domingo, 2 de junio de 2013

LA IGLESIA REITERA LA PRESION AL GOBIERNO EN AÑO ELECTORAL

Los usos de la pobreza


Pobreza cero, dice la Iglesia, que colecta 32 millones para los pobres y retira 31 en subsidios. El gobierno invierte 34.000 millones, en el mayor programa de reducción de la pobreza, que bajó la desigualdad de 35 a 11 veces, con la transparencia que no tienen las opacas cuentas episcopales. El Papa Francisco analizó la pobreza con un especialista: su amigo Jerónimo Venegas, cuyo gremio mantiene el mayor nivel de informalidad laboral. Enroque ministerial y exterminio de los ornitorrincos.

Por Horacio Verbitsky

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Dos viejos amigos hablan de la pobreza. A solas, no cinco minutos a la intemperie.
El sábado y el domingo próximos se realizará la colecta anual de Caritas el organismo de beneficencia de la Iglesia Católica, cuya publicidad gráfica y audiovisual anuncia: “Apuntamos alto. Pobreza cero”. Esto coincide con la primera homilía que pronunció al asumir su cátedra el nuevo arzobispo de Buenos Aires, Mario Aurelio Poli, y con la que leyó el 25 de mayo el arzobispo de Mercedes-Luján, Agustín Radrizzani. Poli proclamó, con apreciable economía de palabras, su “amor a los pobres, sufrientes y excluidos”. Radrizzani enhebró cinco homilías pasadas de Jorge Mario Bergoglio, para sostener que “la Argentina de hoy tiene demasiados pobres y excluidos, los cuente quien los contare”. Esas palabras, elegidas por La Nación y por Clarín para encabezar sus respectivas crónicas, fueron proferidas por el ahora papa Francisco en la conmemoración del Bicentenario de 2010, a la que CFK eligió no asistir. Tres años después se las repitió en las resignadas narices presidenciales el miembro del Episcopado que el gobierno considera menos inamistoso. La misma intención campeó en el aviso de convocatoria del Arzobispado porteño a la procesión de ayer hacia la Catedral para celebrar la presencia del cuerpo y la sangre de Cristo en la Eucaristía. Su título dice “Pan para la misión”, y junto a un Cristo tradicional, se ve una imagen más parecida a un pan de campo que a una hostia consagrada.

Menos del uno por mil

De este modo la Iglesia Católica ratifica la línea maestra de ataque al gobierno, con un tema que llama a la unanimidad, ya que cualquier nivel de pobreza en un país superabundante es una ofensa inadmisible, pero que en este caso encubre otras motivaciones. Así como un alimento cotidiano puede confundirse con la hostia sacramental, lo mismo ocurre con las diversas acepciones de la caridad, que van desde la virtud teologal del amor a Dios y al prójimo hasta la terrenal limosna a los necesitados. Caritas es una comisión integrada por tres obispos, de la que dependen una Caritas Nacional, 66 Caritas diocesanas, una por obispado, y 3500 Caritas parroquiales en todo el país. Entre 2003 y 2012 recaudó en total 93 millones de pesos. Esos datos surgen de las coberturas periodísticas de La Nación y Clarín, ya que no figura una rendición de cuentas en la página oficial de la institución. La recaudación se divide en tres tercios. El primero lo retiene la parroquia, que lo utiliza “para la tarea pastoral del día a día”, es decir gastos propios. El segundo lo conserva cada una de las 66 diócesis, que redistribuye los fondos en programas concretos o asistiendo a las parroquias o zonas que lo requieran. El último tercio va para Caritas Nacional, que lo invierte en planes de educación (Plan Educativo Emaús), trabajo (Plan Economía Solidaria), ciudadanía (Foro Solidario), vivienda (Programa de Autoconstrucción de Viviendas, junto al Ministerio de Planificación), y “ayuda inmediata” (ropa y alimentos a personas en situación de calle). En 2012 se obtuvieron 22,5 millones de pesos. La ejecución del presupuesto nacional de ese mismo año incluyó 11.691 millones de pesos para el pago de las Asignaciones Universales por Hijo a casi 3,5 millones de personas y 12.000 millones de asignaciones familiares a más de 4 millones de hijos de trabajadores formales, es decir 1053 veces más. Este año, las AUH llegarán a 18.750 millones y las asignaciones familiares a 15.000 millones. Para mantener la misma proporción, Caritas debería colectar 32 millones de pesos. En ese caso aportaría para aliviar la pobreza algo menos del uno por mil de lo que el Estado invierte en esa tarea, sin considerar ningún otro de sus muchos gastos sociales.

Quita y pon

El alocado serrucho de la pobreza que tala la credibilidad de la Universidad Católica.
Fuente: Artemio López
Otra forma de dimensionar las magnitudes es el cotejo de estos hipotéticos 32 millones que la Iglesia aportaría, con los 31 millones que recibió de la Secretaría de Culto en 2012 en concepto de remuneraciones a 107 obispos y administradores apostólicos y/o diocesanos, a 481 párrocos de frontera y a 1143 seminaristas, un gasto improductivo que se origina en decretos de gobiernos de facto. Es decir, que toman tanto como colectan. La Iglesia no podría hacer mejor aporte a la reducción de la pobreza que costear sus propios gastos, según el plan de renuncia al aporte estatal elaborado hace 18 años por el Episcopado y nunca puesto en práctica. Pero además, aquella suma palidece ante los fondos remitidos a los colegios confesionales, por fuera de la obligación constitucional de sostener el culto. En 2010, la Nación, las provincias y la ciudad de Buenos Aires aportaron a unos 3500 establecimientos educacionales católicos 4200 millones de pesos. Actualizando esos montos las transferencias para la educación católica rondarían este año entre 5100 y 6300 millones, según se aplique el Indice de Precios al Consumidor del INDEC o el IPC/9 provincias. La Iglesia ha logrado que el presupuesto no discrimine como rubro específico la enseñanza confesional, con el argumento de que se trata de educación pública de gestión privada, lo cual hace engorrosa la reconstrucción. Parte de esos fondos contribuye a morigerar la pobreza en forma indirecta, subsidiando el servicio educativo. Pero otra parte se desvía hacia el financiamiento del presupuesto eclesiástico, como en 1955 denunció el presidente Juan Perón y en 1964 el gobernador radical de Córdoba Justo Páez Molina. El miércoles, el papa Francisco almorzó en Roma con dos de los hombres que diseñaron el sistema de succión de recursos públicos para la enseñanza privada: el macrista Luis Liberman, que actuó desde el Estado, como subsecretario de Educación de la Ciudad, y José María del Corral, como presidente del Consejo General de Educación del Arzobispado de Buenos Aires. La afirmación de Radrizzani de que “es mucho lo que se viene haciendo, pero es mucho todavía lo que falta” es una abstracción atemporal. Todo es poco, cuando se trata de “personas, hombres y mujeres, ancianos, jóvenes y niños” que no constituyen “sólo un problema económico o estadístico sino primariamente un problema moral”, como reza una de las citas de Bergoglio leídas el 25 de mayo. Esto implica desconocer el proceso más profundo de reducción de la pobreza y de la indigencia que haya tenido lugar en tan poco tiempo en la Argentina y en cualquier otro país de la región, mediante la transferencia directa de ingresos, de los sectores más poderosos a los más desvalidos de la sociedad y además con un sistema de pago objetivado en la tarjeta bancaria que reduce al mínimo la explotación clientelística de lo que no constituye una dádiva sino un derecho. Este grado de transparencia, que contrasta con el opaco manejo de Caritas, ha permitido reducir la brecha entre el 10 por ciento de mayores y de menores ingresos, de 35 veces cuando asumió Néstor Kirchner a 11 veces cuando empiece a cobrarse la última actualización de la AUH, según el cálculo del sociólogo Artemio López. El tema tiene estricta actualidad, dadas las insistentes menciones del papa Francisco a la pobreza y el trascendido de que constituiría el eje de su primera encíclica.

Un milagro

La referencia de Bergoglio-Radrizzani a quién cuenta el número de pobres y excluidos alude al debate por el Observatorio de la Deuda Social de la Pontificia Universidad Católica Argentina, cuyo Gran Canciller era en aquel momento el propio Bergoglio. Desde esa posición azuzó al gobierno con el aguijón del Observatorio, con la coincidencia tomista de razón y fe. El mismo López se refirió así a esas mediciones:
“La utilización del discurso opositor bajo el formato estadístico es otro fetichismo corriente en estos días donde no existe oposición político-partidaria sólida y capaz de argumentar. Es la Iglesia la que divulga cifras referidas a la pobreza generadas en la universidad privada UCA, aprovechando el imaginario tradicional que supone a la institución católica “comprometida con los que menos tienen”. Nada más arbitrario y contradictorio con la historia reciente de la cúpula eclesial, protagonista de cuanto proyecto conservador y excluyente existió en el país. 
Para esta “consultora opositora”, en noviembre de 2011 existía “un 34,9 por ciento de pobres en la región metropolitana. Esto es un nivel similar de pobreza que el de 2004, más precisamente la existente en el segundo semestre de aquel año, cuando la pobreza, según el impoluto Indec de entonces, ascendía a 37,7 por ciento en el Gran Buenos Aires. En ese momento concurrían tres factores que, analizados en conjunto, desbaratan de raíz el cálculo falaz del Observatorio de la Deuda Social:
1 La desocupación, que hoy es de 7,3 por ciento en el GBA, ascendía en 2004 al 15,3 por ciento.
2 El trabajo informal, que hoy asciende al 34,5 por ciento, en 2004 llegaba al 47,7.
3 Hoy existe la Asignación Universal por Hijo, que transfiere el equivalente a 440 pesos por hogar beneficiario, de alto impacto en el universo de ciudadanos bajo la línea de pobreza, cuando en 2004 simplemente no existía.
Recapitulando, según Caritas tendríamos a fines del año 2011 los mismos niveles de pobreza que en el segundo semestre de 2004, cuando se observaba el doble de desempleo abierto, un 30 por ciento más de trabajo informal que en la actualidad y aún no existía la Asignación Universal por Hijo. Un disparate por donde se lo mire”.
A mediados de 2012, el mismo Observatorio adujo que casi el 22 por ciento de la población vivía aún bajo la línea de pobreza, con un núcleo duro de indigencia del 5,4 por ciento. López desmenuzó en términos lapidarios esas nuevas cifras de aquel Observatorio: “No existe ningún ejemplo planetario de reducción tan drástica de la pobreza en tan corto lapso como el que señalan los informes de la UCA: ¡de 34,9 a 22 por ciento de la población en un semestre! Trece puntos de pobreza menos en seis meses. El Observatorio de la UCA pretende decirnos que abandonaron la pobreza en 180 días el equivalente a 5,2 millones de personas. A razón de 860.000 pobres menos por mes, 28.600 por día, 1192 por hora, casi 20 por minuto. Record Mundial, Medalla de Oro Olímpico en desempobrecimiento, si fuera cierto, claro. En fin, que ahora, en materia de baja de la pobreza, el Indec no está solo. El Observatorio de la Deuda Social de la UCA, o sea lo más cercano a Dios en materia de medición de pobreza, lo acompaña”. El último día de marzo de este año Clarín tituló su tapa con un nuevo relevamiento de la Universidad Católica, en el que decía que a fines de 2012, es decir en otro semestre, la pobreza había vuelto a crecer cinco puntos, hasta llegar al 26,9 por ciento de la población. López acompañó este análisis con un gráfico en el que las estimaciones del Observatorio episcopal aparecen como un alocado serrucho, con el que tala su propia credibilidad.

El origen y el método

Otra cuestión que no aparece en las homilías episcopales es el origen de los fondos que el Estado destina a esas transferencias y el método por el que los pobres pueden mejorar sus condiciones. Una de las virtudes del proceso iniciado en 2003 es el aumento de la presión impositiva y que aún sin la demorada reforma integral, su composición se ha hecho menos regresiva, al incrementarse la proporción de impuestos directos, que pagan quienes más tienen, como las retenciones que el Estado carga a las ventas externas del complejo cerealero. Las cámaras patronales agropecuarias están amenazando en estos días con nuevos actos agresivos en protesta por ello. El objetivo de máxima, difícil de alcanzar por la falta de acompañamiento social al reclamo de un sector que en estos años ha superado el endeudamiento y ha hecho grandes inversiones dentro y fuera del país, es recrear el clima de combate de 2008, aún sin llegar al desabastecimiento de las ciudades que lograron entonces, creando caos y crispación. En aquel momento el Episcopado, presidido por Bergoglio, se alineó con quienes protestaban y reclamó que el gobierno diera marcha atrás con las medidas. Si Cristina hubiera cedido a esa presión, el Estado no podría haber establecido la AUH en octubre de 2009. Bergoglio se anotó entre sus primeros críticos. El 16 de junio de 2010, en la escuela de posgrado conducida por el gran distribuidor de la riqueza Roberto Dromi, fustigó “el asistencialismo desordenado” que genera “dependencias dañinas y desigualdad”. Lo dijo en presencia de un arca de Noé de la oposición: Hilda González de Duhalde, José De la Sota, Ernesto Sanz, Miguel Lifschitz, Guillermo Montenegro, Margarita Stolbizer, José Scioli, Ricardo López Murphy, el rabino Sergio Bergman, Enrique Nosiglia, Jorge Vanossi, Jesús Rodríguez, Guillermo Alchouron, Carlos Brown y José Ignacio de Mendiguren. La semana pasada, en coincidencia con una nueva jornada del paro docente en reclamo de mejoras salariales, una docena y media de obispos bonaerenses llevaron su apoyo al gobernador Daniel Scioli, quien rechaza el pedido gremial. Es decir, ni recaudar entre los sectores más acaudalados ni hacer concesiones a los reclamos sindicales. En otra sintonía, el papa Francisco, durante el Corpus Christi en Roma, instó a la solidaridad, que es el nombre del asistencialismo cuando lo practica la Iglesia. También recibió en audiencia privada para hablar de la pobreza a Jerónimo Venegas, líder de un partido al que bautizó “Fe” y del sindicato que pactó con las patronales rurales mantener el más alto nivel de informalidad laboral del país. Mientras, en Buenos Aires avanzaban las negociaciones entre su protegido del ala izquierda, Gustavo Vera, para una posible incorporación a las listas de la alianza mediática de Fernando Solanas y Elisa Carrió, lo cual termina de definir un cuadro de preferencias, invariable a pesar de las sonrisas protocolares, los afiches ingenuos y el mate.

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