Para el viajero, la aparición de la planta de celulosa de la ex Botnia (ahora UPM) en la orilla uruguaya del río Uruguay, pero bien visible desde Argentina, es imponente hasta la polución visual.
Es probable que la sensación se alimente un poco del prejuicio que instalaron entre los argentinos los luchadores ambientalistas de Gualeguaychú.
Con todo, produce cierta crispación el título, a toda página, del diario El País , el más tradicional de Uruguay, del sábado 19 de este mes: “Argentina forzó a sus científicos a callar no contaminación de Botnia”.
Es una afirmación rotunda, muy fuerte, que atribuye a nuestro país, a su Gobierno, la capacidad de ejercer una férrea censura sobre las opiniones de sus científicos y da por supuesto que Botnia, en efecto, no contamina.
Todo se relativiza cuando en la bajada se lee la palabra mágica (WikiLeaks) y más cuando se atribuyen esas afirmaciones a la encargada de negocios de la embajada de Finlandia en la Argentina, Petra Theman.
Dónde está la verdad. Si esto es periodismo, uno se pasó haciendo otra cosa durante mucho tiempo y no puede dejar de pensar que la sonora revelación de documentos secretos es, además de una fuente para elaborar informaciones que interesen y ayuden a la población a entender ciertas cosas, un abrevadero fecundo para toda clase de operaciones.
Algo cae desde la “papelera” al río; por eso está en una de sus orillas.
¿Por qué la ex Botnia se vino a instalar en este confín y no se quedó en Finlandia, famosa por sus extensos bosques? ¿Hay algo que allá no se puede hacer y acá sí? Lindas preguntas para Petra, antes de publicar, en primera plana, noticias tan contundentes.
En fin, algo aporta sin duda la planta procesadora de celulosa a la notoria bonanza económica de Uruguay. Basta contar la cantidad de camiones cargados de troncos con que uno se cruza yendo de Fray Bentos a Cardona, por la ruta 2. Y observar a los costados del camino las numerosas plantaciones de eucaliptus con un destino tan inexorable como el de las vacas que van al matadero.
También los sembrados de soja y los silos han aumentado de manera exponencial en estos años, con lo que el cuadro de prosperidad y crecimiento se completa.
Nada diferente al argentino, salvo que aquí, quizá por cuestiones de tamaño, se note más. Y por otras cuestiones un poco más complejas, la bonanza se acepta sin el famoso “sí, pero” que impera del otro lado del río de la Plata.
Es probable que la sensación se alimente un poco del prejuicio que instalaron entre los argentinos los luchadores ambientalistas de Gualeguaychú.
Con todo, produce cierta crispación el título, a toda página, del diario El País , el más tradicional de Uruguay, del sábado 19 de este mes: “Argentina forzó a sus científicos a callar no contaminación de Botnia”.
Es una afirmación rotunda, muy fuerte, que atribuye a nuestro país, a su Gobierno, la capacidad de ejercer una férrea censura sobre las opiniones de sus científicos y da por supuesto que Botnia, en efecto, no contamina.
Todo se relativiza cuando en la bajada se lee la palabra mágica (WikiLeaks) y más cuando se atribuyen esas afirmaciones a la encargada de negocios de la embajada de Finlandia en la Argentina, Petra Theman.
Dónde está la verdad. Si esto es periodismo, uno se pasó haciendo otra cosa durante mucho tiempo y no puede dejar de pensar que la sonora revelación de documentos secretos es, además de una fuente para elaborar informaciones que interesen y ayuden a la población a entender ciertas cosas, un abrevadero fecundo para toda clase de operaciones.
Algo cae desde la “papelera” al río; por eso está en una de sus orillas.
¿Por qué la ex Botnia se vino a instalar en este confín y no se quedó en Finlandia, famosa por sus extensos bosques? ¿Hay algo que allá no se puede hacer y acá sí? Lindas preguntas para Petra, antes de publicar, en primera plana, noticias tan contundentes.
En fin, algo aporta sin duda la planta procesadora de celulosa a la notoria bonanza económica de Uruguay. Basta contar la cantidad de camiones cargados de troncos con que uno se cruza yendo de Fray Bentos a Cardona, por la ruta 2. Y observar a los costados del camino las numerosas plantaciones de eucaliptus con un destino tan inexorable como el de las vacas que van al matadero.
También los sembrados de soja y los silos han aumentado de manera exponencial en estos años, con lo que el cuadro de prosperidad y crecimiento se completa.
Nada diferente al argentino, salvo que aquí, quizá por cuestiones de tamaño, se note más. Y por otras cuestiones un poco más complejas, la bonanza se acepta sin el famoso “sí, pero” que impera del otro lado del río de la Plata.
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