sábado, 14 de septiembre de 2013

Por Osvaldo Bayer

Historias del horror


/fotos/20130914/notas/na40fo01.jpg
El presidente de Alemania, Joachim Gauck, y de Francia, François Hollande, en el cementerio de Oradour.
Desde Bonn, Alemania

Hay hechos que avergüenzan a la humanidad y hay otros que hacen nacer esperanzas. Lo que en estos días ocurrió en Francia es un ejemplo de eso: el horror, pero la contrición. Ese reconocimiento del acto deshonroso. El presidente de Alemania, Joachim Gauck, fue a Oradour para pedir perdón por uno de los crímenes más abyectos de la historia del ser humano.
En 1944, las tropas alemanas que ocupaban Francia destruyeron totalmente la aldea de Oradour y dieron muerte a sus habitantes: 642 personas. A todos los hombres, las mujeres y los niños.
Sí, 207 niños. 207 niños, repetimos. 207. Niños. Es increíble. Jamás se va a poder disculpar un crimen tan abyecto. 207 niños. Fusilados. Lo podríamos escribir cien veces pero no lo lograríamos entender, y menos disculpar. Eso lo hicieron “hombres uniformados”. Hombres. El 10 de julio de 1944. Han pasado 69 años. El actual presidente de Alemania, Joachim Gauck, ha sido el primero que se ha atrevido a viajar a esa aldea francesa. Los franceses la tienen como monumento y la han dejado tal cual la destruyeron las tropas enemigas. Todo en ruinas, hasta la iglesia. Es un lugar para que quede constancia de lo que puede llegar a hacer un poder militar sobre otro. Y fusilar a la población: 181 hombres, 254 mujeres y 207 niños. 207 niños. 207.
En el acto que se llevó a cabo frente a las ruinas de la iglesia se abrazaron el presidente alemán, Gauck; el presidente francés, Hollande, y el único sobreviviente de la matanza, Robert Hébras, que hoy cuenta 89 años de edad.
El abrazo de los tres hombres duró varios minutos y se los vio a los tres plenamente emocionados. Luego, los tres depositaron flores en el cementerio de la aldea. Al final de los actos, el presidente alemán escribió en el Libro de Oro de Oradour, que es un libro de duelo, lo siguiente: “Con espanto, conmovido y con repulsión estuve yo ante lo que se llevó a cabo por orden del comando alemán. Y quiero dar testimonio de que hoy existe una Alemania pacífica y solidaria. Y así tiene que ser para siempre”.
En los ojos del presidente alemán había nuevamente lágrimas. Es que no podía ser para menos cuando vio cómo quedó en ruinas el lugar, con casas derruidas, autos y carros quemados en la calle, y tumbas, tumbas, tumbas... un monumento a la crueldad que jamás se podrá borrar.
En la aldea más próxima a Oradour, Tulle, el ejército nazi ahorcó a 99 habitantes, que fueron colgados de balcones, como venganza por un ataque que habían sufrido por parte de partisanos.
Pero, aparte de los detalles, lo que queda de esta lección es algo que no puede entenderse ni perdonarse: el fusilamiento de niños. 207. No queda otra cosa que repetirlo, que anunciarlo: ¡207 niños! ¡Doscientos siete niños! Porque no cabe en la cabeza de nadie, ni del más cruel.
Como argentino no puedo dejar de recordar lo que hicieron nuestros militares durante la última dictadura: el quitarle los niños a las mujeres prisioneras encintas, en el momento de dar a luz. Y luego llevarlas a aviones militares que arrojaban vivas a esas mujeres madres al Río de la Plata o al mar. Y, al mismo tiempo, esos niños que recién habían abierto sus ojos al mundo eran regalados con preferencia a familias de militares sin hijos. Me pregunto: ¿cuál es una crueldad mayor, la de los militares alemanes en Oradour o la de los argentinos? ¿Videla, Massera y Agosti y sus secuaces?
- - -
Así como el presidente alemán fue a Oradour a pedir perdón, así los comandantes actuales del Ejército, la Marina y la Aeronáutica deberían hacerlo al pueblo argentino ante el monumento a Nuestras Madres Desaparecidas, que deberíamos levantar los argentinos. Porque si bien en nuestro país se llevaron a cabo juicios a casi todos los responsables de esos crímenes abyectos y cobardes, falta todavía la contrición de las instituciones como tales. El presidente de la nación alemana era apenas un niño cuando ocurrieron esos crímenes, sin embargo llevó a cabo lo que correspondía como representante de la nación culpable. Lo mismo deben imitar ante nuestro pueblo esas instituciones militares. No va a ser un desdoro, sino un gesto de humildad para que jamás vuelvan a ocurrir crímenes tan crueles y vergonzosos. Un país que sigue mirando para otro lado cuando se le reprocha ese crimen que cometió con las minorías armenias es Turquía. Pero ya lo está pagando. Ultimamente fue candidata a ser sede de las Olimpíadas, pero quedó afuera. Y esto se debió en gran parte a los movimientos populares armenios que no cejan de luchar para que por fin Turquía reconozca el nefasto crimen cometido contra un millón y medio de armenios hace casi un siglo. Buenos Aires acaba de ser testigo de las marchas de protesta que hicieron los argentinos de origen armenio contra la presencia de Erdogan, el mandatario turco durante su estada en Buenos Aires. Pero, además, siguen en la propia Turquía las protestas. Ha sido una acción armenia de puro coraje. Es que ahora el racismo de los turcos ha llegado a límites imperdonables. Los diarios alemanes acaban de publicar lo que los turcos han llevado a cabo con el llamado Gezy Park, donde existía antes el cementerio armenio.
Señala el diario alemán Frankfurter Zeitung: “Donde están ahora el Hotel Divan y el Museo Militar hasta llegar al Hilton Hotel, era antes el cementerio armenio. Si se hace un foso en el Parque Gezy vamos a encontrar las tumbas armenias. Es que sobre ese cementerio erigieron hoteles de lujo y así ganaron una fortuna, utilizando el terreno del cementerio armenio y de la iglesia armenia. Acerca de eso ordenaron una campaña de silencio, ‘de eso no se habla’. Lo que los turcos hicieron con los armenios lo repitieron con los griegos y los arameos. Y ahora, desde hace treinta años, lo llevan a cabo con los kurdos. Lo vemos en la campaña de los diarios turcos. Todas las calles donde antes vivían los armenios ahora llevan los nombres de los genocidas turcos, lo mismo que las antiguas escuelas armenias tienen hoy el nombre de los genocidas turcos. Los armenios le acaban de gritar a Erdosian: ‘¡Terminen con los hoteles de lujo, basta con el museo militar y devuélvannos nuestro cementerio!’.”
La lucha de los pueblos por la vida. Y a veces se obtienen triunfos. Erdogan salió derrotado de la Argentina. Con esa realidad de su país, le votaron en contra. Nada de Olimpíadas en un Estado donde la represión es la política diaria. Como decimos siempre, puede durar a veces mucho, pero al final siempre triunfa la Etica.
pagina12

No hay comentarios:

Publicar un comentario