Mi amigo Mario
Por Roberto “Tito” Cossa
Con Mario me une una amistad que viene de nuestros años mozos. En un momento de nuestras vidas los caminos se abrieron. Mario eligió la ciencia y yo el teatro. Además, Mario se fue a vivir al Sur. Los encuentros se hicieron cada vez más aislados, pero no perdimos la costumbre de juntarnos cada vez que mi amigo pasa por Buenos Aires.
Es un hábito encontrarnos en uno de los boxes del restaurante Edelweiss, en el sector fumadores. Ambos dejamos el cigarrillo hace muchos años, pero yo prolongué el vicio en la pipa y Mario en el cigarro después de comer.El último encuentro ocurrió hace unas semanas. Como es habitual, empezamos a ponernos al día con las novedades de los familiares, los amigos y de los vecinos de aquellos tiempos. Nunca falta un muerto, noticia que invariablemente se transforma en un chiste de humor negro. Y la seguimos con las últimas películas, algún libro que Mario transita siempre actualizado. Y yo que hago mi aporte teatral. Y la vida.
No puedo precisar en qué momento apareció la política. Pronto me di cuenta de que Mario tenía una mirada de fuerte oposición al Gobierno. Discutimos. El debate, de a poco, nos fue llevando a los extremos. Uno de los clásicos entreveros que se han instalado en la sociedad argentina, especialmente en la clase media progresista. El diálogo fue subiendo de tono. Mario descargaba los argumentos típicos de los medios hegemónicos y de sus columnistas. Yo le respondía con el bagaje oficialista. Hasta que, llegado un momento, le pregunté:
–¿Vos escuchás los discursos de la Presidenta?
–¡¡¡No la sopooorto!!! –se desgañitó.
No había nada más que hablar. Cuando un juicio, sea político o no, nace de la piel, es imposible intentar modificarlo.
Chamuyamos un rato de pavadas y nos despedimos –antes de lo previsto– con un abrazo que me pareció menos efusivo que otras veces.
Pasan los días y la discusión con Mario me sigue dando vueltas en la cabeza. ¿Cómo es posible tanta distancia con alguien con quien siempre pensamos parecido? Que yo sepa, nada cambió en la vida de Mario. Su economía personal nunca dependió ni depende del gobierno de turno. No es alérgico al peronismo. Hemos tenido algunos intercambios por Alfonsín. El se había hecho ilusiones y yo no. Digamos que en la franja del progresismo yo soy un poco más zurdo. Pero algo nos unió siempre: el odio al fascismo.
Y es en este punto donde quiero detenerme, decirle a Mario lo que esa noche no atiné a argumentar.
Mario: muchas veces, vos y yo nos mostramos escépticos acerca del pueblo argentino. Muchas veces, vos o yo recurrimos al manoseado slogan: “Este es un pueblo fascista”. Exagerábamos, por supuesto, pero es cierto que existe una buena porción de argentinos (¿la mayoría silenciosa?) que todavía responde a los peores atavismos. El racismo, la xenofobia y el machismo persisten. Pero algo está cambiando y mucho tiene que ver el Gobierno, éste y el anterior. La aceptación –o, si querés, la no resistencia popular a la ley de matrimonio igualitario– es un síntoma evidente. Y no es el único. Kirchner obligó al general Bendini a bajar el retrato de Videla del Colegio Militar y Cristina colocó el retrato del Che Guevara en la Casa de Gobierno.
Son gestos. Pero gestos importantes. Aparte de conducir la economía, la política y de administrar el Estado, un gobierno baja a la sociedad una ideología, una mirada, un estilo, una manera de vivir. Los gobiernos hacen publicidad, bajan línea, imponen una manera de pensar. Claro, cuando el gobierno es impopular, carece de importancia. Pero cuando un gobierno tiene cierta aceptación en un sector de la sociedad, las consecuencias pueden ser graves. Tanto vos, como yo y como tantos argentinos a quienes nos preocupa la política, que leemos los diarios y nos informamos, tenemos anticuerpos. Pero la mayoría silenciosa no. Acordate de Menem. Acordate cuando en una de nuestras cenas, allá por los ‘90, me dijiste: “Menem le saca lo peor al pueblo argentino. Y me incluyo”. ¿Te parece que no hubo un cambio? ¿Es lo mismo que un presidente abrace y bese en público al almirante Rojas que a Estela de Carlotto?
Hermano: la lucha, según el dicho popular, es cruel y es mucha, y los frentes numerosos. Pero la madre de todas las batallas es cultural. Y el campo de operaciones, el imaginario popular.
Sábado, 26 de marzo de 2011
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