jueves, 25 de agosto de 2016

GENOCIDIO CULTURAL

Genocidio cultural. A propósito de
la editorial de La Nación titulada
“La utilización populista de los
pueblos originarios”
Quien controla el pasado controla el futuro…”
George Orwell, 1984.
Frente a la editorial publicada por el diario La Nación el 21 de agosto pasado
(ver http://www.lanacion.com.ar/1930090-la-utilizacion-populista-de-los-
pueblos-originarios) uno puede preguntarse, en primer lugar, si vale la pena
analizar un tipo de discurso colmado de resentimiento y desprecio, de
prejuicios e incitación al odio. O bien si, por el contrario, quizás resulte
preferible no atender a esta clase de expresiones, para evitar conferirles
alguna (no deseada) suerte de legitimidad.
En este dilema nos encontramos. Por ello, lo que aquí propongo no es
discutir los argumentos (falaces) desarrollados allí, sino complejizar,
problematizar estas expresiones con el auxilio de la academia
internacional especializada en Estudios de Genocidio, dando cuenta
de su gravedad en el contexto de la sociedad de la información en la
que vivimos, donde las palabras tienen un peso que no debe ser
minimizado.
Discursos como el de la editorial de La Nación renuevan las
humillaciones sufridas por los miembros de las comunidades
originarias aniquiladas, a la vez que pretenden dar una solidez
narrativa a estos pactos sociales negacionistas en tanto
representación simbólica de lo ocurrido.
Como se verá, estas expresiones no son novedosas ni originales,
pero no por ello dejan de ser graves.Del cúmulo de epítetos y
adjetivaciones injuriantes del texto, simplemente voy a referirme
a dos cuestiones centrales en la conformación de un discurso
proclive a la perpetración de genocidios, que por sí solas podrían
tratarse de conductas incursas en la Ley antidiscriminación:
1) La referencia a la inexistencia del “valor de la dignidad humana”
en la América de las comunidades originarias;
2) la referencia a la “animalización”, como método comparativo
entre la invocada presunta escasez de pueblos indígenas y de
animales en la región (“…tampoco había vacunos, ni cerdos,
ni perros, ni aves de corral”). Comparación prototípica de las
diversas experiencias históricas genocidas: el nazismo al calificar
la otredad de los judíos y las restantes minorías durante la
Segunda Guerra Mundial como “insectos”, como así también
la de los armenios por el imperio otomano, a los tutsis en Ruanda,
maya-achí en Guatemala, etc.
Pero no sólo ello.
Los expertos en Estudios de Genocidio nos enseñan que en los
procesos de negación de las diversas experiencias históricas
genocidas, pueden observarse similitudes en sus metodologías,
objetivos, estrategias cognitivas y “patrones de negación” que
se repiten y cuyo análisis comparado se presenta como una
herramienta útil para la prevención de genocidios.
La academia especializada (entre otros, Adam Jones, Andrew
Woolford -actual presidente del IAGS- International Association
of Genocide Scholars-) ha estudiado los argumentos (y lugares
comunes) de quienes pretenden negar los genocidios de los pueblos
indígenas a nivel global. De ellos, los más importantes son:
1) Justificación legal utilitarista: se sostiene que las comunidades
originarias no tienen derecho al territorio que habitan por tratarse
en verdad de territorio inhóspito o la remisión al concepto del
“vacuum domicilium”;
2) el argumento de superioridad moral que implica la necesidad
de exterminio o de asimilación cultural;
3) genocidio entendido como producto inevitable del progreso.
Como vemos, la editorial de La Nación no escapa a ninguno de
los criterios señalados, lo que podría resultar curioso si no fuera
trágico y vergonzoso para un país que quiere respetar los estándares
mínimos en materia de Derechos Humanos. En efecto, el texto
hace referencia al “desplazamiento de pobladores que no se
encontraban desde siempre”, se sostiene la existencia de un “avance
ético” por parte de quienes “expandieron la cultura occidental” y se
rescata el “legado de la modernidad y el progreso” como justificación
de las políticas genocidas sobre los pueblos indígenas.
Finalmente, señalar que lo que la Editorial define como un “conflicto
de culturas” no hace más que reforzar la idea de genocidio cultural,
sobre el que Raphael Lemkin se inspiró para acuñar el término
genocidio en la Convención para la Prevención y la Sanción del
Delito de Genocidio de 1948 (más allá de la redacción legal final
adoptada en torno a los grupos protegidos). Y que recientemente
ha sido expresamente reconocido por Canadá, a través del informe
final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (TRC), de junio
de 2015, con posterior ratificación judicial, al sostener el genocidio
cultural sobre las comunidades originarias implementado en Canadá
durante el siglo XIX y XX por el sistema IRS (Indian Residential
Schools).
Mientras países que seguramente podrían ser calificados de
“civilizados”, aún en la propia perspectiva de La Nación, avanzan
en el reconocimiento de las responsabilidades por los crímenes
perpetrados contra los pueblos indígenas, calificándolos de
“genocidio cultural”, aquí asistimos a un retroceso cultural
inadmisible en un estado de derecho respetuoso de los derechos
humanos fundamentales.Retroceso que puede ser analizado en el
contexto de otras editoriales del mismo diario, con idéntico sesgo
(entre otras “No más venganza” del 23/11/2015 que generó el repudio
generalizado de los propios trabajadores de La Nación) y respecto de
los cuales debemos permanecer alertas.
Porque como bien sabemos, en lenguaje se perfila el mundo que
deseamos habitar. Las palabras pueden incidir en la moral, en las
costumbres y sobre todo en el sustrato prejuicioso del que emanan
las violencias. En la posibilidad de incidencia en este último nivel
radica su fundamental importancia.
*Abogada, Magister en Derecho Internacional de los Derechos
Humanos- UBA. Vicepresidenta del Movimiento de Profesionales
para los Pueblos (MPP)
Referencias bibliográficas:
JONES, Adam, “Genocides of Indigenous Peoples”, Genocide:
A comprehensive Introduction, Routlegde, New York, 2010,
pp- 105-148.
WOOLFORD, Andrew, “Introduction” y “Settler colonial
Genocide in North America”, This Benevolent experiment:
Indigenous Boarding Schools, Genocide and Redress in
Canada and the United States, (University of Manitoba, 2015).
WOOLFORD, Andrew y BENVENUTO Jeff, “Canada and Colonial
Genocide”, Journal of Genocide Research, 17, 4 (2015).
Foto: argentina.indymedia.org

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