y de los tratamientos en los mercados energéticos y de cambio monetario”.
¿Cómo es posible esto en un mundo que a través de los siglos de su existencia ya tendría que estar organizado? ¿Qué dicen los economistas de todo el mundo a esto? Se sigue apostando a la ganancia. No a la paz interna y a los derechos de todos.
Y ya como ironía máxima en este mundo pleno de idas y vueltas –pero no superficiales y sí dramáticas– aparece este título en los diarios alemanes, a toda página: “Disputa por Adolf Hitler en los kioscos alemanes”. “Un editor inglés quiere publicar en Alemania el libro de Hitler en alemán”. Algo que no intentaría jamás ningún editor alemán. El debate ha comenzado. La opinión de muchos es que no hay que prohibir nada sino comenzar la discusión sobre cómo fue posible el hitlerismo en Alemania, sí, en esta, la llamada “tierra de los filósofos y pensadores”. Enseñar la Vida en vez de la Muerte. Permitir esa edición pero acompañarla con ensayos de pensadores fundamentalmente democráticos y humanistas. Y una interpretación de lo que significaron el racismo y los campos de concentración para millones de personas.
Claro, con libros tan profundos que se han escrito sobre Etica es hasta risible gastar el tiempo en la irracionalidad de tesis de razas superiores o de la guerra como solución. Pero tampoco la prohibición, que hace nacer la curiosidad. Es un libro que se puede calificar de obsceno cuando quiere demostrar la superioridad de una raza o la inferioridad de otra. Pero prohibir también es un gesto obsceno.
El lector puede decir después de leer esta lista de problemas del Primer Mundo que Europa además tiene sus costados buenos, su cultura, por ejemplo.
Sí, hay algo de razón en eso. Pero también digamos con tanta claridad lo que trata de esconderse en un mundo que ya merece tomar un rumbo hacia la consigna de la dignidad: buscar la felicidad para todos.

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EL ESCRITO DE BAYER HACE REFERENCIA A LO PUBLICADO POR GOLDMAN . AQUI VA.
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Jueves, 19 de enero de 2012
¿Se puede ser demócrata y religioso?

De Bonn a Buenos Aires

Por Daniel Goldman *
 
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Hace demasiado calor en Buenos Aires como para pensar en teología. Salir a la calle se asemeja a ingresar a los infernales distritos que sólo el Dante pudo describir con poética precisión. Dificultad que no presenta Bonn en esta época del año, vestida de blanco, ciudad que visité un tiempo atrás. Escenario bello que permite reflexionar sin aprietos alrededor del dios benévolo y considerado. Fue frente a esa paradoja climática que el maestro Osvaldo me obligó en el pasado descanso sabático a volver a recordar mis obligaciones metafísicas, y desde ahí reconfirmar que si es Bayer es bueno. En su habitual contratapa del día 7 de enero, cita al israelí Yoram Kaniuk, un hombre que recién ahora la crítica y la academia reconocen como uno de los grandes escritores, al nivel de Amos Oz o A. B. Yehoshua, quien con vehemencia describe que se puede ser “o demócrata o religioso”. Frase penetrante en el contexto de una extensa región donde los integrismos se expanden cada vez más. Pero relativa cuando el modo disyuntivo de la tradición nos interpela a otros a la búsqueda y a la confirmación de que se puede ser “demócrata y religioso”. Y no en nombre de la tradición, sino de la argumentación y la lógica, contenida en la interpretación más genuina y exquisita de las fuentes bíblicas y talmúdicas, que en forma dialéctica intiman intelectualmente a oponernos a cualquier integrismo que socave la libertad de reflexionar y actuar, y que a su vez reinstalen en la superficie el eco de las voces silenciadas de la historia, como diría Walter Benjamin. Tal vez ser religioso es ser demócrata, aunque pensándolo mejor, ratificar taxativamente los problemas ontológicos del “ser” me resulta absolutamente autoritario. De cómo tienen que “ser” las cosas, conceptualmente me sofoca. Por eso prefiero el “déjalo ser” de los Beatles al “deber ser” de Emmanuel Kant. También esta división categórica entre religiosos y seculares me incomoda bastante, ya que el apelativo de religioso me resulta un tanto deprimente y sospechoso. La búsqueda del dios benévolo en la argumentación de Bayer, con su permiso, además de tierno tiene un efecto potente en el pensamiento teológico, aunque posiblemente él lo niegue. Por eso, ¿quién es el religioso y quién no lo es? A veces se canoniza tanta argumentación científica con el autoritario criterio de autoridad, y con sanciones y excomuniones parecidas a las que vergonzosa y lamentablemente se realizan en el campo de las religiones. Y al revés puedo presentar otras luchas. Por ejemplo, la que hemos dado en este país hace casi dos años, cuando en el marco de la discusión del establecimiento del matrimonio igualitario los llamados “religiosos” de varios credos que apoyábamos la ley, con firme convicción y alejados de cualquier oportunismo, fuimos minoría en nuestros marcos comunitarios, y por ende castigados o, en el mejor de los casos, ignorados por nuestras propias estructuras. Si bien otros lo padecieron de manera más fuerte, en lo personal me resultó desafiante y a la vez divertido. Un rabino declaró ante la prensa local que por pensar como pienso me deberían llevar preso. Al final, es extraordinario advertir de manera empírica que cuando las mismas estructuras se organizan parapetándose y no adelantándose humanamente a los escenarios reales, los cambios culturales terminan pasándolos por encima. Vaticino que días más, días menos, lo mismo ocurrirá con el tema de la ley de interrupción voluntaria del embarazo. Y espero que días menos, ya que no se puede seguir cerrando los ojos y negar lo que les pasa a los miles de pibas que terminan abortando en condiciones infrahumanas. ¡Chapeau, Uruguay! Son estas experiencias las que, a contrapelo de la historia, me indican que “si se es religioso se es espiritualmente anarquista”. Y en esto espero que el amigo Bayer coincida conmigo. Soy rabino y justamente por eso no soy un defensor de la religión en su sentido institucional.
Me simpatizan aquellos que los “religiosos” definen como “herejes”. Es más, desde otro lugar, y reflexionando al revés, me atrevo a afirmar que en realidad los herejes son los que se denominan conservadores de la ley (en todas las creencias habidas y por haber); porque atribuyéndose el patrimonio de la verdad enfrascaron los textos clásicos en una visión tan sesgada, tediosa y sofocante, que llegaron a disecar lo bello, lo poético y lo revolucionario que atesoran las Escrituras. Tan antipáticos y peligrosos son, que fueron capaces de argumentar acerca de la inferioridad de la mujer, la más misteriosa y por lo tanto, la mejor creación de Dios según la Kabalá. Nos recuerda Bayer en su artículo que en una pequeña ciudad de las afueras de Jerusalén quisieron obligar a una joven a sentarse atrás en un micro. ¿Para qué? Para que no los contaminara. Lo que no advirtieron es que mandándola atrás demostraron el atraso que existe en sus almas, si es que el alma existe en algún lugar del corazón o en la psiquis. Y si bien actitudes más cruentas ocurren en muchos países, se espera que los que se autodenominan observantes de las normas religiosas se comporten de otro modo. Pero vale la pena destacar que la reacción de la joven, que se negó a sentarse en el lugar donde los otros determinaron, adelantó una gran discusión y produjo que parte del colectivo israelí reaccionase de otro modo. A eso por lo general se lo denomina salud social.
Las mujeres y los gays son para estos llamados religiosos un gran problema. Las unas son diferentemente inferiores y los otros son homogéneamente enfermos.
Contrariamente a lo que sostienen estos conservadores de la lectura (y obviamente del poder omnímodo), reprimir y censurar la natural y encantadora connotación sexual y erótica que contienen muchísimos pasajes de la Biblia no es otra cosa que parte de una estratagema que demuestra una incapacidad de abstracción, y aunque crean lo contrario, transforman la teología en un objeto de culto pagano. Si uno relee el Talmud, el Midrash, los exegetas medievales y los escritos místicos, descubre que los de antaño eran mucho más liberales que la mayoría de los mentores y profesores de los seminarios actuales, que por lo general sufren de una involución reflexiva y de un temor a los fantasmas dogmáticos que supuestamente los persiguen.
Y permítanme ir un poco más allá. El rabino Rami Shapiro, a quien conocí en una oportunidad, y aprendí a respetar por expresar las honestas certezas que me abrazan en su incomodidad, afirma que “todos los sistemas de creencias reflejan los prejuicios humanos”. Lo que dice Shapiro no es nuevo. Lo dicen desde los antropólogos hasta los psicoanalistas. Pero en lo personal, escuchándolo en boca de un colega rabino, me resulta encantador, me conmueve de manera escandalosa, me contiene, permite afirmarme en mi religiosidad, y por sobre todas las cosas me hace sentir muy cómodo. De lo contrario, si la sistematización fuese de origen divino, Dios hubiese sido simplemente un analista de sistemas o un tedioso contador. Desde allí, Dios es la metáfora más sublime y abstracta. Tan abstracta que sólo puede comprendérsela en la comparación con la realidad más cruda. Como hubiese dicho Maimónides: sólo “la negación” de lo que el hombre atribuye a la usanza de los atributos humanos llega a aproximarse a Dios. Está mal definir que Dios “es”, porque Dios “no es”. Todo “ser” “es” desde la concepción humana. Por lo tanto, desde ese lugar, el sexo es absolutamente humano, pero se me ocurre que “el goce” puede llegar a ser reflejo de esa metáfora divina. Siempre que no exista violencia o manipulación física o psíquica, todos los modos de expresión de la sexualidad son sagrados, como parte arrolladora de esa metáfora.
Obviamente que la lectura que me atrevo a realizar es absolutamente ideológica. Tan ideológica como la más conservadora. En mi caso, la tradición judía, a la que pertenezco sin apropiarme exclusivamente de ella, me permite articular mis creencias, que seguramente, y por suerte, no son las mismas que las de todos los judíos. Porque si todos pensasen-creyesen como yo, no existiría la tensión y la polémica que, de manera intrínseca produce la creación intelectual, artística y tecnológica.
Siguiendo la reflexión anterior, ya muchos pensadores judíos, acompañándose en algunos casos de la Crítica Bíblica (disciplina académica que analiza las Escrituras tomando como referencia la lingüística moderna, la arqueología, la historia, la antropología, etc.), sostienen de un modo muy agudo que no hay revelación divina en el texto. Así como Dios no es varón ni mujer, ni homo ni trans, ni contador ni analista, tampoco es ensayista, poeta o novelista. Acorde con el punto de referencia que considero en este caso, el texto bíblico es una creación humana al servicio de la política económica, social y espiritual de los que la crearon y sigue siendo un factor de composición para los que la interpretamos y nos inspiramos en ella, porque es parte de una cultura que llevamos encantadoramente a cuestas, sea cual fuere nuestra idea de Dios o nuestra incredulidad. Y aunque él no lo crea, los que somos apodados “religiosos” necesitamos de más herejías teológicas como las de Bayer, de más interpretaciones liberadoras, ya que son parte de las batallas ideológicas que debemos dar en éstos, nuestros tiempos, y que corren en la misma línea de tradición, de convicción y de talento como fueron las de Abraham el patriarca, Moisés el líder, David el Salmista, Salomón el estadista e Isaías el profeta. Menos mal que cada uno de ellos existió. Y si no existieron, ¡qué bueno que hubo alguien que los inventó!
* Rabino de la Comunidad Bet-El.

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