domingo, 28 de abril de 2013


Elogio del señor Mauricio Macri

Por Mempo Giardinelli
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Este artículo conlleva una implacable paradoja: por un lado y ante todo, la condena más enérgica al uso de la fuerza bruta policial en el Hospital Borda, donde se evidenció el neomenemismo del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en su afán destructor de edificios históricos en aras de presumibles, repudiables negocios inmobiliarios.
Por el otro, una inesperada, sorprendente declaración del jefe de Gobierno porteño, que esta semana dijo que con una nueva conformación del Congreso, cuando sean mayoría los que hoy son opositores, promoverá la anulación de la reforma judicial que se ha aprobado.
Y en eso tiene razón; es lo mejor que ha dicho jamás.
Parto de la base de que al Sr. Mauricio Macri yo no le creo nada. Por sus dislates, su pobreza conceptual, su estilo cheto y su repetición de clichés y lugares comunes, incapaz como es de tener ideas propias. Y también por su manía de zafar siempre, su evidente haraganería y su reiterada ausencia cuando hay desastres que afectan a la ciudadanía.
No me gustan sus furcios cuando en realidad no sabe qué decir, como tampoco me gustan su concepción educativa si es que la tiene, su política dizque cultural, su desprecio clasista hacia los pobres y marginados, sus bicisendas, el desastre ecológico que está haciendo con la destrucción de la Avenida 9 de Julio, los presumibles negociados como esas bicicletas que compró carísimas y ahora privatizará, sospecho, para favorecer a algunos de sus amigos, e incluso algunas oscuridades de su pasado como las exportaciones truchas de autos al Uruguay. Y por supuesto detesto su vocación autoritaria, como ya se vio varias veces y ahora con la feroz represión que ordenó en el Borda.
Y sin embargo, ese mismo Sr. Macri anunció esta semana que cuando él y su partido tengan mayoría en el Congreso impulsará la anulación de la reforma judicial que acaba de sancionar el Congreso.
Que es exactamente lo que se espera de un demócrata y por eso este elogio.
Esperé dos días a ver si leía su desmentida, pero no. Lo dijo nomás. Lo que indica que lo cree.
O que no se dio cuenta de lo que dijo.
Pero bueno, en cualquier caso en esto le cabe un reconocimiento. Porque lo que dijo es lo que debe decir un político de oposición serio: que va a esperar a ganar las elecciones y entonces cambiar las leyes por las vías que ordena la Constitución. Perfecto.
Corresponde entonces tomarle la palabra en este punto al Sr. Macri. Yo por lo menos se la tomo a la luz del mamarracho político que vemos a diario, en el que sobresalen discursos y modos incendiarios en boca de los señores Moyano o De la Sota, Miceli o Venegas, Aguad o Carrió, Sanz o Buzzi y tantos más, por citar sólo algunos, y desde luego todos siguiendo a coro la mentirosa y agresiva prédica antidemocrática del diario La Nación.
A la vista de esos discursos pletóricos de odio de clase y desprecio por la verdad y las libertades que dicen defender, y a pesar incluso del uso brutal de su Policía Metropolitana, este enunciado del Sr. Macri merece un reconocimiento. Porque cuando parece que todos y todas en la oposición sólo quieren cosas horribles y antidemocráticas, y arrastran incluso a los más moderados, como Ricardo Alfonsín, y a los más confusos como Hermes Binner, a mí me parece que cabe este elogio.
Porque esa oposición ciega, suicida e inconscientemente antinacional, que judicializa, cacerolea e insulta con tal de ganar centimiles en los diarios que los incitan a odiar militantemente, demuestra a diario ser incapaz de palabras sensatas como las que ha dicho, inesperadamente, este Sr. Macri.
Que al menos en esta ocasión, y acaso sin saber lo que decía, ha dicho lo que debe decir un demócrata. Textualmente: “Revertiremos en el futuro con otro Congreso esta reforma que va en contra de la gente”. Lo que, traducido, significa que ahora se la banca y que en todo caso, cuando le llegue el turno, si es que le llega, se ocupará de proponer otras leyes con los cambios que considere necesarios. Como debe ser.
Por eso este elogio al político conceptual e ideológicamente más pobre de la Argentina.
Porque, asombrosamente, y aunque él mismo fue quien después ordenó la represión, con esto le tapó la boca a los odiadores seriales en que se han convertido la mayoría de los políticos de este país.
Vaya ahora Macri y gane las elecciones, si puede. Y si logra una nueva conformación del Congreso, con mayoría propia, promueva la anulación de esta reforma judicial, si puede. Así se hace en democracia: con leyes, no con palos ni artilugios.
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jueves, 25 de abril de 2013

Las Abuelas de Plaza de Mayo fueron recibidas por el Papa y le pidieron que las ayudara a conseguir información



“Queremos acciones para encontrar a los nietos”

“Cuenten conmigo”, le dijo Francisco a Estela de Carlotto cuando le entregó una carta en la que le pedía colaboración y la apertura de archivos. Está en duda la visita del Papa en diciembre.

Por Elena Llorente
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La presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, quedó satisfecha con su encuentro con el Papa.
Desde Ciudad del Vaticano

Estela de Carlotto, la presidenta de las Abuelas de Plaza de Mayo, tiene la esperanza de que lo que ayer le dijo el papa Francisco, al concluir la audiencia pública de los miércoles en la Plaza de San Pedro, abrirá un nuevo camino en la búsqueda de los 400 nietos aún desaparecidos. Carlotto, la abuela Buscarita Roa, que ya encontró a su nieta, y Juan Cabandié, nieto recuperado y legislador porteño, le entregaron una carta al Papa en la que le pedían su ayuda y que se abran los archivos vaticanos y de la Iglesia argentina que puedan proporcionar información sobre los niños desaparecidos.
Aunque el diálogo de ayer fue breve, las Abuelas quedaron satisfechas porque Francisco, contó Carlotto, les dijo “cuenten conmigo” cuando le pidieron ayuda. “Fue un encuentro muy agradable, muy lindo. El Papa quiso vernos. No es que dijo ‘no, por ahora no’ –contó Carlotto a Página/12– . Ha tenido gestos importantes, como esa carta que le mandó a Hebe de Bonafini (la presidenta de la Asociación de Madres de Plaza de Mayo) y recibir en audiencia al Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel. Ahora, mi esperanza y mi convicción es que las cosas van a cambiar. El papa Francisco es el jefe de la Iglesia de allá. Tiene que haber un cambio. No digo que salgan a pedir perdón, a hacer discursos. No queremos discursos. Queremos acciones que lleven al encuentro de los nietos y a saber dónde están sus padres.”
“Este papa es una persona abierta, sencilla. Nos habíamos quejado porque él, siendo el cardenal Bergoglio, nunca habló de nuestros problemas”, añadió.
Por ahora, no piensan mandarle al Papa ninguna lista de eventuales lugares o archivos argentinos donde se podría investigar sobre los nietos. “Queremos que el Papa vea todas las carpetas que le hemos enviado. O mejor dicho que le hizo llegar la embajada argentina ante la Santa Sede, sobre cada uno de los casos de nietos desaparecidos. Quien tenga acceso a esos datos los puede manejar con la Iglesia de allá (por Argentina) y destapar los archivos y empezar a ver. El Papa puede analizar todo o mandar a que lo hagan otros, porque para eso es el Papa”, puntualizó.
Estela de Carlotto recordó que las Abuelas fueron recibidas en 1998 por Juan Pablo II en el Vaticano, pero nunca tuvieron respuesta a sus pedidos. “Juan Pablo II nos dijo que sí, que conocía el problema de los nietos desaparecidos. Y agregó ‘todos oramos por ellos’. Cuando volvimos a la Argentina dijimos que la frase del Papa ‘todos oramos por ellos’ significaba acción. Pero no cambió nada. Hay que ver ahora la reacción de la Iglesia oficial argentina.”
En una rueda de prensa que, poco después de estar en la Plaza de San Pedro, las Abuelas ofrecieron en la residencia del embajador argentino ante la Santa Sede, Juan Pablo Cafiero, Carlotto agregó que “si el Papa dice: ‘Vengan, las voy a ayudar’, entonces también nos van a ayudar los creyentes. En la carta que le dimos no hay reproches, ni culpas. Para echar culpas hay que tener pruebas”, añadió, subrayando que estaba “completamente convencida” de que el Pontífice respetará su compromiso y que ellas están ahora esperanzadas, porque no quieren morirse sin conocer a sus nietos.
Contó también que nunca le había estrechado la mano al cardenal Bergoglio aunque sí lo había conocido en la Catedral de Buenos Aires en ocasión de una ceremonia y el Papa al parecer recordó ayer ese momento cuando hablaron. “Después de aquel encuentro en Buenos Aires no pasó más nada. El nunca habló de nuestro problema. Había un poquito de dolor entre nosotras por eso. Pero hoy se nos presentó la oportunidad y ese ‘cuenten conmigo’ que nos dijo fue como una señal de afecto de un hombre sencillo, simple. Cuando empezamos a hablar nos tomó de las manos. Y nos dio luego un beso. La verdad es que nos costó soltarle las manos. Creo que hoy hemos recuperado los tiempos perdidos.”
Pero si alguien suponía que los desaparecidos podían ser uno de los grandes temas por tratar cuando el papa Francisco visitara la Argentina en diciembre, como habían anunciado en algunos medios, ayer el portavoz vaticano, padre Federico Lombardi, lo desestimó. En una rueda de prensa exclusiva con periodistas extranjeros dijo que el único viaje al exterior previsto este año era el de Brasil, en julio, para la Jornada Mundial de la Juventud.
De la delegación formaba parte también la hermana Geneviève Jeanningros, sobrina de la monja francesa desaparecida Léonie Duquet, que está acompañando a la delegación de las Abuelas de Plaza de Mayo en la gira que están haciendo por algunas ciudades italianas. Cabandié estuvo en Bolonia junto al director Nicolás Gil Lavedra para la presentación de la película Verdades verdaderas, sobre la vida de Estela de Carlotto.
Carlotto y Roa partieron a Bolzano ayer para participar del Festival de las Resistencias Contemporáneas, donde Estela intervendrá junto al escritor argentino Mempo Giardinelli.

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miércoles, 24 de abril de 2013

ENCUESTA



Quienes participaron de la marcha del 18-A no se sienten representados por ningún político

Una encuesta realizada el jueves pasado durante la marcha opositora denominada 18A reveló que casi la mitad de los consultados no encuentra en ningún político capacidad para conducir el futuro del país.

El relevamiento realizado por la consultora CEIS (Centro de Investigaciones en Estadística Aplicada) mostró que el 43 por ciento de los entrevistados no tiene ningún político de preferencia.


El 77 por ciento no logra identificarse con ningún partido político, mientras que el PRO y la Coalición Cívica apenas llegan al 8 y al 5 por ciento de las preferencias.

Los entrevistados, según el informe, fundamentaron su participación en la marcha en tres motivos principales: la propuesta de reforma judicial (23%), la corrupción (22%) y la inseguridad (18%).

El cuestionario reveló que un 33 por ciento de manifestantes se declaró de "derecha y centro derecha", 31 por ciento de "centro" y un 32 por ciento de "centro izquierda e izquierda".

Otro dato surgido del informe, señala que, en su gran mayoría, los caceroleros no tienen militancia partidaria, ya que sólo el 2% reconoció tener algún tipo de militancia en partidos políticos.

La encuesta se realizó entre 599 personas en los puntos más concentrados de la Ciudad de Buenos Aires, como Plaza de Mayo, Obelisco, avenida Callao y avenida Santa Fe (Recoleta), avenida Cabildo y Juramento (Belgrano), avenida Acoyte y Rivadavia (Caballito) y avenida Triunvirato y Olazábal (Villa Urquiza).

La consultora resaltó también el alto nivel educativo con un 44,9% de participantes con educación universitaria completa y un 34,1% con educación secundaria completa.

En el análisis se indica que ese nivel educativo "incide en una estructura poblacional de mayor nivel socioeconómico que la media poblacional de la ciudad de Buenos Aires y más marcada aún comparándola con la distribución del Gran Buenos Aires".



sábado, 20 de abril de 2013


Los sueños y la imaginación


Por Sandra Russo
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Yo no sé si habrá sido el sonido de las cacerolas, los gritos destemplados, esa indisimulable urgencia de tanta gente por deshacerse del Gobierno mezclada con otra gente que simplemente no soporta al Gobierno, arengada por una oposición que se saca la pechera para ir a una “protesta ciudadana” a la que no quieren “contaminar” con política. Creo que no. Me parece que el impulso vino de antes, quizá del fallo de la Cámara en lo Civil y Comercial, casi obsceno en su caracterización de “prensa independiente”. Pero tampoco fue por eso que repentinamente me vinieron a la cabeza unas palabras que había escrito hace justo diez años, nada menos. Eran palabras simples: “Galletitas con manteca y miel”.
En realidad esas cinco palabras recortadas en un chispazo de memoria emocional se abrieron paso el sábado pasado, cuando recorrí los barrios inundados de La Plata, el día en que 15 mil voluntarios –militantes políticos, de organizaciones sociales, religiosas y no gubernamentales–, junto al Ejército y otras fuerzas de seguridad, inundaron a su vez esos barrios de solidaridad organizada. Fue un hecho inédito en muchas décadas y, en algunos matices, completamente nuevo. Fue ese sábado, caminando por el barrio del Gauchito Gil, creo, entrando a la casa de madera de una madre que había perdido un hijo dos semanas antes de la inundación. Era una mujer de unos sesenta años, que cebaba mate a los voluntarios y repartía mamaderas entre las tres o cuatro nenas que la rodeaban. Esa casa siempre se inundaba, aunque llovieran cuatro gotas. Cinco jóvenes esa tarde se la estaban techando y haciéndole aleros de chapa, para proteger las ventanas del agua. Fue cuando esa mujer desbordada por tanta desgracia se puso a mirar esos aleros en medio del griterío de las nenas y los voluntarios, y no llegó a sonreír, pero le vi en la cara un soplido de alivio. Probablemente ésa era la primera vez en su vida que alguien hacía algo por ella sin esperar más a cambio que ese, su propio alivio acatarrado, acongojado, mudo.
Hace diez años, el 25 de mayo de 2003, cuando asumió Néstor Kirchner, escribí la contratapa de este diario. Se llamó “Imagino”, y no hablaba del kirchnerismo, que todavía no existía, sino del espíritu de una ilusión. La mía y la de la parte de mi generación que llegó muy golpeada a aquel día, dos años después del estallido, después de veinte años de frustración en democracia. ¿Qué nos ilusionaba? ¿En qué creíamos? ¿Qué imaginábamos entonces que podría pasar para sentir que por fin algo cambiaba? ¿En qué sentido soñábamos el cambio? ¿Por qué me había caído como un rayo esa imagen doméstica, la de las galletitas untadas con manteca y miel, cuando todavía hubiese sido de perfecta ciencia ficción imaginar que no seríamos nosotros sino los más jóvenes que nosotros los que en 2003 eran niños, los que tomarían esa posta de ilusiones?
En aquella nota que dejaba entrever, además del voto en la urna, el voto de confianza, y en la que dejaba constancia que quienes crecimos defendidos con cinismo sólo a regañadientes podíamos arriesgar una esperanza, describía el carácter de aquel sueño guardado durante décadas: era el de siempre, el de entonces y el de hoy, porque falta mucho todavía. Era el sueño de un país inclinado hacia los débiles; un país que los dejaba entrar. Asumía también que había peleas que nadie en el poder se había animado a dar. ¿En qué consistió, si no, el largo reproche de los entonces “sectores progresistas” a Raúl Alfonsín después de las Pascuas que no fueron felices?
En esa nota de 2003 me hacía otras preguntas: “¿Y si ahora sí? ¿Y si lo hacen? ¿Y si saben? ¿Y si se animan? ¿Y si hablan en serio? ¿Y si alguna puta vez se produce la alquimia entre representantes y representados? ¿Y si de un 22 por ciento y un ballottage malogrado resulta que nace una chance? ¿Y si la aprovechan? ¿Y si a medida que la aprovechan el cinismo se nos borra de los ojos y esta ilusión púber se nos enciende?”.
Y el siguiente párrafo fue el que me conectó con la escena del fin de semana pasado en La Plata, porque ahí estaba la respuesta a esas preguntas. Era y es una respuesta inevitablemente colectiva. En ese párrafo detallaba el faro de un profundo deseo de política, anclado en muchas almas y, por lo visto, enlazado entre generaciones.
“Porque, después de todo, ¿en qué estamos pensando? ¿Qué hay atrás de este boceto de ilusión? No es nada raro, nada excéntrico, nada que deba mantenerse en secreto. Imagino para alguien, para cualquiera, para todos, un desayuno. Café con leche y galletitas con manteca y miel. Imagino padres que se van al trabajo y chicos que se van a la escuela. Imagino aulas con techo y baños con puertas. Lápices y cuadernos. Panzas llenas. Imagino oficios que permitan vivir. Hospitales en los que se den turnos, se hagan radiografías y se repartan anticonceptivos. Imagino reencuentros familiares a la noche, camas secas, abrigadas, sopa espesa o churrascos, buenos ánimos, paseos en el fin de semana, cada tanto alguna carcajada de ésas que hemos exiliado porque en cada familia hay un desocupado, un enfermo, un depresivo, un violento, una víctima de algún tipo de abuso. Imagino un lento y sostenido movimiento hacia la equidad, un emparejamiento suave y constante de las posibilidades de cada uno.”
Las cosas que sucedieron después de ese día eran imprevisibles, como es imprevisible, hoy, el futuro. Los cacerolazos demuestran que hay mucha gente en desacuerdo con el rumbo tomado, pero lo expresan de un modo que inhabilita los puentes. Si partimos de que esto es una dictadura, no hay debate posible. Lo que hay es una fuerza política tan legítima como cualquiera, sin nadie enfrente que sea capaz de construir una herramienta para oponérsele. Ya sabemos que no quieren este modelo de país que, para la mayoría, hasta ahora, no ha cubierto todas las necesidades del pueblo, pero marca sin duda el rumbo hacia aquel “lento y sostenido movimiento hacia la equidad” con el que soñamos muchos ahora, antes y siempre.

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De Caracas a Buenos Aires

Por Luis Bruschtein
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Para algunos, en Venezuela –como en Argentina y otros países latinoamericanos– confronta un polo republicano democrático con otro populista autoritario. Pero el supuesto sector populista autoritario ganó, en el caso venezolano, 17 elecciones con limpieza y la única vez que perdió, por muy poca diferencia, lo reconoció inmediatamente y sin problemas. Por el contrario, el supuesto sector republicano democrático viene de un golpe de Estado en 2002 y en estos días está al borde de propiciar otro. Es decir, para esa mirada que está tanto en la derecha como en la izquierda más aguada que suele acompañarla, habría que ser golpista para ser republicano y democrático. Es la ambigüedad de decir una cosa y hacer otra, como lo que pasa en Venezuela y también en Argentina, donde los caceroleros, que marcharon el jueves enarbolando alguna bandera de Capriles, dicen que se movilizan por la libertad de prensa y cuando encuentran a algún periodista que no piensa como ellos, lo agarran a patadas.
Cuando vio que perdía por escasa diferencia, el candidato derrotado Henrique Capriles trató de apurar un pacto con el candidato ganador, Nicolás Maduro, que lo rechazó públicamente. Hacer un pacto a espaldas de los electores es democrático y rechazarlo sería populista.
Cuando le falló el pacto, Capriles desconoció el resultado electoral. Si la oposición, que abarca a la mitad menos uno de un país, desconoce la autoridad presidencial, ese país queda a merced de una gran conmoción y al borde de un golpe de Estado. Capriles dijo que hubo cientos de irregularidades, pero no presentó ni una sola denuncia. Las elecciones venezolanas son de las más monitoreadas del mundo y nadie detectó esas irregularidades.
La actitud de Capriles, buscando el golpe, sería democrática para esa mirada que se considera dueña excluyente de la democracia y la República.
Al denunciar el resultado de la elección y agitar a sus simpatizantes, Capriles promovió que miles de ellos salieran a las calles para atacar centros comunitarios y locales partidarios del chavismo, donde mataron a golpes y a tiros a ocho militantes chavistas, e incluso trataron de quemar vivo a uno de ellos.
Aquí en la Argentina, el socialista Hermes Binner dijo que las muertes no eran responsabilidad de Capriles, sino del populismo. Ya el candidato presidencial por el FAP, que se presenta como centroizquierda, había dicho que si hubiera sido venezolano, habría votado por el derechista Capriles, un hombre que participó como comando civil en el golpe del 2002, en el intento de asalto de la embajada cubana en Caracas.
La mayor parte de la izquierda y los movimientos populares latinoamericanos han reconocido la importancia de los procesos democráticos como la herramienta más eficaz para los procesos de transformación de las sociedades. Esa mayoría de la izquierda dejó a un lado la idea de la dictadura del proletariado y asumió que esos procesos de transformación van acompañando el desarrollo político de los pueblos y que la mejor garantía para ese desarrollo es un marco democrático.
En las últimas décadas han sido esos sectores de la izquierda, junto con movimientos nacionales y populares, los más comprometidos con los impulsos de profundización democrática y defensa de la democracia. El fenómeno, que caracteriza esta época, se expresa en Bolivia con el MAS, o en Brasil con el PT, por mencionar aquellos procesos que provienen claramente de corrientes de la izquierda revolucionaria. En Argentina, los protagonistas del actual proceso político tienen un origen más de tipo nacional y popular, sumados a fuerzas progresistas y de izquierda. La idea de soberanía y elección popular a través del voto está prácticamente en su génesis. Son fuerzas políticas que están acostumbradas a ganar o a perder en una elección. En Venezuela y Ecuador, son fuerzas políticas más nuevas, pero la composición es más o menos parecida.
Nunca antes en la historia latinoamericana hubo gobiernos que se coaligaran para contrarrestar intentonas militares, golpes parlamentarios o acciones desestabilizadoras en la región, como sucede ahora. Esos gobiernos que han hecho lo que nunca hicieron otros, son los acusados de populistas y autoritarios por países como Estados Unidos, que promovió numerosos golpes. La defensa de la democracia está garantizada por estos gobiernos. En cambio, las oposiciones están más unidas por el rechazo a cualquier forma de progreso social y distribución de la riqueza. Ese rechazo al cambio es la identidad real de esas oposiciones y no la defensa de la democracia, sobre la que tienen posiciones heterogéneas. Muchas de las fuerzas que las componen han sido golpistas, como las viejas derechas conservadoras, a las que se suman sectores que prefieren actuar como la izquierda de la derecha antes que ser verdaderamente de izquierda o centroizquierda y terminan por ser tan conservadores como sus aliados.
Esa vocación se demostró cuando Chávez perdió el referéndum en 2007 y lo reconoció y lo mismo hizo Néstor Kirchner cuando perdió las elecciones de 2009. También cuando los presidentes de los países del Mercosur, más Venezuela y Ecuador frenaron el golpe contra Evo Morales en Bolivia o cuando se negaron a reconocer a los golpistas de Honduras y Paraguay. Por supuesto, en estos dos países los golpes se dieron en nombre de la democracia.
El desconocimiento de las elecciones por parte de Capriles fue una intentona desestabilizadora, tratando de aprovechar la pequeña diferencia de los resultados y la ausencia de Chávez. Por eso fue tan importante que América latina reconociera de inmediato el triunfo de Maduro. Capriles había atacado a la Argentina durante su campaña y se molestó cuando Cristina Kirchner fue una de las primeras en reconocer el resultado y exhortó a que Estados Unidos hiciera lo mismo. La presidenta argentina lo hizo en una declaración pública, pero en ese momento hacían lo mismo Dilma Rousseff, Rafael Correa y otros mandatarios latinoamericanos. Cualquier demora podía ser fatal para la estabilidad democrática en Venezuela. Estados Unidos fue el único país que se prestó al juego antidemocrático de Capriles y demoró en reconocerlo.
Hubo otros dos gestos para consolidar al candidato ganador. La Unasur convocó a sus integrantes a Perú, desde donde emitieron una declaración de respaldo a Maduro. Y al día siguiente los mandatarios latinoamericanos viajaron a Caracas para participar en la asunción del nuevo presidente. Era evidente que Estados Unidos estaba interesado en desestabilizar al ganador de las elecciones porque en su frente interno la derecha republicana con base en Miami está directamente relacionada con la oposición venezolana. El secretario general de la OEA, Miguel Insulza (a quien Chávez llamaba “el insulzo”) ,titubeó al principio porque el reflejo de ese organismo regional fue siempre seguir a los Estados Unidos, por lo que ha sido tolerante con las dictaduras militares.
Este gran debate que se abre en América latina no está relacionado solamente con las vías alternativas al neoliberalismo o con los caminos de integración regional para poner un frente común ante los mercados internacionales, los organismos financieros y comerciales y ante los grandes bloques de poder. También es un debate por la defensa y la profundización de la democracia, con ampliación de derechos y mayor equidad social. En ese gran debate que tiene proyecciones mundiales, el polo verdaderamente democrático, el que respeta la democracia y la amplía y estimula, está constituido por los gobiernos populares y progresistas que las derechas califican despectivamente como populistas. Así lo demostró por enésima vez el escenario político venezolano.
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viernes, 19 de abril de 2013

18A


Conducción y organización


Por Sandra Russo

Hubo mucho énfasis ayer, desde los canales de noticias, en subrayar que este tercer cacelorazo se diferenció de los dos anteriores por la nutrida presencia de los políticos opositores, que no fueron en representación de sus partidos sino a título personal. Dieron a los dos anteriores por “espontáneos” y concedieron en caracterizar a éste como “organizado” desde las redes sociales, pero “convocado” por la oposición, aunque otra de las consignas era “sin banderías políticas”. Mientras los intríngulis de cómo y por qué fue que salió tanta gente a la calle eran desgranados por los conductores de los noticieros, de fondo de veían carteles que básicamente decían “Basta de corrupción K”, “Basta de diktadura”, o “Juicio político ya”. El más visto fue “Justicia independiente”, y uno desde su casa asiente. Justo el miércoles la Cámara Civil y Comercial dio una perfecta muestra de un Poder Judicial impudorosamente dependiente de un grupo económico.
A esta altura todos somos conscientes de que hay sectores medios y altos, básicamente –estaba Raúl Castells, bueno, y algunos grupos de izquierda, que en el 2008 empatizaron con la Sociedad Rural– que están hartos de los K, de los kakas, de las kukas, del estilo, de las formas, del ritmo, de la obstinación de la identidad K. No les gusta por diferentes motivos, aunque uno diría que muchos de ellos encuadran su rechazo en las miles de mentiras que desde hace años y en sus cientos de medios, difunde el Grupo Clarín, más sus afines. Ahí hay un nervio sensible: para dar un ejemplo concreto, debe haber miles de personas que creen que realmente CFK le negó catorce audiencias al ex cardenal Bergoglio. Es mentira, pero no creen la desmentida. O porque no la leen en ninguno de las medios del grupo –la disfrazaron de “presión del Gobierno sobre el Episcopado”–, o porque necesitan no creerla.
Esa gente está sedienta de representación. Son opositores, que quizá elegirían otro modelo, pero por el arco de dirigentes que fue ayer –desde el rabino Bergman hasta Victoria Donda, o Hermes Binner y el Momo Venegas, para no abundar–, uno no se imagina un modelo alternativo al kirchnerista, sino varios. Y desapasionándose, uno también diría que ahí empieza el problema.
Los únicos sectores que desde el 2001 encontraron un lugar de pertenencia política con organización creciente fueron los que confluyen hoy en el kirchnerismo. La falta de chances electorales opositoras es en parte producto de que en la oposición todavía nadie dio el paso de volver a poner en valor la política, desde una acepción reivindicativa de valores o concepción ideológica. Es el precio que siguen pagando por haberse cobijado en el guión de las corporaciones. Las corporaciones no se ocupan de reivindicar la política, es tarea de militantes y dirigentes que la oposición no tiene, ni tendrá hasta que alguno de ellos no logre sintetizar el espíritu de todos.
No hay otro camino si la protesta es democrática. Y si lo fuera, los opositores deberían desandar, como lo han hecho ya otros amplios sectores, el relato de la antipolítica que quedó como resabio de 2001 y hoy vuelven a levantar muchos comunicadores de derecha y algunos dirigentes políticos como Mauricio Macri. Que haya jugado al fútbol con el barrio de Saavedra y el barrio Mitre bajo el agua fue una balada a la antipolítica.
Si ese fuera el camino que le abriera a la oposición alguna perspectiva con chances para disputar la alternancia, también debería arribar, después, a la instancia de la organización, a los consensos internos y a muchas resignaciones personales en función de un proyecto político. Ahí lo escucho decir a Pino Solanas que hizo “una transversal” con Carrió, “por la ética y la república”. Bueno, habrá que ver cómo se siguen entendiendo. Hablan de “construcción”, por fin.
Son los sectores opositores los que no han podido salir de la ilusión del asambleísmo de 2001, los que no han vuelto a enamorarse de una idea política, los que no pueden traspasar, para unirse, la barrera del rechazo a lo K. Y es responsabilidad de esa dirigencia, compuesta por gran parte de los que no se fueron cuando se gritaba “que se vayan todos”, articularse para exponer ante la sociedad las propuestas para un modelo de país alternativo. Les será más difícil si siguen embarcados en reforzar la idea de que la política sólo sirve para robar.
Eso, si hablamos de la oposición en democracia. Si esa dirigencia capitula también ahí –hay muchos de los que estuvieron ayer que ya capitularon hace rato–, entonces estamos hablando de otra cosa.
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miércoles, 17 de abril de 2013

CARTA a HEBE de BONAFINI



El papa Francisco le expresó su "gratitud" a Hebe por reconocer su "labor pastoral"


El ex cardenal Bergoglio le hizo llegar una carta a la titular de Madres de Plaza de Mayo; Hebe había dicho que "no sabía de su trabajo"
El papa Francisco expresó hoy su "gratitud" a la titular de Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini, por la carta que le envió en reconocimiento a su labor pastoral. El escrito está firmado por monseñor Antoine Camilleri, subsecretario vaticano para las Relaciones con los Estados, por indicación del Papa.
"Estimada Señora, el santo padre comparte su dolor y el de tantas madres y familias que han padecido y padecen la pérdida trágica de sus seres queridos en ese momento de la historia argentina, y con afecto les imparte una particular Bendición, como signo de esperanza y aliento, a la vez que pide el favor de que recen y hagan rezar por él", señala la carta.
El Papa corresponde a la "delicada atención" que tuvo De Bonafini al escribirle "pidiendo a Dios la fuerza para luchar, desde el ministerio que acaba de asumir, a favor de la erradicación de la pobreza en el mundo, de modo que cese el sufrimiento de tantas personas que pasan necesidad".

 
Foto: @El papa Francisco expresó hoy su "gratitud" a la titular de Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini, por la carta que le envió en reconocimiento a su labor pastoral. El escrito está firmado por monseñor Antoine Camilleri, subsecretario vaticano para las Relaciones con los Estados, por indicación del Papa.

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Señora, el santo padre comparte su dolor y el de tantas madres y familias que han padecido y padecen la pérdida trágica de sus seres queridos en ese momento de la historia argentina, y con afecto les imparte una particular Bendición, como signo de esperanza y aliento, a la vez que pide el favor de que recen y hagan rezar por él", señala la carta.

El Papa corresponde a la "delicada atención" que tuvo De Bonafini al escribirle "pidiendo a Dios la fuerza para luchar, desde el ministerio que acaba de asumir, a favor de la erradicación de la pobreza en el mundo, de modo que cese el sufrimiento de tantas personas que pasan necesidad".

 Foto: @prensamadres
"Su Santidad valora y aprecia mucho a quien están cerca de los más desfavorecidos y se esfuerzan por ayudarlos", agrega la carta, cuyo contenido fue divulgado por la Asociación Madres de Plaza de Mayo.
Francisco respondió así a Hebe de Bonafini que el pasado marzo le escribió para reconocer su labor pastoral y pide un reconocimiento para todos los miembros de la Iglesia diezmados por las dictaduras.

Asimismo, Bonafini le pidió al papa "desde lo más profundo" de su corazón "no luchar por una Iglesia para los pobres" sino que se una "a todos los que en este mundo injusto luchamos para que se termine la pobreza".

"Gracias, don Francisco, y cuando se encuentre con el papa en el Vaticano cuéntele de mi pedido, que es el de millones de Madres", dijo Bonafini, quien cerró su misiva con "un abrazo respetuoso" para el sumo pontífice.

LA CARTA DE HEBE DE BONAFINI AL PAPA"Su Santidad 

Francisco respondió así a Hebe de Bonafini que el pasado marzo le escribió para reconocer su labor pastoral y pide un reconocimiento para todos los miembros de la Iglesia diezmados por las dictaduras.
Asimismo, Bonafini le pidió al papa "desde lo más profundo" de su corazón "no luchar por una Iglesia para los pobres" sino que se una "a todos los que en este mundo injusto luchamos para que se termine la pobreza".
"Gracias, don Francisco, y cuando se encuentre con el papa en el Vaticano cuéntele de mi pedido, que es el de millones de Madres", dijo Bonafini, quien cerró su misiva con "un abrazo respetuoso" para el sumo pontífice.
LA NACION

Análisis: ELECCIONES VENEZOLANAS




¡Qué nadie se confunda, ganó el chavismo!


Alfredo Serrano Mancilla
Coordinador América Latina CEPS. Doctor en Economía

Como siempre, después de una cita electoral, suele llegar el período sosegado para los análisis e interpretaciones. Esta vez la calma no llegó con los resultados definitivos.
Nicolás Maduro ganó las elecciones; Henrique Capriles las perdió. La diferencia fue más estrecha que otras veces (262.473 votos; 1,7%) aunque ésta no impide alcanzar una cifra record en cualquier democracia: el chavismo consigue así ganar en 17 de las 18 elecciones en los últimos 15 años. La novedad en esta pelea, como todos ya saben, es que Chávez no fue el candidato aunque haya tenido un gran protagonismo durante toda la campaña. Maduro se postulaba como representante oficial del chavismo; Capriles como nuevo gran intento de ser el exitoso líder opositor posneoliberal en América latina que desbanque una alternativa de izquierdas. De nuevo, lo que sucede en Venezuela es más que una disputa interna; toda la región y buena parte del mundo continúan atentos a los hechos que se vienen produciendo en estos días pos electoral.
La gran victoria del chavismo es que la oposición tuvo que acudir a sus símbolos y sus propuestas
A pesar que las primeras fotografías mostraban a un Capriles radiante y a un Maduro cabizbajo, la verdad es que es Maduro quien ganó su primera elección y Capriles el que pierde consecutivamente su segunda (presidencial) en menos de medio año. Esto no quiere decir ni mucho menos que el candidato perdedor se debiera sentir derrotado después del amplio caudal de votos que se han declinado por su propuesta. Capriles lograba el domingo un objetivo muy perseguido: construirse a sí mismo como un nuevo referente de masas que dejara atrás la imagen del asalto a la embajada de Cuba en aquel golpe de Estado del 2002. La derecha latinoamericana seguramente también se puso muy feliz con esos más de siete millones de votos a favor de una suerte de adalid de la nueva corriente latinoamericana, que sabe que no puede vencer a las revoluciones progresistas (nacional-plebeya-popular) si no es aceptando que el nuevo campo político ya no es el del neoliberalismo. De nuevo, Venezuela se pone a la vanguardia en lo regional. Si antes fue Chávez quien primero ganara las elecciones de 1998 en pleno auge del capitalismo neoliberal; es ahora Capriles el primer candidato de derechas que obtiene  desde el juego democrático un grandísimo resultado electoral sin proponer libertad de capital. Por ejemplo, Chávez puso a Bolivar en el centro de la escena venezolana, como el gran prócer libertador; Capriles lo tomó hasta en el nombre de su comando de campaña. Y no le puso Comando Hugo Chávez porque esto sí hubiese sido demasiada provocación para su ala fascista.
Bromas aparte, es cierto que la gran victoria del chavismo es que la oposición tuvo que acudir a sus símbolos y sus propuestas. Capriles consiguió de esta forma ampliar el espectro de su electorado: le dio cabida desde a esa clase ultra enriquecida hasta un nuevo público menos fiel que le creyó su discurso de socialdemócrata. Logró en esta elección tener de su parte a ese otro pueblo no tan movilizado, aparentemente menos politizado e ideologizado, pero que cuenta mucho cuando se trata de tener los votos suficientes para ganar.
Era el momento de la verdad: saber si Capriles era el demócrata que había obtenido muchos millones de votos o se desvestía para seguir siendo el golpista que siempre fue. La tarea de gestionar tanto apoyo no siempre es sencilla. Y a Capriles se le atragantó tanto voto, no suficiente para gobernar. Nunca resulta fácil digerir este tipo de éxito sin medalla de oro: "Sí llegué a la final, jugué genial, pero en el último minuto, volví a salir vencido".
Después de ser derrotado, Capriles ha obviado la voluntad del pueblo
Por ello, después de perder las elecciones, Capriles no fue nicaprichito ni burguesito tal como lo llamó Nicolás Maduro tantas veces en la campaña. Capriles, desde la máxima seriedad y en conciencia, desconoció la voluntad del pueblo. Todavía no sabemos si esta decisión es pura táctica para seguir siendo protagonista mediático, o es una estrategia duradera de acuse y derribo por la vía más anti democrática que pueda existir. A Capriles no le había ido tan mal alejándose de aquel que participó en el golpe de Estado. Pero, esta vez, ha tirado todo por la borda en menos de 48 horas desconociendo los resultados de una elección popular, incitando a la violencia y a la desestabilización, y procurando buscar un clima de ingobernabilidad para proponer su pretendido Gran Pacto de transición. Es la transición el deseo de la derecha venezolana desde la muerte de Chávez. Y como esta vez tampoco hubo lugar para transición alguna, ellos (con Capriles a la cabeza) decidieron forzarla por la vía anti democrática.
Capriles tenía por delante el momento ideal para haber sido proclamado el gran opositor al chavismo
Capriles se ha equivocado con su forma de asimilar esta derrota siendo ahora el único responsable de los 7 muertos y de los heridos. Desconoció al nuevo presidente constitucional elegido por el pueblo. Esta jugada no fue casual porque se vino preparando desde hace días: en un primer momento, fue cuestionar la enfermedad de Chávez, luego fue afirmar que no habría elecciones, y cuando las hubo, y las perdieron, pues fue el momento de inventar una nueva excusa para seguir desestabilizando. Pidieron recuento del voto a pesar que por norma ya se ha procedido a una auditoría del 54%; el propio rector del Consejo Nacional Electoral (CNE), Vicente Díaz, muy opositor al chavismo, afirmó que "todo fue limpio". Es preciso además recordar que en todos los colegios electorales, al menos en una mesa, los comprobantes de voto fueron recontados y auditados (así lo índica el artículo 439 del Reglamento general de la Ley Orgánica de Procesos Electorales). El acompañamiento internacional también ha destacado la limpieza del mejor sistema electoral del mundo (en palabras del ex presidente estadounidense, Carter). Ya son muchos los presidentes que han felicitado al nuevo Presidente electo Constitucional, legal y legítimo, de Venezuela: los Brics (con Rusia y China a la cabeza) y la Unasur (con Brasil, Argentina y Colombia). Lo curioso ha sido España que dijo que no para decir luego que sí cuando habrá pensado el coste económico que le supone amenazar sin credibilidad a su proveedor de petróleo. A Capriles sólo le queda lo de siempre, pedirle a Estados Unidos que diga algo, o que resuelva la dolida OEA en tono revanchista después de sentirse cada vez más eclipsada por la CELAC (donde está Cuba y no los Estados Unidos).
Fue muy torpe Capriles. Tenía por delante el momento ideal para haber sido proclamado el gran opositor al chavismo en los próximos años y ser considerado como un referente de las derechas democráticas latinoamericanas. Lo más absurdo de esta apuesta suicida es que si hubiese habido un momento fértil para que el chavismo hubiera hecho auto crítica sería justo en estos días después de un resultado tan ajustado. Seguro que ahora el chavismo se pliega más que nunca, se vuelve a unir como siempre, y cierra filas porque vuelve a sentir que el enemigo está con ganas de golpes.
Capriles ayer reculó pero sólo a la hora de dar marcha atrás en su convocatoria violenta en frente del CNE. Sin embargo, en ningún momento, condenó la violencia en las calles venezolanas, ni pidió perdón por las muertes ocasionadas. Hubiera sido mucho más locuaz que en vez de presentar un power point mostrando supuestas incidencias hablando a su prensa internacional, hubiese ido al CNE a pedir oficialmente que se investigara todo lo que él considerara que fuese ilegal. Capriles no cree en las instituciones, y lo volvió a demostrar.
Cuando pase todo esto, ojalá que sea pronto, se podrá volver a la serenidad para analizar mejor qué sucedió para que hubiese una victoria tan estrecha entre el Hijo de Chávez y el Hijo del Golpismo.
PUBLICO.ES

martes, 16 de abril de 2013

Venezuela



Maduro: una victoria necesaria

Atilio Boron
Era fundamental que ganase Nicolás Maduro, y ganó. Pero ganó a duras penas, lo cual exige desentrañar las causas del bajón sufrido por el chavismo y el notable aumento experimentado por la derecha. Fue una victoria que puso en evidencia la endeblez metodológica de las encuestas que de uno y otro lado pronosticaban una holgada victoria del candidato chavista. Sobre el veredicto de las urnas lo primero que hay que decir es que su desconocimiento por parte de Henrique Capriles no es en modo alguno sorprendente. Es lo que señala para casos como este el manual de procedimientos de la CIA y el Departamento de Estado cuando se trata de deslegitimar a un proceso electoral en un país cuyo gobierno no se somete a los dictados del imperio. Si bien la distancia entre uno y otro fue muy pequeña, no tuvo nada de excepcional a la luz de la historia venezolana: en las elecciones presidenciales de 1978 Luis Herrera Campins, candidato del COPEI obtuvo el 46.6 por ciento de los votos contra el 43.4 de su rival de Acción Democrática. Diferencia: 3.3 por ciento, y el segundo reconoció de inmediato el triunfo de su contendor. Antes, en 1968, otro candidato del COPEI, Rafael Caldera, accedió a la presidencia con el 29.1 por ciento de los sufragios, imponiéndose sobre el candidato de AD, Gonzalo Barrios, quien obtuvo el 28.2 por ciento de los votos. Diferencia: 0.9 por ciento y asunto concluido. Más próximo en el tiempo, contrasta con el autoritario empecinamiento de Capriles la actitud del por entonces presidente Hugo Chávez que, en el referendo constitucional del 2007, admitió sin más trámite su derrota cuando la opción por el No obtuvo el 50.6 por ciento de los votos contra el 49.3 por ciento del Si a la reforma que él favorecía. A pesar de que la diferencia fue de poco más del 1 por ciento Chávez reconoció de inmediato el veredicto de las urnas. Toda una lección para el ofuscado perdedor.
 
Resultados electorales muy ajustados son más frecuentes de lo que se piensa. En Estados Unidos, sin ir más lejos, en la elección presidencial del 7 de Noviembre del 2000 el candidato demócrata Al Gore se impuso en la votación popular con el 48.4 por ciento de los votos, contra el republicano George W. Bush, quien obtuvo el 47.9 de los sufragios. Como se recordará, una fraudulenta maniobra efectuada en el colegio electoral del estado de Florida -cuyo gobernador era casualmente Jeb Bush, hermano de George W.- obró el milagro de “corregir los errores” en que había caído un sector del electorado de la Florida posibilitando el ascenso de Bush a la Casa Blanca. En suma, el que perdió ganó, y viceversa: todo un ejemplo de soberanía popular de la democracia estadounidense. En las elecciones presidenciales de 1960 John F. Kennedy, con el 49.7 por ciento de los sufragios, se impuso a Richard Nixon que cosechó el 49.6. La diferencia fue de apenas el 0.1 por ciento, poco más de 100.000 votos sobre un total de unos 69 millones, y el resultado fue aceptado sin chistar. Pero en Venezuela las cosas son diferentes y la derecha grita “fraude” y exige un recuento de cada uno de los votos, cuando ya Maduro accedió a efectuar una auditoría. Llama la atención, no obstante, la intolerable injerencia del inefable Barack Obama que no dijo ni una palabra cuando le robaron la elección a Al Gore pero encontró tiempo ayer por la tarde para decir, por boca de su vocero, que era "necesario" y "prudente" un recuento de los votos dado el resultado "extremadamente reñido" de las elecciones venezolanas. ¿Admitiría que un gobernante de otro país le dijera lo que tiene que hacer ante las poco transparentes elecciones estadounidenses?
 
Dicho lo anterior, ¿cómo explicar la fuga de votos experimentada por el chavismo? Por supuesto, no hay una sola causa. Venezuela transitó desde la aparición de la enfermedad de Chávez (8 de Junio de 2011) por un período en donde las energías gubernamentales estuvieron en gran medida dirigidas a enfrentar los inéditos desafíos que tal situación planteaba para un experimento político signado por el desbordante activismo del líder bolivariano y por el hiper presidencialismo del régimen político construido desde 1998. Esa caracterización en un primer momento molestó a Chávez, pero luego hidalgamente terminó por reconocer que era correcta. Premonitoriamente Fidel le había advertido, ya en el 2001, que debía evitar convertirse “en el alcalde de cada pueblo.” En todo caso, el desconcierto que emanaba de la forzada inactividad de Chávez impactó fuertemente en la gestión de la cosa pública, con el consecuente agravamiento de problemas ya existentes, tales como la inflación, la estampida del dólar, la paralizante burocratización y la inseguridad ciudadana, para no mencionar sino algunos. Problemas, no está demás recordarlo, a los que se había referido más de una vez el propio Chávez y para enfrentar los cuales había planteado la necesidad del “golpe de timón” anunciado en el primer Consejo de Ministros del nuevo ciclo iniciado luego de la victoria del 7 de Octubre del 2012, durante el cual el líder bolivariano hizo un fuerte llamado a la crítica y la autocrítica, exigiendo a sus colaboradores mejorar radicalmente la eficiencia de ministerios y agencias, fortalecer el poder comunal y desarrollar un sistema nacional de medios públicos como ineludibles prerrequisitos de la construcción del socialismo. Señalaba en su intervención que “a veces podemos caer en la ilusión de que por llamar a todo ‘socialista’ … uno puede pensar que con eso, el que lo hace cree que ya, listo, ya cumplí, ya le puse socialista, listo; le cambié el nombre, ya está listo.”  De ahí su fuerte exhortación a fortalecer los consejos comunales, la socialización de la economía, la cultura y el poder. Decía, con razón, que “no debemos seguir inaugurando fábricas que sean como una isla, rodeadas del mar del capitalismo, porque se las traga el mar.”  Pero junto a estos problemas de la gestión estatal hubo otros factores que también contribuyeron a la creación de un malestar social y un malhumor público: la derecha y el imperialismo trabajaron activamente, como lo hicieran en el Chile de Salvador Allende, para sabotear el funcionamiento de la economía y exasperar el ánimo de la población mediante el metódico desabastecimiento de productos esenciales, los cortes de energía eléctrica, la sospechosa actividad de grupos de paramilitares sembrando el terror en los barrios populares y la persistente campaña de denuncias y agravios en contra de Maduro vehiculizadas y agigantadas por su enorme gravitación en el manejo de los medios de comunicación de masas, facilitando así la deserción de un numeroso contingente de votantes.
 
La Revolución Bolivariana enfrenta una situación delicada pero que está lejos de ser desesperante o provocar la caída en un angustioso pesimismo. El desfachatado entrometimiento de Washington refleja su urgencia para acabar con la pesadilla chavista “ahora o nunca”, consciente de que se trata de una situación pasajera. Ante esto Maduro como presidente tiene que responder con serena firmeza, evitando caer en las previsibles provocaciones que le tiendan sus enemigos. Es innegable que tiene ante sí una sociedad partida al medio, donde la derecha por primera vez demuestra tener la capacidad para encuadrar y movilizar, al menos en el día de las elecciones, al 50 por ciento del electorado.  Recuperar el predominio en ese terreno no es imposible, pero dependerá menos de la radicalidad de los discursos del oficialismo que de la profundidad y eficiencia de las políticas concretas que adopte Miraflores; dependerá, en suma, de la calidad de la gestión gubernamental para enfrentar los principales problemas que agobian a la población, tema sobre el cual Maduro insistió sensatamente en su discurso de anteanoche.  No habría que subestimar, en este cuadro, el hecho de que hasta el 2016 la Asamblea Nacional tendrá una holgada mayoría chavista (95 sobre 165) y que el nuevo presidente contará con el apoyo de 20 de los 23 gobernadores de la República Bolivariana.  La correlación de fuerzas, por lo tanto, sigue mostrando un claro predominio del chavismo, y la respuesta de numerosos gobiernos de la región y de fuera de ella -como China y Rusia, entre otros- agrega un importante reaseguro para la necesaria gobernabilidad y para avanzar en el impostergable cumplimiento del testamente político de Chávez, el ya aludido “golpe de timón.”  Estamos seguros que el bravo pueblo venezolano estará a la altura de las circunstancias y de los retos que plantea la actual coyuntura.
 
- Dr. Atilio Boron, director del Programa Latinoamericano de Educación a Distancia en Ciencias Sociales (PLED), Buenos Aires, Argentina    www.atilioboron.com.ar

sábado, 13 de abril de 2013


Sobre los puntos y las íes

Por Mario Gustavo Costa *
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A toda conmoción social suele seguirle un período en el que tienden a decantar sus vibraciones, a generar reflexiones interpretativas y/o a formular pronósticos respecto de las consecuencias del episodio. El anuncio presidencial del envío al Congreso de proyectos para modificar –y mejorar en función de reclamos persistentes de muchos sectores sociales– los modos de actuación del Poder Judicial ha detonado previsibles reacciones corporativas de diverso cuño pero similar ideología, que alegan una defensa de la “independencia judicial” sobre bases muy alejadas de lo que esa expresión conlleva. Lo mismo ocurrió respecto del movimiento hacia una “Justicia legítima”, que en particular provocó la fantástica erupción concretada en las jornadas de la Biblioteca Nacional.
No pretendo, ni podría, examinar en profundidad el fenómeno al que asistimos y menos aún calibrar sus alcances, que por cierto auguran nuevas e importantes sacudidas. Me limitaré, así, a destacar algunas notas que estimo relevantes y tendientes a marcar la hipocresía que domina a esas críticas de quienes arguyen ser algo así como propietarios de aquella independencia. Y me referiré, específicamente, a quienes así parlotean desde el seno del sistema judicial (de un Servicio al que nunca asumen como tal). En cuanto al texto de los proyectos, que en su tono general apoyo con entusiasmo, la discusión en el seno de “Justicia legítima” permitirá emitir opiniones más precisas.
Parto de la modesta posición de un testigo autorizado. El mes próximo harán 50 años de mi ingreso al fuero en lo criminal y correccional de esta ciudad, a partir de lo cual recorrí la mayoría de los escalones posibles de la llamada “carrera judicial”, con el único intervalo de la última dictadura militar. E intento señalar datos, no hacer elaboraciones abstractas.
Una nota relevante, apuntada en aquellas jornadas, pasa por la “invisibilidad” para la opinión pública de muchísimos ámbitos judiciales, dado el predominio de lo penal en la difusión de esos temas. Deriva de la incidencia mediática que distorsiona, la ausencia de una comprensión social del funcionamiento judicial adecuada (para lo que también conspiran los modelos de enseñanza, sobre todo secundaria) y, también, las modalidades procesales que incluso en juicios donde se dirimen asuntos personalísimos no exigen la debida inmediación, el contacto directo, entre quienes tienen la responsabilidad de decidir con justicia y los que la reclaman.
Es difícil precisar en qué medida aquellos que trabajan dentro de esos espacios del sistema se prevalecen de tal opacidad, o lisa y llanamente no la advierten, pero es un problema ostensible (años ha conversábamos sobre el tema, referido al fuero comercial, con la actual Procuradora General y me acotaba “si no tratan con los ciudadanos, sólo con abogados más o menos especializados, mal pueden entender a la gente”). Varias de las voces que escuchamos en estas semanas lo han planteado apropiadamente.
Bienvenido el señalamiento. En 1988, por primera vez en su historia la tan meneada Asociación de Funcionarios y Magistrados de la Justicia Nacional admitió en su C. Directivo la participación plural (como fruto de una reforma estatutaria por la que veníamos bregando muchos desde 1984) y me cupo encabezar la representación minoritaria, pero nada proporcional (3 consejeros de 14, por entonces). Propusimos, de movida, la necesidad de saber “qué pensaba la gente sobre la Justicia y cómo le iba en sus relaciones con el Poder Judicial”, a través de una encuesta que no debía ser hecha “desde adentro” sino por terceros que pudiesen dar una visión razonablemente objetiva del asunto (v. gr.: la Facultad de C. Sociales UBA). La propuesta fue rechazada y aún hoy parece una asignatura pendiente.
Esa ausencia de identificación, la invisibilidad apuntada, abona o facilita la actuación judicial de imparcialidad aparente, técnica o más apropiadamente “boba”, como se la calificó con reiteración en los debates. Potencia, asimismo, la actitud de quienes se consideran miembros de un estamento privilegiado, la casta judicial que se distancia del ciudadano común y en la que arraigan como derivación directa prebendas y discriminaciones sobre las que se ha puesto énfasis en estos días. Un colega se preocupaba días pasados por tanta agitación, que podría asustar o ahuyentar a los “bienpensantes” (“biempensantes” para el Diccionario RAE); le retrucábamos que justamente esa expresión denomina a los que caben dentro de la masa impávida, acrítica, que actúa según “lo que siempre se hizo”, dócil con las jerarquías e inequitativa con los más débiles. Allí está, me parece, el meollo de la cuestión. No se trata, en suma, de convencer a los catecúmenos, sino de irradiar el mensaje de modo tal que penetre sobre los que se escudan tras esos velos.
Entre los ejemplos que procuro destacar, resulta afrentoso un aspecto defendido por muchos miembros de ese rebaño y casi desconocido por el común de la sociedad, esto es la extensión –interpretada judicialmente– de la garantía constitucional de intangibilidad de las remuneraciones de los magistrados... ¡a la tasa inflacionaria! Durante muchos años, y en pleno período democrático, cientos de jueces obtuvieron sumas siderales de actualización permanente de sueldos a espaldas del resto de sus conciudadanos; la promoción de esos juicios y hasta su patrocinio por estudios compuestos obviamente por ex magistrados provino de la misma Asociación de Magistrados y Funcionarios de la Justicia Nacional.
Esa práctica –inmoral desde mi punto de vista– de la “garantía contra la inflación” (famoso fallo “Bonorino Peró y otros”, replicado innúmeras veces), entiendo que ha perimido, pero no me extrañaría que por algún artilugio haya quienes sigan beneficiándose por esa vía.
Las sumas erogadas de manera tan inescrupulosa superan largamente, estimo, lo que la aplicación justa del Impuesto a las Ganancias importaría. Ese tema, por otro lado, pudo haberlo solucionado la Corte Suprema hace muchos años y desde un colectivo judicial (“Encuentro de Jueces”) se hicieron llegar ideas para ello. Valga recordar, también, que fue desde el mismo ámbito que 33 jueces promovimos entonces la publicidad de nuestras declaraciones juradas patrimoniales y que los mismos medios que en su momento cantaran loas hoy parecen gambetear el sentido de la excelente propuesta presidencial.
Ya en la década del ’80 algunos planteamos dentro de la Cámara Criminal y Correccional la necesidad de esas declaraciones juradas obligatorias y públicas; escuchamos entonces a jueces “independientes” sostener que ello implicaría “desconfiar de los jueces y éstos están por encima de toda sospecha” (sic).
No he visto en la discusión mediática alusiones a esas polémicas, como tampoco críticas a los magistrados o funcionarios que viajan por cuenta de entidades ligadas a intereses que se discuten ante sus estrados, a virtuales agencias de viajes conectadas con academias judiciales extranjeras que poco y nada tienen que ver con la tarea jurisdiccional y se prodigan a quienes participan de la manada, a los que almuerzan invitados por las armadoras navieras cuyos casos recalan en su fuero, a los torneos de golf –y alguna otra práctica– convocados durante horarios de atención judicial, etc.
Y, también, la tan frecuente práctica “imparcial” de entender al juicio como un partido de tenis o algo así, donde el juez sería un espectador que recién a las cansadas decide; las interminables prácticas dilatorias para no hacerse cargo de una causa o las todavía peores, de “borrarse” cuando la eventual decisión es de las que queman (acabo de leer el caso de un amparo en razón del peligro para la vida de una persona, en la que los jueces de un tribunal provincial se excusaron, potenciando ese riesgo, ¡porque la provincia les debe dinero!). De los entuertos que benefician a estudios “allegados” y situaciones parecidas existe suficiente conocimiento como para abundar.
Sí se escuchan críticas sofísticas a la iniciativa del ingreso por examen al Poder Judicial y los ministerios públicos, so capa de su necesidad de extenderlo a los otros poderes, de obvia conveniencia e inobjetable sin dudas pero que prescinde claramente de las razones que tornan prioritario lo que hoy se discute. La estructura esencial del sistema jurisdiccional se basa en magistrados vitalicios, a diferencia de los otros en los que la renovación es frecuente, por lo que el vicio del nepotismo no sólo es más grave sino mucho más difícil de erradicar y sus consecuencias se trasladan a todos los niveles de esa estructura. Más de un siglo de ese funcionamiento lo demuestra.
Recuérdese que en 1984 la Corte Suprema renovada por propuesta del presidente Alfonsín promovió la realización de concursos obligatorios para diversos cargos letrados, así como la impresionante resistencia de la gran mayoría de los jueces a seguir esa consigna que a la postre fue abolida. Se escuchó a diario, entonces, que “nadie mejor que un juez para elegir un colaborador”. El dedo, convertido en sabio examinador, con harta frecuencia recae en familiares, amigos y, sobre todo, personas con “padrinos”.
Paso ahora a puntos que guardan relación con mi condición de jubilado, que entiendo justifican la crítica que nos califica como privilegiados. Y, vale aclararlo, son los beneficios que propongo analizar los que sostienen la validez de esas críticas, no el monto que percibimos, por cierto importante.
Estimo que si la Ley 24.018 establece que los magistrados jubilados conservamos el “estado judicial” (fundamento de aquella remuneración) y podemos ser convocados a prestar servicios en las condiciones que allí se fijan (art. 16, inc. “a”), la situación del jubilado no puede diferir de la del magistrado en actividad; sin embargo, hay varias regulaciones que sí la diferencian y que deberían derogarse.
La primera, la regulación del inc. “b” del citado art. 16, según la cual si el cumplimiento de la carga de convocatoria dura más de un mes el haber respectivo se incrementa en un 33 por ciento, al igual que para quienes subrogan un cargo. Al margen de apuntar que ese incremento sólo se justifica –y así fue establecido en su momento– cuando un magistrado o funcionario cubre una sede “suplementaria”, es decir atiende más de una función en simultáneo, cabe subrayar que el jubilado al que se convoca para desempeñar una función no se encuentra en esa situación, por lo que es insostenible esa prebenda.
Es de pública notoriedad la corruptela a la que ha dado lugar ese beneficio; numerosos magistrados se han jubilado para ser convocados, de inmediato y sine die para cubrir el mismo cargo, cobrando durante largo tiempo ese 33 por ciento. Deberíamos poner fin a esa lacra.
El mismo art. 16, inc. “d”, declaraba la incompatibilidad del haber jubilatorio con el ejercicio del comercio, al igual que para quienes permanecen en actividad, pero ese óbice fue vetado (Dec. 2599/91) por sutil –o no tanto– presión de la AMyFJN, de lo que se derivó la posibilidad de ejercicio profesional conjunta con la percepción de la jubilación. No tengo muy claro el punto respecto de otras jurisdicciones, pero la única restricción que aparenta estar vigente es la fijada por el art. 9 de la Ley 23.187 (CPAbCF), que fija un impedimento por dos años desde la jubilación y sólo para el ejercicio en el mismo fuero (lo que además ha sido interpretado incluso desde un criterio territorial; v. gr.: el fuero Penal federal lo sería... sólo en el ámbito de la Cámara respectiva).
No sé, tampoco, porque he mantenido mi matrícula suspendida desde mi jubilación y sólo he escuchado comentarios, si a quien ejerce la profesión de abogado se le reducen los emolumentos jubilatorios (hay quienes hablan del rubro “bloqueo de título”, de relativamente escasa incidencia), pero parecería que ninguno de los que alegremente abogan se queja en ningún sentido.
La objeción al ejercicio profesional no la fundo sólo en los aspectos remuneratorios. Ninguno se engaña acerca de la competencia desleal que en muchos casos representa litigar contra profesionales que hacen gala de su “chapa” y, además, mantienen el estado judicial. A ello cabe añadir la obvia complicación que surge a la hora de pretender que quien tiene un estudio en pleno funcionamiento y actúa incluso en el mismo fuero sea convocado.
En suma, mucha tela para cortar... Las reflexiones y los datos podrían seguir, pero el espacio tiene un límite y prefiero imaginar que maestros como Juan Sasturain al leer el título señalarían más bien referirse a “puntos y bancas”, por lo que mi aspiración es que más pronto que tarde sean los ciudadanos “la banca” y no siga vigente la inversa.

* Juez de Cámara federal, jubilado.

pagina12.


Otro triunfo de la ética

Por Osvaldo Bayer

Tengo que repetir que no me gusta utilizar las páginas de este diario para hablar de mi persona. Pero esta vez lo voy a hacer porque no fue un triunfo mío, sino del pueblo de Esquel, esa bella ciudad chubutense a orillas de los Andes, ciudad que amo y seguiré amando para siempre.
El episodio ocurrió hace nada menos que 55 años. 1958, Esquel. En ese año me había propuesto ir a vivir a la Patagonia. Quería que mis cuatro pequeños hijos gozaran de la naturaleza y pudieran pasar una infancia plena de cielos abiertos, rodeados de árboles y verdes, montañas y estrellas brillantes. Me ofrecieron trabajar como director del diario Esquel y acepté. Gran alegría fue entrar en la nueva casa y percibir los largos silencios, el canto de los pájaros y esas lunas y estrellas para tocarlas con las manos.
Pero vino la otra realidad. La forma en que eran explotados los trabajadores de la tierra y los pueblos originarios. Y comencé a buscar la verdad y la justicia desde las páginas del diario que yo dirigía. Para mi sorpresa, comencé a escuchar las reconvenciones del dueño del periódico, que me exigía que siguiera la línea conservadora que el diario siempre había tenido. A los pocos meses, la situación se puso cada vez más difícil. Los dueños del pueblo y de la tierra me vieron como a un enemigo. Lo único que me proponía era denunciar las injusticias que se sufrían allí, en ese verdadero paraíso, que los seres humanos humillaban, ensuciando con su conducta ese cielo y ese paisaje. De pronto sucedió un hecho que prendió la chispa. Había llegado desde Buenos Aires un joven que amaba la naturaleza y había conseguido algunas hectáreas de tierras fiscales, con la intención de plantar nogales. Y lo hizo: plantó dos mil nogales. Un árbol noble de toda nobleza. Su madera y sus frutos. Toda generosidad. Arboles que necesitan más de una década para crecer y dar sus frutos. De manera que el joven no venía a hacer ganancias, sino a fundar algo nuevo: bosques de nogales en esa zona. Luego de larga espera, sí: gozar de esa plantación. Pero los poderosos vieron esto nuevo con malos ojos. De pronto, irrumpir en una zona donde sólo se criaban ovejas en grandes latifundios. Iba a venir primero la curiosidad y luego la imitación. Y eso a tales conservadores egoístas no les gustaba en absoluto. Así que una noche le pasaron el arado a los plantíos de nogales y destruyeron toda la obra de ese joven emprendedor.
Cuando me enteré, dediqué casi todo el diario en denunciar, con indignación pero con claridad, un suceso así, tan avieso. Era enfrentar una vez más –la definitiva– a los del poder omnímodo. El propietario del periódico me expulsó de la empresa y me hizo una terrible falsa acusación. Me acusó ante la Justicia de doble tentativa de homicidio con dos testigos falsos. Un canillita del diario y su propia empleada doméstica. Dijeron ante la Justicia que me habían visto pasar con armas por la casa del acusador y que les había preguntado a ellos dónde estaba él, el propietario del diario. Me llevaron preso a la comisaría de Esquel –que todavía está en el mismo edificio– y me pusieron en el calabozo. Pero no me fue tan mal. Resultó que el comisario –un hijo de emigrados galeses, esos que poblaron parte de Chubut– me hizo comparecer ante él y me preguntó de pronto si yo sabía jugar al ajedrez. Le dije que sí, la verdad. Entones me expresó: “Aquí, en el pueblo, nadie sabe jugar al ajedrez, lo que más me gusta en la vida. Lo voy a sacar del calabozo y puede dormir después en el sofá de mi despacho”. Acepté, por supuesto, para no morirme de frío en el calabozo. Y, por supuesto, me dejé ganar todas las partidas porque, si no, temía que me mandara a dormir al calabozo.
Realidades de pago chico, como se decía antes. Mi abogado –en tanto– confirmó contradicciones de los llamados testigos y logró que se me diera la libertad. Entonces procedí a fundar el periódico La Chispa, al cual titulé nada menos que “Primer periódico independiente de la Patagonia”. Y procedí a dejar en claro todas las injusticias de esa sociedad. Aquí fui ayudado por un grupito de jóvenes esquelenses que me dieron todo su apoyo. Nombro a uno de ellos: Juan Carlos Chayep, quien dio hasta dinero de su bolsillo para que el periódico pudiera ver la luz. Pudimos publicar doce números. Y entonces ocurrió lo increíble en un país, en ese momento, en democracia. Vinieron a mi casa dos oficiales de Gendarmería a comunicarme que el comandante de la región me daba 24 horas para dejar Esquel porque, si no, sería detenido “por crear inseguridad en la población de esta región fronteriza”. No me quedó otra salida que dejar la ciudad, pensando en mi familia y en las posibles consecuencias. Con mucho dolor abandoné ese lugar paradisíaco, pero poblado por seres así llamados humanos.
Y ahora, el triunfo final de la ética. Fui invitado por los maestros esquelenses a una serie de homenajes que se querían llevar a cabo para mi persona. Acepté. Fue como tocar el cielo con las manos. Vi triunfar nuevamente a la etica en la Historia. El Concejo Deliberante, con el voto y la presencia de todos los concejales pertenecientes a distintos sectores políticos, me entregó el título de “Ciudadano Ilustre de Esquel”. Es decir: de expulsado por la Gendarmería más de medio siglo antes a “Ciudadano Ilustre”. No lo podía creer. Y luego, la ceremonia de la inauguración del Museo Histórico de Esquel, donde figura mi querido periódico La Chispa, su historia y sus ejemplares. De prohibido antes a ese lugar de la memoria ahora donde concurren todos los colegios, los vecinos interesados en el pasado de esa región y los turistas. Luego di una conferencia histórica sobre la Patagonia en el Colegio Normal, convocado por los docentes, ante una concurrencia de centenares de personas. En las tres oportunidades dije que el homenaje lo dedicaba a mis queridos amigos Rodolfo Walsh, Haroldo Conti y Paco Urondo, desaparecidos por la brutal dictadura militar, que no pudieron ver en vida esa clase de homenajes a sus vidas y sus obras.
La experiencia de Esquel queda como un telón de fondo sobre mi vida. Después, mis experiencias continuarán con el exilio durante la dictadura y el regreso después de ocho años en otra tierra. Ver el triunfo de la verdad y de la ética frente al ansia de poder y de riqueza de los que mandan. A los 86 años pienso, mientras doy el acostumbrado paseo por mi querida placita Alberti de mi barrio de Belgrano, que debemos continuar la lucha para ver un triunfo final de la ética en la Historia.
Y veo que la lucha continúa con la reciente aparición de libro de Marcelo Valko, Desmonumentar a Roca, donde se detalla nuestra lucha para terminar con el mito del “héroe del desierto”, nada más que un despreciable genocida de los pueblos originarios. Otra posición de nuestra vida en busca final de la verdad y la igualdad para todos.


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